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OSOS, MASTODONTES Y MULITAS GIGANTES EN EL URUGUAY

 Publicado: 01/08/2018

La historia compartida entre los pastos y sus herbívoros


Por Claudia Rodríguez Fábregas


Los dinosaurios no comían pasto

Los pastos no son especialmente antiguos en la Tierra. En nuestro planeta, en el que viven animales vertebrados desde hace más de 500 millones de años y los dinosaurios lo habitaron desde hace unos 240 millones, los primeros registros fósiles de la presencia de pastos no se remontan más de 55 o 60 millones de años. Esto significa que los pastos aparecieron unos 5 a 10 millones de años después de la extinción de los dinosaurios.[1]

En esa época, la Tierra en su conjunto se caracterizaba por un clima cálido y húmedo, que favorecía el desarrollo de bosques. Los primeros pastos eran especies que crecían debajo de las copas de los árboles, en el sotobosque, y eran poco dominantes tanto en diversidad de especies como en abundancia. En esas condiciones se mantuvieron durante aproximadamente 30 millones de años, la mitad de su existencia, hasta que el clima en la tierra se fue haciendo más frío, árido y estacional, lo cual promovió una retracción de los bosques y la creación de espacios abiertos, libres de árboles. Estos espacios fueron rápidamente colonizados por los pastos y fue en este ambiente, más seco y luminoso, donde los pastos prosperaron y se diversificaron.



Los pastos y los pastizales

Los pastos (o gramíneas) conforman una familia de plantas de interés especialísimo para los humanos. La carne que consumimos proviene de animales domésticos que se crían con dietas compuestas total o parcialmente por gramíneas. Además, forman parte de esa familia especies tan fundamentales hoy en la dieta (y la economía) de la población humana como el arroz, el maíz, el trigo y otros cereales como la avena, la cebada, el centeno y sorgo.

Aun excluyendo las áreas cultivadas, cerca de un tercio de la superficie terrestre está cubierta por un tipo de vegetación donde los pastos son las especies dominantes. En estos ecosistemas, denominados pastizales, son escasos los árboles o arbustos, pero es sorprendentemente alta la diversidad de especies herbáceas (no leñosas). Los pastizales se distribuyen tanto en regiones tropicales como templadas, en climas caracterizados por precipitaciones anuales entre 250 y 1200 mm que normalmente presentan un período de sequía. Estos ecosistemas sustentan un grupo muy diverso de mamíferos herbívoros que se conoce como el “gremio de los pastadores terrestres”.[2] En el mundo moderno este grupo está integrado por especies como el bisonte, el rinoceronte, la cebra, el elefante, el hipopótamo, la llama y, más cerca de nosotros, la vaca, la oveja, el venado de campo, el carpincho o el caballo.

En Uruguay, la vegetación suele definirse por la negativa: un país sin árboles. Esta percepción es un reflejo de la realidad, ya que mientras los pastizales cubren cerca del 70% del territorio, los bosques están restringidos esencialmente a las márgenes de los ríos o a las sierras, ocupando el 3,6%. Esta dominancia de pastizales en nuestro territorio está determinada por el clima (aprox. 1200 mm de precipitación acumulada y 17,5°C de temperatura media anual). Junto a la Pampa argentina y los Campos de Rio Grande del Sur en Brasil, los pastizales uruguayos integran una de las áreas más extensas (más de 700.000 km²) de pastizales naturales templados del mundo, denominada “Pastizales del Rio de la Plata”.



Los asombrosos consumidores de pastos

Después de la extinción de los dinosaurios, fue el turno de la diversificación de los mamíferos. Escasos y pequeños mientras coexistieron con los dinosaurios, los mamíferos se encontraron con un ambiente libre de competidores y depredadores, que promovió la rápida multiplicación de sus especies. Los herbívoros asociados a los ecosistemas boscosos (“ramoneadores”) eran animales de pequeño y mediano porte que se alimentaban de hojas y frutos de árboles y arbustos. Con el cambio de las condiciones climáticas y ambientales, varios de estos mamíferos se extinguieron; pero simultáneamente se desarrolló, asociada a los pastizales, una fauna increíblemente diversa tanto en herbívoros (“pastadores”) como de carnívoros.[3]

Los mamíferos asociados a los pastizales conocieron un esplendor comparable al de los dinosaurios, con diversos ejemplares de gran rareza y tamaño. Muchos de ellos tenían una masa corporal superior a una tonelada (“megafauna”) y otros eran de gran tamaño, con pesos mayores a 45 kg. La evolución conjunta de los pastos con este grupo tan peculiar de animales fue interrumpida hace 8000 años (un suspiro en la historia del planeta) debido a la extinción de todos los megaherbívoros y del 80% de los grandes mamíferos. La causa de su extinción ha sido atribuida a cambios climáticos, epidemias y a la acción humana (puesto que el Homo sapiens llegó a convivir con esa fauna).



