Compartir

CINE Y POLÍTICA, HISTORIA Y MEMORIA

 Publicado: 03/05/2017

Se estrena La Promesa: el Genocidio Armenio y la alfombra roja


Por Andrés Vartabedian


caso, no puedo dar cuenta‑, el estreno de La Promesa (The Promise) marca un acontecimiento histórico, un mojón en el camino: luego de casi 100 años, el mundo Hollywood se atreve a participar en una superproducción que tiene como centro los acontecimientos vividos por los armenios en el Imperio Otomano durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial: el Genocidio Armenio; denominación que no existía al momento de producirse los hechos, ni existiría hasta varias décadas después ya que ni siquiera la palabra “genocidio” había sido acuñada.

The Promise, filmada en locaciones de Malta, Portugal, España y Estados Unidos, tiene detrás una apuesta comercial importante. En su búsqueda por alcanzar al gran público, su productor ejecutivo, Kerkor "Kirk" Kerkorian (1917‑2015), una de las mayores fortunas del mundo, destinó unos 100 millones de dólares para su realización. Es, por lejos, la mayor superproducción filmada en torno al Genocidio Armenio. Todo lo recaudado será destinado a organizaciones humanitarias y de derechos humanos sin fines de lucro.

Cuenta en su elenco con las denominadas “estrellas” Christian Bale, Oscar Isaac, Charlotte Le Bon, James Cromwell y Jean Reno[2], entre otros. Además de ellos, la apuesta se refuerza desde los rubros técnicos: está dirigida por Terry George, director de Hotel Ruanda, filme que ubicaba su relato durante el genocidio tutsi en Ruanda, y que fuera nominado a tres Oscar de la Academia; George fue también nominado al Oscar por el guión de En el nombre del padre; su coguionista es Robin Swicord, quien es reconocido por los guiones, entre otras, de El extraño caso de Benjamin Button y Memorias de una geisha; uno de sus productores, Mike Medavoy, ha estado involucrado en más de 300 películas, de las cuales 17 han sido nominadas al Oscar como Mejor Filme y 7 lo han obtenido; su director de fotografía, Javier Aguirresarobe, ha ganado el premio Goya en 6 oportunidades ‑por Mar adentro, Los otros y Beltenebros, por ejemplo‑ y ha trabajado junto a Woody Allen en Blue Jasmine y Vicky Cristina Barcelona y junto a Pedro Almodóvar en Hable con ella; Gabril Yared, el responsable de la banda sonora original, es ganador del Oscar por El paciente inglés, y fue nominado también por la musicalización de El talentoso Sr. Ripley y Regreso a Cold Mountain.

El pasado 21 de abril -coincidiendo con la proximidad de la fecha de conmemoración anual del genocidio (24 de abril)- se estrenó comercialmente en Estados Unidos y Canadá, para continuar su rumbo de lanzamientos en diferentes partes del mundo en lo que resta del año (en Armenia y Rusia lo hizo el 27 de abril, por ejemplo; en Reino Unido el 28; en España y Sudáfrica lo hará el 2 de junio). Aquí en el Río de la Plata, se llevó a cabo una función en forma de avant-première en Buenos Aires el pasado 25 de abril, debutando a nivel comercial el día 27. A Uruguay llegará -como está dicho- el próximo 11 de mayo.

¿Por qué hablar de “acontecimiento histórico” ante la llegada de un nuevo filme sobre el Genocidio Armenio? Si bien son escasos los largometrajes que lo tienen como referencia central o secundaria, existen algunas ficciones y unos cuantos documentales referidos al tema; la mayor parte sin demasiada trascendencia de crítica y/o público. En las últimas dos décadas se han producido varios de ellos, muchos más que en los ochenta años anteriores. Además, y en un apartado, existe Ararat (direccción de Atom Egoyan, 2002): una obra mayor, que logró ubicar el crimen y su centenaria negación en el primer plano de la escena cinematográfica mundial.

Sin embargo, desde 1919, los “grandes estudios” -presionados desde diversos sectores políticos y empresariales- no se habían atrevido a filmar un largometraje de estas características, con los costos de producción habituales en recreaciones de época como ésta, y con los otros costos, ya no económicos, que su distribución y exhibición conllevan.

