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IMPLICADA BITÁCORA FRANCESA

 Publicado: 03/05/2017

Más cerca que nunca


Por Gabriela Balkey


EN LA PRIMERA MITAD DE LA CAMPAÑA…

Dentro de tres semanas habrá elecciones en Francia, la segunda potencia de Europa y la quinta del mundo. Es la elección más rara de la historia de la Quinta República, desde De Gaulle. (Los franceses capitulan su historia republicana en función de sus diferentes constituciones, y van en la quinta.) Cualquier cosa puede pasar.

El Partido Socialista, actualmente al mando, va a quedar "pasokizado". El PS tiene entre 5% y 10%. Hicieron elecciones internas porque el ala liberal se ha derechizado tanto que encontrar una síntesis con el ala izquierda se volvió imposible y tuvieron que elegir votando. Contra todo pronóstico ganó Hamon, del ala izquierda, un ministro que se había ido del gobierno de François Hollande, pero que no llegó a irse del PS.

El ala liberal del PS se terminó yendo con Emmanuel Macron, que es un invento del poder, al ver que ni el PS ni Les Républicains (ex‑UMP, Sarkozy y compañía) ofrecían garantías para conservar el estado de cosas. Se inventaron a un personaje ni de izquierda ni de derecha (sino todo lo contrario), que absorbiera al PS liberal y a la derecha liberal (no fascista). Ese personaje está encabezando las encuestas pelo a pelo con Marine Le Pen.

La rubia es mucho más frecuentable que su padre y ha gozado del beneplácito de los medios durante al menos ocho años. Ha sido el espantapájaros que ha mantenido a todos los pajaritos en sus nidos: ¡que a nadie se le ocurra votar por convicción en lugar de hacerlo por deber republicano para que no gane la fascista! Así el poder (por "poder" me refiero a los poderes fácticos representados simbólicamente por el CAC‑40[1]; pero, más científicamente, me refiero a la oligarquía en todas sus manifestaciones: económica, mediática y política) ha vendido hasta ahora a su candidato de turno, fuera de derecha o de izquierda, que la alternancia se les da muy bien.

Las encuestas decidían quién estaba mejor colocado para vencer al "Frente Nacional" de Le Pen, y la gente votaba a ese candidato. Las empresas encuestadoras son pocas y totalmente manejadas por el poder: no hay nada que digas salido de una universidad pública o algo así.

Hace unos meses la derecha tradicional la tenía facilísima para ganar por goleada: el poder lo tenía previsto. Salvo que Fillon, su candidato, que había ganado las elecciones internas por su probidad moral, ahora está procesado por apropiación y abuso de bienes públicos y su mujer por estafa, y los hijos no tardarán. Quedó tan enchastrado que incluso siendo el zócalo de la derecha recontra‑firme (veterano, rural, tradicional, conservador), sólo contará con ese voto. La derecha siempre tuvo en todas partes un zócalo más fuerte que la izquierda, porque los progresistas se caracterizan justamente por su capacidad crítica, los de derecha no. Quizás un 17%.

Entre un PS en el 7% y los "republicanos" en 17%, hicieron muy bien en inventarse a Macron.

El poder tenía todo previsto, todos los flancos cubiertos. Primero, su espantapájaros metiendo mucho miedo. Segundo, su candidato de derecha, que si se pincha no pasa nada porque tenemos al otro, el tercero, que justamente sirve para reciclar un PS que ya no le ofrecía garantías con esa ala izquierda molesta. Pero todo se empezó a complicar y ahora andan todos muy nerviosos porque nadie está seguro de lo que puede pasar.

El convidado de piedra crece tan vertiginosamente que puede desestabilizar todo el tinglado. Era previsible que Jean‑Luc Mélenchon arrancara la campaña con una cifra parecida a su resultado de 2012, cuando tuvo 11%. Ese "izquierdista irreductible" no había dado razones en estos cinco años para perder un solo voto de los que tuvo, pero no crecería lo suficiente para hacer peligrar la estrategia. Los medios se encargarían de eso, junto con el candidato del PS que retendría suficientes votos de izquierda como para que Mélenchon no llegara.

No contaron con la caída libre de François Fillon (LR, primer ministro de Sarkozy), ni prestaron mucha atención a la estrategia que Mélenchon estaba poniendo en obra.

