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A PROBLEMAS SOCIALES COMPLEJOS, ELABORADAS PROPUESTAS POLÍTICAS
Los tres planos de una política pública del habitar
Por Néstor Casanova Berna
Política social de vivienda
Por lo general, las políticas públicas de vivienda suelen ser entendidas como políticas sociales. Sin embargo, no se discute a fondo qué alcances y qué limitaciones tiene, de suyo, una política social de vivienda. El sentido común dominante entiende que, dado que existen desigualdades sociales, el mercado inmobiliario no alcanza a ofrecer soluciones asequibles a los sectores sociales más modestos. Esta situación define un problema aparentemente bien definido, que una política pública debe afrontar, de algún modo, consiguiendo que una población beneficiaria acceda a su reconocido derecho a una vivienda adecuada y decorosa. Se entiende que hay, entonces, una política social de vivienda cuando se le asegura, a ciertos sectores sociales, una “solución habitacional” factible.
Las políticas sociales de vivienda deben ser examinadas de un modo crítico en su relación con la producción del hábitat. La pronunciada focalización de tales políticas las vuelve estrechas de miras y aún contradictorias en sus resultantes sociohabitacionales. Hay que reparar en que la promoción y producción públicas del hábitat popular se yuxtaponen con el desarrollo urbano de la ciudad en su conjunto. La misma existencia de una producción pública del hábitat social, en las actuales condiciones sociales y económicas de desigualdad se traduce, en no pocos casos, en fenómenos de segregación social, en una ciudad que se desarrolla como una urbanización difusa.
Cuando se examinan algunos de los resultados que tienen las políticas focalizadas de vivienda, en el plano de la reproducción social en el habitar urbano contemporáneo, se consigue atisbar que siguen, en líneas generales, unos lineamientos que promueven urbanizaciones fragmentadas. Lejos de constituir legítimos dispositivos de integración social y urbana, las políticas sociales de vivienda confinan a los sectores populares en islotes disruptivos en la trama urbana preexistente. Esto concurre con otros procesos sociales y económicos que operan sobre el desarrollo de la ciudad del capitalismo tardío. La movilización social más madura consigue atisbar que a los sectores populares les asiste un derecho a la ciudad como consigna reivindicable.
Política pública de producción del hábitat
Las políticas sociales focalizadas en la vivienda popular deben ser superadas en beneficio de la institucionalización efectiva de políticas públicas de producción del hábitat. Debe reconocerse el modo peculiarmente complejo en que se desarrolla, en los hechos, la producción de la ciudad. Dentro de este modo complejo, debe prevalecer, en beneficio del interés general, una política habitacional pública, integral y universal. Porque las ciudades contemporáneas, libradas a los procesos frenéticos del mercado inmobiliario están destruyendo la ciudad bajo la forma paradójica de una urbanización extendida y amorfa.
En la actualidad puede argumentarse, con sólidas razones, que la tradicional política social de vivienda debe ser repotenciada como una política pública habitacional. Toda vez que se ahonda no solo en el derecho a la vivienda, sino en todo el marco de los derechos económicos, sociales y culturales, es preciso rendirse a la evidencia de que los objetivos políticos deben apuntar hacia una política pública de producción del hábitat. Cuando se reflexione, a fondo y de modo consecuente, que la implementación de la morada es una constitucional relación de habitación humana de toda una estructura compleja que involucra a la ciudad en su conjunto, solo entonces se conseguirá afrontar de modo político el desafío de la hora.
Una política pública de producción del hábitat no puede ya concebir su objeto con el puro suministro de edificios, infraestructuras e instrumentos crediticios para volver accesibles los bienes a unos beneficiarios, quienes se contentarían a lo sumo con su uso y consumo. Hay que entender que la habitación humana es una instancia de reproducción social y, como tal, debe no solo ser reconocida, sino promovida activamente desde el punto de vista político. A estos efectos, cabe proponer aquí el despliegue, recíproco al de la producción pública del hábitat, de un dispositivo complementario y retroalimentador: una expresión política madura y contundente de la reproducción social en el habitar.
Política de reproducción social en el habitar
Las condiciones de producción son a la vez las de reproducción. Ninguna sociedad puede producir continuamente, esto es, reproducir, sin reconvertir continuamente una parte de sus productos en medios de producción o elementos de la nueva producción.