El Genocidio Armenio, al igual que otros acontecimientos de esta índole, presenta innumerables historias individuales y colectivas que, perfectamente, podrían haber sido llevadas a la pantalla grande. Sin embargo, ciertos “compromisos” lo evitaron. Que el Departamento de Estado de los Estados Unidos y el gobierno de la República de Turquía, en su franca alianza de larga data, han sido claves para que ello sucediera, no es algo que pueda extrañarnos ‑pocos quedarán que lo desmientan‑; la participación de algún otro Estado poderoso es algo menos sencillo de probar, por lo que no haré mención de tal hipótesis con nombre propio; sin embargo, su probabilidad es alta, y sus alianzas estratégicas con los anteriormente mencionados permiten inferirlo sin grandes reparos.

Desde ese lugar, el estreno de The Promise es, sin duda, un acontecimiento histórico; más allá de sus calidades cinematográficas ‑insisto‑, que de ningún modo están garantizadas únicamente por el hecho de abordar esta temática.

En enero de 1919 -mientras en Estambul se iniciaba el arresto de importantes dirigentes y jefes militares pertenecientes al Partido Unión y Progreso, algunos de quienes habían liderado la política de exterminio (varios eran los que ya habían huído)-, se estrenó en Nueva York Subasta de Almas, una producción cinematográfica de considerable importancia, tanto por la inversión realizada, por el empleo de gran cantidad de actores y “extras”, como por el abordaje que realizaba de una temática latente para la época, que mantenía en vilo a los poderosos de turno.

La misma intentaba reconstruir algunos de los hechos traumáticos que afectaron a los armenios en el Imperio Otomano a partir de una historia individual: la de Aurora Mardiganian; una joven sobreviviente de quien se adaptó su libro autobiográfico y que participó del filme ‑increíblemente, me animaría a decir‑ representándose a sí misma.

De acuerdo a lo que puede saberse a través de crónicas de la época, su estreno y exhibición fueron aguardados y recibidos con gran interés y expectativa. Su éxito, a través de su proyección en más de 100 ciudades de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Australia ‑viejos aliados durante la Gran Guerra‑, permitió que se recaudaran alrededor de 30 millones de dólares para colaborar con más de 60.000 huérfanos en el Cercano Oriente.

De aquel filme que, según las investigaciones, poseía nueve rollos, y que durante décadas se consideró perdido, hoy se conservan unos 20 minutos, que fueron hallados y digitalizados en este siglo. Se dice que la película cambió de título en varias ocasiones ‑Ravished Armenia, Armenia Crucified, Auction of Souls‑, se realizaron distintos montajes en más de una oportunidad, hasta que, finalmente, fue extraviada o destruida. Las razones de ello aún no han sido suficientemente esclarecidas. Quizá las razones por las que los ingleses liberaron a los inculpados turcos retenidos en la isla de Malta sean más sencillas. También tristes.

La evolución tecnológica, la evolución de la Memoria como campo de estudio, la evolución en torno al discurso sobre los derechos humanos, la propia evolución de las comunidades armenias en el mundo ‑incluyendo la independencia de la República de Armenia‑, a la que hemos asistido durante este siglo transcurrido desde aquel filme, parecen decirnos que no sucederá algo similar con The Promise ni con ninguna otra película vinculada al Genocidio Armenio, a pesar de las incontables campañas en su contra que monte el Negacionismo turco. Ararat ya ha dado muestras de ello.

De todos modos, los intentos de impedir que el Genocidio Armenio se conozca y reconozca no cesan, y los mecanismos son de toda índole. Como ya he manifestado en otras oportunidades en este mismo medio, aun habiendo ingresado en un nuevo siglo y milenio, el gobierno y diferentes sectores de poder turcos continúan ejerciendo toda clase de presiones ‑directas e indirectas‑ para que “la dignidad de la verdad” ‑al decir de Hannah Arendt‑ no se restablezca: se niegan los hechos, o se tergiversan; la Historia se reescribe, se sostiene financieramente su nueva versión desde ámbitos académicos en distintos lugares del mundo; se efectúan los cabildeos correspondientes para que los restantes gobiernos no empleen el término “genocidio” en leyes o decretos referidos a la temática; se intenta, por diversas vías, impedir o demorar la publicación de obras alusivas, o la producción, distribución y difusión de películas en las que se refiera la misma...