En efecto, hace un año Mélenchon decidió tirarse solo, fuera del marco del "Frente de Izquierda" (donde los comunistas lo tenían atado de pies y manos). De hecho, lanzó su campaña fuera del marco de los partidos políticos. Formó un movimiento de libre adhesión, no excluyente con la pertenencia a otras formaciones políticas, mediante una plataforma web. La base de adhesión era el programa, que se basaba en "L'humain d'abord" "(Lo humano primero)", programa del Frente de Izquierda en 2012, liberado ya de los corsés que le imponía el Partido Comunista Francés, principalmente con respecto a la ecología (el PCF sigue sin entender la urgencia ecológica ni el riesgo de la energía nuclear) y su inexorable política de alianzas con los socialistas.

La base ideológica es por fin el ecosocialismo y no más el socialismo/comunismo productivista. Ese programa debía pasar por una fase de perfeccionamiento, y se invitaba a la gente a participar en ello. Surgió así "L'avenir en commun" ("El futuro en común"), un programa que, editado como libro, se vendió a 3 euros en todas las librerías y desde hace muchos meses no baja de la lista de los 10 libros más vendidos en Francia. La única condición para pertenecer al movimiento es adherir al programa y al candidato que lo promueve. El movimiento La France Insoumise es hoy la principal organización política de Francia con alrededor de 480.000 adherentes y presentando nuevas formas de hacer política, dejando una gran autonomía de acción a sus miembros e implicándolos vía internet es buena parte de las discusiones y decisiones estratégicas. Mélenchon ya está en las encuestas al doble que Benoît Hamon (PS) y a punto de sobrepasar a Fillon (LR). Es por eso que todo se complica.

Si Mélenchon pasa a Fillon en las encuestas, el "invento" Macron puede no ser el único voto útil para evitar que gane Le Pen. Si Mélenchon pasa a Fillon y se acerca de Macron, puede venir el desastre.

Mélenchon es el mejor político francés vivo y quizás el mejor de Europa, y esto lo reconocen hasta sus rivales más acérrimos. Es el mejor orador, el más culto, pensador, estratega, un hombre dotado de un carisma extraordinario. También en 2012 se notaba, pero entonces estaba con los comunistas y su programa, "por más lindo que sonara, era a todas luces imposible", rezaba el catecismo mediático.

Esta vez no negoció con el PCF, no acordó programa con él, no prometió un solo cargo ni les pidió permiso para presentarse. La cúpula del PCF quiso darle la espalda y apoyar al candidato del PS, o bien largar uno propio con la mira puesta en conservar los pocos cargos públicos y/o electivos que les van quedando. Las bases comunistas dijeron "nones, queremos ir con Mélenchon y su propuesta nos sirve". Por suerte todavía hay en el PCF democracia interna y son los afiliados quienes terminan decidiendo. De modo que, si bien hacen una campaña autónoma, su candidato es Mélenchon.

Mélenchon ya no es visto como "extrema izquierda", donde se lo tenía bien encerradito. La izquierda era el PS, solo que tras cinco años de gobierno es de consenso que al PS no le queda de izquierda más que algún vago recuerdo, y es Mélenchon quien mejor representa la izquierda para los franceses. Las encuestas lo dicen.

Pero de hecho ahora Mélenchon, sin negar por un momento ser de izquierda y repetir que la izquierda por supuesto que significa algo, dice que la palabra está tan desfigurada que para la gente ya no significa nada, por lo que él no pretende hablarle a la izquierda, sino al pueblo en general, sin etiquetas, apoyándose en las teorizaciones de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe sobre el populismo de izquierda.

Por otra parte, se rodeó de los mejores economistas, contadores, y conocedores de la cosa pública y armó un programa irrebatible económicamente, técnicamente el más acabado. Los medios no pueden con él y de hecho no logran criticar su lógica y sus cuentas. Es bravo decir que es imposible de realizar guiándose sólo por las cifras.

Para colmo, el maldito se armó un Plan B. Porque claro que el freno de mano siempre había sido la Unión Europea. "Te van a hacer lo mismo que a Tsipras", podían decir antes; pero ahora ya no. Mélenchon aprendió de los errores de Tsipras y de antemano Europa (Alemania) sabe que, o bien negocian, o bien no hay más Europa. El Plan B es como la bomba atómica, un arma de disuasión masiva. El plan A es desobedecer unilateralmente una serie de tratados al llegar a la presidencia para evitar la especulación, plantear a Angela Merkel una serie de reformas imperativas (sobre todo con respecto al Banco Central Europeo y la armonización social y fiscal) y pedirle que sea razonable. Si eso no sale, Plan B: Francia se va de la UE y entonces chau UE, porque no hay Europa sin Francia. Ahí el problema lo tiene Alemania. Negociar parece entonces más tentador, sobre todo sabiendo que Grecia, Italia y Portugal no tardarían muchos días en sumarse, sin contar otros que podrían venir a según sople el viento, porque en España andá a saber si dura Rajoy.

