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APUNTES SOBRE LA INTERMINABLE POLÉMICA
Complejidades cubanas
Por José Luis Piccardo
Cuba representó, para varias generaciones, la esperanza de un cambio social profundo. Multitudes levantaron la bandera de la solidaridad con la isla, agredida por Estados Unidos (EE.UU.) tras la revolución de 1959 que puso fin a la dictadura de Fulgencio Batista y abrió un camino de profundas transformaciones. Miles de latinoamericanos enlazaron el destino de la Revolución cubana a sus propios sueños de justicia en sus países. Con Cuba en el corazón, los luchadores por un mundo mejor hicieron frente a la represión, la persecución, el exilio, la tortura, la cárcel, la desaparición y la muerte. Cuba estuvo junto a ellos en las avenidas pobladas de banderas y en las cámaras de tortura.
Para quienes construyeron su identidad política en la solidaridad con la gesta de Fidel, el Che y sus compañeros, no es sencillo asumir los problemas de Cuba. Así como dio fuerzas y esperanzas, con el correr de los años Cuba empezó a doler. Colmó de interrogantes a muchos, y no pocos terminaron defraudados.
Influida, (¿obligada?), se acercó a la Unión Soviética, que al decir de Fidel Castro hizo posible la existencia de la revolución. Cuba adoptó tempranamente -con variantes que respondieron a sus especificidades nacionales- el camino del socialismo de matriz soviética, el “socialismo real”. Las consecuencias de aquella definición se hicieron sentir, para bien y para mal, hasta el día de hoy.
Economía y política
Carlos Marx sostuvo que un sistema económico, social y político está condenado a una crisis profunda e irreversible cuando las relaciones de producción predominantes traban el desarrollo de las fuerzas productivas.[1] Quienes se proclamaron sus seguidores, no siempre prestaron atención a esa advertencia. Y, por consiguiente, descartaron la posibilidad del retroceso. Pudo ser soberbia o ignorancia. O ambas, conjuntándose para abonar derrotas dolorosas.
Antes de la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, la gran potencia estuvo varias décadas creciendo bastante por debajo de su antagonista, los Estados Unidos. No sucedió lo que indicaban los manuales soviéticos: no se abrió paso una etapa superior de desarrollo socialista, sino que, finalmente, se volvió al capitalismo de la manera más deshonrosa. Tras la desaparición de la URSS, se hicieron del poder político integrantes del aparato del Partido Comunista de la Unión Soviética, el PCUS que décadas antes se había puesto al frente del país para derrotar a la bestia parda y salvar al mundo del nazi-fascismo. Los apparatchik, hijos del burocratismo, enfilaron la proa de la que fuera potencia mundial y esperanza de multitudes, hacia turbios objetivos capitalistas con tufillo monárquico y una política estatal que, con Putin en especial, recargó su ideología reaccionaria apelando al pasado zarista.
¿Puede relacionarse lo que viene sucediendo en Cuba con la peripecia de la URSS? De manera automática, no. Hay muchas diferencias entre lo que fue la Unión Soviética y lo que es la realidad cubana. Sin embargo, cuando existe un estancamiento tan largo de los factores productivos, con repercusiones en diversas áreas de la sociedad, podría ser atinado examinar el asunto. Para empezar, y por más diferencias que existan, ambos han representado el “socialismo realmente existente”. Así ha sido reivindicado el sistema por sus partidos dirigentes (partidos únicos, además) y diferenciado de otras propuestas de sociedad. No es una denominación endilgada desde afuera, desde el campo adversario. Tras la caída de la URSS, Cuba se mantuvo en su socialismo de matriz soviética, más allá de las tonalidades caribeñas.
Hace años que Cuba no crece lo necesario para satisfacer necesidades imprescindibles de la población. Se trata de un deterioro importante, diferente al que experimentan la mayoría de los países latinoamericanos, pero deterioro al fin. Sufre varios de los males propios del “socialismo real” a cierta altura de su desarrollo.
La ayuda
Asimismo, hay que poner en sus justos términos lo que significó la ayuda de la URSS para Cuba. Sin negar los esfuerzos y el sacrificio de los cubanos, sin minimizar los efectos del inhumano bloqueo de Estados Unidos, también debería reconocerse que mientras otros pueblos latinoamericanos padecieron explotación y represión, barbaridades como el Plan Cóndor y golpes de Estado que entronizaron dictaduras sangrientas, Cuba tuvo posibilidades de desarrollarse en múltiples aspectos que estuvieron vedados para otros pueblos del continente. La URSS le cubrió las espaldas, en el buen sentido. Cuba no pudo o no supo aprovecharlo.
