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AL PIE DE LAS LETRAS
Poemas
Por Sergio Altesor
Mirando el crecimiento de mis uñas
Eran mis dedos como bichos autónomos
con sus uñas completas, su cuenta decimal,
y eran mis ojos que miraban los dedos
sobre el camastro de cáscaras de arroz.
Sobre mí mismo cayó todo el otoño,
la melaza del sol en la ventana,
el fresco de la noche sin un poncho capaz,
el tabaco para pensar poemas
y los sonidos de las puertas de hierro,
las compuertas del mundo.
Por la ventana de su calabozo
el galleguito cantaba tangos sensibleros
para mi sensiblero corazón.
Quedamos más amigos desde el día
que nos llevaron a los dos a interrogar
y chocamos las cabezas al rodar por el piso.
Después todas las tardes me contaba
su historia de amor
que yo escuchaba atentamente como si no tuviera
ninguna historia de amor propia,
pero sí de amor propio.
De los dedos iban creciendo uñas con los meses,
mis ojos las miraban crecer como a diez plantas.
Allí no había tijeras y orinar era un triunfo
porque un sorete de oficial había ordenado
que nos quitaran las latas de mear.
Entonces, como ahora, también había futuro,
pero el camino era tan largo.
Si cerrabas los ojos ibas hacia adelante,
hacia regiones del pensamiento liberadas,
hacia vos o hacia el tiempo que tendría que venir
con la misma certeza de las estaciones,
los procesos naturales que maduran las frutas.
La poesía
La poesía es un tremendo salto en el vacío
y de ese salto no hay quien salga vivo,
pero siempre es un salto hacia adelante
y de esos saltos nacen los días nuevos,
los días que hoy quisieran
alejarse de esta mano como de cinco víboras,
como huyendo y bullendo,
escabulléndose de los grandes silencios
y de las largas cacerías en que anda el pensamiento.
Eje del archipiélago
Cuando estoy en tu boca
giran las islas alrededor de mí.
Cuando estoy en tu boca soy el eje del mundo
y todo el archipiélago y sus barcos
y los pájaros posados en sus bosques
se desplazan lentamente al principio
para después girar girar girar
alrededor de mí
hasta que la velocidad se torna cósmica
con el desplazamiento de las masas terrestres
alrededor del eje que vos creás en mí.
Veinticinco de junio sobre la carretera.
El agua de los bosques en el atardecer
refleja una luz color de miel
mientras el autobús devora los caminos
y en los audífonos la música de Andreas
Vollenweider llena un espacio dorado
donde las nubes flotan
seguras en la nada.
Mujer que quedó atrás,
perfume a lo largo del camino,
agradable dolor a lo largo del pene
y pensamientos
que se deslizan por la ruta
y por los valles color mostaza.
Un bajo eléctrico, un sintetizador
y el sinuoso metal de los platillos
mientras la hierba pasa,
las granjas rojas pasan,
las iglesias rurales y los patos
pasan.
El silencio
No hay más palabra dicha
que aquella que ha callado.
Piedra que cae en el agua de un aljibe.
El norte está hecho de silencio.
Los pájaros que vuelan
en el cielo del cuadro Los cazadores en la nieve
son unos silenciosos cuervos negros.
El invierno es silencio, garrapata
prendida inmóvilmente de la carne de un preso.
El preso que camina inmóvilmente
a lo largo de su celda a lo largo del invierno.
Todo es silencio y fuerza. Flor negra contenida
antes de florecer.
Los carceleros golpearían las rejas
en mitad del sueño,
llevarían a alguno de nosotros
para hacerlo morder en las perreras,
nos atarían las manos a la espalda
a la hora de acostarnos,
nos patearían la lata de mear,
pero el silencio continuaba, impávido y profundo,
dulce como una horca,
lar
go como un olvido imposible de olvidar.
Si me dices te quiero
guardo silencio, miro
la crueldad del viento meciendo un abedul
y la absoluta falta de palabras
en el medio del parque.
Hay palabras y hay ojos llenos de periodismo,
dicen y miran sólo lo publicable.
En otro invierno, otro país, son otros
pero el silencio es siempre el mismo,
la misma forma de saber, la misma voz
de piedra en el agua de un aljibe.
Sin el vacío no hay paso y sin silencio
no hay significado.
Sergio Altesor (Montevideo, 1951) es escritor, periodista y artista plástico. Estudió en el University College of Arts, Crafts and Design de Estocolmo, en el Instituto de Lenguas Románicas de la Universidad de esa ciudad y en la Facultad de Humanidades de Montevideo. Publicó por primera vez en 1967 en las revistas Los huevos del Plata y en El lagrimal trifurca. Encarcelado en 1971 por sus actividades políticas, escribió su primera colección de poemas en el penal de Punta Carretas y en la cárcel militar de Punta de Rieles. En 1976 fue deportado a Europa y se estableció en Suecia, país donde publicó Trenes en la noche (1982, ilustrado con xilografías del autor) y Archipiélago (1984). En 1995 publicó en Montevideo Diario de los últimos días del archipiélago. Dos años después obtuvo el Premio Municipal de Poesía con Serpiente (1999), obra que en el año 2000 ganó el Premio Nacional de Literatura. Ese año le fue otorgado el Premio Posdata 2000 de narrativa por su novela Río Escondido (Montevideo, 2000). La editorial Yaugurú publicó en 2012 El sur y el norte, que en 2014 se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura. En lengua sueca publicó el cuento largo Det stora svarta en la antología Malmöboken (2006) y la colección de textos híbridos Telegrambyrå (2008). Como artista visual ha realizado múltiples exposiciones individuales y colectivas. Fue docente de dibujo experimental y grabado en Konstskolan (Estocolmo), de talleres de redacción en el Departamento de Comunicación de la Universidad ORT-Uruguay, asesor del Departamento de Artes Plásticas de la Dirección Nacional de Cultura (Ministerio de Educación y Cultura, Uruguay) y editor de cultura del semanario Manos. Escribe en habitualmente en El País Cultural y colabora con otras publicaciones.
Gracias, Sergio…recién acabo de leer tus imágenes/poemas!!!
Me gustaron mucho!!! Bravo!!!