Lo peor es que Mélenchon propone una reforma constitucional a través de una Asamblea Nacional Constituyente para que el propio pueblo refunde la república. El sistema está tan podrido que es una idea que seduce a todos, izquierda y derecha, sobre todo a los abstencionistas e indecisos que son casi la mitad de los franceses, de momento, y que son la clave de la elección.

Siendo el mejor político, con un programa difícilmente atacable, la única forma de frenarlo es invisibilizarlo.

Pero hete aquí que Mélenchon está basando su campaña en las redes sociales, que explotan a su favor. En Francia ya hay al menos una generación que no mira más la televisión. Sentarse frente a la tele ya es raro si tenés menos de 30 años. De 60 años para abajo todo el mundo está "online".

Una campaña innovadora a más no poder, hasta con un acto público doble, presencial en Lyon y con su holograma en directo en París. Un canal YouTube con más de 25 millones vistas, y videos que se han vuelto virales. Músicos que transformaron en canciones partes de sus discursos, generando piezas excelentes como Les hypocrites Le problème c'est celui de ceux qui se gavent.[2] Su página Facebook con más de un millón de seguidores, una radio web y, para colmo, un impresionante juego de video, "Fiscal Combat", que consiste en atrapar oligarcas y sacudirlos para que caigan euros con los cuales se financiará el programa. Un simulador de impuestos para que cada cual pueda calcular cuánto va a pagar,… y mil cosas locas más. Lo interesante es que muchas de esas innovaciones no nacen del cuartel general de la campaña, sino de los adherentes que las desarrollan autónomamente.

Lo más estremecedor son sus actos públicos. Monólogos de dos horas de verdadera educación política popular. Llenos hasta la manija. En París juntó 130.000 personas entre las plazas de la Bastilla y la República. Es más gente que en todos los actos de Macron juntos.

Resultado: Mélenchon sube como espuma, ya aparece en 16% tocando los talones a Fillon; el PS se dislocó más rápido de lo previsto, su utilidad desapareció para los liberales que se unieron a Macron y para los izquierdistas que se unen a Mélenchon. Éste lo previó al decir que iba a pasar como con los cascanueces: un golpe de Macron, uno de Mélenchon, y en el medio se hace aceite… Fillon por derecha que reventó en pleno vuelo, y… ¡zápate!: el tinglado se bambolea.

El electorado de Macron no es para nada sólido, se basa en el voto útil contra la rubia. Si Mélenchon se acerca un poco, puede absorber mucho de ese voto util, y con su calidad en tanto político podría dar la sorpresa. Podríamos tener una segunda vuelta Le Pen‑Mélenchon. Pero lo raro es que también hay voto de la rubia que se está pasando a Mélenchon. La gente que está podrida de todo votaba a Le Pen porque eso era visto como una patada en la mesa, pero ahora está Mélenchon ofreciendo un cambio radical que no implica violencia. Los encuestadores, eso sí, están muy nerviosos.

Si fuera por las redes sociales, Mélenchon ganaba en primera vuelta, o sería finalista sin duda contra Le Pen. Pero las redes aún no son la vida real, aunque van en camino. Hay encuestas que no salen en los medios, hechas por empresas encuestadoras establecidas, que ya dan a Mélenchon un 20%, a tan solo un punto de Macron.

El martes próximo hay un debate televisivo. El poder anda aun más asustado porque en el debate anterior, entre los cinco principales candidatos, Mélenchon ganó por goleada. Ahora estarán los 11 candidatos.

El domingo que viene Mélenchon hace un acto en Marsella que promete ser gigantesco. O el poder parece impotente o de verdad no están viendo lo que está pasando. Lo más gracioso de todo es ver la cara de perplejidad de los sabelotodo mediáticos: efectivamente, nadie parece poder predecir lo que sucederá en tres semanas. Quizás no pase nada, es decir, gane Macron o hasta Fillon si la derecha aguanta, y el poder siga "tranqui panqui". Pero ¿y si llega Mélenchon a la segunda vuelta? Me encantaría ver a los medios trabajando para la victoria de Le Pen. Ellos saben que con el fascismo pueden entenderse. Pero ¿y si el pueblo realmente empezara a despertar en Francia? ¡Mamita, los caramelos!