Karl Marx - El capital
A unas políticas públicas de producción del hábitat le han de corresponder, en reciprocidad, unas políticas de reproducción social en el habitar. A los modos hegemónicos de producción empresarial inmobiliaria le siguen, funcionales y obedientes, unos modos de consumo que operan como mecanismo de retroalimentación y legitimación. Es ya hora que los modos sociales de producción del hábitat, tales como los modos cooperativos, que han conseguido, con no poca lucha, sobrevivir y desarrollarse, tengan un lugar político para ser promovidos y potenciados también y necesariamente, en lo que toca a la reivindicación política de los modos de vida que propician. El habitar humano, en la actualidad, es un terreno de reproducción social en disputa política.
Una política que opere sobre los mecanismos críticos de la reproducción social en el habitar consigue, en principio, replantear a fondo las limitantes de la política social de vivienda. En efecto, la acción política en este ámbito invita y promueve en los urbanitas una nueva actitud, proclive al cambio y a la exigencia de nuevas formas de vida, así como renovadas investiduras ciudadanas. Una política del habitar supera, en este sentido, tanto la menesterosidad necesitada de dádivas, como las prácticas clientelares paternalistas. Una política del habitar comienza por ser, en el fondo, una operación de dignificación ciudadana.
La propuesta de la forja de una política de reproducción social en el habitar tiene importantes consecuencias en la concepción y desarrollo de la producción integral del hábitat. Se trata aquí de dar voz y de invitar al debate enriquecedor a los activistas sociales por la vivienda, que han acopiado ingentes caudales de experiencia y conciencia social y que, convenientemente apoyados y promovidos, pueden y deben inspirar las líneas rectoras de esta política del habitar. Los movimientos sociales que han llevado a cabo la ingente y sacrificada tarea de dar forma organizada y sistemática a los modos sociales de producción deben tener la palabra.
De la política social de vivienda a la política de habitar
Puede concluirse que, en lo que respecta a una eventual política habitacional integral y universal, de carácter público, esta tiene tres planos de significación en los que desarrollarse: en primer lugar, el de las políticas sociales de vivienda; en segundo, el de las políticas integrales de producción del hábitat y, por fin, el de una política pública de reproducción social en el habitar. Planteadas las cosas de este modo, se puede considerar que el enfoque propuesto apuesta tanto a la integralidad, en el sentido de abordar los problemas estructurales del habitar en la totalidad comprensiva de sus dimensiones, a la vez que aspira a una universalidad que conlleve, de modo necesario, una propuesta de cambio social, toda vez que a la hegemonía la invista el interés público de la mayoría social habitante y no ya la del mercado inmobiliario.
Con mucho, el plano de las políticas sociales de vivienda es el que ha tenido más desarrollo histórico relativo. También es el plano en que los alcances y limitaciones son más evidentes en la actualidad. En lo que respecta a nuestra realidad latinoamericana, es mucho aun lo que resta por hacer al respecto, si bien es cierto también que deben superarse las inercias de una tradición asistencialista, paternalista, clientelar y carente. En este sentido, hay todo un rico bagaje de experiencias y aprendizajes que sirven de marco crítico y aleccionador.
Por su parte, el plano de la producción integral del hábitat se ve marcado por la oposición de dos modalidades de producción: la industrial-mercantil provista por el mercado y las distintas modalidades de la producción social del hábitat, que apuestan a la autogestión y la autoconstrucción solidaria y organizada, que han demostrado, con sobradas pruebas, su validez y resultados ampliamente preferibles. De este modo social de producción no emerge únicamente una producción alternativa dirigida a la habitación popular, sino una rica experiencia de ingeniería política social que no se contenta con la producción material, sino que también realiza importantes aportes tanto en la cultura tectónica como en modos alternativos de gestión y habitación.
En fin, el plano quizá relativamente más incipiente lo constituya la propuesta de una política pública de reproducción social en el habitar, concebida como un territorio en donde la producción integral del hábitat, de nuevo cuño, se retroalimente con exigencias ciudadanas maduras y profundas. Es de hacer notar que tal aspecto no ha sido objeto aún de la atención que merece y estas líneas apuestan a poner tal cuestión sobre la mesa.