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EL NUEVO LIBRO DE FABIÁN SEVERO

 Publicado: 05/08/2020

Dos lectores comparten sus impresiones


Por Álvaro Faedo y Miguel Millán Sequeira


De Álvaro Faedo:

Ya el hecho de comenzar estas líneas es un acto de atrevimiento absoluto. No soy crítico literario ni menos profesor de Literatura, digamos que apenas me considero un lector contumaz y, en este caso, me he dedicado a Fabián Severo y su último libro, Sepultura.[1]

En primer término, creo que, en esencia, Fabián Severo es un poeta.

Creo también que probablemente le guste don Nicanor Parra o pienso eso ahora, pues le caen de perlas unos versos del chileno incomparable: 

todo lo que se dice es poesía

todo lo que se escribe es prosa

todo lo que se mueve es poesía

todo lo que no cambia de lugar es prosa 

Sepultura es poesía “dicha” aunque esté escrita en prosa; lo que se mueve de un lado a otro de la línea fronteriza hacia Soledade es poesía, aunque Sepultura (en su prosa) no cambie de lugar.

¿Dónde queda Sepultura? 

En Artigas (Ortigas) aunque como el río no es el Cuareim ni el Yaguarón sino una mistura de ambos, puede bajar la línea fronteriza hacia el Sur y terminar en el Chuy.

En definitiva, es el paisaje en portuñol que, al menos en lo que conozco, antes de Fabián Severo no había ocupado en la página impresa -más allá de publicaciones previas- el lugar que le corresponde, y que se ganó a golpe de poesía.

Sobre el tema, recuerdo también algunos poemas y canciones (Caminito de tierras coloradas, Nenena) que tienen todo el aire y el paisaje del portuñol, pero dichas en castellano.

En la lectura de Sepultura, los hallazgos poéticos son constantes y, en cierto modo, los ves venir como un directo al plexo solar que, inevitablemente, te va a tumbar. En la mayoría de los casos, le dan cierre al capítulo, aunque no son capítulos sino interludios, en su acepción musical.

En Sepultura, el interludio es una composición breve en medio de las estrofas de una composición coral, y así funcionan las frases poéticas de Severo.

“la muerte es un día, el amor todos los días”

“ser viejo es no incontrar un paisaje”

“cuando yo era chico mi abuela tenía las mano de pan”

“cuando uno es joven el amor queda más cerca de la boca

Vayamos al libro.  

Tiene estructura de cuento largo o de novela corta. En todo caso, hay una historia, un relator, un desenlace, una alegoría. La cuestión es si el profundo lirismo de Fabián Severo puede mantener la tensión del relato en su extensión.

Me resultó el único resultado fallido en la empresa. Tal vez sea inevitable que Pedro Páramo nos venga a la cabeza, junto con su relación entre vivos y muertos como enlace natural.

No tengo ningún elemento para pensar que Severo se inspiró en Rulfo al escribir Sepultura, y si pensaba en el autor mexicano o lo admira. No es ningún pecado hacerlo, así es la historia entera de la literatura. Admirar a alguien y no poder desprenderse de su magia es algo natural, qué remedio.

Si eso llevara a la inacción, nadie hubiera escrito después de Cervantes o aquí, en el barrio, nadie debería cantar después de Gardel.

Simplemente me refiero a que la estructura poética tiene un metraje distinto.

Volviendo al principio: Fabián Severo es un poeta y de los buenos. Trajo un paisaje escrito (el portuñol) que ha sido una inmensa tarea, que parecía estaba reservada para él. Sin duda nos seguirá deleitando con sus hallazgos y quizá lo mejor que pueda hacer, si la leyera, es olvidarse de esta crítica.

Robándole la última frase de su libro le pido: “que lembre mis palabra, mucho mejor de lo que yo las dije”.

 

De Miguel Millán Sequeira:

Apareció este segundo libro de narrativa de Fabián Severo (Artigas, 1981), después de Viralata en 2017, Premio Nacional de Literatura de ese año. El escritor venía publicando poesía desde sus diecinueve años.

Su defensa y prédica a favor del idioma mixturado de la frontera norte del Uruguay no deja lugar a ninguna duda. El portuñol vive y se recrea en la prosa de Fabián Severo.

Con el amigo de tantos encuentros, Álvaro Faedo, nos propusimos leerlo en cuanto salió y se puso a la venta en las librerías de la ROdelÚ. Además, nos hicimos un desafío virtual, a cuenta de otras celebraciones futuras, realizar un ejercicio del criterio según el saber y entender de cada quien.

Una pequeña digresión: supe tener un profesor de dibujo, titiritero y artista plástico, Jaime Parés, el que, invariablemente, exclamaba haciéndose el ofendido cada vez que alguien le decía “maestro”: “¡Más maestro será usted!” 

¿Por qué esta digresión? Porque Álvaro aclara, en su “ejercicio del criterio” después de haber leído Sepultura, que él no es profesor de literatura -ni yo lo soy, por las dudas-, como pidiendo permiso para opinar. Somos lectores, que no es poco y se cotiza al alza en el mercado.

