Compartir
PREJUICIOS Y PERSECUCIONES
El Porrajmos en la Italia fascista (II)
Por Giorgia Scurato
El seminario de historia contemporánea que estaba cursando en 2017 se centraba en la práctica social genocida en el siglo XX. Al momento de elegir el tema para mi trabajo, recordé una noticia leída poco tiempo antes en un diario italiano sobre tres niñas roma víctimas de un incendio provocado en la casa rodante en que vivían. En estas noticias, que en 2019 continúan apareciendo, casi siempre se habla de posibles “ajustes de cuentas”, pero nunca se hace referencia al genocidio que sufrieron los “gitanos” durante la segunda guerra mundial, un genocidio invisibilizado.
En la primera parte de este artículo, aparecida en la edición anterior de vadenuevo, realicé algunas consideraciones introductorias e hice referencia a lo acontecido en la Alemania nazi. En esta segunda, ingresaré de lleno en lo sucedido en la Italia fascista.
El desarrollo del “antigitanismo” como preludio del Porrajmos en la Italia fascista
A principios de la década de 1990, en Alemania, el Porrajmos fue considerado, como la Shoah, un exterminio de tipo racial realizado por el nazismo. En el 2013 fue inaugurado un memorial dedicado a las víctimas del Porrajmos, en el cual está grabada una poesía del docente universitario Santino Spinelli, roma de Abruzzo, una región italiana. De hecho el Porrajmos pertenece también a la historia italiana durante la dictadura fascista, pero los acontecimientos que lo caracterizaron han sido relegados. En Italia no hubo campos de exterminio como Auschwitz-Birkenau, que representan un símbolo del proyecto de destrucción física de poblaciones definidas inferiores. Sin embargo, la Italia fascista desarrolló una legislación abiertamente racista, vinculada al proyecto de eliminación de posiciones, voces o presencias disonantes con respecto a lo que preveía el régimen (Bravi, Bassoli, 2013: 13).
El silencio de la historiografía sobre la persecución contra los roma y sinti no es una prerrogativa italiana, sino que se ha verificado también en otros países europeos, debido al perdurar de los estereotipos negativos asociados a los “gitanos”, a cierta resistencia al reconocimiento de compensaciones (morales y económicas) para las víctimas, y a la voluntad de ocultar las pesadas responsabilidades relacionadas con la persecución. Entre fines del siglo XIX y los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, es posible identificar algunos elementos comunes de las políticas adoptadas en los distintos países europeos. En un primer momento, se buscaba controlar e identificar a los “gitanos”; sucesivamente, se establecieron procedimientos que tenían el propósito de favorecer una asimilación forzada, buscando eliminar el nomadismo. Entre 1939 y 1940 se difundieron, en Europa, las medidas de internación y deportación (Corbelletto, 2008: 71-73).
El Porrajmos en Italia existió y tuvo su connotación nacional. Se trató de una concatenación de acontecimientos producidos entre 1922 y 1945. Un período en el cual el régimen fascista conservó, construyó y elaboró una etiqueta de “gitano”, sobre cuya base se realizó una política de “antigitanismo” en consonancia con el resto de Europa. Esa política se radicalizó en el período siguiente a las leyes raciales italianas, vinculada a las connotaciones raciales y racistas de la etiqueta acuñada. La reclusión en lugares de confinamiento y campos de concentración, decidida por parte del régimen fascista, llevó a esas zonas de exclusión y persecución a hombres, mujeres y niños simplemente debido a su pertenencia a un grupo étnico considerado inferior (Bravi, Bassoli, 2013: 97).
Italia tuvo una tradición científica vinculada con las teorizaciones racistas que comenzaron antes de la dictadura fascista, la cual sucesivamente las amplió y difundió. Se trataba de doctrinas eugenésicas, cuyo ápice de reflexión se sitúa entre los años 1938 y 1940 (Bravi, Bassoli, 2013: 47). Desde los principios del siglo XX, en Italia se había afirmado la antropología positivista, encarnada por Paolo Mantegazza y Giuseppe Sergi (Dadone, 2011: 26). El estereotipo del “gitano” nómade, vagabundo, delincuente, ladrón y asocial se había construido también a través de la producción literaria y en textos de divulgación científica de fenómenos sociales. En la monumental obra de Guido Cavaglieri y Eugenio Florian, “Los vagabundos. Estudio sociológico jurídico”, publicada en 1900, se refleja plenamente ese estereotipo: “Ejemplo clásico de raza vagabunda a través de largos siglos e incontables eventos, vagabunda por impulso congénito y no domesticado por la acción de la civilización, son los gitanos […] Ellos conservan todavía pura la primitiva necesidad de vagar y la conservan asociada a la conocida, tradicional costumbre y habilidad de cometer robos y delitos afines que hicieron clasificar a los gitanos como delincuentes congénitos”. Se trataba de interpretaciones que continuaban las propuestas por el antropólogo Cesare Lombroso ya en 1876: “[Los gitanos] son la imagen viva de una raza entera de delincuentes”. La antropología y la sociología positivistas asumieron connotaciones marcadamente racistas. La teoría de una inferioridad racial fue luego utilizada como fundamento y justificación de las prácticas de persecución realizadas contra los “gitanos” (Bravi, 2009: 26).
