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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 43 (ABRIL DE 2012). REINALDO ARENAS Y ÁNGEL RAMA

 Publicado: 01/03/2023

El perseguido como perseguidor


Por Rosario Peyrou


En el número 41 de Vadenuevo se publica una nota de Miguel Millán Sequeira a propósito de Reinaldo Arenas. Comparto con el autor la valoración de la obra literaria de Arenas, más allá de algunas imprecisiones de escasa importancia en las que incurre en su nota. Esos detalles no me habrían llevado a escribir estas líneas, si no sintiera ante lo escrito por Millán la necesidad de agregar información al lector de Vadenuevo sobre la persona de Arenas en un episodio desgraciado que tiene relación con la historia cultural uruguaya. Porque Reinaldo Arenas (o “Reynaldo”, “como le gustaba que escribieran su nombre, y al acortarlo la amistad lo convertía en rey”, dice Cabrera Infante), tuvo bastante que ver en un episodio determinante en la vida de Ángel Rama, que había sido su editor y uno de sus primeros críticos fuera de la isla.

Rama y Reinaldo Arenas se conocieron personalmente en La Habana en 1969, cuando Arenas le entregó los originales de un libro de cuentos que no le querían publicar en Cuba, según narrara Rama años después. El libro fue publicado en Uruguay en 1972, en la editorial Arca, con el título Con los ojos cerrados (Arenas lo publicaría después como Termina el desfile, en 1981). Aunque no volvieron a verse, ambos escritores mantuvieron una relación epistolar a raíz de los artículos que Rama escribiera sobre la obra del cubano, y porque lo eligió para representar a Cuba en la selección de los veinte Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha que publicara en México, en 1981.

Según consigna en su Diario (Montevideo, Trilce, 2001 p. 131), Ángel se alarmó cuando supo que Arenas estaba preso en Cuba acusado de corrupción de menores, y en el momento de su liberación celebró la noticia y quiso creer que podía ser un síntoma de apertura en la isla: “Estas noticias de Norberto [Fuentes] y Reinaldo [Arenas], me han alegrado: eran los jóvenes mejores hace una década. ¡Ojalá todavía tengan tiempo para demostrar creativamente su talento!”.

En 1980, cuando Arenas fue expulsado de Cuba en el Mariel, Ángel publicó una nota en El Universal de Caracas (20 de julio de 1980) y en Unomasuno de México (26 de julio de 1980) dándole la bienvenida y reprochándole al gobierno cubano esa decisión. “No se necesita ser adivino para saber que en pocos años será un gran escritor internacional. Más de una vez he escrito diciendo que él, junto con Norberto Fuentes, son los dos mejores narradores que ha dado la Revolución cubana, un juicio que se basa en su soberana competencia artística como en su capacidad para traducir existencialmente, verídicamente, el clima revolucionario, el fragor, el desgarramiento, la intensidad, la autenticidad de una experiencia que ha puesto en vilo a toda una sociedad llevándola hasta el paroxismo”.

Luego de hacer el recuento de los libros de Arenas posteriores a El mundo alucinante, escribía: “Nada de eso se publicó en Cuba y será algún día motivo de vergüenza para los escritores de turno”. Y agregaba: “El conflicto con Arenas no pertenece a la órbita política, sino indirectamente: como en el caso de Pasolini, es moral y, aun peor, mojigato”. (El Universal, Caracas, 20 de julio de 1980).

Poco después apadrinó a Reinaldo Arenas como candidato para una beca Guggenheim. Todavía en 1982 le envió su artículo “Reinaldo Arenas en la zarza ardiente” que iba a publicarse unos días después.