Un territorio uruguayo poblado por animales gigantes

Sudamérica no fue ajena a la presencia de estos mamíferos. Además, como estuvo aislada del resto de los continentes durante la mayor parte de la era Cenozoica (después de la extinción de los dinosaurios), la fauna sudamericana fue, durante millones de años, muy singular y diferente a la del resto del mundo, incluyendo perezosos, gliptodontes, ungulados y marsupiales. La insularidad de Sudamérica tuvo su fin cuando se estableció de forma permanente el Istmo de Panamá, hace 2,8 millones de años, que unió las Américas y fomentó el intercambio de vertebrados terrestres, fenómeno conocido como el “Gran Intercambio Biótico Americano”. A partir de la inmigración de los mamíferos de Norteamérica, la fauna sudamericana fue modificada en su composición y distribución, adquiriendo una diversidad fastuosa. Ella incluía grandes perezosos, llamas, caballos y mastodontes; otras especies similares a enormes mulitas, carpinchos, rinocerontes o camellos, y depredadores como los osos y el tigre dientes de sable. Esos animales fueron muy comunes en el territorio uruguayo y numerosos fósiles encontrados en nuestra región así lo atestiguan.

Las siguientes imágenes son sólo una muestra de los animales que un tiempo no tan lejano poblaron el territorio uruguayo.[4]




Scarritia robusta. Nombre común: Notoungulado. Pastador, vivió hace 20 millones de años.




Pronothrotherium mirabilis. Nombre común: Perezoso. Pastador, vivió hace 7 millones de años.




Josephoartigasia monesi. Nombre común: Roedor gigante. Pastador, vivió hace 4-2 (?) millones de años. a) Cabeza de J. monesi; b) Pacarana (D. branickii), roedor actual.




Glyptodon clavipes. Nombre común: Gliptodonte. Pastador, vivió entre 200.000 y 8.000 años atrás.




Megaterium americanum. Nombre común: Megaterio. Pastador, vivió entre 200.000 y 8.000 años atrás.




Toxodon platensis. Nombre común: Toxodonte. Pastador, vivió entre 200.000 y 8.000 años atrás.




Macrauchenia patachonica. Nombre común: Macrauquenia. Ramoneador, vivió entre 200.000 y 8.000 años atrás.




Stegomastodon platensis. Nombre común: “Mastodonte”. Ramoneador-pastador, vivió entre 200.000 y 8000 años atrás.




Smilodon populator. Nombre común: Tigre dientes de sable. Carnívoro, vivió entre 200. 000 y 8.000 años atrás.



¿Qué sucedió en Uruguay después de la extinción de la megafauna?

Luego de la extinción de los grandes herbívoros, los pastizales en Uruguay evolucionaron bajo intensidades de pastoreo desconocidas. Aparentemente el principal herbívoro era el venado de campo, que tiene un tamaño corporal medio (30-40 kg). Actualmente las poblaciones del venado de campo son pequeñas y fragmentadas, pero datos moleculares y registros históricos sugieren la existencia de poblaciones numerosas hasta el siglo XIX. El pastoreo por grandes mamíferos sólo fue restablecido después de la introducción del ganado doméstico por los españoles, hace un poco más de 400 años.

Es claro que el pastoreo actual en Uruguay presenta importantes diferencias con el pastoreo histórico, entre ellas: a) el bajo número de especies de herbívoros, las cuales solapan su dieta y consumen preferentemente las mismas especies, b) el alambrado de los campos, que no permite al ganado desplazarse a grandes distancias para seleccionar sitios más productivos, dejando en reposo áreas recientemente consumidas y c) las altas densidades de animales a las que mucha veces son sometidos los potreros, por encima de su capacidad de carga.

Este régimen de pastoreo induce cambios importantes en la estructura de los pastizales. El cambio más conspicuo es en el aspecto de la vegetación: mientras que en un pastizal pastoreado la vegetación está concentrada en los primeros 10 centímetros de altura, en un pastizal excluido al ganado la altura puede alcanzar el metro y medio. Esto se debe a que las especies de los sistemas pastoreados crecen de forma postrada, al ras del suelo, para evitar que los herbívoros puedan consumirlas. Por el contrario, en los sistemas en que se ha excluido al ganado, la vegetación está conformada básicamente por pastos erectos de mayor altura, buenos competidores por la luz pero con poca tolerancia a la acción de los herbívoros. En algunos casos, la altura de estas exclusiones puede superar el metro y medio debido a la presencia de arbustos (colectivamente denominados chircas o chilcas). La presencia de dos conjuntos de especies con diferente altura y diferentes habilidades para enfrentar a los herbívoros es típica de los sistemas sub-húmedos con una larga historia evolutiva de pastoreo. Por otro lado, se ha observado que el pastoreo moderado le confiere diversidad a los pastizales, ya que a través del consumo diferencial se impide que unas pocas especies acaparen todos los recursos y excluyan competitivamente a especies subordinadas.

