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A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO DE GABRIEL ODDONE

 Publicado: 01/05/2019

¿Por qué Uruguay es caro?


Por Francisco López Martí


Quienes cruzan el Río de la Plata llegan a una conclusión unánime: todo es más barato en Argentina que en Uruguay. No es extraño: la disparada del tipo de cambio bajó el costo de Argentina sin correspondencia alguna con un aumento de la productividad de su economía. En el país más barato la incidencia de la pobreza alcanza al 32% de la población y en el más caro a 8,4%. No hay una relación causal directa en la afirmación anterior, pero sí permite abrir las interrogantes desde una perspectiva más amplia.

Que el país sea caro o barato respecto a otros no interesa per se a quienes vivimos y gastamos en él; lo que sí nos atañe es si el ingreso de que disponemos es suficiente o no. Más aún, por lo general el bienestar es mayor en los países considerados caros que en los baratos: la gente vive mejor, gana más y el Estado presta mejores servicios (lo hace más en Suiza o Dinamarca que en Nigeria o Tailandia). No se trata de una rareza, sino de países que difieren tanto en su productividad por trabajador como en la estructura de la distribución personal del ingreso.

Sin embargo, el país puede tener problemas si es caro en comparación con otros cuando esa diferencia no se origina en la mayor productividad de su economía (a veces por temas fortuitos, como tener petróleo). En ese caso el comercio internacional de bienes y servicios por la escasa competitividad de las empresas locales que los exportan, y también de las que deben competir con las importaciones. Este tipo de crisis es bien conocido en América Latina. Los uruguayos en particular la experimentaron cuando la economía se hundió en 1982 y en 2002, en el primer caso acelerando el regreso de la democracia y en el segundo el triunfo electoral del Frente Amplio.

El destacado economista Gabriel Oddone aborda el tema en un reciente artículo. Luego de exponer evidencias que confirmarían que Uruguay es caro respecto a los países con los que compite internacionalmente, Oddone explora las causas de esa situación, entre las cuales destaca dos: las características de la competencia en los mercados y las políticas que los regulan.

Así, la escasa competencia existente en muchos sectores que producen bienes y servicios no transables (o sea, ni exportan ni compiten con importaciones) determina que las empresas, públicas y privadas, tengan pocos estímulos para aumentar la productividad y puedan aceptar salarios crecientes en tanto son capaces de transferir esos costos a los precios de los productos o servicios que venden.

Además del “contagio de los salarios”, el aumento de los precios de los bienes y servicios no transables perjudica directamente a los transables elevando sus costos de producción sin que puedan trasladarlos a precios. Si bien estos sectores aumentaron la productividad por trabajador, no fue suficiente para que pierdan competitividad excepto en los años de buenos precios internacionales.

La interpretación del “Uruguay país caro” que ofrece Oddone es original pues involucra directamente a las empresas privadas que operan en mercados de no transables. En cambio, las explicaciones de los economistas y partidos más bien de derecha cargan las tintas en ineficiencias del sector público, en tanto los inclinados a la izquierda no reconocen el problema o, una minoría, lo atribuyen a la política cambiaria.[1]

Paralelamente, considera que el esquema vigente para la negociación colectiva no asocia los salarios con la productividad y, como agravante, el reducido mercado interno limita la especialización de factores y la innovación, lo que contribuye a que algunos sectores relevantes carezcan de estímulos a la eficiencia.

Qué hacer

En su propuesta para modificar los fundamentos de “Uruguay país caro”, Oddone menciona al pasar y genéricamente la política fiscal y la monetaria, pero omite la necesidad de realinear el tipo de cambio, lo que permite aventurar que no considera viable una política distinta de la actual, coincidiendo con las autoridades especializadas del gobierno. En todo caso no la destaca como muchos economistas de partidos de la oposición y algunos del propio partido de gobierno.