Para esos entonces, la situación de Ángel Rama en Estados Unidos había comenzado a enrarecerse. Él y Marta Traba habían llegado a Washington -después de ocho años de exilio venezolano- porque Ángel había sido contratado como profesor titular de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Maryland. Pero en julio de 1982, el Servicio de Inmigración resolvió negar la visa de residencia que en nombre de Rama había gestionado la Universidad de Maryland, basándose en una ley del período maccarthista -la MacCarren-Walter- y en información “confidencial” proporcionada por la dictadura uruguaya. Consideraban a Ángel bajo el código 212 (d) (3) (A) (28) -lo que el semanario The Nation llamó “Trampa 28” -es decir, “subversivo comunista”-. Al instante se levantaron protestas de la Latin American Studies Asociation, del Pen Club, de la Authors League of America, y varios medios de prensa como The Sun, The Village Voice y The Washington Post. La noticia de la inminente expulsión de Rama y de Marta Traba movilizó a muchos escritores y figuras políticas: Belisario Betancur, presidente de Colombia, Carlos Andrés Pérez, expresidente de Venezuela, el dramaturgo Arthur Miller, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez, entre otros, denunciaron la medida del gobierno y salieron en defensa de Rama.

Seguramente para asombro de Rama, en el otro extremo, Reinaldo Arenas salió al ruedo con una serie de artículos calumniosos apoyando la decisión del Servicio de Inmigración y acusando a Ángel de haber firmado declaraciones antiimperialistas en la revista Casa de las Américas, y haber tenido “un pasado pro-comunista, un pasado subversivo, una serie de manifiestos terroristas a favor de la violencia y del crimen, un contubernio al parecer muy estrecho con el fascismo de Fidel Castro”, de buscar “la destrucción de los Estados Unidos” y proclamar “una revolución marxista continental liderada por Cuba”.

Arremetiendo contra las organizaciones que apoyaban a Rama, dice que en Estados Unidos “se ha exiliado casi toda la izquierda latinoamericana, y donde pululan ingenuas y flamantes organizaciones pagadas con los fondos del Estado (es decir con el trabajo de los obreros norteamericanos) que están dispuestas a mantener a una inmensa caterva de ‘intelectuales’ supuestamente liberales y progresistas porque con la misma pasión con que aborrecen el fascismo de Hitler (que ya no paga) ensalzan el criminal fascismo de la Unión Soviética y sus satélites” (“Angel Rama, ‘Subversive agent’” y “Una rama entre la delincuencia y el cinismo”, en Noticias de Arte, New York, octubre de 1982). Terminaba su segundo artículo con la siguiente pregunta: “¿Tiene o no razón el Departamento de Estado Norteamericano al negarle la residencia a Ángel Rama, declarándolo un agente subversivo?”.

Al propio Rama debe haberle sido muy difícil encontrar una explicación para semejante campaña, y lo atribuyó a “una tendencia autodestructiva” (“Las malandanzas de Reinaldo Arenas”, Unomásuno, 23 de octubre de 1982). En un artículo de Brecha (del 18 de mayo de 2001), Álvaro Barros-Lémez aventura la tesis de que Arenas se sintió perjudicado en sus intereses cuando Rama escribió que había sido arrojado de Cuba por el puerto de Mariel, cuando a él le interesaba presentarse como habiendo “huido del comunismo” “para lograr ciertos apoyos oficiales”. En ese caso -dice Barros-Lémez- al “desprestigiar a Rama y calificarlo como ‘agente castrista’, Arenas -con el permanente apoyo de Rodríguez Monegal- logró el padrinazgo de otro exiliado cubano que actuaba como asesor de seguridad en la Casa Blanca del gobierno Reagan: Roger Fountain, nacido en Cuba como Rogelio Fuentes”. Sea o no cierta esa conjetura, el episodio en el que este perseguido se convierte en perseguidor es digno de ser conocido. Por cierto, no rebajará un ápice el valor literario de su obra, pero, al menos a mí, me hace dudar de la calidad de su persona. Y sin duda, asuntos como este integrarán la peor historia del exilio latinoamericano de esos años.

Ángel Rama y Marta Traba salieron de Estados Unidos en febrero de 1983 y se instalaron en París, donde Ángel fue contratado en la École Pratique de Hautes Études, y donde planeaba seguir trabajando en sus estudios sobre el mundo novohispano y sobre las relaciones entre los intelectuales y el poder. Pocos meses después, cuando se dirigía a Bogotá con Marta para participar en el Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, invitado por el presidente Belisario Betancur -a quien sentían que debían agradecer su intervención cuando la expulsión de Estados Unidos-, el avión -en el que viajaban también Manuel Scorza y Jorge Ibargüegoitia- se estrelló en Mejorada del Campo, cerca de Madrid. No hubo sobrevivientes.

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