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ENTRE LA UNIÓN EUROPEA, EL G7 Y LA OTAN

 Publicado: 06/07/2022

Alemania y la guerra en Ucrania (I)


Por Cristina Retta


En esta primera nota, hablaremos de las repercusiones internas en Alemania a nivel de la escena política, de los importantes efectos socioeconómicos de base para este país y enmarcaremos el tema en las coordenadas geopolíticas del G7 y la OTAN, de forma resumida.

Tiempos de cambio

Desde los inicios del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, se habla de “tiempos de cambios” (Zeitenwende). Esa “nueva visión geopolítica” que la nueva realidad impuso, implica cambios sustanciales en muchos aspectos: cambio de una posición espectadora, bajo la bandera pacifista que imperaba en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, a una posición comprometida en el conflicto, en especial por el suministro de armas defensivas y adiestramiento militar a la parte ucraniana junto a otras promesas de apoyo. 

Opinan algunos analistas alemanes que, si bien Rusia ha sido el agresor en el conflicto y eso va contra el derecho internacional, ello no implica que la República Federal de Alemania esté obligada a entrar en la guerra, como parecería insinuarlo el gobierno de Ucrania. En este punto hay discrepancias a nivel político entre los diferentes partidos de la oficialidad y la oposición. Por mayorías se ha acordado en la coalición semáforo que gobierna (Socialdemócratas -rojo-, Verdes y FPD -amarillo-), dar un visto bueno a lo referente a la venta de armamento defensivo a Ucrania y al asesoramiento para su uso. En esto, los partidos de oposición AfD (derecha y ultraderecha) al igual que Die Linke (la Izquierda) no están a favor: la Izquierda de manera compacta, a través de sus representantes, defiende como única solución para enfrentar el conflicto, el diálogo, y ve como error la exportación de armamento. El partido AfD, ultraderecha, no tiene posición unánime en ese punto y discrepa en parte con la posición oficial en cuanto al envío de armamento y a los contingentes de emigrados.

Definición de posiciones frente al conflicto

En un principio, en abril de 2022, el canciller alemán Olaf Scholz se mostraba cauteloso en cuanto a la exportación de armas a Ucrania. A fines de abril, el semanario Der Spiegel, le dedicó una portada al respecto (“De qué tiene miedo, Sr. Scholz?”) y una larga entrevista central, titulada “Dolorosa aclaración”, en la cual el canciller socialdemócrata y su partido tuvieron que enfrentar las críticas que se le hicieron por pretender prestar una ayuda a medias a Ucrania. También la posición del partido SPD estuvo bajo la lupa; pero el canciller y su partido rechazaron hacer una aclaración a fondo de sus vínculos con Moscú. Esas recriminaciones obligaron a Scholz a señalar que su partido, el SPD, está firmemente comprometido con la alianza transatlántica de Occidente, siendo por lo tanto, esas críticas, inaceptables. Como veremos, el devenir de los acontecimientos inclinó la balanza netamente hacia el lado del compromiso.

Olaf Scholz, Canciller alemán, delante de un mapa de Ucrania, en marzo de este año. Fotografía: Clemens Bilan para AP. Tomada de Deutsche Welle (en alemán).

Preliminares de la cumbre de la OTAN: Cumbre del G7 en Elmau 

Llegado junio, entre el 26 y el 28 tuvo lugar en Baviera, bajo la presidencia alemana, la reunión del G7. El Grupo de los Siete es un foro con las mayores economías: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. El objetivo era coordinar los temas económicos y de seguridad que atañen a las potencias. 

Así, en el cónclave que se hizo en el castillo Elmau, en los Alpes (Cumbre de Elmau), participaron el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a otros jefes de Estado y de Gobierno: Emmanuel Macron, presidente francés; Boris Johnson, primer ministro británico; Mario Draghi, primer ministro italiano; Justin Trudeau, primer ministro canadiense; Fumio Kishida, primer ministro Japonés; Úrsula von der Leyen, (política alemana de la CDU), presidenta de la Comisión Europea; y Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. Olaf Scholz también invitó a la cumbre a India, Senegal, Sudáfrica, al igual que a Argentina, cuyo presidente Alberto Fernández se hizo presente el día 26 de junio.