La única esperanza de que algo cambie de verdad en el mundo es que lo haga en alguna de las potencias centrales. Todo otro cambio será periférico y transitorio. Por eso hay que estar tan pendientes.

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Otra vez Mélenchon ganó el debate por goleada; fue como el Barça de Guardiola. ¡Qué casualidad! ¡Eran 11 presidenciables! Macron continúa su desinfle y el poder empieza a inquietarse seriamente porque ni Macron da la talla ni Fillon remonta. Una nube negra se cierne sobre los ricos en París. ¿Será una segunda vuelta Le Pen‑Mélenchon? Cuesta creer que el poder sea tan estúpido como para permitirlo.

EN LA SEGUNDA PARTE DE LA CAMPAÑA…

Listo. Se dieron cuenta. El poder reacciona. La campaña de difamación, injurias, acoso y derribo ha comenzado. En Argentina se quejan de Clarín, en Brasil de O Globo, en España de PRISA. En Francia son nueve magnates los que poseen el 98% de los medios de comunicación. Aquí, en vadenuevoescribí acerca de si puede existir democracia sin prensa libre y objetiva y de cómo la oligarquía retomó los medios de comunicación de manos de la burguesía. ¿Realmente aún vivimos en una democracia liberal?

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Macron y la propiedad de los medios de comunicación en Francia

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A Mélenchon le están dando tanto palo… Todos los medios de comunicación y todos los políticos. ¡Joder! Si hasta salió Hollande a decir que estaba muy asustado del peligro Mélenchon. Del Frente Nacional nada: ¡ahora el problema es el otro!

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Mélenchon acaba de pronunciar un discurso de antología ante más de 70.000 personas en el mágico Puerto Antiguo de Marsella (fundado por los griegos). El Discurso de la Paz, en que desarrolla su programa internacional y su visión geopolítica.

Al mismo tiempo Pablo Iglesias tuitea la versión castellana de El arenque de Bismarck, uno de los tantos libros escritos por Mélenchon, en este caso con prólogo del propio Pablo Iglesias

Las alarmas suenan: Mélenchon tercero en las encuestas. Le Fígaro (diario derechista) está desacatado, sus titulares son para enmarcar: el delirante proyecto del Chavez francés. Apóstol de los dictadores sudamericanos, de Putin y de Bashar Alassad… comerse los niños crudos será la semana que viene.

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 ¡Melenchon lo volvió a hacer, y peor todavía! Presente en Dijon físicamente, y en holograma en otras seis ciudades en simultáneo, incluyendo una en la Reunión, isla francesa frente a Madagascar (con un retraso de 30 segundos). Más de 100.000 personas, tanto en vivo como a través de las redes sociales, viendo al mismo tiempo. ¡Una locura! Una proeza de la que, sin embargo, ningún medio difundió siquiera una imagen. Parece que la enorme campaña de desprestigio contra Mélenchon no dio muchos frutos y juegan a invisibilizarlo en lo más álgido de su campaña.

No bastaba que todos los demás participaran en la campaña de destrucción de Mélenchon, también el candidato del PS, que se supone de izquierda, se ha pasado toda la semana pegándole, todo el mundo se ha olvidado de Le Pen. Parece que es mayor el riesgo de un Mélenchon que de una fascista. En las encuestas los cuatro primeros siguen estando dentro del margen de error. El domingo se juega.

ATENTADO

Último pasaje televisivo de los 11 candidatos. Quince minutos para cada uno. Van por la mitad, y… ¡patatrás! Atentado en los Campos Elíseos. ¡Qué raro! Era de prever. En 2012 ocurrió y funcionó: un loquito islamista mató a unos chicos unas semanas antes de la elección, Le Pen saltó a 18%, y Mélenchon bajó a 11%. Ahora otro loquito islamista dos días antes… La actitud de Mélenchon fue intachable, pero me temo que esta estupidez va a volver a funcionar. A dos días… Ya solo se habla de eso en todos los medios: del isalmista radicalizado… Era de cajón que algo iban a hacer.

Último día: Pablo Iglesias y Marisa Matías, del Bloco de Esquerda portugués, vinieron a pasar el día con los insumisos. Resulta que el islamista parece que era un loquito (psiquiátrico) que nunca habló de religión pero se encontró un papel al lado del cuerpo en que se declaraba del ISIS. Podrían ser un poco más listos que el Inspector Clouseau para plantar una prueba. No importa: por más evidente que sea, la gente se pone boba, último día y solo se habla de terrorismo.