Cuando dejó de contar con ese respaldo económico, financiero, comercial, tecnológico y político, su situación económica se agravó y se perdió la vitalidad transformadora de la primera hora. Cuando “se fue” la URSS hubo que apelar al “periodo especial”, con su doloroso costo para la sociedad, agravado por el bloqueo. Pese a todo, Cuba continuó haciendo avanzar la salud y la educación, y mantuvo logros importantes en materia social. Las trabas que el sistema impuso al desarrollo no fueron óbice para que en décadas pasadas transitara etapas de gran pujanza, en las que se lograron altos rendimientos en rubros productivos y el florecimiento de la cultura. Pero hace tiempo que está en problemas, y los logros no han cesado de retroceder en múltiples áreas.
La vida de la gente
Decir que en Cuba hay menos pobreza que en muchos países de América Latina, la región pobre más desigual del planeta, es un argumento débil para refutar las críticas. No se puede negar que en Cuba hay pobreza y que crece la inequidad, lo que tiene que ver no tanto con las medidas de los últimos tiempos, sino con características estructurales del sistema. Lamentablemente no es posible ponerle muchos números a este tipo de afirmaciones porque el gobierno cubano no da a conocer gran parte de los datos estadísticos, entre ellos los de pobreza. Cuando organismos multilaterales presentan los datos de pobreza del continente, en el casillero de Cuba se lee: “sin datos”. Y cuando se especula con cifras, a muchos les gusta inflarlas sin la necesaria documentación. Tampoco sirve.
Hoy en Cuba hay gente que vive bien y muy bien, y hay mucha gente que vive mal, aunque no haya hambre, como sí hubo en el “periodo especial” y podría haber nuevamente si las condiciones actuales no se revirtieran. Hay deformaciones incompatibles con una sociedad que se dice justa e igualitaria. Mucha gente se ve impulsada a asegurar el día a día transitando por la informalidad porque no le alcanza el salario, porque los comercios están desabastecidos y porque resulta difícil lograr el sustento por dentro de la débil y distorsionada economía formal. El mercado negro y una economía paralela ocuparon un lugar del cual es difícil desalojarlos. Sobrevienen diversas maneras de ganarse la vida que estimulan el individualismo y debilitan valores propugnados por la revolución. El burocratismo allana el camino de las prebendas y privilegios; se debilitan las bases de una sociedad inspirada en principios de justicia, por mejores que sean las intenciones de las autoridades que los proclaman cada día, desde hace años.
Divisas
Los ingresos de divisas del país caribeño provienen principalmente de tres fuentes: los servicios médicos (hay un importante desarrollo de la biotecnología que contrasta con el retraso en otras áreas de la ciencia y la tecnología), las remesas enviadas desde el exterior -trabadas por el bloqueo-, y el turismo, el sector con más inversión extranjera, aunque ahora está frenado por la pandemia de Covid-19.
¿Por qué Cuba depende en tan alta medida de las remesas? ¿No configura esto una muestra más de la ineficiencia del sistema para desenvolver la actividad productiva y la distribución? No crece la industria, no se produce la cantidad básica de alimentos ni de medicamentos para la población, no asoman en el horizonte nuevas áreas de producción de bienes y servicios, no hay innovación en TIC, la informática no termina de ingresar en los hogares, las nuevas generaciones cursan estudios que los posicionan mejor que el promedio de sus pares latinoamericanos, pero no encuentran en su país las posibilidades para desarrollarse en sus profesiones. Cuando desde la izquierda se dice que estas cosas también suceden en el resto de Latinoamérica, solo cabe responder que por eso mismo deben cambiar las sociedades.
La democracia
Los partidarios del sistema cubano sostienen que en la isla hay democracia, pero que es diferente a otras, como la uruguaya, por ejemplo. Pero siguen afirmando que esa democracia supone aceptar la máxima indiscutible: “dentro de la revolución todo; fuera de la revolución nada”. Ahí empieza a haber un problema, porque esa frase, en realidad, no quiere decir otra cosa que “dentro de la aceptación del sistema todo, en la disidencia nada”. Y esto, que está estrechamente ligado a problemas como la burocracia, la inequidad, vicios y deformaciones que surgen en diferentes sociedades de distinto signo político, puede ser relacionado también con la deriva del socialismo soviético. Más vale aprender de la historia.
La dirigente comunista alemana Rosa Luxemburgo lo advirtió. Desde la defensa de la Revolución rusa, por la que dio la vida, fundamentó en sus escritos de 1917 y 1918:[2] “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que solo queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente […] dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios de energía inagotable y de experiencia ilimitada”. Enfatizó que “la libertad reservada solo a los partidarios del gobierno, solo a los miembros del partido -por numerosos que ellos sean- no es libertad. La libertad es siempre únicamente libertad para el que piensa de modo distinto”. La libertad política “pierde toda eficacia cuando la ‘libertad’ se vuelve un privilegio”.
