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EL FRENTE AMPLIO OPOSITOR, EL 2024 Y DESPUÉS

 Publicado: 06/07/2022

Temas a la espera de definiciones


Por José Luis Piccardo


El Frente Amplio (FA) ya demostró su capacidad transformadora, que no puede ignorarse ni mucho menos negarse, aunque su gestión al frente del gobierno nacional merezca críticas, como el propio partido lo ha reconocido en su último congreso. Hoy es oposición a un gobierno conservador del cual no cabe esperar un abordaje como el que necesitan los más graves problemas del país, acentuados por la pandemia. De todos modos, la crítica al actual gobierno no es el propósito de este artículo, aunque ella esté implícita en esta reflexión.

Diferencias y dificultades

Muchos integrantes del Frente Amplio estiman que no es bueno hacer públicas las diferencias internas o los asuntos donde se registran dificultades. Otros entienden que es necesario transparentarlos, no solo por las distorsiones que suscita su tratamiento desde ámbitos externos al FA, sino porque muchas veces conciernen a temas que ya están instalados en el debate mediático o que pueden demandar próximamente respuestas públicas de la fuerza política. Esto no significa desconocer el carácter reservado que deben tener ciertas instancias de intercambio en los ámbitos orgánicos.

Las referidas diferencias internas se expresan con relación a diversos temas, algo que ocurre en el FA desde siempre. Cabe tener en cuenta que, al fundarse, en 1971, los partidos de raíz marxista, el Partido Demócrata Cristiano y otros sectores tenían grandes diferencias ideológicas entre sí, lo que no fue impedimento para que el FA se consolidara y se transformara en el principal partido del Uruguay, hoy con más de medio siglo de historia. “Asustarse” de las diferencias y optar por negarlas es vano y, además, contradictorio con la esencia del FA como organización unida, estructurada, pero con una rica diversidad que es parte de su fortaleza. Hoy, como pocas veces antes, el FA se beneficiaría asumiendo e intercambiando adecuada y fraternalmente en torno a sus diferencias, que no son invento de la derecha, aunque esta las distorsione y magnifique en provecho propio. 

Dos bloques políticos 

Según la versión inicial del documento interno “Esquema disparador de cara al proceso de elaboración del plan 2022-2023”, de mayo pasado, el Frente Amplio debe “fortalecer el perfil opositor de la fuerza política, estableciendo una impugnación permanente del modelo de forma permanente y sistemática; pero construyendo en simultáneo la perspectiva de que nuestra fuerza política es alternativa de gobierno nacional, departamental y municipal”. Se propone “establecer en la sociedad uruguaya nitidez respecto a la existencia de dos proyectos de país”.

Según algunos analistas, es conveniente para el FA hacer énfasis en esa contraposición entre dos proyectos y, también, destacar la unidad esencial de la coalición gobernante en defensa de la política conservadora. Esa línea de “impugnación permanente”, según lo enfatiza el texto citado, responde a lo que muchos frenteamplistas desean: rechazar sin ambages la política oficialista. Pero habría que ver cómo están percibiendo vastos sectores de la ciudadanía el balance entre oposición y propuesta en el discurso del FA. Porque aunque aumenta la gente que está desconforme con el gobierno, eso no tiene como consecuencia automática que el Frente lo capitalice políticamente. Deberá realizar su propia acumulación. Como siempre.

Política de alianzas

Con relación a la política de alianzas, o a la construcción del “bloque social y político de los cambios”, hay un acuerdo general en el FA, pero también énfasis distintos y diferencias internas en algunos aspectos. 

En los días previos al Plenario Nacional del 5 de junio, en un documento de Convocatoria Seregnista-Progresistas (CS-P), propuesto internamente en el FA como aporte al debate sobre el “plan 2022-2023”, se afirmó que, si bien “es una definición fundamental la del «bloque social y político de los cambios» dada en el último Congreso, (...) habría que incorporar (en el “plan político”) al empresariado micro, pequeño y mediano e, incluso, al grande que trabaja con criterios de sustentabilidad y trabajo digno para sus trabajadores”.

Un sector del FA se sintió en la necesidad de evitar posibles ambigüedades con relación al empresariado (no solo el pequeño y mediano), un asunto con frecuencia complejo para la izquierda. En esa línea, CS-P propuso también considerar la vigencia de formulaciones como “nueva mayoría” o “reencuentro progresista”, considerándolas “expresiones políticas y electorales no reductibles al «bloque social y político de los cambios». Se trata de conceptos más amplios que, además, anclan en la memoria colectiva de muchas generaciones”.

En última instancia, el perfil de la política de alianzas está determinado por factores ideológicos y por la interpretación de los grandes cambios globales que se han dado desde fines del siglo pasado, que modificaron sustancialmente el escenario en el que deberán abrirse camino las transformaciones a las que aspira la izquierda. 