La tendencia fascista a establecer la superioridad de la “raza itálica”, y la vocación de predominio sobre las otras poblaciones mediterráneas, llevó a la antropología a asumir un papel de primaria importancia en el marco científico del régimen. El fascismo utilizó la antropología con la finalidad de sancionar la pureza y la superioridad de la “raza italiana”. Los contenidos de esa tendencia fueron minuciosamente inventariados en el Manifiesto de los científicos racistas (conocido también como Manifiesto de la Raza) de 1938. Muchos antropólogos fascistas, poniendo en segundo plano a la minoría judía, se centraron casi exclusivamente en la etnia “gitana”, elaborando un concepto de la raza bastante contradictorio, que combinaba de manera confusa y enredada contenidos folklóricos y etnológicos. Se estableció un concepto de “raza histórica”, buscando esencialmente fortalecer y vigorizar la “raza italiana” (Dadone, 2011: 26-27).
Si bien no se han encontrado decretos fascistas que proporcionaran claramente una definición de “raza gitana”, es necesario hacer referencia al contexto socio-cultural que ya describía a los “gitanos” como un grupo étnico cerrado, caracterizado por el nomadismo y la vagancia. El Estado italiano no utilizó un nivel de precisión “científica” (actualmente diríamos pseudocientífica) en la definición del “gitano”, como el que fue adoptado para el caso de los judíos; sin embargo, esto no significa que no fuese una política de persecución sobre base racial. En particular, porque en el imaginario colectivo el “gitano” resultaba claramente identificable y ya estaba sometido a duros controles y penas a través de la acusación de vagancia. En el caso de los roma y los sinti, el aspecto racial de la persecución se reconoce teniendo en cuenta: la percepción sociocultural, la investigación racial fascista, las medidas de seguridad pública (Bravi, 2009: 24).
En su ensayo “Los gitanos”, de 1939, el docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Trieste, Renato Semizzi, quien suscribió el Manifiesto de la Raza, describía profusamente la historia y las migraciones de los “gitanos”, para luego centrarse en sus “cualidades psico-sociales raciales”, definiéndolas como “mutaciones regresivas raciales”, y concluir con una amplia digresión sobre los “productos de la cruza de gitanos e italianos” que “constituiría un desfavorable aporte racial determinado por caracteres psíquicos y morales negativos” (Boursier, 1999: 4).
El médico y eugenista (y posteriormente senador fascista) Nicola Pende elaboró conceptos que se referían al “biotipo”, en base al cual se podía analizar a un sujeto a partir del aspecto morfológico, hormonal-neurovegetativo, moral e intelectual. La ausencia de uno o más de esos aspectos marcaría la inferioridad del sujeto. En 1940, partiendo de los estudios de Pende, el ya citado Renato Semizzi identificaba en los grupos roma y sinti una inferioridad en el ámbito psíquico-moral: “Los gitanos […] han adquirido cualidades psicológicas de raza que pueden llamarse mutaciones de psicología racial”. Sin embargo, Semizzi estaba convencido de que los “gitanos” se extinguirían solos como consecuencia de sus costumbres endogámicas (Bravi, 2009: 27-28).
El aspecto específico de la investigación racial fascista sobre los “gitanos” comenzó antes del armisticio de setiembre de 1943, cuando el régimen gozaba todavía de plena autonomía con respecto a las prácticas raciales nazis. En el Tratado de la Policía Científica de 1932, se designaron, entre las personas socialmente peligrosas, también aquellas que eran definidas de esa forma por “voz pública”. El “gitano” no era juzgado simplemente por las responsabilidades individuales a cargo de un único sujeto, sino haciendo referencia a la categoría étnica específicamente descrita y conocida por voz popular. En el Diccionario de Criminología, de Eugenio Florian, Alfredo Niceforo y Nicola Pende, publicado en 1943, se hacía nuevamente referencia a los “gitanos”: “Típicos representantes de la vagancia étnica son los gitanos, verdaderos delincuentes profesionales que viven deambulando, robando, estafando, rapiñando, chantajeando. Son todos, en cierto sentido, unos ‘inmorales étnicos’, debido a que toda su tradición familiar y de raza los impulsa a esta vida de holgazán, dedicada profesionalmente al crimen” (Bravi, 2009: 26-27).
