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AL PIE DE LAS LETRAS
Seis poemas. Poesía joven de Uruguay
Por Malena Luján
Entre la piel y el hueso limpio
solo hay fotografías.
Entonces me miro las manos
un poco más grises.
El mediodía no quiere
traer torcazas,
el viento no besa
la frente de nadie.
La mano,
cansada del naufragio,
destensa el puño.
El remo se va río abajo.
Ya no queda niño, juguete,
ni canción redonda
que cantar a la muerte.
La mano es una trinchera
y no encontramos tajo
para sangrarla.
No soy
frágil como una pluma,
soy frágil como una bomba.
Tengo tantas preguntas
y tan frágiles ganas de formularlas desde mi lado hasta tu lado de la cama desde mi lado hasta tu lado de la vida.
Desde mi boca hasta mi espalda, (desde mi lado hacia mi propio lado).
Las preguntas no son pequeñas como perlas,
son pequeñas como granadas que se esconden bajo la mesa y terminan con lo que existió antes del estallido.
En todos lados es tarde,
tengo la panza
hinchada de horas.
Ya no quiero ver cuchillos
en vidas goteando hambre,
rastros de migas,
pan de ayer.
En todos los huesos
es tarde.
De un tiempo a esta parte
solo se escucha la voz de la niebla.
Sé que vengo de confundir la sal con el azúcar,
cambiarme por vino y naranja, prestarme por tan poca cosa.
Sé que fui -que soy- un poco perro de esquina o pájaro migrando.
Un día tendré que desvestirme de estas alas y este pelo,
y quedará
tan solo arrepentirse
por todo aquello no escrito.
(Inédito)
Hay tardes que no merezco el libro,
el café, la misma tarde.
No merezco pájaros para irme
surcando la luz
muy lejos de mí misma.
No, no merezco los senos de loba agria
que pone la noche toda abierta
en mi cama,
ni la blancura de ninguna flor
abriéndose en mi vientre dibujado.
Poco a poco,
me van quitando el derecho
a las alas del mundo.
No merezco esta salud,
soy una mala hierba imperdonable.
Tampoco merezco tener la fuerza
para parirme cada tarde.
(Inédito)
Con los dedos más blancos
se suelta el pelo, como si no fuera
así, tal cual como el agua,
témpano frío cayendo sobre el asfalto,
blancura cruzando calles.
Se ríe con dientes nubes,
escribe con manos chicas
habla como amapola
y mira como el verano.
Bebe un lejano aire que la ciudad ignora,
dilatada en su barbaridad
y en los mosquitos de diciembre.