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LA REFORMA Y SUS NUEVOS PROGRAMAS

 Publicado: 01/02/2023

La Formación para la Ciudadanía que propone la Transformación Curricular Integral


Por Julio C. Oddone


El año lectivo 2023, que dará comienzo a partir del próximo mes de marzo, será en el que se pondrá en marcha la tan resistida Reforma Educativa del actual gobierno, denominada Transformación Curricular Integral.

A través de sus diferentes documentos, Marco Curricular Nacional (MCN), Progresiones de Aprendizaje (PE) y Plan de Estudios de Educación Básica Integrada (Plan EBI) -con su correspondiente Reglamento de Evaluación del Estudiante (REDE)- y los diferentes Programas de las diferentes Unidades Curriculares, se estructurará la Reforma Educativa.

A lo largo de varios artículos hemos venido realizando un análisis y una a crítica a los diferentes documentos a través de los que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) impondrá la Reforma.

En la oportunidad, nos vamos a detener en uno que se va a aplicar a partir del próximo mes: el Programa de Formación para la Ciudadanía, que integra el espacio curricular Ciencias Sociales y Humanidades. Este Programa será el utilizado en el Grado 9° de los liceos y las escuelas técnicas que dependen de las Direcciones Generales de Educación Secundaria y Educación Técnico Profesional y es la continuación del Programa de Educación Social y Cívica de la Reformulación 2006 y de Formación Ciudadana del Ciclo Básico Tecnológico, respectivamente.

Quien esto escribe es docente de Educación Cívica, Derecho y Sociología, por lo que el Programa de Formación para la Ciudadanía es parte de los conocimientos que deberemos impartir. Estamos convencidos que el análisis crítico de los programas de las asignaturas constituye un deber ético para quienes las enseñan. De lo contrario, nuestro rol sería el de meros “aplicadores” de lo ideado por otras personas.

Los Programas de las diferentes asignaturas, denominadas por el Plan EBI como “espacios curriculares”, conforman la síntesis de los diferentes documentos a los que hacíamos referencia más arriba,[1] y que en definitiva son el resultado de una política educativa y un contexto determinado. Responden -según Soler Roca (1984)- a lo que se espera del acto educativo y a ciertos ideales definidos de ser humano y sociedad.

El Programa de Formación para la Ciudadanía no es, ni lo es ninguno de los programas de las diferentes asignaturas, neutral. Responde a lo que se espera de la enseñanza de la asignatura y, en definitiva, a “una concepción del mundo, del hombre y de la sociedad” (Soler Roca, 1984, p. 13). Para el autor, esta concepción representa “el destino nacional deseable [y es] impuesta por la clase dominante por vías más o menos democráticas o autocráticas” (Soler Roca, 1984, p. 13).

Del mismo modo, la Transformación Curricular Integral, su marco, sus progresiones, su evaluación y sus programas son producto de este tiempo y este contexto, así como lo son los objetivos de la educación, la figura de las maestras, profesoras y profesores, las competencias y el lugar de las asignaturas y el conocimiento.

Una lectura crítica del Programa de Formación para la Ciudadanía[2] nos brindará pautas para entender y reafirmar todo lo que venimos resistiendo de la Transformación Curricular Integral. 

El Programa de Formación para la Ciudadanía relega la transmisión de los conocimientos, rol fundamental de la educación, a un lugar secundario, proponiendo que sea el estudiante quien logre sus aprendizajes. 

Así lo establece específicamente en sus orientaciones metodológicas cuando propone “como objetivos el logro de aprendizajes significativos a través de una metodología que sitúa al estudiante en el centro de los procesos de aprendizaje” otorgándole protagonismo. (Programa, p. 3). Por otro lado, descarta los métodos tradicionales para enseñar proponiendo que “el rol del docente es de guía, problematizador y mediador con el objetivo de promover una construcción propia del conocimiento” por el alumno. (p. 6)

En la relación educativa, quien aprende lo hace por su motivación, por su experiencia y por sus percepciones, y no por la acción crítica y consciente de las y los docentes. 

Al menos, una parte sustancial de la relación educativa se pierde en el Programa de Formación para la Ciudadanía: la acción docente. La enseñanza de los contenidos de la asignatura queda supeditada y -en definitiva- relegada a lo que con buena voluntad podríamos llegar a hacer en el salón de clases.

Debemos problematizar la asignatura Formación para la Ciudadanía y sus contenidos específicos.