Esta vez, el tema central de la Cumbre de Elmau fue la guerra en Ucrania, al punto que se contó con la presencia telemática del actual presidente ucraniano, Volodimir Zeleneski. El Reino Unido, a través de su primer ministro Boris Johnson, emitió un claro comunicado de que se daría apoyo incondicional a Ucrania el tiempo que fuera necesario. Claramente, los objetivos del cónclave apuntaron al aislamiento de Rusia en materia económica.

Cabe señalar que, en las vísperas de la cumbre, unas 4.000 personas se dieron cita en las afueras del castillo, el sábado 25, en señal de protesta contra la reunión del G7 para reivindicar la eliminación gradual de los combustibles fósiles, la protección de la diversidad animal y vegetal, la justicia social y la acción contra el hambre. El amplio despliegue de seguridad neutralizó los efectos de dicha protesta.

Castillo Elmau en los Alpes bávaros, lugar en el que se desarrolló la Cumbre del G7. Fotografía: Marco Müller para Deutsche Welle. Tomada de Deutsche Welle (en español).

La cumbre de la OTAN en Madrid

Si bien en la reunión del G7 se decidió aislar a Rusia por la vía económica, en la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en su XXXII reunión, en Madrid, del 29 al 30 de junio, no solo se ratificó dicho aislamiento, sino que se presentó la nueva estrategia militar y política del organismo, con mayor fuerza y con la idea de responder inmediatamente frente a Rusia. 

Es más, la organización defensiva liderada por Estados Unidos, que tras las derrotas en Afganistán, Irak y anteriormente Vietnam, estaba casi desahuciada, recobró vitalidad con la incorporación de nuevos socios, antes neutrales, como Suecia y Finlandia, los que se integraron una vez superado el veto de Turquía al respecto. También Ucrania pidió ser incorporada. Recordemos que el artículo 5 del Tratado de la OTAN establece la defensa colectiva cuando un miembro de la OTAN es agredido.

Las pretensiones expansionistas de Vladimir Putin, con su manifiesta intención de volver a influir en lo que había sido otrora territorio del imperio ruso zarista, ya manifestada en los conflictos puntuales de 2008 y 2014, no hizo más que poner en alerta a los Estados neutrales de Finlandia y Suecia, al igual que a las repúblicas del Báltico: Estonia, Lituania y Letonia.

Ante la actual realidad, los aspectos defensivos de la Organización fueron puestos en primer plano y en Madrid se votaron importantes cláusulas de rearme, como por ejemplo, un rápido robustecimiento de los grupos de ataque (defensa de fronteras) que ascendieron de 40.000 a 300.000 efectivos, y en lo referente a Alemania, esta se comprometió al envío de 15.000 soldados, 60 aviones y 20 barcos de guerra. A su vez, Estados Unidos acordó el establecimiento de una base militar permanente en Polonia, al tiempo que multiplicará su presencia en territorio alemán.

En 2014, se había acordado que cada miembro de la OTAN debía destinar al menos un 2% de su PBI a la defensa. Ante las actuales circunstancias bélicas, el giro dado por Alemania ha sido radical: pese a tener su presupuesto en gasto militar topeado por la Constitución, logró, a finales de mayo, aprobar, en el Parlamento, un fondo especial de 100 mil millones de euros para el Ejército.

Anotemos también, como señala Étienne Balibar, que la guerra de Ucrania tiene la característica de ser una “guerra híbrida”, en la que su gran vecino atacante, “con unos pocos aliados por el mundo, y con intereses y principios muy heterogéneos, se enfrenta al resto de Europa”, que es el “destacamento avanzado de la OTAN, una alianza militar, también imperialista”, sobreviviente de la segunda posguerra del siglo XX, actualmente inevitable. Más allá de la movilización de ejércitos y del rearme, las presiones y contrapresiones económicas están en el centro de la guerra. Lo que no se dice abiertamente aunque subyace a todos estos entretelones, siendo en verdad una cuestión de base, es la amenaza económica que representa para el imperio norteamericano el gigante de China, con su impresionante presencia económica global. En la Cumbre de la OTAN, China fue perfilada como desafío sistémico, pese a no intervenir directamente como actor político militar.