Y, en segundo lugar, tampoco quisiera que se me asocie con esa especie de maestros que aparecen en Sepultura.

En todo caso, somos tan lectores como un tal Milton Fornaro (Minas, Lavalleja, 1947), este sí con títulos y prestigio bien ganados en la literatura, a quien Fabián Severo le dedica su libro, o como la correctora Laura León, de Ediciones de La Canoa, responsable de la edición junto con el Banco Itaú.

Vía internet pude ver la ceremonia de presentación y lanzamiento del libro en la librería Escaramuza, el pasado 26 de mayo. Severo fue entrevistado en esa ocasión por el periodista Diego Barnabé y allí contó algunos entretelones de la elaboración del texto. Uno muy significativo justifica la dedicatoria exclusiva al profesor Fornaro: al parecer hay una primera versión, escrita en el habla mixturada de la frontera. Severo la envió (¿primer borrador?, ¿existirá todavía en los archivos digitales de Severo?) a Fornaro, recabando su opinión de maestro mayor y escritor consagrado, con décadas en el oficio. Él lo felicitó y alentó, para luego darle un consejo: debía reescribir todo en un lenguaje más cercano a la comprensión de los hispanohablantes del sur de la Banda Oriental.

La versión definitiva que leímos Álvaro Faedo y yo, y que pueden leer todos quienes se acerquen al texto revisado, está escrito para una relativamente fácil lectura, aunque nuestra lengua madre ni la segunda lengua sea el portugués. 

El texto, publicado es, en puridad, una recreación lingüística de Severo a partir de los sonidos maternos que guarda en su memoria no obstante llevar viviendo en el sur del sur más de la mitad de su vida adulta.

El narrador de la ficción es el espíritu de un viejo de Pueblo Sepultura. Su relato, en un monólogo sin respiro, se dirige a una interlocutora que ha vuelto a sus orígenes para recabar testimonios sobre la vida y la lucha de su abuelo, “el Yoni”.

El viejo contador es también un escuchador, una especie de médium al estilo de los ciegos de la antigua Grecia y se pasa todo el día oyendo las voces de los que ya no están, pero vivieron en Sepultura y ahora están allí enterrados.

La Tere, su mujer, el Toñito, su hijo, la Mildre, la vecina, al igual que el narrador, todos están muertos, pero hablan con el escuchador. 

El hallazgo de este narrador se lo debe Severo a su propia observación y a escuchar a los viejos de los pueblos. A los que viven de los tiempos idos y hablan de sus amigos muertos como si estuvieran acodados al mostrador junto a ellos. 

Quizás podríamos asociar la atmósfera de los espíritus conversadores en Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo (México, 1917-1986). Y el lenguaje de la frontera norte, el “bayano” como lo llamamos los de otros lugares, ya había aparecido en los relatos de Saúl Ibargoyen Islas (Montevideo,1930 - México, 2019), Fronteras de Joaquín Coluna (1975).

Fabián Severo es más persistente y constante, puesto que las palabras y el hálito mixturado de la frontera son recurrentes en su obra.

Justamente, hay dos ejes temáticos, que pueden ser uno solo: el parte-aguas que significó la llegada del poder autoritario al Pueblo Sepultura, imponiendo el idioma español primero y luego, cuando se da la resistencia encabezada por el Yoni -el abuelo de la apuntadora-, el muro de acero para separarlos de Soledade, el pueblo rico del otro lado.

Pero pasó lo que pasó… Vinieron a fortificar la escuela, a fabricar el muro, a descoser los país, a prohibir la vida de la muerte…” (p. 22)

Pasó que a las autoridades de la enseñanza pública intervenida se les ocurrió que el idioma español era el idioma nacional único y obligatorio dentro del territorio del Uruguay, entonces los niños de Pueblo Sepultura comenzaron a perder la virtud de escuchar:

¿Qué ganas van a tener de escuchar, si pasan la infancia aturdido por las maestra que prohíben?” (p. 67). “Si nuestros hijo dejan de tener oído, ¿para quién van cantar los pájaro mañana?” (p. 68).

Lo que no entienden autoridades y maestras de este tipo es que “La muerte tiene las mano muy corta como para taparnos las oreja” (p. 68).

Cuando llegó la escuela pública, laica, gratuita y obligatoria a Sepultura, ellos creyeron que iban a poder escuchar más, que el mundo se les iba a abrir para oír a todos los pueblos del mundo, pero no fue así. “La escuela abrió sus puerta y nos tragó” (p. 85). Por eso salió el Yoni a organizar la resistencia, empezó por pintar en los muros consignas contra la escuela: “El mundo es más grande que los mapa” (p. 79), y terminó incendiando la escuela.