Coherente con su diagnóstico, Oddone subraya la importancia de incentivar la competencia mediante reformas en el funcionamiento de algunos mercados, transparentar las relaciones entre el Poder Ejecutivo y los entes públicos, explicitar los criterios de fijación de los precios administrados, revisar subsidios y transferencias públicas, promover acuerdos salariales que tengan en cuenta la productividad, fortalecer la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (URSEC) y la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (URSEA), evaluar las transferencias por el Fondo Nacional de Salud (FONASA) y el subsidio del gasoil y, en general, mejorar la eficiencia del sector público.

Corresponde señalar que las repercusiones de semejante reforma de la política, si fuera viable, requerirían de un largo periodo, en tanto la condición de país caro y los estragos consecuentes sobre la economía demandan acciones de efectos relativamente rápidos.

Cada uno de los temas planteados por Oddone merece un análisis crítico especializado. Para ello sería necesario dejar de considerar temas tabú: por el lado de la derecha, la existencia de oligopolios privados y de regulaciones que lo facilitan y por el de las izquierda  la reforma de la relación entre el gobierno y las empresas públicas y la valorización de la la productividad en las negociaciones colectivas de trabajo del sector privado y público.

¿Es caro Uruguay?

Oddone responde positivamente a esta pregunta tomando en cuenta la evolución del tipo de cambio y de los precios internos en Uruguay y los principales países con los que compite. Reafirma esa conclusión citando un texto en que una autoridad del Banco Central del Uruguay (BCU) reconoce que el tipo de cambio se apartó de sus fundamentos, algo que, no cabe duda, sucede desde hace varios años.

Los turistas que llegan a Uruguay y los uruguayos que regresan del exterior están de acuerdo con esa apreciación. Pero los problemas para la economía se presentan, como se mencionó al inicio, cuando ese desvío del tipo de cambio real limita la capacidad de las empresas para competir internacionalmente. El autor concluye que esa es la situación actual basándose en las estadísticas que muestran que las transacciones en cuenta corriente del país han tenido un saldo negativo en los tres primeros trimestres de 2018, mientras todavía había sido positivo en el mismo periodo de año anterior.

Llama la atención que se tome una referencia tan corta para fundamentar una afirmación tan fuerte. En todo caso llevaría a concluir que el Uruguay solo habría sido caro a partir de 2018.

¿Qué pasa si se considera un periodo más largo y se analiza el conjunto de la balanza de pagos y no sólo la cuenta corriente?

Los déficit en las transacciones en cuenta corriente de la balanza de pagos 2012–2015 fueron compensados sin problemas; los dos años siguientes muestran un superávit, y en 2018 se retornó al déficit; a un desahorro del país [2]. En ese periodo no se verificaron los desequilibrios propios de una economía que, por volverse cara respecto a sus competidores, disminuye exportaciones de bienes y servicios y aumenta importaciones.

A mediados de 2018 Mario Bergara, en ese momento presidente del BCU, sostenía que “el superávit de balanza de pagos demuestra que no hay problemas significativos de competitividad global. Y agregaba que “si Uruguay tuviera problemas significativos de competitividad global, sus exportaciones no habrían aumentado como lo hicieron ni tendría el significativo superávit de cuenta corriente de la balanza de pagos”.

En conclusión: el tipo de cambio real evolucionó desfavorablemente para los exportadores y quienes compiten con las importaciones de bienes y servicios. No obstante, esa tendencia no desequilibró la balanza de pagos gracias al shock al alza de los productos agropecuarios, el ingreso de inversión externa directa y otros factores. Tampoco “el mercado”, para usar una expresión sintética y ambigua para designar a “los que cortan el bacalao”, presionó al alza el tipo de cambio, principalmente en lo que concierne al sector financiero.

Sin presiones al alza, hasta comienzos de 2019 el gobierno pudo optar, y así lo hizo, por permitir el deslizamiento del tipo de cambio y compensar con medidas directas las situaciones críticas que afectaron a algunos productos, principalmente de la agricultura.

¿Seguirá abierta esa opción de política? Algunos indicadores son preocupantes: el valor de las exportaciones agropecuarias no se recupera, la industria continúa replegándose, los turistas gastan menos en Uruguay, la inversión externa directa disminuye y crecen las rentas pagadas a no residentes.

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