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LA CUESTIÓN KURDA
Una fuerte identidad cultural a la búsqueda de un Estado nación
Por Marcos Panucci
Kurdo es el nombre que se aplica a los miembros de la etnia transnacional y al grupo lingüístico que habita las montañas Taurus en el este de Anatolia, las montañas Zagros de Irán Occidental, el norte de Iraq y zonas adyacentes.[1]
Originalmente la mayoría de los kurdos vivían en áreas contiguas de Irán, Iraq y Turquía, pero nunca adquirieron una autonomía política real. Los kurdos hablan un lenguaje propio del occidente de Irán, emparentado con el farsi y el pashto. Se estima que se población actual es de unos 50 millones de seres humanos que ocupan, además de los territorios mencionados, regiones de Armenia y Siria.
Tradicionalmente los kurdos eran pastores de cabras y ovejas y en forma marginal practicaban la agricultura para producir cereales, algodón y frutas. Después de la primera guerra mundial los kurdos se vieron impedidos de realizar sus migraciones tradicionales y fueron confinados en determinados territorios, en los cuales se vieron obligados a vivir de la agricultura o a emplearse en empleos no tradicionales. Como consecuencia de estos cambios los kurdos, tanto hombres como mujeres, se vieron empujados poco a poco hacia los centros urbanos y aprovecharon las ventajas del empleo y la educación, especialmente en el Irán prerrevolucionario, rico en petróleo. En función de esta urbanización y de las ventajas económicas obtenidas los kurdos sufrieron la presión de la destribalización y la pérdida de la identidad étnica.
La prehistoria de los kurdos es poco conocida pero sus antecesores parecen haber habitado la misma región durante milenios. Los registros de los primeros imperios mesopotámicos contienen numerosas referencias a tribus montañesas conocidas con nombres semejantes a kurdo. El nombre de kurdos se remonta al momento en que las diferentes tribus se convirtieron al Islam en el siglo VII de nuestra era.
Aunque los kurdos no han alcanzado, en los tiempos históricos la condición de Estado‑nación, su extendida reputación como guerreros ha contribuido a su éxito como mercenarios en diversos ejércitos. El kurdo más conocido en el mundo occidental es Saladino, el mejor ejemplo de las cualidades militares de dicha etnia. Saladino derrotó a Ricardo I durante la tercera cruzada y creó en Egipto la dinastía Ayyubid (1174‑1250). Antes de eso, durante los siglos X y XII, existieron breves dinastías kurdas en dicho país.
La identificación tribal es todavía importante entre los kurdos nómades, cuyos líderes se denominan sheikhs o aga. Pero a medida que la población se fue urbanizando esa identificación tribal fue disminuyendo, con variantes en diferentes territorios. Los kurdos han sido particularmente segregados y perseguidos en Turquía, donde se les privó de su identidad al denominarlos oficialmente "turcos de los montañas". Al mismo tiempo se les prohibió utilizar la vestimenta típica ancestral y el acceso a los puestos administrativos. Los gobiernos de Turquía han suprimido con rigor la agitación política en el este del país y han estimulado la emigración de los kurdos hacia las ciudades para disminuir su concentración en las tierras altas del este.
Los kurdos residentes en Irán también han sufrido una inmensa presión para asimilarlos al resto de la población y una intensa persecución religiosa por parte de la mayoría chiita de dicho país. También los kurdos residentes en Iraq, si bien han sufrido menos presiones hacia la asimilación, nunca pudieron alcanzar una autonomía, ni por vías políticas ni mediante insurrecciones armadas.
El nacionalismo kurdo no ha surgido recientemente sino que, por el contrario, han existido numerosos levantamientos contra el Imperio Otomano o los gobiernos persas. El primer periódico kurdo apareció en 1897 y se publicó en forma irregular hasta 1902. Revivió en Estambul hacia 1908 cuando surgió en Turquía el primer club político y también en El Cairo durante la primera guerra mundial. Al finalizar dicha guerra se firmó el tratado de Sèvres (1920), que proponía de existencia de un Kurdistán autónomo, pero dicho tratado nunca fue ratificado. El tratado de Lausana, que reemplazó al de Sèvres, no menciona a los kurdos. Como consecuencias de estas idas y vueltas diplomáticas el Kurdistán quedó más fragmentado que antes. En función del tratado de Sèvres ocurrieron numerosos levantamientos armados, siendo los más destacados los llevados a cabo en Iraq, en 1931 y en 1944.