Sábado: Se supone que estamos en veda, no se debería hablar de las elecciones. Sin embargo en la televisión pública y en horario central un reportaje de dos horas sobre la represión en Venezuela, sin dejar de recordar que Mélenchon era amigo de Chávez… ¡qué casualidad! En otra cadena de televisión la presentación de un libro sobre la vida de Macron, ensalzando al personaje por cada costado. Una veda digna de república bananera, un totalitarismo mediático digno del mejor stalinismo. Deben estar realmente nerviosos.

DÍA D

Muchísimas irregularidades a lo largo del día. En Montreal no pudieron votar miles de personas. En Estrasburgo y otras ciudades desaparecieron del padrón miles de ciudadanos. En cuanto a los escrutinios, crecen las denuncias y aparecen pruebas, como publicaciones del Ministerio del Interior que no coinciden con lo que muestra la foto de la planilla del escrutinio del mismo circuito, el ministerio le adjudica a Mélenchon decenas de votos menos de los que obtuvo. ¡En todo Lyon no figura un solo voto en blanco! En el sur un presidente de mesa desaparece por más de una hora con todos los votos… Si esto fuera Venezuela, la prensa mundial pondría el grito en el cielo: ¡fraude, escándalo, dictadura! Como es en Francia, todo el mundo chifla y mira para otro lado. En todo caso ningún partido discute los resultados; sería una mala estrategia, aparecería como mal perdedor, podría no cambiar nada y sembrar el caos. Sin embargo, el clima está enrarecido y no es digno de una "gran democracia".

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Primera constatación: El PS (particularmente su ala izquierdista) impidió que la izquierda estuviera en la segunda vuelta. Los socialdemócratas prefieren el neoliberalismo al ecosocialismo. Es normal, los intereses de clase de sus dirigentes nada tienen que ver con los del pueblo. Hamon, habiéndose sumado al "todos contra Mélenchon" de la última semana, dejó claro que desde el principio jugó el rol de barrera de contención para evitar que un porcentaje de votos de la izquierda del PS no fueran a parar a Mélenchon, conservando así un pequeño núcleo fiel.

Segunda constatación: Mélenchon quedó a 1,72% de pasar a la segunda vuelta, un puñado de votos… Menos de 600.000 votos en 44 millones de inscritos… Me recuerda el 33% y migajas que tuvieron blancos, colorados y frentistas en Uruguay la última vez que perdió el Frente Amplio.

Tercera constatación: Los medios de comunicación siguen teniendo un poder de hipnosis importante entre la gente. Se estaba en la segunda vuelta y la candidatura de Mélenchon fue contenida a fuerza de presentarlo infundadamente como "la terreur". Agregale a esa campaña feroz un atentadito que favoreciera a Le Pen, y listo. Quedó en evidencia que el Front National no representa un problema, ni para la oligarquía ni para la clase política, por más que luego hagan grandes discursos antifascistas y llamen a un "frente republicano" para derrotar al fascismo, naturalmente encabezado por Macron.

Cuarta constatación: Mélenchon ganó en Marsella, Lille, Grenoble, Toulouse, Montpellier, y otras grandes ciudades, y salió segundo en muchas otras. Si sólo votaran las ciudades la segunda vuelta hubiera sido Macron‑Mélenchon. La Francia profunda, de muy baja formación, aterrada por los medios, sigue adhiriendo al discurso facilista de Le Pen. Con un discurso anti‑inmigración Le Pen gana en aquellos lugares donde nunca vieron en carne y hueso a un inmigrante, sino solo a través de la televisión.

En todo caso, dada la alta votación que los insumisos tuvieron en más de 400 comunas, se le presentan buenas perspectivas para las próximas elecciones legislativas.

Quinta constatación: Se logró arrancar de manos de Le Pen el voto joven (30% de los menores de 25 años votaron por Mélenchon) y buena parte del voto obrero. Por primera vez en décadas no gana Le Pen entre los desocupados, sino la Francia Insumisa, que se transforma en una fuerza verdaderamente popular y demuestra que la única forma de vencer al Frente Nacional no es con discursos morales, sino con educación popular.

