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POLÍTICA POR LO ALTO

 Publicado: 01/02/2023

Problemas y respuestas estructurales


Por José Luis Piccardo


Es difícil defender una estrategia política si las respuestas que exige la coyuntura no se vinculan de alguna manera con aspectos programáticos cardinales. O sea, con el rumbo que se aspira que tenga el país y los objetivos a mediano y largo plazo. Por ejemplo, preocuparse por las “ollas populares” o ayudas como los llamados “salarios solidarios” es imprescindible. En la base de estas situaciones está la pobreza. Y la pobreza reclama políticas públicas, que no se agotan en un conjunto determinado de medidas urgentes, sino que requieren un enfoque estratégico, transversal, que abarque varias áreas. O sea, un programa de crecimiento con equidad que aborde situaciones históricas, estructurales, que últimamente se agravaron.

Muchos de los debates instalados actualmente en los medios, y también en el Parlamento, no contribuyen en esa dirección. Elevar la calidad de la política supone asumir la realidad, procurar conocerla y concebir ideas para cambiarla. Se tomarán dos casos diferentes: uno, el planteamiento sintético de un problema grave para la sociedad uruguaya -un desafío que precisa un abordaje múltiple-, y el otro, una propuesta para avanzar ampliando y calificando las fuentes de empleo de muchos uruguayos.

Pobreza infantil

El sociólogo Gustavo de Armas, asesor de Planificación Estratégica de la Oficina de las Naciones Unidas en Uruguay, señaló que el descenso de la pobreza que se venía dando en el país desde mediados del primer quinquenio del siglo, se estancó a partir de 2017 o 2018. “Tocamos un escalón de pobreza dura, que aumentó un poco en 2020 producto de la pandemia, retrocedió levemente en el 21, pero estamos en un núcleo duro” que no retrocede, subrayó.[1]

El porcentaje de pobreza entre los menores de seis años se ubica en torno al 20%, lo que significa que “de los 35.000 niños que nacieron durante 2021, siete u ocho mil están viviendo en hogares pobres, y quizás sigan viviendo en hogares pobres en 2023, en 2024. Y […] así vamos acumulando un quinto de niños nacidos por año en hogares pobres”, agregó De Armas.

A su vez, en los adolescentes (de 13 a 17 años) el porcentaje de pobreza está cerca del 18%, en parte, según el sociólogo, porque en esos hogares de contexto más vulnerable, los adolescentes se incorporan más tempranamente al mercado laboral de la mano del abandono educativo, que es otro de los grandes problemas del país. “Abatir la pobreza infantil en el Uruguay significa abatir la pobreza”, resumió De Armas con referencia a las familias de contextos socioeconómicos críticos con niños y adolescentes. Disminuir la pobreza entre esos niños y adolescentes es también disminuir y erradicar la que sufren sus familias, atendiendo situaciones que en algunos casos son especialmente difíciles, como la de los hogares constituidos por la madre y niños a cargo. Además, si bien la pobreza es once veces más grande entre los menores de seis años que entre los mayores de 65, existe en todas las franjas etarias. 

Estos datos dan la medida del desafío que tiene Uruguay y, por lo tanto, sus gobiernos. Quienes deban conducir los destinos de la República a partir de 2025 tendrán que asumir la profundidad del problema, sus graves consecuencias y lo difícil que ha resultado penetrar en ese “núcleo duro” y tomar el conjunto de medidas que se requieran en diversas áreas. 

Más allá de las imprescindibles políticas sociales puntuales, asistenciales y de las múltiples ayudas necesarias para atender hoy a los más débiles, habrá que encarar con más fuerza e integralmente el problema de la pobreza y de su inevitable acompañante: la inequidad. Ambas constituyen la doble dimensión de la injusticia social. No será posible sin una concepción estratégica que implique la generación de más y mejor empleo, asunto que lleva al segundo tema de esta nota.

Producción y empleo

Se plantea seguidamente el otro caso, ya no la advertencia sobre un problema, sino una propuesta para cambiar una situación a mediano y largo plazo. En un reciente artículo, el exministro Danilo Astori volvió a apuntar hacia los temas estratégicos, como el empleo.[2] En este caso, se trata de una iniciativa[3] en respaldo a las llamadas micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes). Durante el transcurso del período de gobierno precedente se presentó un programa en el que se debería insistir y que procura el apoyo a una creciente internacionalización de las mipymes, que han demostrado potencial exportador”, afirma Astori. 

La iniciativa apunta no solo al incremento de la cantidad de puestos laborales sino también a su calificación, con una visión estratégica: “[…] no puede haber avances hacia mayores niveles de desarrollo económico y social y de bienestar colectivo sin una transformación relevante y profunda de [la] actividad productiva [del país], que, en particular, incluya una diversificación de su inserción internacional”.

Tal propósito está en consonancia con el objetivo social de la iniciativa: “las mipymes no solo constituyen una aplastante mayoría de las empresas nacionales, sino que su protagonismo en el carácter inclusivo del crecimiento es un factor fundamental de este lineamiento. Dicho de otro modo, si la equidad es una condición del crecimiento inclusivo, queda claro que dicha condición se neutraliza si dicho crecimiento se concentra en grandes emprendimientos”.

El programa de apoyo a las mipymes apunta al impostergable desafío que tiene Uruguay de posicionarse internacionalmente generando bienes y servicios mediante la incorporación de ciencia, tecnología e innovación. La iniciativa, complementa Astori, “procura el apoyo a una creciente internacionalización de las mipymes, que han demostrado potencial exportador”.

Considera que este asunto es fundamental para un país que no logra aumentar los destinos internacionales de su producción. Recuerda que entre “las empresas exportadoras, las mipymes constituyen clara mayoría”. Pero, además, “se caracterizan por una gran potencialidad en materia de generación cuantitativa y cualitativa de empleo en el marco de su acción transversal, que les permite promover eficiencia y productividad en el tejido económico concebido en su conjunto”. En tal sentido, el exministro las inscribe en “un plan sostenible de internacionalización del país.

La iniciativa está concebida para esta era digital sorprendentemente dinámica y enmarcada en un contexto internacional complejo, en el que el país deberá abrirse camino mediante una acertada política de inserción internacional, área en que los resultados vienen siendo magros.

Política por lo alto

En suma, parece necesario atender las situaciones sociales urgentes y hacer política -en el mejor sentido del término, tan degradado en estos tiempos- con perspectiva de mediano y largo plazo, apuntando a grandes problemas estructurales que tiene el país. 

La mera exposición de estos temas podría dar idea de lo chiquitas que resultan ciertas polémicas -casi siempre personalizadas y alejadas del interés de la gente- que saturan medios y redes. Una mayor calidad de la política exige elevar el nivel de los intercambios. ¿De qué otra manera se podría interesar y entusiasmar a las personas para que se acerquen a la política (o sea, a los asuntos de su país), y no solo en tiempos electorales?

Debería ser así si esa actividad es concebida al servicio del desarrollo, la justicia social y la prosperidad colectiva.

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