La profesora y lingüista de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República (UdelaR), Graciela Barrios, redactó y publicó un texto que aproxima una explicación de tanto desencuentro entre la escuela vareliana y los habitantes de la frontera norte del Uruguay.[2]

De la lectura del texto de G. Barrios queda claro que hubo una confabulación entre las autoridades militares, los inspectores y los miembros del Consejo de Enseñanza Primaria, puestos a dedo por los militares luego de haberlo intervenido, con la Academia Nacional de Letras, que no se encontraba intervenida y cuyos integrantes no habían sido designados pero fueron genuflexos.

Hubo un Congreso Nacional de Inspectores Departamentales de Educación Primaria en agosto de 1978, de donde salió la directiva de enseñar en idioma español como única lengua autorizada en todo el ámbito de la enseñanza primaria pública de la frontera. En 1982 se lanzó una campaña nacional de alfabetización en español, impulsada por el Ministerio de Educación y Cultura. La Dra. Lombardo de Betolaza y el Gral. Medina unidos en semejante cruzada.

Por el contrario, el Departamento de Lingüística de la Facultad de Humanidades de la UdelaR venía estudiando el fenómeno desde 1959. El lingüista José Pedro Rona primero; más adelante, en 1967 y 1981, Luis Behares, Adolfo Elizaincín y la propia Barrios tratan en profundidad el tema del portugués en la zona fronteriza, la situación de bilingüismo y diglosia, llegando a la conclusión: 

“[…] no se trata de una influencia del portugués sobre el castellano (ya que no había aquí población hispánica antes de la llegada y establecimiento de los brasileños) sino al revés, de la influencia del castellano sobre una base portuguesa” (G. Barrios, ibidem).

Citando a Behares, Barrios recuerda que la diglosia en toda la frontera norte, que abarca desde Artigas, Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, hasta el Chuy, tiene dos matrices, una la de las clases bajas “caracterizada por la presencia de un dialecto del portugués como lengua primaria y el español estándar como lengua superpuesta”, y otra la de las clases media y alta “caracterizada por el español como primera lengua y el portugués como lengua secundaria”.

Nada de estos estudios específicos y especializados fue tomado en cuenta por aquellas autoridades cívicas y militares de la dictadura, pero tampoco por las autoridades democráticas en el programa del Ministerio de Desarrollo Social “En el país de Varela yo sí puedo”, en el que se enarboló un discurso nacionalista y purista, ni por la Ley de Educación de 2008, en la que se acepta la diversidad pero en el marco de la cultura letrada y del Estado nacional (G. Barrios, ibidem).

Otro día, las maestras decretaron que para ir en el baño, había que pedir permiso en español. La hija de la Sonia se miyó en la ropa porque solo sabía pedir permiso usando los sonido de su casa, y las maestra, no dejaron ella ir en el baño” (p. 96).

Creo que no habría que agregar ningún ejemplo más para comprender de donde parte la causa de Fabián Severo, dónde está la raíz del asunto y las motivaciones para enarbolar el habla mixturada como una adarga bajo el brazo desfaciendo entuertos.

Pero hay otro centro de interés, el Yaguareim, donde se cruzan lingüísticamente el Yaguarón y el Cuareim. “Despós, cuando el Yaguareim se fue muriendo de sed, los bote impezaron a respar el fondo. Un día apareció un pedazo de la espalda del río, y despós, el esqueleto entero fue quedando afuera, sequinho, como una víbora de balastro” (p. 131).

La civilización, el progreso, las fábricas, siempre del otro lado del muro, en Soledade, donde viven los ricos -según el relato del narrador-, van produciendo la extinción del Yaguareim. En la trama del relato hay dos desaparecidos: el Yoni, por rebelde, por encabezar la resistencia ante el avasallamiento de la lengua mixturada por parte de la escuela, y el río, que se va secando contaminado por el progreso.

Y cierro con el final del libro: “¡Ah, m´hija! Perdone esta lengua que se tuerce das gana que tiene de historiar. Ya estoy por cerrarme, poner la tapa arriba. Cuando usted se vaya, cuando vuelva en las raíz de onde vino, cuando cierre la última página de mi voz, le pido que lembre mis palabra, mucho mejor de lo que yo las dije” (p. 140).

Un comentario sobre “Dos lectores comparten sus impresiones”

  1. soy lectora diria de todo libro que cae en mis manos, siempre preferi las policiales, desde el 7º.Circulo a los autores nordicos que descubri en el exilio,Pero antes, en la lejana epoca liceal tuve excelentes profesores de Literatura en Artigas que me guiaron a apreciar la Lectura. A mi regreso a la patria, bayana vieja,descubro a Fabian,y de puro cararrota me apunto para hacer con el un taller literario, por entusiasta,porque el portuñol era el idioma de mi infancia,porque mi abuela viviò 70 años en Uruguay y nunca aprendiò español, porque la frontera viaja con uno por lejos que uno vaya y la reencontrè en los libros de Fabian Severo.- Las dos crìticas me parecen muy buenas, excelentes, que Severo es un poeta, no hay duda alguna, en Fabian tres palabras juntas logran ser poesia. leo y releo Viralata y Sepultura y cada vez encuentro algo nuevo. Gracias a los crìticos por explicarme algo nuevo ya Fabian por su quehacer.

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