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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 84 (setiembre de 2015). LAS INVASIONES BÁRBARAS

 Publicado: 01/05/2019

La siembra de murallas


Por Fernando Rama


En algún lado Carlos Marx dijo que el capitalismo dejaba tras de sí un desierto. Esta frase, que bien podría ser el fundamento radical de los ambientalistas, puede ser substituida, al observar lo que sucede actualmente, por otra que rezaría: el capitalismo siembra muros para atenuar las consecuencias de su ausencia de proyecto social.

Tal como están las cosas ya ni siquiera se trata de construir barreras de concreto, alambres de púas y minas antipersonales. El túnel que une Francia con Inglaterra ha comenzado a ser custodiado con medidas cada vez más restrictivas para evitar que los desesperados de varias partes del mundo lleguen a Gran Bretaña a probar suerte.

Tampoco es un muro el mar Mediterráneo, pero se ha convertido en un cementerio rodeado de muros invisibles para miles y miles de africanos provenientes de todas partes, condenados a sucumbir en el gran lago que durante décadas fue el mayor conventillo del comercio y un centro geopolítico ambicionado por los más diversos pueblos. Se estima que hoy alberga los cadáveres de veinte a treinta mil personas que intentaron llegar a Europa llevados por el hambre y la avaricia de las mafias traficantes de desgraciados africanos.

El precandidato por el Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, ha emitido declaraciones sobre la migración de mexicanos a su país que nos revelan que existe un nuevo Hitler sobre la tierra. En su propio país y aun en la interna de su partido ha recibido duras críticas. Pero sigue primero en las encuestas. Y ahí sí que ya existe un muro que comenzó a construirse en 1994 y fue oficializado por el Congreso en 2006. Es cierto, no cubre toda la frontera, sólo 1.125 quilómetros. A pesar de que unas 10.000 personas han sido asesinadas desde que se inició la instalación del muro, es cuestión de tiempo la culminación de la obra, a la vez que varias organizaciones públicas y privadas, legales e ilegales, se encargan de detener a quienes logran sobrevivir al intento de llegar a la tierra prometida.

La casilla más curiosa de este laberinto gigantesco que poco a poco se va construyendo es el territorio de Marruecos. Por un lado España alzó una muralla de seis metros de alto y doce quilómetros de largo para separar a dicho país de Melilla. Esta situación se mantiene desde 1998 hasta ahora. Pero a su vez la monarquía marroquí construyó el llamado “Muro de la Vergüenza” para defenderse de los asaltos de los guerrilleros del Frente Polisario. Es un muro de arena que camina porque desde 1980 los autoridades marroquíes le van agregando arena a los efectos de invadir el territorio vecino. Actualmente dos tercios del Sahara Occidental están controlados por Marruecos. Y para completar el encierro, en 1999 comenzó a erigirse otro muro entre Marruecos y Argelia para evitar el ingreso de otros africanos al continente europeo. España y la Unión Europea proporcionaron fondos para la construcción de este nuevo obstáculo.

Todos los muros son una demostración del fracaso de los estados miembros de la ONU para construir un derecho internacional que camine más rápido de lo que ha logrado caminar hasta el momento. Pero sin duda la más ilegal de las barreras de concreto existentes es la que Israel construyó a partir de la década del '90 para separar su territorio de Cisjordania, habitada en aquel entonces por palestinos. El muro atraviesa Jerusalén donde mide  metros de alto y se prolonga durante 700 kilómetros con un poco menos de altura pero con controles adicionales de tropas y todo tipo de dispositivos tecnológicos. No fue por un error de diseño que parte del muro invada territorio palestino y esa construcción invasiva se combine muy bien con el avance de “colonos” israelíes que han tomado por asalto el territorio de Cisjordania, donde cada vez quedan menos palestinos. Si a ello se le suma el cerco que separa Israel de Gaza se puede comprender que el acuerdo de constituir en esa zona dos Estados separados y en paz cada vez se aleja más. A ello se agregan los esporádicos bloqueos por mar que evitan la llegada a la franja de Gaza y si se le suman los desacuerdos entre los propios palestinos se puede concluir que aquellos acuerdos de Oslo se parecen cada vez más a una distopía, ya que en poco tiempo más no habrá palestinos poblando la zona. Es cierto que la ONU ha condenado esta política del Estado de Israel pero las cosas no han ido más allá, como tantas otras resoluciones del organismo internacional, de frases escritas en un papel.