La guerra ha creado una situación política singular para Europa. Se insiste en el “refuerzo de la cohesión estatista desde arriba, mediante la militarización de la Unión Europea (UE) y la reactivación del debate sobre su soberanía”. Pero además hay otros debates paralelos que están lejos de terminar, por ejemplo sobre si proceder o no a las ampliaciones de la UE en una situación de excepción: ¿es o no una garantía de seguridad?, ¿para quién?, ¿es una forma de escalada? 

El problema energético

Alemania tiene una total dependencia del suministro de gas ruso. De hecho, los flujos de gas ruso provenientes del Nord Stream 1 mermaron en un 60%. Para el próximo otoño se prevé un corte total en el suministro de gas ruso. Indudablemente, esto interfiere a nivel empresarial con el normal funcionamiento de miles de plantas industriales. De ahí que la actual coalición gobernante en el país asignara 15 mil millones de euros para compras gas a otros proveedores (no Rusia), a precios sumamente elevados para ser almacenados como reserva.

Pese a que en 2021 la oficialidad gobernante en Alemania se había comprometido a terminar con el uso del carbón para suministro de energía para el año 2030 (dados los efectos negativos para el medioambiente), ante la actual situación, provisoriamente, dicha medida ha quedado sin efecto. Frente a la escasez de gas, se seguirá utilizando el carbón en tanto el problema con el suministro continúe.

En una economía altamente industrializada como la alemana, toda esta situación asesta un duro golpe a sus bases, que se reflejará en un deterioro a nivel de la economía societaria. Las subas de precios de la nafta (se duplicó su precio por litro) y, por consiguiente, de los artículos de primera necesidad, canasta familiar incluida, no se han hecho esperar. El poder adquisitivo en una sociedad como la alemana, donde predomina la clase media y media baja, se ha visto notoriamente resentido.

El problema de los refugiados

A suelo germano (también a otros países de la UE) han llegado cientos de miles de refugiados ucranianos, lo que exige medidas inmediatas para su acogida. Se estima actualmente que más de tres millones de personas emigraron desde Ucrania a la UE. (Sabido es que también han llegado refugiados de Medio Oriente; para el caso de Alemania, llegados desde Siria). Es un fenómeno sin precedentes desde el desplazamiento de personas generado tras la Segunda Guerra Mundial. Constituye una verdadera ampliación demográfica y, se quiera o no, como señala Balibar, “Ucrania ya ha entrado en Europa en la práctica, a través de su población en el exilio. La frontera se ha desplazado hacia el oeste. Queda encontrar la fórmula institucional para esa integración (…)”. Es evidente que este hecho social y también económico no es un asunto menor, por lo que Alemania tendrá que invertir recursos materiales y humanos considerables. 

La marcada presencia de civiles ucranianos en la UE y en Alemania en especial, puede ser abordada también desde una perspectiva moral de la guerra, que tiende, en este caso especial, a movilizar a la opinión pública, que, con fundamento, simpatiza con los ucranianos y, automáticamente, genera “rusofobia”. Síntomas de esta tendencia abundan y ponen en evidencia un desconocimiento de la historia rusa y de la historia soviética, llegando a confundir voluntaria o involuntariamente los reales sentimientos del pueblo ruso y la ideología del actual régimen oligárquico que respalda a Putin. Así, medidas como el boicot a artistas y actividades culturales y académicas, son claro ejemplo de lo anterior. En realidad estigmatizar a la cultura rusa es una aberración. El tema, aquí apenas mencionado, daría lugar a un análisis extenso y profundo.

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