Política económica

Otro sector, el Partido Comunista (PCU), considera, y así lo plasmó en mayo en el documento de su congreso, que la política económica de los gobiernos frenteamplistas fue equivocada, lo que es contradictorio con la resolución del congreso del FA aprobada por unanimidad, que destaca dicha política entre los principales logros de los quince años. Es una diferencia de visiones dentro del Frente que también hace a un aspecto estratégico. De todos modos, esa diferencia no es actual, y el propio PCU la planteó en su congreso de 2006, aunque posteriormente no quiso o no pudo promover la rectificación de la orientación económica de los gobiernos frenteamplistas. Pero la diversidad de enfoques subsiste.

Educación

Sobre la reforma de la educación, otro tema relevante, no se han dado a conocer hasta el momento definiciones del FA en torno a contenidos y competencias en la enseñanza que vayan más allá de generalidades. Los reclamos de mayor participación de los docentes y otros asuntos de gobernanza son sin duda muy importantes. También defender los logros educativos de los últimos años, y señalar que el actual gobierno no ha logrado encausar un debate que vaya construyendo acuerdos. Dicho esto sin dejar de reconocer que muchos problemas en la educación tienen causas externas al propio sistema y deberán ser objeto de un abordaje transversal. 

Pero el FA no ha configurado una postura clara, desarrollada más allá de los aspectos de gobernanza y de la crítica a la actual Administración y su talante no dialoguista, que llega hasta la sanción injustificada de docentes y otras decisiones que dificultan el debate.

Lo cierto es que a través de los medios, en artículos y entrevistas, y en algunos encuentros convocados por el FA se han manifestado diferencias entre frenteamplistas sobre contenidos de una reforma educativa. En algunos casos se plantearon críticas -a veces muy fuertes- a posturas de dirigentes sindicales de la enseñanza, con las que otros frenteamplistas están de acuerdo. Es notorio que hubo opiniones diferentes sobre el Marco Curricular Nacional propuesto por las autoridades de la enseñanza, desde el rechazo sin matices hasta el reconocimiento de su utilidad como un insumo para los debates.

Seguridad social

Que el gobierno sea “mano”, como se dice respecto a algunos temas relevantes, como la reforma de la seguridad social, no significa que no deba haber algunos lineamientos generales manejados por el Frente como tal, aunque no impliquen un proyecto articulado y concluido. Fue importante la representación que tuvo el FA en la comisión constituida a iniciativa del Poder Ejecutivo, y los elementos que allí aportó, como también los que expusieron a nivel personal varios integrantes del FA en medios de comunicación. Pero en caso de que este debate se instale en este periodo, cosa por ahora difícil, no es posible saber hasta el momento si los frenteamplistas en general participarán con una base de información y elementos de juicio suficientes como para hacerlo de la mejor manera. A lo largo del tiempo, dirigentes del FA han dado opiniones no coincidentes sobre la edad de retiro y el sistema mixto consagrado en 1996, por ejemplo.

La política internacional es otra de las áreas donde existen diferencias dentro de la fuerza de izquierda. Hay puntos de vista notoriamente distintos acerca de la caracterización de gobiernos latinoamericanos o, como aconteció en la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del FA, sobre el grado de responsabilidades en la guerra de Ucrania, que todos los frenteamplistas condenan.

Orgánica frenteamplista

Sobre la propia orgánica del Frente Amplio hay diferencias, que son de larga data y tienen que ver con el funcionamiento de la democracia interna del partido, la representatividad de sus organismos y su vinculación con el pueblo frenteamplista y la sociedad en general. También hay visiones críticas sobre el respaldo de la estructura a los gobiernos del FA, tema que se ha abordado en estas columnas.

En el documento “Esquema disparador…” se afirma que es necesario “aumentar la cobertura de la red de comités de base alcanzando los 500 en el territorio nacional” y “la cantidad de militantes activos de los comités de base para alcanzar los 15.000”. 

La importancia de los comités de base está fuera de discusión dentro del FA, pero la visión esbozada en el párrafo citado, en especial la cuantificación de objetivos, concitó divergencias que de alguna manera también tienen relación con aspectos ideológicos. Desde Convocatoria Seregnista-Progresistas se plantearon diferencias sobre cómo concebir “la acción política hacia afuera”. El sector entiende, de acuerdo a lo que se expresa en el documento ya citado, que el plan queda “demasiado reducido a los comités de base” y “pone un techo al trabajo frenteamplista”. CS-P propone ser “más audaces” al reubicar “la labor hacia afuera, hablando con toda la sociedad” y “bajando el cúmulo de reuniones internas que agobian la militancia y la reducen”.