Ella integra, como decíamos, las alfabetizaciones fundamentales en el espacio curricular de Ciencias Sociales y Humanidades para el 9° Grado de la Educación Básica Integrada.

Con la selección del nombre de la asignatura, Formación para la Ciudadanía, esta pierde gran parte de su esencia. En buena medida, la escuela toda, desde su carga curricular, forma para la ciudadanía. Con esto queremos decir que así denominada, la Formación para la Ciudadanía cae en una superficialidad alarmante que la despoja de todo contenido.

¿Formación para la Ciudadanía? ¿Formación para o Educación para la Ciudadanía? ¿O solamente Educación Ciudadana sin la preposición “para”? ¿Qué entendemos por Ciudadanía? ¿Qué lugar ocupan los conocimientos sociológicos, jurídicos y éticos en la Formación para la Ciudadanía?

La Formación para la Ciudadanía se ha transformado en una asignatura que ha perdido, con su denominación, su contenido. Historia, Geografía, Idioma Español, Literatura, Ciencias Físicas, Biología, Informática, todas remiten a un sector del conocimiento que se debe aprender y que es el rol de la escuela enseñarlo. 

En Formación para la Ciudadanía se enseña algo tan vago y general que, en definitiva, lo enseñan todas y todos los que estamos en una institución educativa.

Nadie puede negar que la escuela es y debe ser formadora de ciudadanos. Sin embargo, esta aceptación es superficial y empieza a resquebrajarse no bien comenzamos a indagar en nuestras concepciones acerca de la ética, la política, los derechos y la historia reciente de nuestro país […] proponer algunas concepciones, aproximaciones y definiciones que constituyen los pilares curriculares fundacionales de lo que se denomina la formación ética y ciudadana en la escuela. (Schujman y Siede, 2013, pp. 10-11)

En otras palabras, si no rescatamos lo central del conocimiento sociológico y jurídico, la Formación para la Ciudadanía tendrá tal vaciamiento de contenidos que quedará relegada a una cosa amorfa en la que cada profesora y cada profesor, buenamente, tratará de darle una línea o una impronta propia sobre lo que cree necesario enseñar.

Eso es lo que nos deja el apartado “Contenidos específicos del tramo y su contribución al desarrollo de las competencias generales del MCN” del Programa de Formación para la Ciudadanía que estamos analizando. (Programa, p. 10).

El Programa se estructura en tres unidades con sus competencias asociadas y sus ejes temáticos. La Unidad 1: Convivencia en la construcción de ciudadanía; la Unidad 2: Democracia y ciudadanía; y la Unidad 3: Derechos Humanos.

Los ejes temáticos de la primera Unidad resultan una lista de contenidos que van desde la socialización hasta las tecnologías, pasando por la cultura, la interacción, las normas de conducta, el orden jurídico, la violencia, la convivencia y los conflictos con sus mecanismos de resolución.

Del mismo modo, la Unidad 2 propone como ejes: el Estado, el Gobierno, los Principios del sistema democrático, el rol del Estado, la Ciudadanía y los derechos y deberes del Ciudadano, la participación y el sufragio.

La Unidad 3 propone como ejes: la dignidad humana como fundamento de los DD.HH. y la evolución en generaciones. El adolescente como sujeto de derecho y la participación, los DD.HH. en la era digital, ciudadanía local, regional, global y digital, los jóvenes y el mundo del trabajo más los mecanismos de protección y exigibilidad.

Cada uno de los ejes temáticos específicos de las tres unidades del Programa de Formación para la Ciudadanía son todos pasibles de ser problematizados y, en todos los casos, no hay de ningún modo una concepción única.

Veamos algunos ejemplos del tratamiento simplificado de ciertos temas que consideramos centrales para la formación ética y política de las personas.

En el caso de la Socialización, se hace referencia a las familias, los grupos de pares y los medios de comunicación. Esta concepción de socialización remite a aquel proceso por el cual el sujeto se apropia de una cultura a través de la acción de los agentes de socialización, aprendiendo los componentes de su cultura e integrándolos a su personalidad por su experiencia y sus vivencias.

La socialización es considerada desde una visión encantada abordada de esta forma. Desde complejos teóricos representados por autores como Durkheim o Parsons, el individuo interioriza valores y normas sociales y la socialización es un complejo proceso “con una fuerte interiorización normativa” (Martuchelli, 2007).