Objeciones como estas no fueron contempladas por los dirigentes soviéticos. La URSS tuvo grandes logros, pero terminó en un inmenso fracaso, anunciado por hechos reiterados y graves que en gran medida tenían que ver con el desconocimiento de advertencias como las de Luxemburgo, y que se tradujo en de falta de libertades y violaciones a los derechos humanos. El “socialismo real” soviético fue un hato de contradicciones, en el que convivieron la gloria y el fracaso, el heroísmo y la ruindad.
En Cuba no se tuvieron en cuenta varias de las taras que tuvo la experiencia soviética, y con esto no se está diciendo que no hubo diferencias o que todo fue repetir recetas. Se fue dando un creciente alejamiento del pueblo respecto a la toma de decisiones en el país. El autoritarismo, en cualquier sociedad, se va construyendo en la medida en que el sistema lo necesita para vencer sus propias limitaciones, su incapacidad para desenvolver la actividad económica y asegurar el pacto que viabiliza las sociedades. El burocratismo -al que suele acompañar la tentación de la corrupción- fue, también en el caso de Cuba, una consecuencia de las relaciones de producción y distribución predominantes. No son meras deformaciones adquiridas por errores en su aplicación, aunque estos hayan existido.
El bloqueo
El bloqueo es inaceptable e inexplicable. Aunque no deba ser utilizado para justificar errores, ningún análisis debería minimizarlo o relativizarlo, como suele hacerse desde la derecha. Cuba no incide en la economía de Estados Unidos, que tiene problemas, pero no por culpa de un pequeño país empobrecido. Tampoco Cuba podría ser la cuña del campo socialista en el “patio trasero” de la gran potencia. No solo porque no existe más el campo socialista, sino porque el “mal ejemplo” de Cuba para los restantes pueblos del continente no puede incidir ya como en el siglo pasado. Esta constatación no niega el valor que tuvo el pueblo cubano para enfrentar las adversidades a lo largo del tiempo, ni cuánto inspiró a otros pueblos en su lucha.
El “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe”, 2020, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), sostiene, con referencia a Cuba, que “al impacto económico de la pandemia se añade el endurecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno de los Estados Unidos, que ha tenido graves consecuencias para la población, pues ha afectado el suministro de combustible, reducido el flujo de visitantes, limitado las inversiones externas y la exportación de servicios médicos y frenado el envío de remesas (a partir de finales de noviembre). El Gobierno cubano señaló que, por primera vez en la historia, los daños ocasionados por el bloqueo superan los 5.000 millones de dólares en un año (abril de 2019 a marzo de 2020)”. [3]
La Asamblea General de la ONU condenó el 23 de junio, por 29ª vez, el bloqueo estadounidense impuesto a Cuba hace casi 60 años. Esta vez fue por 184 votos contra dos, los de Estados Unidos e Israel. Hubo tres abstenciones: Ucrania, Brasil y Colombia.
¿Por qué Estados Unidos mantiene el bloqueo a Cuba? ¿Qué beneficios materiales y políticos obtiene? El peso del llamado lobby cubano de Miami no puede aceptarse como respuesta, más allá del interés del sistema político, y en especial del Partido Republicano, de contar con los votos electorales en la Florida. También hay fuertes intereses económicos y comerciales en EE.UU. a los que no les sirve el bloqueo.
Anticomunismo del siglo XXI
Actualmente, esa conducta de los sucesivos gobiernos estadounidenses respecto a Cuba debe ser relacionada a la embestida de corrientes de extrema derecha que apelan al anticomunismo. Aquí cerca, Brasil padece a Bolsonaro como exponente grotesco de esta corriente. Reinstalar la idea de que el comunismo es un peligro resulta funcional a esos intentos retrógrados. Es el regreso del viejo “cuco”. Sirve mantener a Cuba en el imaginario colectivo como algo peligroso. No para evitar una revolución “a la cubana”, que saben que no se producirá, sino para engañar y ambientar prácticas represivas contra los movimientos sociales y políticos que buscan mejores condiciones de vida, más libertad y equidad. Así, el bloqueo resulta también un instrumento ante los desbordes “populistas” y “comunistas”, o sea, ante justos reclamos populares que se extienden por Latinoamérica.
Solidaridad, más que nunca
Solo cabe desear que se hagan oír con fuerza la solidaridad con el pueblo cubano ante la difícil situación que vive, el rechazo al bloqueo de EE.UU., la exigencia de que no haya intromisión extranjera en los asuntos de la patria de Martí y la aspiración a que esta pueda canalizar sus problemas internos asegurando los derechos de su sacrificada población. Cuba merece también todos los esfuerzos para ser entendida. O sea, ayudada.
Muy buen análisis Piqui, medido, esclarecedor, sin negar los errores, la persistencia soviética en muchas de sus esferas, no solo en la económica. Pero qué bien, resaltando lo que ha sido y sufrido Cuba hoy.
Un abrazo.