Muestra clara de ello es lo sucedido con La Promesa al momento de tener su primera exhibición pública. La misma se dio el 11 de setiembre de 2016 en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Solo el día posterior a su estreno, 70.000 fueron los votos negativos que recibió The Promise en el sitio IMDb (Internet Movie Database), una de las mayores bases de datos en línea sobre cine que existen en el mundo, referente para todos quienes están vinculados al campo cinematográfico. Así se movían los negacionistas buscando que el filme tuviera la menor repercusión posible y se le limitaran sus posibilidades de distribución internacional y estreno comercial. Sin haber tenido estreno en salas comerciales, y con solo tres exhibiciones públicas ‑sí, solo tres‑, en pocas semanas había recibido unos 87.000 votos de usuarios, en su inmensa mayoría desacreditándola, otorgándole una sola estrella sobre las diez posibles.

En un artículo aparecido en Variety a fines de octubre de 2016 se la comparaba con Buscando a Dory, la película más taquillera del año hasta aquel momento, estrenada comercialmente en junio de ese año. Analizando las estadísticas que poseía Buscando a Dory en la misma base de datos durante todo ese período, al mismo tiempo que La Promesa recibía aquellos 87.000 votos, la secuela de Buscando a Nemo ‑con miles de proyecciones públicas‑ había recibido unos 74.000 votos. Llamativo, ¿verdad?

A partir de allí, la disputa incrementó su cariz político y su valoración en el sitio no ha dejado de sumar adhesiones polarizadas. Lo comercial, si bien importante, parecía quedar en segundo plano; de la consideración artística, ya no se tendrían noticias. Muchos armenios, o descendientes de, han tomado la bandera de contrarrestar aquella campaña otorgándole diez estrellas al filme. Del mismo modo que en el caso contrario, su visualización y opinión en torno a ella no eran de interés. La única finalidad era, y sigue siendo aún, recién estrenada comercialmente, equilibrar la balanza e intentar que el promedio de valoración de la película aumentara. Si esto tiene sentido, no vale la pena ni siquiera discutirlo. Es solo una muestra de los términos en los que se plantea la disputa política y de construcción de memoria al día de hoy y en el mundo de virtualidades varias en que vivimos.

Cerrando este artículo al 30 de abril de 2017, IMDb ha recibido cerca de 145.000 votos, promediando 6,0 en la escala de diez estrellas. El voto por el 1 representa un porcentaje del 43,5% del total, mientras que el votante por el 10 ya alcanza al 54,6%. Es de notar que la “contraofensiva armenia” ha sido furibunda. Durante meses, el filme había promediado básicamente 4,2, con clara mayoría de “sufragios” negativos. Parece ser que su estreno comercial ha reavivado los ánimos en IMDb. El valor de los mismos es, sencilla y lamentablemente, nulo.

Este mero ejemplo de acción negacionista es únicamente un eslabón más en una larga cadena de actuaciones ‑gubernamentales o privadas‑ en torno al desconocimiento del Genocidio Armenio como hecho histórico.

En 1933, Franz Werfel (Praga, 1880-Los Angeles, 1945), destacado escritor de origen judío, perseguido posteriormente por el régimen nazi, había transformado en novela uno de los episodios de resistencia armenia más importantes durante el desarrollo de las matanzas y deportaciones. La misma se denominó Los Cuarenta días del Musa Dagh ‑haciendo referencia a la duración y lugar de dicha defensa[3]‑ y la empresa cinematográfica Metro Goldwyn Mayer intentó, en 1935, transformarla en un producto audiovisual. Ese proyecto nunca se concretaría.