La histórica unidad comercial, cultural y técnica que durante varios siglos ligó a China, la península de Corea y el archipiélago de Japón se rompió hace mucho tiempo por guerras, invasiones y aislacionismos autoimpuestos, pero el obstáculo que podría reestablecer esta unidad es la zona de cuatro quilómetros de ancho y 238 de longitud que separa, a lo largo del paralelo 38, las dos Coreas, que se mantiene desde el fin de la guerra, uno de los episodios más sangrientos de la guerra fría.

Iraq y Kuwait están también separados por una doble barrera física. El pretexto inicial para construir el primer muro fue la posibilidad de una invasión de Iraq a Kuwait. A pesar de esta iniciativa de las Naciones Unidas la misma igual se produjo, lo que propició la conocida intervención norteamericana en la zona, como prólogo del ataque contra el “eje del mal” iniciado contra toda lógica geopolítica por Bush y con el pretexto de reestablecer la democracia en Iraq. El resultado está a la vista; no existe democracia en Iraq y sí existe el Estado Islámico. Es difícil, por estos meses, saber qué partido triunfará en las próximas elecciones en la “gran democracia del Norte”. El complejo ajedrez que se juega antes de cada elección presidencial recién comienza. La partida del famoso juego nacido en la India hace varios siglos no excluye las trampas –Kennedy le ganó a Nixon haciendo fraude en Chicago, Bush le ganó a Gore haciendo trampa en Florida– pero es evidente que del lado republicano “voces de guerra sonaron” y es difícil predecir si las últimas iniciativas de Obama jugarán a favor o en contra del Partido Demócrata. Nos referimos a la retirada de tropas de Iraq y Afganistán, al suave pero firme distanciamiento de la política de Israel y a las medidas contra la discriminación racial y de género adoptadas por el mandatario estadounidense.

Por su parte Irán ha comenzado, a partir de 2007, la construcción de su propio muro destinado a detener la inmigración, el contrabando y el tráfico de drogas desde Pakistán. Esta muralla, como todas las demás, sólo provoca el aumento escalado de aquello que se quiere combatir, como ha sucedido siempre con los muros, incluido el ya caído muro de Berlín. También entre la India y Pakistán existe un muro construido a fines de los años 80 con el pretexto de combatir el terrorismo con un éxito nulo, como la historia se encargó de demostrar.

Uzbekistán, Afganistán, Kirguistán y Tajikistán fueron otrora una unidad cultural de gran potencia, con Samarcanda como capital. Exrepúblicas de la Unión Soviética, por allí pasaron Alejandro Magno, Genghis Khan, Tamerlán, el imperio ruso. Hoy Uzbekistán tiene toda su frontera vigilada con alambres de púa, guías electrificadas y minas antipersonales.

A todas estas separaciones se pueden agregar muchas otras, ya en vías de construcción o simplemente programadas para un futuro inmediato. Hay muros entre Bostwana y Zimbabue, entre Grecia y Turquía, entre Turquía y Bulgaria. Arabia Saudita construye obstáculos fronterizos con Yemen y con Iraq. Entre la India y Bangladesh, Túnez y Libia, Hungría y Serbia también están construyendo muros.

Después de este relato sobre muros y de estos comentarios adjuntos, se me ocurren tres reflexiones finales.

La primera es que las medidas adoptadas por los Estados implicados –en su mayoría sin la anuencia de la ONU– no han servido para los fines que se proponen. No han evitado la inmigración de personas desde las zonas de pobreza hacia los países con mejor nivel de vida. Tampoco han logrado disminuir el tráfico de todo tipo de drogas, cuyos carteles son cada vez más poderosos. El tráfico de personas y de órganos tampoco ha disminuido sino que sigue en aumento y otro tanto ocurre con las infecciones transmisibles. Ni que hablar del tráfico de armas, quizá el negocio más rentable de todos.

La segunda reflexión tiene que ver con lo que ocurre en América Latina. No existen en nuestro continente muros ni alambradas, aunque sí persisten algunos conflictos que se encaminan por las vías correspondientes del derecho internacional. Es más, acaba de caer el embargo de Estados Unidos a Cuba, otra de las medidas positivas de la administración de Obama. La visión de lo que ocurre en otros continentes nos debería servir para insistir en la profundización de los procesos de integración, como lo soñaron Simón Bolívar, Martí y muchos otros.

Finalmente y teniendo en cuenta que Uruguay es candidato a integrar el Consejo de Seguridad de la ONU, se me ocurre que a pesar de nuestro magro peso específico en el mundo tal cual es, nuestro papel primordial debiera ser aprovechar ese asiento para abogar con toda nuestra fuerza por el fortalecimiento del derecho internacional, promoviendo nuevas iniciativas.

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