A partir de estos antecedentes resulta prácticamente imposible imaginar los pastizales sin herbívoros. La identidad de estos sistemas está basada en la dominancia de los pastos en la comunidad vegetal, pero también en la presencia de una fauna asociada que los consume. A pesar de los cambios que genera, la ganadería extensiva con un manejo racional (con rotaciones, sin sobrepastoreo) es, dentro de las actividades productivas que se practican en los pastizales de Uruguay, la que más contribuye a su conservación. Esto se debe a que su práctica no implica la sustitución de la cobertura vegetal por otro tipo de cobertura, manteniendo básicamente sus funciones ecosistémicas. Además, porque la herbivoría por grandes mamíferos ha acompañado a los pastizales desde su origen (no sólo desde la introducción de ganado por los europeos), generando adaptaciones en las especies vegetales que les permiten lidiar con este tipo de perturbación. En un contexto mundial donde menos del 5% de los pastizales templados integran áreas protegidas (ostentan el triste récord de ser el tipo de vegetación más transformado y menos protegido a nivel mundial), el conocimiento de su historia evolutiva nos aporta pistas acerca de la mejor manera de conservarlos.



[1] Este último dato ha sido puesto en duda recientemente. En la India se encontraron restos de pastos en coprolitos (heces fósiles) de dinosaurios, lo que ubicaría el origen de las gramíneas unos millones de años antes y podría entonces suponerse que los dinosaurios “cenaron” pastos.

[2] Los pastadores se definen como mamíferos que se alimentan principalmente o exclusivamente (en más del 90%) de pastos u otras hierbas asociadas a los pastizales.

[3] El hábito de alimentarse de pastos promovió diversas adaptaciones morfológicas, entre las cuales la más llamativa es la evolución de dientes con coronas altas. Las láminas de las hojas de los pastos están impregnadas de pequeños corpúsculos de sílice (por eso muchas veces nos cortamos la piel cuando apenas rozamos sus hojas). Esto hace que una dieta a base de pastos provoque un desgaste muy rápido de los dientes. Los herbívoros pastadores (tanto extintos como actuales) poseen molares con coronas altas, que les permiten alimentarse durante toda su vida. Incluso algunos de ellos poseen dientes con crecimiento continuo.

[4] Todas las imágenes fueron extraídas del libro Fósiles del Uruguay (D. Perea (ed.), DIRAC, Facultad de Ciencias, 2011; ilustraciones: Gustavo Lecuona), excepto la de P. mirabilis que fue extraída de Cuencas sedimentarias de Uruguay (G. Veroslavsky y otros (eds.), DIRAC, Facultad de Ciencias, 2004) y la de J. monesi, que fue extraída de The largest fossil rodent (Rinderknetcht y Blanco, Proc. R. Soc. B, 2008). Se agradece especialmente el asesoramiento de Andrea Corona, del Departamento de Paleontología de la Facultad de Ciencias, en la selección de imágenes y el aporte de datos relativos a las especies de mamíferos. Los interesados en conocer más sobre esta fauna cuentan con diversas actividades. Sugerimos: 1) Visitar el local recientemente inaugurado del Museo de Historia Natural (Miguelete 1825, esq. Arenal Grande, ex-cárcel de Miguelete), donde se encuentran restos fósiles y reconstrucciones de algunos de estos organismos; 2) Leer los siguientes libros: el ya mencionado Fósiles del Uruguay, el libro de divulgación Hace sólo 10.000 años (R. Fariña, Fin de Siglo, 2009) y el libro para niños Megafauna (R. Fariña, M. Di Giacomo y M. Muyano, Fin de Siglo, 2010); y 3) Visitar la página web MEGAFAUNA 3d.

9 comentarios sobre “La historia compartida entre los pastos y sus herbívoros”

  1. Muy buen material, ayuda a imaginarnos como era nuestro país hace millones, miles y cientos de años y a como lo moldeo el diente de las vacas y ovejas en los últimos 400 años. Cuando se discutió lo de Aratirí o hoy lo de UPM, es bueno recordar la evolución de los paisajes, para no tener a los cambios

  2. El artículo está muy bien estructurado: destaca la relación entre las caracteríosticas del medio ambiente y la evolución de los seres vivos, en perma nente interacción. La evolución natural lleva a la consolidación de las poblaciones mejor adaptadas, de forma que en un momento cualquiera, encontramos especies que están en expansión conviviendo con otras que pueden estar en retracción. Es frecuente observar que los mejor adaptados se aprovechan de la convivencia con especies que les proveen de alimentos y de otras substancias. Ese aprovechamiento de otras especies no puede ser tan intenso que lleve a la extinción de los menos adaptados, ya que eso dejaría sin alimentos a las especies dominantes.
    La culminación de ese proceso de selección y evolución es la aparición del ser humano, que se caracteriza por su capacidad de pensar, que le permite encontrar formas de adaptación a condiciones ambientales diversas y eventualmente cambiantes.

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