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EL VIEJO “VIEJO OESTE”
“La balada de Buster Scruggs”: espuelas por alas
Por Andrés Vartabedian
Posee mucho de “canción de ritmo lento”, posee mucho de “carácter popular”; también posee mucho de “composición poética” que narra “con sencillez y melancolía” algunos “sucesos tradicionales”. El nombre de “balada”, por tanto, no es para nada azaroso, como podía esperarse de estos hermanos que hace rato se han ganado un lugar de reconocimiento internacional en el mundo del cine y cuyo aporte a esta disciplina artística, sin dudas, tendrá visos de huella durante mucho tiempo.
“La balada de Buster Scruggs y otros cuentos de la frontera americana” es el nombre del libro que contiene los seis cuentos que los hermanos Coen nos leerán visualmente en esta, su última película en conjunto hasta el momento. Seis episodios de diversas situaciones pasibles de ser vividas en el ya icónico Lejano Oeste, que se vinculan entre sí por ese pertenecer al mismo libro, por el tono de wéstern con que se visten, por el cierto dejo melancólico que las tiñe y por una constante que las atraviesa: la muerte. La tapa del viejo objeto abierto para nosotros parece anticiparlo: su centro lo toman un árbol marchito y la calavera de una res bañados de una luz tenue y proyectando una sombra breve.
El devenir de ese relato, que son relatos, nos llevará desde una primera historia absurda, humorística, con mucho de caricatura, hasta una reflexión honda sobre la muerte y nuestro viaje por este mundo. La intensidad de ese cavilar irá en aumento, y la predominancia de la acción más física irá cediendo terreno a la palabra y la contemplación; la luz que domina la pantalla irá perdiendo brillo y la noche se irá apoderando del día.
En el camino, disfrutaremos de los bellísimos paisajes que acompañan las largas distancias de aquel terreno en constante descubrimiento, quizá monótonos para los viajeros de aquel momento, un respiro para los urbanitas de este tiempo. Viajaremos durante todas las estaciones del año, ya sea en solitario, a lo sumo acompañado por burro o por caballo, ya sea en reducido grupo o en larga caravana, siendo partícipes tanto de nuestras miserias, la mayor parte de las veces, como de algún gesto noble que parece rescatarnos. La mezquindad, la avaricia, la trampa, la traición, la crueldad, son parte inherente de nuestra condición humana. La sagacidad, la tenacidad, el arrojo, alguna forma del amor, también. Sin embargo, la fatalidad parece ganar la partida, sin importar la nobleza de nuestros actos. Asumir la incertidumbre como compañera de caminos, podría ser la actitud más sana a desarrollar. Frente a la única certeza disponible, la humildad suele asesorar mejor que la soberbia.
En nuestro deambular por valles, colinas y montañas, inviernos, primaveras y veranos, nos encontraremos con un taimado, solitario y buscado jugador y pistolero, además de prominente cantor; un vaquero ladrón de bancos sorprendido en su "buena fe" por un hábil y valiente cajero; un empresario de espectáculos en busca de mayores réditos para su negocio y un mutilado artista teatral de poderosa voz; un veterano e incansable buscador de oro; un joven y bien intencionado conductor de caravanas junto a otro ya próximo a su retiro, enorme conocedor del terreno y gran tirador, y una joven tímida y apagada siguiendo los caminos señalados por su hermano mayor; y dos “cazarrecompensas”, dos “segadores” de vidas, en viaje junto a tres sujetos ya mayores -dos hombres y una mujer-, con vidas y valores bien distintos entre sí. A ellos, afortunadamente, se les sumarán otros busca fortunas, otros jugadores, vecinos, prostitutas, doncellas, ladrones, asesinos, pioneros, “indios”...
Afortunadamente, también, aquí no existirán la corrección política, la “cancelación” de posturas y discursos, el juzgamiento y la editorialización siglo XXI en plena Conquista del Oeste… Los hermanos Coen seguirán las convenciones del viejo wéstern, que ya tuviera su propio revisionismo -y bienvenido fue- e incluso del viejo cine. Todo lucirá brillantemente clásico aun sin serlo -comenzando por el registro enteramente digital- y remitirá al mejor Hollywood -hasta en ciertos ostensibles decorados de cartón-. Un homenaje al cine, al mismo tiempo; uno más, si de los Coen se trata.
Baladas incorporadas a la acción, música incidental, una fotografía panorámica deslumbrante, ambientes típicos, de esos ya instalados en nuestra iconografía cinematográfica, cierta teatralidad… aun con irregularidades, aun con algún alarde, todo funciona para sumergirnos rápidamente en cada historia y su contexto, en cada situación, en cada vida fugazmente retratada.
Fugaz también es nuestro pasaje por aquí. Sin importar que estemos en nuestros veintes o en nuestros sesentas, esa es la sensación final, para todas y todos. Con más o menos riquezas, con más o menos certezas, siendo más o menos amados, todos nos encontraremos del otro lado. Muchas veces viles, muchas veces despiadados y brutales, otras, amables y respetuosos -las menos, parecen decir los Coen-, la indescifrable y siempre latente nos espera. Quizá simplemente debamos definir cómo pretendemos ir a su encuentro.