En 1958 la monarquía iraní cayó pero las esperanzas de los kurdos de un reconocimiento territorial y lingüístico no se concretaron por parte del nuevo régimen. Más tarde, en 1961, bajo el liderazgo de Mustafá Al‑Barzani, comenzó un movimiento de resistencia armada organizada que logró una precaria autonomía para el Kurdistán, que solo duró cuatro años. Durante la guerra entre Iraq e Irán los kurdos gozaron de cierta protección por parte del gobierno de Irán; en dicho período llegaron a tener autoridades propias y representaban aproximadamente el 18% de la población iraquí.
El lenguaje de los kurdos no es uniforme y está subdividido en dialectos. En Armenia se creó una modificación del alfabeto cirílico adaptada al kurdo. Otra de las características de los kurdos ha sido su trato hacia las mujeres, mucho más liberal que en los pueblos circundantes. Las alfombras son un signo distintivo de los kurdos en todas las regiones que habitan y representan una identidad textil basada en el dibujo de diamantes y combinaciones de muchos colores.
En Turquía los kurdos hablan el kurmanji y el zaza; en el norte de Iraq se habla el sorani y en Irán se hablan dichos idiomas pero también otros dialectos. El pueblo kurdo es la minoría étnica más grande en el Oriente Próximo que no se encuentra, como dijimos más arriba, establecida en alguna forma de Estado‑nación. Se estima que la población total es de 55 a 60 millones de personas (no hay censos rigurosos). Aproximadamente un 45% de los kurdos vive en Turquía, un 25% en Irán, otro 25% en Iraq y un 5% en Siria. Existe también una importante diáspora kurda en Europa Occidental, especialmente en Alemania, Gran Bretaña y Suecia.[2]
Algunos hechos de la historia más reciente son de interés. En 1978 Abdullah Öcalan funda el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que empieza a operar en Turquía. En 1984 el PKK desencadena una guerra abierta contra Turquía y tras la guerra del Golfo varias facciones kurdas se levantan contra Iraq. En 1995 se instituye un parlamento kurdo en el exilio, constituido en La Haya, y en marzo de 1999 es capturado en Kenia el líder Öcalan, que es juzgado en Turquía por alta traición y asesinato. Condenado a muerte, la sentencia se encuentra actualmente apelada ante el Tribunal de Justicia Europeo. A partir de 2014, y con el apoyo de Estados Unidos, los kurdos luchan contra la instalación del califato proclamado por el movimiento yihadista del Estado Islámico y han protagonizado encarnizadas luchas, especialmente en Siria. Recientemente el Primer Ministro israelí Benjamin Nethanyahu ha expresado su apoyo a la creación de un Estado independiente para los kurdos, como parte de su prolongada lucha contra Irán.
El primer esbozo para la fundación del Partido de los Trabajadores de Kurdistán se remonta en realidad a 1973, cuando Öcalan era un estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Ankara y formó un grupo estudiantil al que se integraron Ali Haydar Kaytan, Cemil Bayik, Hakki Karer y Kemal Pir, estos dos últimos de origen turco. La “Unión de Estudiantes de Ankara" (Ayod) definió sus objetivos como una lucha por la emancipación del Kurdistán, contra el chovinismo, el racismo y el fascismo. Este grupo fue creciendo en medio de grandes dificultades para hacerse conocer y fue reprimido en numerosas ocasiones. En noviembre de 1978 el Congreso fundacional del PKK se llevó a cabo en condiciones extremadamente difíciles en Fis, un pequeño pueblo en una provincia remota, y con la presencia de 25 delegados. A partir de su fundación el PKK se fortaleció con rapidez, en especial por las dificultades del gobierno turco para evitar el golpe de Estado perpetrado en 1980 en medio de una aguda crisis económica y política. El crecimiento masivo del PKK y el incremento del número de ataques pusieron a la dirección del partido bajo presión. Los kurdos fueron severamente reprimidos, deportados y asesinados. El segundo congreso del PKK se llevó a cabo en 1982 en medio de la ilegalidad pero con núcleos organizados en diferentes países de la región, incluído el Líbano.[3]
Desde la aparición del Estado Islámico las milicias kurdas han desempeñado un importante papel en el combate contra el yihadismo extremista, con la particular participación de brigadas femeninas, que son famosas por su combatividad y su capacidad como francotiradoras.[4]
Finalmente es pertinente consignar que no toda la diáspora kurda está de acuerdo con la política del PKK y existen posiciones que sostienen la inconveniencia de luchar por un Estado independiente para los kurdos. Estas posturas disidentes subrayan la necesidad de fortalecer los lazos de todas las comunidades kurdas a través de la integración cultural.