Un intercambio de correspondencia entre la embajada de Turquía en los Estados Unidos de América, el Departamento de Estado de ese país, y la compañía Metro Goldwyn Mayer, puede dar cuenta de sus razones:

Mahmet Münir, embajador turco en los Estados Unidos, al Secretario de Estado: “En varias oportunidades he discutido con el Departamento de Estado la proyectada filmación de la novela de Franz Werfel 'Los Cuarenta Días del Musa Dagh' por la compañía Metro‑Goldwyn‑Mayer de Nueva York. El representante de la mencionada compañía, tras las recomendaciones del Departamento de Estado, se puso en contacto con esta Embajada para conocer las opiniones del gobierno turco sobre el asunto. En ese momento le fue explicado debidamente que la ficción de Franz Werfel, presumiblemente influida por círculos armenios, está llena de arbitrarias calumnias y vilipendios contra el pueblo turco y que la filmación de tal historia, además de dar una concepción totalmente falsa de Turquía al público norteamericano, podría herir ampliamente a la nación turca. También se aclaró a la compañía que perjudicaría los actuales sentimientos de amistad entre los dos pueblos. [...] El gobierno turco, que tuvo razones para considerar que esta novela, si es filmada, no podría hallar un mercado ni en Turquía ni en varios otros países de Europa, está seguro de que también será menospreciada por el gobierno de los Estados Unidos. [...] Tenga la amabilidad de ejercer su elevada influencia con vistas a impedir el progreso de este proyecto tan perjudicial para los cordiales sentimientos entre los dos pueblos”.

Mahmet Münir al Jefe de la División de Asuntos del Cercano Oriente, poco tiempo después: “Hace pocos días el señor Orr, de la Metro‑Goldwyn‑Mayer, me llamó a la Embajada para discutir la filmación del Musa Dagh. [...] Declaró que es mejor desistir de este proyecto para siempre. He informado ya a mi gobierno acerca del satisfactorio resultado alcanzado mediante el amable respaldo del Departamento de Estado. En esta circunstancia es un agradable deber para mí hacerle llegar mi mayor agradecimiento y mi más sincero aprecio por los esfuerzos que Usted tuvo la gentileza de ejercer en este asunto, sin los cuales no hubiera sido posible alcanzar la feliz conclusión que ha creado una excelente impresión en mi país[4].

Ya en este nuevo siglo, entre los años 2006 y 2007, los actores, productores y directores que fueron sometidos a una campaña en contra de su participación en filmes relacionados con el Genocidio Armenio fueron los reconocidos Sylvester Stallone y Mel Gibson, quienes pretendían vincularse de distintas maneras en sendos proyectos relacionados a la temática; entre ellos aparecía, una vez más, la adaptación de la novela de Franz Werfel (La Promesa insiste en referir aquel hecho, por lo que Musa Dagh vuelve a aparecer en escena).

En dichas campañas, la ASIMED (Organización para la Lucha Contra las Acusaciones Armenias), cuyo presidente era miembro del Departamento de Historia de la Universidad Atatürk, no solo logró que se enviaran miles de correos electrónicos a las cuentas de los actores protestando por su posible participación en emprendimientos de esa naturaleza, sino que también se aportaron imágenes escaneadas de “documentos históricos” negando la “versión armenia de los hechos”.

En todos estos casos, la iniciativa privada siempre es acompañada por contactos diplomáticos que respaldan tales acciones. Este “trabajo” político, hoy ya transformado en industria de la negación, es uno de los aspectos más terribles y temibles del beneficio de la impunidad que otorga el poder económico y geoestratégico de la República de Turquía.

En Estados Unidos, seis semanas antes del estreno de La Promesa, se presentó ‑¿casualmente?‑ The Ottoman Lieutenant (“El teniente otomano”, sería su traducción literal; no se conoce aún si tendrá distribución para audiencias de habla hispana, por lo que no se le ha adjudicado ningún título alternativo): una historia ubicada en el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, que también presenta un triángulo amoroso en su anécdota ‑como lo hace La Promesa‑, pero que presenta la violencia como interétnica, en la que armenios y turcos serían las dos caras de la misma moneda, y en la que el arrojado oficial turco colabora en el rescate de armenios en peligro.