Decimos que es una visión simplista de la sociedad, porque en el otro extremo teórico debemos considerar una visión “desencantada” o crítica. Martuccelli (2007) considera en este caso, desde los aportes teóricos de autores como Bourdieu, Passeron, Poulantzas y Althusser, que la socialización es la inyección de un programa o habitus de normas que sostienen la visión hegemónica dominante de una sociedad.

Aunque de una u otra manera, en definitiva, las personas terminamos viviendo en una sociedad determinada, la consideración del Programa de Formación para la Ciudadanía refiere solamente a una visión teórica. Con el agravante, además, de que ambas son visiones europeas y eurocéntricas basadas en concepciones teóricas liberales e individualistas.

El Programa considera, desde su concepción teórica, a la sociedad como normalizada; es decir, una sociedad sujeta a normas. 

Las normas de conducta (además de no considerar la diversidad normativa, normas sociales, normas religiosas, normas morales y normas jurídicas) tienen una finalidad establecida claramente: regular la convivencia social. La sociedad es considerada desde un ideal positivista de un “deber ser” enmarcado en las convivencias. El conflicto y la resolución develan anomalías que deben ser superadas por lo que existen mecanismos para su resolución.

En la Unidad 2 se abarca el estudio de los temas Estado, Gobierno y sistemas de gobierno democráticos y no democráticos, además del rol del Estado, la Ciudadanía y los derechos y deberes de los ciudadanos con la participación a través del sufragio.

Esta unidad continúa con el tratamiento unidireccional percibido en la Unidad 1: se considera al Estado como la manifestación política de los individuos viviendo en sociedad. Las personas son consideradas como integrantes de la sociedad organizada políticamente a través de la estructura del Estado.

La socialización de los individuos se extiende a la participación como ciudadanos y el sufragio es concebido como el mecanismo exclusivo de esa participación. La ciudadanía queda asimilada y limitada solamente al ejercicio del sufragio desde una visión exclusivamente jurídica.

Los conceptos de Estado, Gobierno, Ciudadanía y Participación son conceptos que se estudian considerándolos insertos en una sociedad igualitaria en términos jurídicos basada “en la inclusión y el ejercicio equitativo de los derechos” (Ruiz Silva, 2013, p. 98).

La igualdad jurídica se garantiza desde lo jurídico y desde los derechos de las personas. Pero se tensiona al chocar de frente con la realidad y las desigualdades.

La ciudadanía se construye, entonces, en el diálogo y en la discusión de distintas visiones políticas de mundo, ideales de vida y sentidos de la experiencia humana, todos ellos susceptibles de cambio y complejización. [permitiendo] comprender y problematizar el papel que han desempeñado y desempeñan en el orden social, las distintas ideologías, los modelos de crecimiento económico y las opciones de desarrollo humano. (Ruiz Silva, 2013, p. 102)

El Estado garantiza la igualdad jurídica de las personas, pero en una sociedad capitalista y de mercado será este último el que marcará la forma en las que las personas viven y se relacionan.

Al omitir el tratamiento de estos temas insertos en una determinada realidad, es decir exclusivamente desde un enfoque jurídico, se incurre en enseñar una asignatura solamente explicando por qué debemos estar conformes nada más que por vivir en democracia (Fernández Liria, et al., 2013).

Si abordamos los temas jurídicos y sociológicos desprendidos de la realidad en la cual se aprenden y se estudian, estamos construyendo una estafa cognitiva a los estudiantes. 

Significa estudiar al Derecho y a la Sociología como un conjunto de conocimientos que se limitan a perpetuar un estado actual de cosas con la finalidad de “ejercer un fuerte control social que impida que aquellos que no han sido favorecidos por el reparto de riquezas sean disciplinados y, en lo posible adhieran al sistema” (Cardinaux, 2013, p. 124).

La ciudadanía que propone el Programa de Formación para la Ciudadanía, tal cual como se jerarquizan los pocos contenidos y la unidireccionalidad con la que se los aborda, solo puede resultar en una ciudadanía “deficitaria” (Ruiz Silva, 2013, p. 98), por lo que es inaceptable considerar solo la dimensión jurídico y legal.

El discurso de la ciudadanía puede tener usos claramente instrumentales y reducirse a un artificio político tendiente, por ejemplo, a homogeneizar demandas sociales, o peor aún, a que los individuos asuman de manera exclusiva responsabilidades que tendrían que ser del Estado, o, en cualquier caso, compartidas con el Estrado. De este modo, se suele asumir, falazmente, que, si los ciudadanos no actúan siempre en forma organizada, pacífica, comprometida y, sobre todo, informada, exoneran al Estado de resolver sus demandas sociales y se confinan a la pasividad y al silencio. (Ruiz Silva, 2013, p. 103)

La Democracia y la Ciudadanía consideradas de este modo, nos remiten a una lógica en la cual el Estado garantiza derechos e impone deberes, a la vez que organiza la forma en la que se deben llevar a cabo los reclamos de la sociedad.

La participación del ciudadano está limitada al sufragio como mecanismo. Sin embargo, en la Unidad 3 se menciona como tema: la participación adolescente como un derecho humano; pero es tal es el despojo de contenidos, que no se prevé ningún mecanismo de participación juvenil.

En la Unidad 3 del Programa se abordan los Derechos Humanos. Su estudio debe realizarse según las generaciones de derechos, que es la forma en la que han surgido y luego se fueron institucionalizando: es decir, su abordaje es jurídico.

Pero, además, la visión de la que se parte es una visión liberal de origen occidental y europea. A lo largo de los temas que desarrolla la Unidad 3, su estudio se limita a lo individual: adolescentes y jóvenes considerados sujetos de derechos en tanto individuos, sin tomar en cuenta que la evolución actual de los Derechos Humanos propone considerar los derechos colectivos o de entidades difusas, en particular los de tercera y cuarta generación.

Los Derechos Humanos para el Programa de Formación para la Ciudadanía parten de los presupuestos occidentales, según De Souza Santos (2009), que se resumirían en la existencia de una naturaleza humana superior a toda realidad integrada por la suma de individuos libres, pero que no explica las atrocidades cometidas a lo largo de la historia ni la lucha por los DD.HH. de miles de personas contra todos los riesgos y peligros de la hegemonía occidental (De Souza Santos, 2009, p. 516).

El Programa de Formación para la Ciudadanía establece como ejes temáticos estos supuestos eurocéntricos desprendidos de toda historicidad: “la dignidad humana como fundamento de los DD.HH.”, “la evolución en generaciones” y “el adolescente como sujeto de derecho” (Programa, p. 11), pero no remite para nada a los desafíos epistémicos, la legitimación del conocimiento, las relaciones culturales y sus asimetrías en la discusión político social y cultural (Demárquez y Frugoni, 2013, p. 96).

El Programa se constituye en una secuencia de contenidos a impartir que se sitúa desde una lógica de un conocimiento parcial. Un conocimiento disuelto porque disuelto mismo está el rol de la educación a una simple asistencia y una preparación sin crítica para una inserción de las personas a un futuro mundo del trabajo asalariado.

Para este objetivo, no se necesita más que lo propuesto por el Programa de Formación para la Ciudadanía: una formación mínima en algunos conceptos fundamentales. Una asignación miserable de contenidos.

Nuestro rol debe ser, entonces, utilizarlos para denunciar las condiciones de la sociedad en la que nos tocó vivir. Aceptarla, comprenderla en sus supuestos y, por supuesto, actuar con la intención de transformarla.

De esta forma, nuestra acción educativa tendrá sentido y se opondrá, en definitiva, a lo que pretende la Transformación Educativa de la ANEP.

6 comentarios sobre “La Formación para la Ciudadanía que propone la Transformación Curricular Integral”

    1. Muchas gracias por la lectura del artículo y los comentarios. Contamos con su apoyo para la difusión de la revista.
      En estos tiempos de debate unidireccional, es bueno dar a conocer nuestra opinión.

    1. Se agradece mucho el elogio sobre el tema y el artículo.
      La realidad educativa actual está orientada a la protección de las trayectorias con la permisividad en la aprobación en lugar de una educación pública mejor para todos.

  1. Asi es .-Una educación para la ciudadanía para la práctica del rito electoral.
    Se desarrolla una democracia procedimental que no corrige ni profundiza la participación real y la justicia .Se vacía la política y las instituciones se devalúan…
    Juan Carlos Iglesias.

    1. La democracia representativa es hoy la mejor forma que encontramos como sociedad para gobernarnos. La educación pública debe contribuir a la educación para la ciudadanía haciéndonos valer en su ejercicio.
      Se agradece mucho el comentario.

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