Sexta constatación: Lo que narré al comienzo de esta bitácora se produjo. Una vez más el poder, a través de las encuestas, decidió quién estaba mejor posicionado para vencer a Le Pen y así impusieron a su candidato. Fabricaron a un presidente de bajísima calidad, pero ahí está. Demostraron que si quisieran hacer que el pueblo votara por Papá Noel, lo lograrían. Cientos de portadas y miles de horas de televisión durante el último año no fueron en vano.

Séptima constatación: Los partidos tradicionales franceses que ostentan el poder después de casi un siglo están en plena implosión. El PS está moribundo y la derecha, si bien tiene ese poder de reorganizarse y unirse (conocen bien sus intereses, y sus diferencias no son obstáculo), está dando señales de putrefacción.

Octava constatación: El paisaje político francés queda partido en cuatro partes casi iguales: la izquierda ecosocialista, un centro derecha ultraliberal, la derecha clásica y la extrema derecha nacionalista. Gane quien gane, será un gobierno en extremo débil; de las legislativas dependerá si resulta un país mínimamente gobernable o ni siquiera eso.

La segunda vuelta es tal como la soñaban los oligarcas. Macron podía perder frente a Melenchon, pero Le Pen no tiene chance alguna. No obstante, están nerviosos porque Mélenchon, en lugar de llamar a votar contra Le Pen como siempre, como era lo esperable, como hizo todo el sistema político, dijo que no iba a dar consigna de voto y que los 480.000 insumisos votarían en las redes solo para expresar la posición de la Francia Insumisa, pero que como aquello no es un partido sino un movimiento, la gente es libre de hacer lo que quiera. Lo único que pide es "ni un solo voto al Frente Nacional".

Los votantes insumisos están divididos entre un voto a Macron (para asegurarse que Le Pen no llegue) y la abstención o el voto en blanco o nulo en la segunda vuelta. Recordemos que allá el voto no es obligatorio. Principalmente la juventud no está dispuesta  a votar ni a la extrema derecha ni a la extrema finanza. Votar por Macron es como votar a la enfermedad que produce el síntoma Frente Nacional: es maquiavélico. Son claramente las políticas neoliberales las que producen el crecimiento del fascismo. La gente se pregunta si votando para impedir la llegada del FN ahora, no se encontrarán con un panorama aun peor en 2022. Según las encuestas, el 51% de los insumisos votará con asco a Macron: cualquier cosa antes que un Le Pen.

La campaña anti‑Mélenchon sigue: el hecho de que haya abierto una votación interna del movimiento para que el mismo se exprese y se guardara de dar consigna de voto alguna deja perpleja a la casta que lo acusa de "hacerle el juego a Le Pen". Llegan a tal grado de corrupción mental que ya son incapaces de concebir la mera existencia de democracia dentro de una organización política. Para ellos, los caciques deciden y los indios acatan. Deprimente.

Como decía Gramsci, lo viejo no termina de marcharse y lo nuevo no termina de llegar, es la hora de los monstruos… Lo nuevo está llegando, pero tarda en imponerse. Una ola de cambio recorre el mundo: Mélenchon, Iglesias, Sanders, Corbyn, aparecen como catalizadores de ese movimiento que en ningún caso ha logrado ganar las elecciones de primera, pero que se ha acercado al poder lo suficiente como para hacer temblar las bases del sistema, y que, en todos los casos, propone una ideología nueva, filosóficamente ecosocialista y económicamente eco‑keynesiana, que plantea nuevas formas de hacer política mucho menos verticales, con una gran implicación ciudadana a través de las redes sociales. Cada movimiento nuevo va aprendiendo de los aciertos y errores de sus compañeros en otros países y cada representante nuevo se acerca un poco más al poder que su predecesor en otro país. Hasta ahora, lo que ni Sanders, ni Iglesias, ni Corbyn, ni Mélenchon han logrado es contrabalancear el poder mediático que en todos los casos termina jugando el rol decisivo.

El posmodernismo y su post-política, su "mundo líquido", su nihilismo, su fin de la historia y de las ideologías están agonizando lentamente. Sin embargo, la casta se defiende. Aguanta, pero cada vez le cuesta más. Los partidos tradicionales de derecha e izquierda liberal terminan juntándose para capear mejor el vendaval, como en España el PSOE le dio el gobierno al PP, como en Francia crean a Macron para que aglutine ambos bandos… Es perfectamente probable que este período de cambio profundo que se abrió en las potencias centrales siga desarrollándose y depare enormes sorpresas en los próximos años. Como casi siempre, los siglos empiezan de verdad en torno a los años veinte.

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