El Consejo Helénico Americano atacó duramente su estreno y solicitó el boicot de la misma por parte del público, estableciendo que su intención era, claramente, socavar el estreno de The Promise. Por su parte, el director Terry George manifestó: “Es una especie de imagen especular de nuestra película, pero con una perspectiva totalmente negacionista”, agregando que sospechaba que el gobierno del presidente Tayyip Erdogan se encontraba vinculado a la misma ‑informaba The New York Times‑.

The Ottoman Lieutenant es una coproducción entre Turquía y Estados Unidos que ha generado diversos inconvenientes entre director y productores, llegando incluso a sus actores. La mayor parte de los involucrados no han querido dar declaraciones sobre la película. La razón sería la manipulación que sufriera la misma en la sala de edición antes de su último corte por parte de los productores turcos; circunstancia que estaba prevista en el contrato. Su director, Joseph Ruben, intentó quitar su nombre del filme cuando vio la distorsión artística y conceptual que había sufrido su trabajo. Sin embargo, contractualmente no pudo hacerlo, comentó uno de sus asistentes de dirección y productor de la película. Se limitó a no realizar publicidad para la misma.

La fecha prevista para su estreno en Turquía es el 19 de mayo. Por su parte, La Promesa no cuenta con fecha de estreno allí aún.

Mientras tanto, The Promise -que así se la conoce en redes sociales- ha sorteado los primeros obstáculos interpuestos (uno de sus actores llegó a manifestar que había sido contactado por el embajador turco antes de comenzar el rodaje para darle la versión oficial del Estado turco sobre el tema) y ha comenzado su andar por las salas del mundo. La recepción por parte del público y la crítica ha sido variada y las mayores objeciones se han puesto sobre la zona melodramática del filme y el desarrollo del vínculo amoroso de ese triángulo formado por Oscar Isaac (Mikael Boghosian), Charlotte Le Bon (Ana Khesarian) y Christian Bale (Chris Myers). Se han destacado positivamente los aspectos históricos del filme, su reconstrucción de época y el manejo de sus secuencias de acción vinculadas al drama humano que enmarca esa historia de amor en clave de tres.

Mikael es un joven boticario en Sirún, un pequeño pueblo al sureste del Imperio, que acepta comprometerse con una mujer por el hecho de que su dote puede permitirle estudiar Medicina en Constantinopla. Su idea es volver y volcar sus conocimientos en el poblado. Pero cuando llega a la cosmopolita ciudad, conoce a Ana, artista de origen armenio también, que ha llegado desde París luego de la muerte de su padre acompañada por su pareja Chris Myers, un periodista norteamericano de la Associated Press que cubrirá los acontecimientos para la agencia ante el inminente estallido de la guerra. La rivalidad que surge entre ambos hombres tendrá que hacerse a un lado cuando los acontecimientos comiencen a teñirse por lo atroz. La relación entre Mikael, su futura esposa Maral, Ana y Chris sufrirá diversas vicisitudes que los vinculará y desvinculará de distintas maneras.

Terry George ha manifestado que se inspiró en grandes clásicos del cine ‑David Lean es una de sus referencias‑ que vinculaban profundos dramas políticos con historias de amor conmovedoras. Porque los horrores se suceden mientras cumplimos con nuestras obligaciones, intentamos ser buenos en nuestro trabajo, nos enamoramos.

"The Promise es una historia de amor ambientada durante los días del genocidio armenio ‑ha dicho‑, una de las catástrofes más grandes y menos conocidas del siglo XX. Este intento de erradicar una nación entera casi ha desaparecido de los libros de historia debido a la negación colectiva y la conveniencia política. Es una historia que creo que exige ser contada en forma cinematográfica. Pero, ¿cómo lograr que el público experimente un evento tan horrible y extraño?” Para ello apela a la historia de amor, al romance; una historia de amor que se entreteja con los acontecimientos más trascendentes. Y que espera que “no sólo cautive y movilice a la audiencia, sino que también lleve al público a ingresar a la calamidad que afectó al pueblo armenio en 1915 y les permita testimoniar acontecimientos históricos reales, experimentar alegría, sentir miedo, atestiguar el coraje, la tristeza y la redención. Lo más importante, espero que The Promise eduque al público sobre un evento que merece ser reconocido, recordado y honrado en todo el mundo. ¿Qué mayor oportunidad podría pedir un cineasta?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *