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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 12 (SETIEMBRE DE 2009). LA BÚSQUEDA DE RENTAS EN URUGUAY

 Publicado: 04/08/2021

Nuestra empresa típica


Por Ema Julia Massera


A diferencia del negocio empresarial clásico en que costos de producción, precios de mercado y beneficio guardan una relación competitiva, basada en la modificación de las relaciones y las formas de producción, en el caso de la empresa típica uruguaya lo que ocurre es la aparición y apropiación de un sobrelucro o renta. La empresa se encuentra al margen del mundo científico y tecnológico y de la formación profesional, así como la ciencia y tecnología y la educación en Uruguay poco tienen que ver con la producción.

Nuestro modelo tipo de empresa supone la ausencia de un sistema productivo nacional articulado y articulante, así como de sistemas industriales locales. Está prácticamente ausente la producción de bienes de capital, y el valor agregado industrial es bajo.

En la primera parte de este trabajo se describe la visita a un frigorífico y a una empresa manufacturera, en la segunda se modeliza la empresa típica, y en la tercera se analiza el sujeto y el carácter del negocio de este tipo de empresa.

En esta segunda entrega de nuestro trabajo “La búsqueda de rentas en Uruguay”, nos dedicamos a observar el fenómeno de búsqueda de rentas a partir de la investigación de la empresa. La investigación tiene como base empírica los estudios realizados en un centenar de empresas, a partir de la década del noventa.

La investigación muestra un patrón de empresa generado en la larga duración, que permanece a pesar de los cambios en el modelo de acumulación capitalista y de Estado ocurridos a nivel mundial desde fines de los años 1960.

UNA VISITA A LA EMPRESA

Siguiendo al novillo

Como se sabe, la ausencia de transparencia de la faena es el foco de un conflicto histórico entre frigoríficos y productores. Se establece allí una relación especulativa a suma cero "lo que uno gana es lo que pierde el otro". Esta situación repercute hacia atrás sobre todo el proceso productivo, generando permanentes relaciones de desconfianza entre los actores e impidiendo que el sector cárnico uruguayo pueda construir una cadena de producción propiamente dicha, con objetivos compartidos y avance en su valor agregado.[1]

Existen dos formas de acuerdo entre la industria y los productores -o sus intermediarios- acerca del parámetro de rendimiento de los animales y de los precios a pagar:

- Peso en Primera Balanza

- Peso en Segunda Balanza

En más de un 80% de las transacciones comerciales de ganado, al productor se le paga según el precio del kilo que llega al puesto de Segunda Balanza. La res es pesada viva en lo que se denomina Primera Balanza. Luego ingresa, se la mata y se le van retirando todas las partes hasta quedar las dos medias reses colgadas, previamente desgrasadas. Entonces se produce la llamada Segunda Balanza, esto es, se pesan las dos medias reses una vez que se han separado las grasas y machucados del dressing, el cuero, las vísceras, las tripas, las menudencias, etc., o sea, todos los subproductos que el frigorífico estima unilateralmente que no forman parte de ambas media res. Luego la carne es fraccionada, empaquetada, enfriada, no yendo el proceso industrial más allá de esos procedimientos.

En el lapso que va desde el pesaje del animal en pie a la venta de los productos ocurre una serie de operaciones oscuras e imposibles de aclarar, por más esfuerzos que hagamos.

A diferencia de lo que ocurre en una industria normal, en la que se establece una relación conocida entre costos de producción, beneficio del capital y precio final, en este caso ocurre una disociación particularmente confusa e indefinida entre esas variables.

Es bueno destacar que esa disociación empieza a ocurrir en el campo, donde el novillo se alimenta en una pradera natural excepcionalmente fértil en relación a otras tierras, con costos monetarios relativamente bajos para el productor.

Pero también es posible observar que en el proceso de producción anterior a la Segunda Balanza puede ocurrir la apropiación, por parte del frigorífico, de los bienes contenidos en los subproductos, producidos en el campo por el productor, bienes escasamente modificados que luego el frigorífico comercializa.

Por otro lado los precios de esos subproductos así como los de la carne contenida en las dos medias reses, que el frigorífico efectivamente paga al productor, tampoco dependen de los costos de producción sino que están determinados por coyunturas internacionales notoriamente independientes de esos costos. Las guerras internacionales que históricamente constituyeron un dinamizador de los ingresos monetarios del sector cárnico, han sido suplantadas en las últimas décadas por la volatilidad de los precios de los commodities agrícolas.[2]

En la investigación que hemos realizado comprobamos que los productores reclaman agriamente por lo que consideran opacidades e irregularidades del proceso de faena y de los precios que finalmente les pagan. Lo que debiera constituir un objeto de investigación específica es por qué los productores "así como los frigoríficos y los académicos" no denotan percibir la existencia de mercados sui géneris, como surge de lo antes relatado. El espíritu de los productores es de entrega a una realidad irreparable, debida en primer lugar al mercado, concebido como algo natural y efectivamente existente, y, para algunos, al monopolio que ejercen los frigoríficos en la fijación de precios.[3] En cuanto a los subproductos que se queda el frigorífico, no los nombran o apenas dicen que se conformarían con que la Segunda Balanza estuviera antes del dressing, esto es que les pagaran por la grasa y los machucados que se retiran en ese momento.

Y la empresa manufacturera...

A pedido del sindicato, en el invierno de 1992 visitamos una de las plantas de la empresa L, acompañadas por un ingeniero industrial, profesor de la Facultad de Ingeniería. En las dos plantas industriales de la empresa trabajaban en ese momento unos 400 obreros, de ellos 150 en la planta visitada. Fundada en la década del cincuenta, había sido históricamente la empresa industrial más importante de su sector. Salvo un breve período en que exportó, producía principalmente productos de consumo final y, secundariamente, insumos para el mercado interno uruguayo.

El motivo de nuestra visita era que la empresa pretendía mecanizar una sección donde hasta el momento el trabajo era exclusivamente manual. Recientemente habían sido enviados a seguro de paro 60 trabajadores y el sindicato temía por nuevas reducciones de personal vinculadas a la citada sección.

La planta estaba emplazada en un predio de aproximadamente 10.000 m². El primer edificio al que ingresamos, de aproximadamente 10 metros de altura por 30 de largo y 15 de ancho, estaba destinado a depósito, totalmente ocupado por productos, cubiertos de polvo, que en los últimos años no habían podido ser vendidos.

Luego ingresamos a sucesivos espacios de producción, en lo que parecía ser el corazón de la planta industrial, con máquinas electromecánicas adquiridas en las décadas del setenta y del ochenta que, en ese entonces, eran de última generación. Varias de ellas carecían de la protección contra accidentes reglamentaria.

Finalmente, arribamos a la sección que motivara la consulta del sindicato. Allí estaba un técnico instalando una línea de producción para realizar, en forma parcialmente mecanizada, la operación de impresión o pintura, que hasta el momento era manual. Luego de observar y de interiorizarnos de detalles con el técnico, estábamos saliendo de la sala cuando sentimos un estrépito de algo que caía tocando literalmente nuestros talones: se había caído una de las altas pilas de productos que estaba aguardando la impresión.

Ya en tren de irnos, pasamos a un galpón de aproximadamente la misma altura del depósito aunque de menor volumen, donde estaban trabajando cinco mujeres "las únicas del plantel obrero", cada una con una estufa eléctrica en los pies. Nos informan que ésta era la sección de terminación y acondicionamiento de los pedidos. En ese momento no había pedidos para acondicionar y las obreras estaban abocadas a revisar un producto de consumo final, retocando detalles e imperfecciones.

Al salir de la empresa nos paran en el portón, para revisar el auto en que viajábamos. El portero, disculpándose, nos dice que obedecía a una orden general de registro para disminuir los robos.

Epílogo

La empresa cierra sus puertas a fines de los años noventa. Había invertido sumas considerables en la importación de equipamientos de última generación en las décadas del setenta y del ochenta con créditos del Banco de la República para subsidio de exportaciones no tradicionales. Pero luego deja de exportar y se vuelca nuevamente en forma exclusiva al mercado interno ahora invadido por la eficiente competencia extranjera. Como forma de responder a esa situación se propone bajar los costos de mano de obra, intenta hacer estudios del trabajo, medir tiempos, etcétera, a lo cual el sindicato se opone logrando impedir esos cambios.

Finalmente la empresa inicia una política de endeudamiento y vaciamiento. Adquiere préstamos millonarios del Banco de la República destinados a reconversión industrial. Compra equipamientos y pasa algunos negocios "a negro" en otras empresas de sus dueños, llevándose máquinas con ese destino, fundando empresas colaterales que luego cierran. No paga sus deudas y se declara finalmente quebrada. Los obreros logran la entrega de algunas máquinas y fundan una nueva empresa.

EL MODELO

En la década del noventa y principios del 2000, participamos de la investigación en más de 100 empresas. La muestra, numerosa y representativa, comprende empresas grandes, medias y pequeñas, de capital nacional y multinacional, pertenecientes a los sectores agrícola, ganadero, agroindustrial, manufacturero y de servicios, nacidas principalmente antes y, secundariamente, durante el actual período de mundialización.[4]

La abrumadora mayoría de las empresas estudiadas presentaba las características e historia descriptas en la sección anterior. En varios casos, las empresas cerraban y eran reabiertas por los trabajadores, que mantenían los mismos rasgos.

Apenas un puñado de empresas grandes y medianas estaba explorando un nuevo camino y se planteaba entonces superar esa situación. Adoptando una estrategia de competencia de mercado, un sistema productivo eficiente, buscando adaptarse al segmento medio y superior del mercado global vía diversificación y calidad de producto y servicio.[5] Algunas pocas empresas de la muestra tenían como negocio la innovación.[6]

La investigación nos puso frente a una especie de museo vivo del pasado. Nos fue posible observar la larga duración, lo que las empresas habían sido y seguían siendo, aun cuando las condiciones mundiales y locales habían cambiado hacía años, con el fin de la política proteccionista de sustitución de importaciones, el fomento a las exportaciones no tradicionales, el retiro gradual del Estado y la apertura al mercado globalizado.

Sujeto y negocio

Las empresas en su mayoría están dirigidas por los jefes de una o más familias propietarias. La definición del negocio utiliza principalmente instrumentos jurídicos y contables. En las empresas medianas y grandes, y en grados diferentes según el nivel de las vinculaciones político partidarias de los propietarios, esa definición se realiza a través de redes de relaciones personales, en contacto con reparticiones compradoras del Estado central y municipal, incidiendo sobre políticas de crédito y acogiéndose a los beneficios de importación de insumos y bienes de capital con destino a probables exportaciones no tradicionales, etcétera. El trabajo en negro, la subfacturación y otros mecanismos son utilizados al amparo de la impunidad de que se goza gracias a las relaciones políticas estatales o, simplemente, ante remotas posibilidades de control.

En la época de la investigación, dos altas instituciones del Estado, el Banco de la República y la Corporación para el Desarrollo, estaban en el eje de la articulación de estas transacciones destinadas a una clientela empresarial directamente vinculada a las autoridades y también a políticas generalizadas de crédito sectorial, notoriamente para el sector agro-exportador, según las cuales el Estado adelantaba recursos aun a sabiendas de que no iban a ser reembolsados.

Producto

El producto a alcanzar como objetivo es un producto básico no diferenciado, de consumo popular y, más raramente, un insumo o un servicio brindado a otra industria que produce bienes y servicios de consumo final.

Trabajo

Los dueños eran frecuentemente ausentistas. Los gerentes se formaban en la empresa, siendo escasos los que tenían formación universitaria. Los mandos medios, si se quiere, poseían aun menos calificaciones, exceptuando las de mando.

La plantilla de trabajadores estaba frecuentemente sobredimensionada, y las formas de reclutamiento de personal estaban atadas a vínculos familiares y personales, sin referentes de calificación específicos. El empleo era considerado un favor. En no pocos casos se observó la contratación de los jefes de campaña electoral de alguno de los propietarios y gerentes.

La infraestructura edilicia, frecuentemente sobredimensionada, no guardaba relación con el sistema productivo. El sistema técnico de las empresas se caracterizaba por su heterogeneidad, predominando equipamientos desfasados en muchas decenas de años. Equipamientos con años de generación en las décadas de 1940 a 1960 tenían un lugar preponderante. Pero los había también de las décadas de 1920 y 1930. Las máquinas compradas en los años setenta y ochenta eran la excepción. Se compraban en la época de la investigación equipamientos de última generación llave en mano que luego no se sabía utilizar por desconocimiento elemental de su funcionamiento.[7]

Los procesos eran poco fiables, mal articulados, con altos niveles de desperdicio, del orden del 30% inclusive en empresas líderes. Se observó la adulteración del producto y del servicio, así como el rebajamiento de su calidad. Algunas empresas llegaron a invertir en la contratación de profesionales para esos fines.[8]

En esta nuestra empresa típica, los obreros son los que saben del trabajo. No obstante ello, trabajan bajo órdenes de los mandos medios que a su vez reciben órdenes de los gerentes, en su mayoría no profesionales, alejados y desconocedores del trabajo concreto.

En la industria manufacturera, se trataba de trabajadores con educación media completa o incompleta, con predominio de los que cursaron liceo humanístico sobre los formados en la educación técnica. Los obreros realizaban trabajos de oficios aprendidos en el trabajo, a partir de los equipamientos industriales anticuados antes descriptos.

Salvo excepciones, no encontramos oficinas de métodos en la empresa manufacturera. Sí estaban presentes cuando era importante el trabajo femenino, y en la agroindustria.

Los trabajadores varones, que son el patrón antes descripto, resistieron con éxito todo intento de taylorización que, por otra parte, no fue fuerte hasta la época en que realizamos la investigación.

Así, salvo en los sectores taylorizados donde el trabajo era totalmente reglado, la actividad estaba permanentemente pautada por el conflicto en torno a la realización de las tareas. El conflicto cotidiano refería a la arbitrariedad de las órdenes de producción que recibían los obreros, frecuentemente carentes de sustento técnico y seriedad comercial. Los obreros pasaban, necesariamente, a ser cómplices de maniobras como las descriptas en la sección anterior y eran educados por la empresa en esa lógica. El ambiente era de desprofesionalización, falta de confianza, desprestigio del patrón, falta de sentido positivo del trabajo.

A su vez, el salario y las relaciones laborales no guardaban relación con la productividad. La lucha salarial tenía una carga política, de correlación de fuerzas. En la época de la investigación, caracterizada por la desregulación de las relaciones laborales, el aumento de salario, cuando se obtenía, era pasado a aumento del precio del producto o del servicio, sin modificación en la cantidad y calidad de los mismos. Este fenómeno fue recurrente y sacralizado por las reparticiones del Estado hasta hace pocos años en las áreas de servicio que vinculaban lo público y lo privado.

Empresa y sistema productivo nacional

Este nuestro modelo tipo de empresa supone la ausencia de un sistema productivo nacional propiamente dicho.

Nuestra empresa es una empresa aislada. Sólo se vincula con otras por lo que compra y por lo que vende, o sea, en el mercado. No pertenece a redes económicas y productivas ni a tejidos industriales a nivel nacional y local. Su relación fuerte es con el Estado, a nivel central y departamental, a partir de redes de vínculos político partidarios y de amistad personales. Y es a partir de esa relación estatal que establece relaciones igualmente particularistas y patrimonialistas con el territorio.

Estas características esenciales de las empresas inhiben tanto el aprovechamiento de los saberes de los trabajadores como el establecimiento de lazos que vinculen producción, ciencia y tecnología. Inhibe asimismo la constitución de masas críticas que posibiliten la existencia de un sector de producción de bienes de capital.

La constitución de cadenas agroindustriales, organización productiva que podría considerarse suficientemente articulada y articuladora, recién empieza su proceso en la segunda mitad de la década del setenta, con parsimonia y de manera incipiente. Y, como hemos visto en la sección anterior, de ese movimiento está ausente la cadena cárnica, nuestra industria madre. Salvo excepciones, las cadenas agroindustriales se detienen en una primera fase de elaboración; producen un muy bajo valor agregado industrial, sobre la base de la importación de paquetes tecnológicos completos.

Por tales razones, se produce un doble efecto complementario: tanto la empresa se encuentra al margen del mundo científico y tecnológico y de la formación profesional, así como la C&T (ciencia y tecnología) y la educación en Uruguay poco tienen que ver con la producción. Eso se manifiesta, entre otros aspectos, en la arriba señalada formación humanística dominante de la fuerza de trabajo, en el rebajamiento de la educación técnica, en el predominio de las ciencias exactas y naturales sobre la investigación tecnológica y las demás ciencias, la debilidad de la Ingeniería Industrial y de sus ramas afines y en la ausencia de espacios de formación superior de gerencias e investigación organizacional y gerencial.

Este nuestro modelo tipo de empresa supone la ausencia de un sistema productivo nacional articulado y articulante, así como de sistemas industriales locales. Está prácticamente ausente la producción de bienes de capital y el valor agregado industrial es bajo.

Cuando la empresa incorpora el territorio lo hace desde su lógica, la que hemos descripto hasta aquí. Tal es el caso de las empresas grandes. Estas son monopólicas sea por ser expresamente creadas como tales por disposición estatal, sea debido a su inserción en un muy pequeño mercado nacional protegido de la competencia durante decenas de años. Estas empresas generan relaciones de empleo y vivienda propias, asimilan al pequeño comercio y servicios "incluidos los educativos estatales a los que frecuentemente brinda apoyo y condiciones". Pero dentro de unas relaciones de sumisión a su lógica de la cual el conjunto acaba siendo parte. Cuando estas empresas desaparecen, y tal fue el caso de la desindustrialización generalizada a partir de la segunda mitad de la década del ochenta, emerge un vacío nostálgico, una ausencia de capacidades locales.[9]

Así, las empresas que buscan establecer un nuevo modelo, de adaptación al mercado globalizado o de innovación, pueden establecer relaciones de cercanía muy limitadas. No existe en las cercanías gente con formación y emprendimientos adecuados, teniendo que apelar a servicios lejanos, frecuentemente en el exterior, lo que les otorga una especial fragilidad. Las excepcionales empresas innovadoras existentes en Uruguay establecen relaciones de concepción y servicio principalmente o casi exclusivamente con el exterior.[10]

EL SUJETO Y EL CARÁCTER DEL NEGOCIO

Las secciones anteriores contienen evidencias de que el negocio de este tipo de empresa consiste en la desconexión entre costos de producción y precios de venta y de que el sujeto de esa desconexión está constituido por el mercado, el Estado y los empresarios.

A diferencia del negocio empresarial clásico en que costos de producción, precios de mercado y beneficio guardan una relación competitiva, basada en la modificación de las relaciones y las formas de producción, en el caso de nuestra empresa lo que ocurre es la aparición y apropiación de un sobre lucro o renta.

Nuestra investigación permite distinguir la aparición de una renta, en la que se destaca la renta de la tierra, de la producción y apropiación deliberada de una renta, esto es, la búsqueda de rentas. Pero también es posible observar la simultaneidad de ambos fenómenos en determinadas situaciones. En ese sentido, nuestra investigación innova en relación a la producción científica anterior.

En las secciones anteriores se distinguen por lo menos cuatro situaciones de desconexión de costos de producción y precios de venta:

    • situación de mercado enfrentada al uso privado de tierras extraordinariamente dotadas para determinado producto;
    • apropiación por la empresa de rentas y valores producidos por terceros, luego utilizados en el proceso de producción y realizados mediante la venta del producto en el mercado;
    • utilización de ciencia incorporada a tecnología para disminuir costos y/o aumentar la productividad con perjuicio de terceros;
    • formación de mercados especiales: mercados monopólicos con y sin la acción directa del Estado y acuerdos particularistas empresa-Estado.

Esas situaciones existentes o deliberadamente creadas permiten bajar costos de producción y utilizar o producir altos precios de venta relativos. Por un lado los costos bajan y el saldo financiero crece al utilizarse bienes y valores que ingresan a la empresa.

Ocurre entonces en la empresa tanto la apropiación de bienes que tienen bajos costos por incorporar condiciones naturales, situación originada en la renta de la tierra, como el tránsito de bienes producidos por terceros o que tienen origen en terceros, con vistas a su apropiación directa, cumpliendo la función de bajar costos, situación ésta de búsqueda de rentas.

La segunda situación, está deliberadamente planificada. Ocurre en el interior del propio proceso de producción y a través de las correspondientes relaciones laborales. Se verifica en la disputa por una renta existente "disputa entre productores y agroindustria o entre empresarios y trabajadores en la definición del salario y de las condiciones de trabajo", a través de la planificación del negocio "incluyendo la redacción de leyes y disposiciones gubernamentales" por las redes político-partidarias y propiamente estatales a las que pertenece la empresa, o simplemente al amparo de esas disposiciones y de la impunidad cuando los procedimientos son ilegales.

La reducción de costos ocurre en el campo, por parte del productor, y en el frigorífico cuando éste utiliza los subproductos y dice pagar las dos medias reses del ganado, desprovistas de todo lo demás que compone al animal; cuando se toma un crédito que luego no se devuelve o se obtienen nuevos financiamientos; cuando insumos y equipamientos son adquiridos a partir de tarifas especiales de importación; cuando se importa una maquinaria y luego se vende sin utilizarla en la producción como estaba pactado; cuando se trabaja en negro, no se cumplen las normas sanitarias, se utiliza contaminantes que permiten aumentar la productividad, se altera la calidad del producto al consumidor sin explicitarlo, se pasan costos (ej.: salarios) a precios, etc.

Por otro lado, se vende la producción en condiciones de precios altos: cuando el precio de venta final está vinculado a demanda y precios internacionales excepcional y relativamente altos, cuando la empresa se inserta en un mercado cerrado y muy pequeño donde las empresas son monopólicas y/o son monopolios directamente creados por el Estado; a través de compras pactadas en forma directa y particularista con el Estado, etc.

Los precios finales altos y los costos de producción bajos tienen que ver con la existencia y/o la creación deliberada de situaciones monopólicas. Los precios son y pueden ser altos porque un producto se vende por un precio que se forma en base a tierras menos productivas o en coyunturas especiales de demanda, cuando existe monopolio en la producción y en la fijación de precios,[11] o cuando la empresa hace un trato particular de venta al Estado, se mueve en un pequeño mercado, etc.

Los precios altos cubren ineficiencias que entonces pueden campear en la producción. Las empresas no conocen sus costos y no necesitan conocerlos. Sus principales profesionales son abogados y contadores. Ocurre también la inversa, desde las ineficiencias y las condiciones de pequeño mercado que no admite producción y beneficios de escala, los precios son necesariamente altos en términos relativos.

Tenemos entonces presentes, coexistiendo y por lo menos parcialmente vinculados, dos fenómenos: por un lado, la aparición de una renta, la renta de la tierra, que ocurre a partir del enfrentamiento de la propiedad y uso exclusivo del suelo en condiciones normales de mercado. Y, por otro, la búsqueda de rentas, acción deliberada que en unos casos establece la disputa por la renta entre distintos agentes en el propio interior del proceso de producción, en otros deriva de la planificación conjunta del negocio de tipo clientelar, por parte de las redes que vinculan al empresario con dirigentes de fracciones de partidos políticos y funcionarios de reparticiones del Estado, o llanamente se utiliza de las condiciones creadas desde el Estado por esa alianza estratégica para que el negocio de búsqueda de rentas pueda ser en Uruguay un negocio sustantivamente más rentable que el emergente de una estrategia empresarial competitiva.

En relación a la literatura científica pre-existente se introducen varias novedades. En primer lugar aparecen vinculados dos fenómenos, la renta y la búsqueda de rentas, fenómenos que, por razones de diferente contexto histórico y propiamente teóricas, han sido tratados separadamente por la literatura

En la economía clásica el problema es económico. Se trata de la renta de la tierra, ganancia de carácter extraordinaria que se produce normalmente dentro del capitalismo, de la que se apropia el terrateniente por el solo hecho de ser propietario. No sería necesario en ese entonces generar la categoría búsqueda de rentas. Por el contrario, en la teoría de la escuela norteamericana que acuña este último concepto no hay una conceptuación de la renta, y la renta de la tierra simplemente es desconocida, a pesar de que los estudios que dieran origen a esta escuela se realizaran en países periféricos, incluido Uruguay, donde esta renta es la renta más buscada. Para esta escuela lo que importa es la búsqueda de rentas, un fenómeno de raíz política y subjetiva, consistente en la acción deliberada de lobby empresarial hacia el Estado, entorpecedora del normal funcionamiento del mercado y del Estado.

En segundo lugar, renta y búsqueda de rentas aparecen en nuestra investigación como fenómenos de raíz y motivación propiamente económica, pero vinculadas a la construcción social concreta de relaciones y formas de producción, de específicas relaciones sociales, culturales y de dominación por actores que se constituyen en un contexto histórico determinado.[12]

Este abordaje, nos ha permitido vincular dos fenómenos separadamente tratados por la literatura, superando al mismo tiempo el tratamiento por separado de economía, sociedad, política y Estado, que predomina en el abordaje disciplinario a que tiende nuestra academia, pues obedecería a un modelo preestablecido de buen funcionamiento de la economía y del Estado que nuestra investigación no confirma.

Esto nos permite empezar a plantear el problema de la búsqueda de rentas como fenómeno complejo y relevante que obstaculiza el desarrollo de Uruguay, lo que exige, a su vez, ubicar la investigación del comportamiento de las empresas en el modo de funcionamiento del sistema productivo uruguayo, en el que Estado e instituciones forman parte consustancial.

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