Comparados con la producción historiográfica relativa a la Alemania nazi, los estudios sobre la persecución contra los roma y sinti en Italia son relativamente recientes. Esto es debido, en parte, a las dificultades de la investigación, causadas principalmente por la dispersión de las fuentes. Por tanto, en principio, se profundizaron especialmente las realidades más conocidas y para las cuales estaba disponible una documentación más completa. Además, no hay que subestimar la influencia que tuvo lo que se definió como el “mito del buen italiano”; es decir, la tendencia a minimizar las responsabilidades de la Italia fascista, percibidas como menores frente al caso alemán (Corbelletto, 2008: 72).
Como señala Boursier (1996: 11), la existencia de campos de concentración para “gitanos” en el territorio italiano durante la Segunda Guerra Mundial es documentable gracias a testimonios directos. Una investigación histórica sobre el Porrajmos en Italia resulta posible solamente si es llevada adelante a través del estrecho contacto con los roma y los sinti presentes actualmente en Italia. Resulta difícil poder analizar archivos, ya que roma y sinti han ido cambiando sus apellidos, como forma de defensa para sí y sus familiares, a raíz de su pertenencia a una minoría tan despreciada y perseguida (Bravi, Bassoli, 2013: 30).
La política racial existió en la Italia fascista, y no solamente como apéndice a la de la Alemania nazi. Se trata de entender en qué medida los “gitanos” fueron objeto de esa política (Boursier, 1996: 6). Se pueden delinear cuatro períodos de referencia para el Porrajmos en Italia: entre 1922 y 1938 los rechazos y los alejamientos forzados de los roma y sinti extranjeros (o supuestos extranjeros); de 1938 a 1940 las órdenes de limpieza étnica contra todos los roma y sinti presentes en las regiones fronterizas y su confinamiento en Cerdeña; de 1940 a 1943 la orden de detención de todos los roma y sinti (de ciudadanía extranjera e italiana) y la creación de específicos campos de concentración fascistas reservados para ellos en el territorio italiano; de 1943 a 1945 la detención de roma y sinti (de ciudadanía extranjera e italiana) por parte de la República Social Italiana y la deportación a los campos de concentración nazis (Bravi, Bassoli, 2013: 34).
La presencia de roma y sinti en los campos de concentración italianos no fue ocasional; la aplicación de medidas de control e internación fue un elemento dentro del marco más general de la internación civil fascista, no solamente como medida “bélica”, sino también en sentido racial, incluida en un progresivo endurecimiento de la política represiva del régimen contra las minorías consideradas “incómodas” (Corbelletto, 2008: 72).
Las primeras intenciones del régimen fascista hacia los “gitanos” fueron: rechazo, alejamiento y discriminación (Boursier, 1996: 7). El régimen fascista comenzó a intervenir frecuentemente en relación al “problema gitano” a partir de 1926 (Bravi, Bassoli, 2013: 35). Las intervenciones se intensificaron a finales de la década de 1930, a través de la elaboración de listas con nombres y apellidos de los integrantes de cada grupo que sucesivamente serían trasladados a determinadas localidades.
Resulta evidente que, entre las internaciones, predominaban las de grupos familiares completos, sin distinciones de edad o sexo. No se trataba de castigar a individuos por su “peligrosidad”, sino de golpear a todos de manera indiscriminada. Las localidades elegidas para la internación estaban distribuidas en todo el territorio nacional italiano. Se trataba, en algunos casos, de verdaderos campos de concentración (sobre todo en el sur de Italia), o de municipios con particulares requisitos de seguridad y aislamiento (en las provincias del norte y en Cerdeña) (Corbelletto, 2008: 86).
A través de los relatos, también se pueden observar las condiciones en las que vivían esos grupos. Si bien Italia había ingresado a la guerra, en los primeros años, hasta 1942, la población aún no sufría los embates directos del enfrentamiento bélico. Sin embargo, comparados con otras categorías de internados, roma y sinti vivían en las peores condiciones. Desde el comienzo se buscó aislarlos de los otros internados. Las condiciones de vida variaban en los distintos campos y localidades; pero, en todos los casos, iban empeorando con el pasar de los años y el perdurar de la guerra (Corbelletto, 2008: 87).
A partir de 1940, el “problema gitano” encontró mayor espacio y atención por parte del régimen fascista; posiblemente debido a que el país ingresó oficialmente en guerra (Boursier, 1996: 8). A pesar de las intenciones sobre las internaciones, manifestadas a nivel legislativo, nunca se constituyó un sistema orgánico de gestión. La impresión es que la organización se movía en base a la “emergencia”. Fue posible reconstruir la identidad de unos 500 internados en los campos de concentración italianos, aunque los documentos indican que el número de las víctimas afectadas por la medida podría haber sido -por lo menos- el doble. Asimismo, se encontraron contradicciones entre el número de personas afectadas por las redadas y el de las efectivamente internadas. Se trata de variaciones que responden principalmente al traslado de los roma y sinti reconocidos como de “competencia” de otras provincias (Corbelletto, 2008: 84).
La orden del jefe de la policía italiana, Arturo Bocchini, del 11 de setiembre de 1940, buscaba eliminar la distinción entre “gitanos extranjeros” y “gitanos italianos”, construyendo una categoría de referencia común, la del “gitano” peligroso por nómade, asocial y ladrón. Lo que se produjo bajo la dictadura italiana puede asociarse con el “antigitanismo” fuertemente activo y extendido a nivel cultural en Italia (Bravi, 2009: 23).
Durante el régimen fascista, la internación civil se convirtió en otro instrumento tanto contra los opositores políticos como contra las minorías consideradas peligrosas e indeseadas. Asimismo, el número de localidades involucradas en la internación de roma y sinti resulta notablemente más amplio que el conocido hasta hace un tiempo atrás, restituyendo una imagen más fiel del impacto de las disposiciones del jefe de policía Bocchini en las distintas provincias, en particular de la trascendencia de las redadas (Corbelletto, 2008: 83), las cuales, según los documentos de archivo, continuaron después de 1940 (Boursier, 1996: 10). La historiografía ya conocía los campos de Boiano, Agnone y Tossiccia, pero no había esclarecido qué rol cumplieron con respecto al Porrajmos (Bravi, Bassoli, 2013: 69). Se tienen que agregar, además, otros campos y localidades de aislamiento. En cuanto al asunto de la ciudadanía, Corbelletto (2008: 80) señala que durante la guerra se producían situaciones paradójicas: por un lado, jóvenes “gitanos” que prestaban servicio militar obligatorio; por el otro, familiares de los mismos que se encontraban en campos de concentración al ser considerados “enemigos de la Nación”.
La percepción que se tenía en la Italia fascista de los “gitanos”, tanto a nivel popular como legislativo, implicaba considerarlos como grupos de personas peligrosas para la seguridad pública, y extranjeros, y por tanto debían ser alejados (Bravi, Bassoli, 2013: 36). Corbelletto (2008: 74) indica que existían tres medidas de tipo administrativo: el rechazo en la frontera, el alejamiento de los municipios de frontera y la expulsión del reino. Esto último fue uno de los principales instrumentos de persecución hasta 1940. Eran expulsados en particular hacia la frontera eslava donde, sin embargo, por ausencia de documentos, eran enviados nuevamente a Italia (Bravi, Bassoli, 2013: 37).
Los tiempos necesarios para la expulsión dependían de varios factores. Del otro lado de la frontera, los roma y sinti se encontraban en la misma situación porque, al no tener documentos, no eran considerados ciudadanos yugoslavos. A raíz de estos “inconvenientes”, las autoridades italianas frecuentemente obligaban a los roma y sinti a cruzar la frontera clandestinamente, exponiéndolos a grandes riesgos. Esta modalidad se aplicaba de manera indiscriminada, sin tener en cuenta si se trataba de personas enfermas o ancianas, de niños o de mujeres embarazadas. Del otro lado de la frontera, especialmente alrededor de la ciudad de Fiume, las guardias yugoslavas vigilaban fuertemente y disparaban sobre cualquiera que intentaba ingresar clandestinamente en su territorio. A finales de la década de 1930 se había intensificado el control del lado yugoslavo; se hacía, por tanto, necesario buscar soluciones alternativas (Corbelletto, 2008: 76-78).
La historia de los roma y sinti en territorio italiano durante la guerra se relaciona con la historia yugoslava. Después de la invasión y ocupación nazifascista del Reino de Yugoslavia, que tuvo lugar en abril de 1941, muchos cruzaron la frontera buscando refugio y salvación. Se puede, por tanto, suponer que las medidas contra roma y sinti, italianos y extranjeros, se habían intensificado a finales de 1941 (Boursier, 1996: 12). El fascismo se había extendido en Yugoslavia, donde se creó el “Estado Independiente de Croacia”, títere del Tercer Reich. El nuevo Estado quedaba bajo ocupación conjunta ítalo-alemana. Posiblemente, en ese contexto, la deportación de los “gitanos”, varios de los cuales se habían unido a la lucha partisana, representó una medida de seguridad (Karpati, 1984: 42). Después de 1941, los roma no solamente sufrieron discriminación, rechazo y alejamiento, sino que fueron sometidos a matanzas masivas y a todo tipo de crímenes.
Después del 8 de setiembre de 1943, en base a las convenciones del armisticio, muchos campos de concentración del sur de Italia fueron desmantelados, aunque en muchos casos los ex-internados fueron abandonados a su destino. Mientras tanto, en el norte, la República Social Italiana comenzó la reorganización de la red de internación. El antropólogo Guido Landra sostenía que en Italia, siguiendo el ejemplo de Alemania, debía realizarse una encuesta con la finalidad de concentrar a todos los “gitanos” en una localidad particular (Bravi, 2009: 28). Los lugares de internación del norte se utilizaron para detención y distribución hacia los campos alemanes (Boursier, 1996: 15). El conocimiento sobre lo que pasó a partir de la ocupación nazi es todavía limitado; queda aún por estudiar plenamente el asunto de la deportación hacia los campos de concentración alemanes (Corbelletto, 2008: 91).
Los roma y los sinti eran detenidos, en territorio italiano, por ser “gitanos”; pero al llegar a los campos nazis, eran ingresados como asociales o vagabundos. Esto hace difícil relevar el número de roma y sinti en esos campos de concentración entre Austria y Alemania. Posiblemente, la razón de la ausencia de una categoría “gitanos” para estos deportados, se puede explicar por el hecho de que en el Tercer Reich el “problema gitano” fue tratado ya en 1942, y el sector de Auschwitz-Birkenau a ellos reservado (Zigeunerlager) fue liquidado definitivamente la noche del 1º de agosto de 1944. En la mayoría de los casos, los roma y sinti italianos llegaron a Austria y Alemania entre la mitad de 1944 y 1945 (Bravi, Bassoli, 2013: 91-92).
Conclusiones
Viví veintisiete años en Italia (hasta el año 2004), y nunca había leído ni escuchado nada sobre el Porrajmos… La exigencia de estudiar y profundizar en esta página de la historia surgió a partir del silencio ensordecedor con el cual los libros, los medios de comunicación y las conmemoraciones públicas han ocultado (y siguen ocultando) aquellos acontecimientos.
La escasa bibliografía que encontré sobre el Porrajmos en la Italia fascista demuestra que se trata de un tema no solamente poco estudiado, sino poco conocido. Recién en los últimos años se ha intensificado la investigación (la cual no está enteramente disponible en la web) a partir de los testimonios orales recogidos por parte de asociaciones que trabajan con comunidades roma y sinti.
A partir de este trabajo, me parece necesario resaltar algunas cuestiones: la persecución contra los roma y los sinti tiene orígenes muy lejanos en Europa; ese “antigitanismo” se relaciona, intensificándose, con la constitución del Estado Moderno, cuyas características se contraponen a las que identificarían a esos grupos étnicos (por ejemplo, el nomadismo). La antropología positivista de finales de siglo XIX y comienzos del XX, las teorías eugenésicas y los extendidos prejuicios sobre los “gitanos” fueron el contexto en el cual se desarrolló plenamente el Porrajmos durante la dictadura fascista.
Sin embargo, el largo silencio posterior a la segunda guerra mundial no ha impulsado un cambio de concepción a nivel social y cultural. Siguen siendo muy extendidos los prejuicios y, en algunos momentos, aparecen noticias sobre víctimas roma en incendios provocados. En ellas no se hace referencia a las persecuciones sufridas por los roma a lo largo de los siglos pasados, sino a posibles ajustes de cuentas. No se menciona, pero siempre está presente ese prejuicio de que “los gitanos son delincuentes”.
Roma y sinti no tienen un territorio autónomo, no tienen héroes, ni leyes escritas, ni ejércitos, ni colonias. Son pueblos transnacionales que nunca declararon la guerra a otros pueblos, que nunca utilizaron las armas para reivindicar su derecho a la existencia. En varios países, como en Italia, ni siquiera son considerados minorías lingüísticas, siendo, por tanto, jurídicamente inexistentes.
Los estudios sobre el Porrajmos basados en la memoria y los testimonios orales resultan particularmente necesarios, así como su difusión a nivel social a través de las instituciones educativas, los actos públicos y los medios de comunicación. Los cambios de mentalidad demoran mucho tiempo en llevarse a cabo…