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THRILLER Y DENUNCIA
“Holy Spider”: condena a muerte
Por Andrés Vartabedian
Tanto su director, Ali Abbasi (Teherán, Irán, 1981), como su actriz protagónica, Zar Amir-Ebrahimi (Teherán, 1981), al igual que otros participantes del filme, han recibido decenas y hasta cientos de amenazas de diversa índole, entre ellas de muerte, luego de que Holy Spider se estrenara, recibiera gran cantidad de elogios y reconocimientos internacionales y que Zar Amir-Ebrahimi se convirtiera en la primera mujer iraní en obtener el máximo galardón por su actuación, en el Festival de Cannes.
La Organización de Asuntos Cinematográficos y Audiovisuales de Irán, vinculada al Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, calificó a la película de “obscenidad desvergonzada”, estableciendo que era “el producto de la mente retorcida de un iraní-danés”. El largometraje ha sido considerado por funcionarios iraníes como una “blasfemia”, habiendo quienes han solicitado la ejecución de sus principales responsables. Del mismo modo, han condenado al Festival por otorgar el premio a su actriz, declarando que ha sido “una movida insultante y políticamente motivada”.
En un principio, Ali Abbasi intentó llevar adelante esta producción en su país de origen (actualmente reside en Dinamarca, donde estudió, se radicó y nacionalizó), también en Turquía, pero las presiones e influencias de las autoridades iraníes lo impidieron. Finalmente, fue Jordania el sitio elegido para el rodaje.
¿Habla todo ello de la calidad del filme? Por supuesto que no. Pero quizá sea importante establecerlo para reflejar la repercusión que ha obtenido, y continúa generando, Holy Spider; parte, posiblemente, de lo que el propio Ali Abbasi se propuso al realizarla. Es indudable que el director, al filmar una historia como esta, y al hacerlo de la forma en que lo hizo, podía calibrar perfectamente las dimensiones que el hecho artístico adquiriría. Aquí hay valor y asunción de riesgos de su parte, pero también hay una idea cabal de lo que un filme de denuncia como este podía generar en el mundo occidental. Su mirada confluye con la que solemos recibir desde los diferentes medios de comunicación occidentales sobre el régimen iraní. Además, una temática como la propuesta, que aborda la misoginia de una sociedad patriarcal pero, a su vez, teocrática e islámica, calza perfectamente con el momento histórico que estamos atravesando. No habría por qué pecar de inocentes en tal sentido.
La película se basa en hechos reales sucedidos en la ciudad sagrada de Mashhad, en Irán, entre 2000 y 2001. Masshad es la segunda ciudad más poblada del país y un lugar de peregrinación para iraníes y extranjeros; allí se encuentra el santuario del Imán Reza, considerado el octavo imán de la mayor rama del Islam chií. Además de ser uno de los mayores centros religiosos del mundo islámico, es también un importante polo económico y político; elementos, ellos, que Abbasi pondrá sobre la mesa.
En dicho lugar, un hombre se considerará efectuando una misión divina al “eliminar la corrupción y el pecado de sus calles”: durante esos años asesinará a dieciséis mujeres, todas ellas trabajadoras sexuales, básicamente por estrangulamiento y asfixia. Este asesino serial será denominado el “asesino de arañas” (“spider killer”). El título del filme toma dicha denominación y le incorpora el adjetivo “holy”, “sagrada/santa”, por lo que la traducción de su título original sería, básicamente, “araña sagrada”.
La ficción que nos propone Ali Abbasi nos sitúa junto a una periodista proveniente de la capital, Teherán, quien comenzará a investigar por su cuenta -y riesgo, sin dudas- la serie de asesinatos, junto a un colega local. Desde su coraje, sus principios, y ante lo que considera la inoperancia y negligencia policial, ingresará en el mundo lúgubre y sórdido de la noche más pobre de Mashhad. Por su parte, la misoginia de la sociedad en la que vive -que se ha hecho carne en su propia historia personal y profesional-, producto también de la concepción religiosa extrema que domina su país, la llevará a percibir cierta complacencia con la “purificación” que viene llevando a cabo este sujeto aparentemente “buscado”.
Junto a ella, y a las mujeres asesinadas, descubriremos parte de las mayores miserias de esa sociedad: humanas, políticas, económicas. Como no es habitual, pensando en el cine iraní al que solemos acceder, veremos el vínculo entre prostitución y pobreza (la propia idea de prostitución en dicha sociedad es algo alejado de nuestras impresiones y prejuicios más comunes), su relación con la drogadicción, conoceremos las zonas más pobres de la ciudad, la violencia física y simbólica a la que pueden ser sometidas las mujeres, el tratamiento como parias dentro de dicha cultura, en los casos investigados, la explotación a la que son sometidas estas mujeres... De un modo muy llano y directo, por momentos, se nos demostrará, también, que ese patriarcado (al igual que el occidental, no lo olvidemos) no está sostenido únicamente por hombres, y que son las mujeres, muchas veces, las que colaboran más y mejor en alimentarlo.
Esta “yihad contra el vicio” que lleva adelante Saeed (capolavoro de Mehdi Bajestani), por ejemplo, llegará a encontrar justificación, incluso, en su propia esposa. Lejos de pensar sus crímenes como femicidios, socialmente, para muchos, la “labor” que está ejerciendo Saeed es la de un héroe, un justiciero, un elegido que cumple con su deber, colaborando, a su vez, con su sociedad; tal vez, hasta desarrollando una tarea que otros pretenderían que se organizara desde lo propiamente institucional. Este hombre, cuenta, además, con los “avales” de ser descendiente de mártires iraníes y de ser un veterano de la guerra Irán-Iraq. Nadie -salvo Abbasi, en algún sentido- se detiene a analizar los trastornos que esta condición de “veterano” puede acarrear para Saeed.
En Holy Spider no hay grandes misterios a resolver: conocemos desde un comienzo quién es el asesino, iremos descubriendo sus motivaciones sin demasiadas sorpresas, sabemos cómo serán los asesinatos... Por su parte, el manejo del thriller que realiza Abbasi es bastante convencional. La virtud de Holy Spider reside en la perspectiva de género que adopta, en la enmarcación social de los problemas que plantea -los entornos familiares tienen un papel importante, por ejemplo-, en su acusación sin temores ni miramientos de cuanta institución se cruza por su camino, en la dureza -y hasta la rabia, podríamos decir- de su planteo, en la generación y el mantenimiento de un clima inquietante, oscuro, perturbador, a pesar de los lugares comunes a los que recurre en su narración; incluso en la forma descarnada en la que enseña la violencia en la ejecución de los crímenes y otros momentos de esa cotidianidad angustiante. Quizá ello sea el reflejo de la furia que motivó a los protagonistas de esta historia, tanto en la ficción como en la realidad, tanto delante como detrás de cámaras, tanto en su momento como hoy.
El solo hecho de abrir su filme mostrando el cuerpo desnudo de una mujer -¡de una mujer iraní!- y los golpes que sobre él pueden percibirse, deja claro cuál será el tono elegido por Abbasi para desarrollar esta historia y el propósito moral que la motiva.