Propuesta programática

Sin duda que en respuesta a la pandemia y ante las dificultades actuales hubo múltiples propuestas del FA en materia social, económica, de ingresos, de ayuda a los sectores vulnerables -que han crecido-. Y, ni que hablar, fue fundamental la contribución militante y argumental a la campaña por la impugnación de varios artículos de la Ley de Urgente Consideración, y el apoyo a diversas actividades, como las ollas populares y muchas otras instancias solidarias. Sin embargo, es otra cosa, aunque haya relación entre ambos aspectos, el programa que el FA deberá construir para aplicar desde el gobierno. Hacer camino en ese sentido, siendo oposición, enriquecería también el desenvolvimiento de la táctica en el actual periodo. Antes de proseguir, es oportuno recordar que plan político, programa y plataforma electoral son tres cosas diferentes.

Se podría decir que la propuesta programática está implícita en lo ya hecho por el FA durante sus gobiernos nacionales. De todos modos, el propio partido reconoció en su congreso que, aunque juzgue imprescindible reivindicar y basarse en los logros de los tres quinquenios, la actualización programática no puede ser “más de lo mismo”. Hay que reconocer lo que quedó en el debe, rectificar errores y encarar otras trasformaciones para una nueva etapa histórica. Esto está acordado en el Frente Amplio. Faltaría avanzar más en los contenidos.

No obstante, también es cierto que todo partido llega al gobierno con muchas indefiniciones y luego, en la práctica, se van generando necesidades no previstas y surgen posibilidades que amplían el campo de las realizaciones. El Plan Ceibal no figuraba en el programa del FA. Y no fue lo único. Naturalmente, los programas trazan lineamientos y no presentan medidas articuladas y concluidas. Pero esos lineamientos marcan un rumbo, que diferencia a un partido de otro, a un gobierno como el actual de uno de izquierda y progresista. Nada menos.

Igualmente, hay asuntos que requerirán nuevos desarrollos, como la sustentabilidad ambiental -tema de inmensa importancia hoy y, en especial, para el futuro de la humanidad: la política, incluso la de la izquierda, está rezagada en la comprensión de ese desafío-; los cambios en la matriz productiva del país -que deberá seguir aprovechando los recursos naturales (los tradicionales y los nuevos), pero en mayor medida, e incorporando más la ciencia y la tecnología, o sea el conocimiento como principal factor de los cambios en la era digital-; el desarrollo de las políticas de género como un gran ítem para la construcción de justicia; la agenda de derechos en sus múltiples aspectos, en la que se avanzó mucho pero no lo suficiente y contra la que hay un sistemático embate desde la derecha; o la inserción internacional del país, otro de los grandes desafíos para el Frente, que requerirá ahondar en el análisis de la complejidad del mundo contemporáneo, donde los Estados cada vez pueden hacer menos por el progreso de sus pueblos ante los intereses que manejan las finanzas y tienden a monopolizar el conocimiento.

Estos, y muchos otros, son interrogantes a incorporar en una reflexión sobre el país. De lo contrario, la política se quedará en la cuadra del barrio, sin ver el mundo, en la mera respuesta al tuit ofensivo, en el -justificado y necesario- rechazo a los exabruptos de alguna figura partidaria; episodios que, de acuerdo a las menciones en medios y redes sociales, parecerían más importantes que los problemas de la niñez o el incontrolado ingreso de droga al país.

Para la izquierda todo proceso programático se inscribe en la batalla cultural contra las ideas de la conservación predominantes en el mundo, que a veces están también dentro de quienes luchan por cambiarlo. La renovación es ideológica y programática, además de generacional. La peor manera de encarar este aspecto sustancial de la lucha de la izquierda es con sectarismo, al margen de la sociedad, de los problemas de la gente. La fraseología y la reiteración de viejos eslóganes no abren ese difícil camino. Si la gente mejora sus condiciones de vida pero no es capaz de relacionar su situación con los cambios políticos, como pasó en 2019, es porque hay problemas para dar esa batalla cultural. 

2024

Al triunfo del Frente Amplio en 2024 -posible, aunque nada fácil- contribuirán, por un lado, el creciente descontento de la gente con la orientación del actual gobierno -contraria al sentido progresista que a lo largo de muchas décadas y con diversas representaciones en los principales partidos ha impulsado y le ha dado prestigio al país- y, por otro lado, la actividad del Frente Amplio, condición para forjar los nuevos cambios que requiere el Uruguay del siglo XXI. 

Pero el gran desafío comenzará al otro día, cuando nuevamente, aunque en condiciones diferentes y con dificultades acumuladas, vuelva a gobernar y deba involucrar a “las grandes mayorías nacionales” en un proyecto de país que apunte a la promoción del crecimiento y la reducción de las desigualdades. Que es lo más difícil. Y lo más importante.

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