Compartir
VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 9 (JUNIO DE 2009). IN MEMORIAM. MACUNAÍMA (1951-2020)
La muerte es poca cosa para tanta poesía
Por Macunaíma
2009 será recordado como el año en que la muerte intentó acabar inútilmente con la poesía, llevándose a Salvador Bécquer Puig, Idea Vilariño, Rolando Faget y Mario Benedetti.
Los dientes del olvido, primo hermano de la huesuda, pueden acabar con muchas cosas: un secreto insondable, un amor para siempre, una miss universo, un goleador implacable, etcétera, excepto con la poesía.
Salvador Bécquer Puig, nació el 9 de enero de 1939 (fecha inolvidable para mí, ya que era el día del cumpleaños de mi madre) "y agarró y se murió", como bien hubiera dicho su amigo Julio César Castro, el 3 de marzo, a pocos días de la fecha de nacimiento de su amigo más íntimo, Alfredo Zitarrosa.
Bécquer, antes de salir de gira eterna como dicen los actores, fue periodista y locutor, uno de los más excepcionales de su generación, crítico literario en el semanario Marcha de Carlos Quijano y un enorme y refinado poeta.
A consecuencia del cáncer que lo aquejaba, muchos meses antes de su fallecimiento, había circulado la noticia de su muerte por internet.
“Me avisan que murió Salvador Puig”, anunció alguno y la noticia fue como un cross a la mandíbula, de modo que cuando cayó el anuncio real y definitivo de su muerte ya la habíamos previamente llorado.
Dejó libros de imprescindible lectura: La luz entre nosotros (1963), Apalabrar (1980), Lugar a dudas (1984), Si tuviera que apostar (1992), Por así decirlo (2000), En un lugar o en otro (2003) y Escritorio (2006).
¿es posible?
es posible el infarto cerebral
el cáncer de pulmón
la hora final
la mejoría precaria
la mejoría
¿es posible?
el poeta enreda su error en la Internet
desesperada
“¿qué decir? ¿soñar con un milagro? sueño pues”
¿es posible?
es posible la inexactitud del texto
para nosotros despalabrados
como la muerte ficcionada
el error del poeta sobre el poeta
salvador
Bécquer Puig
por él lloraría
lloraríamos Montevideo
una ciudad con mujeres con ojos
color tupí.
Idea Vilariño, poeta, crítica literaria, compositora de canciones, traductora, profesora de literatura, nació en Montevideo el 18 de agosto de 1920 y antes de los 30 años era ya ampliamente conocida como una de las voces poéticas uruguayas. Sin embargo, terca y férreamente, Idea se negaba, para penurias de sus editores, a promocionar su nombre y sus obras, incluso rechazaba entrevistas y reportajes.
Es por eso excepcional la entrevista concedida a Rosario Peyrou y Pablo Rocca en 1997, ya que Idea se resistió siempre a comentar sus poemas o a escribir sobre su obra poética.
No menos excepcional es el documental de Mario Jacob, basado precisamente en aquellas entrevistas de Peyrou y Rocca, en la que la poeta aborda una diversidad de temas y asuntos, incluso su relación con Juan Carlos Onetti.
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a sabe
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
El 28 de abril, Idea Vilariño, una de las mayores voces poéticas uruguayas e hispanoamericanas, falleció en Montevideo a los 89 años.
Deja el recuerdo vivo de sus clases en el IAVA, en la que este cronista tuvo el privilegio de ser su alumno, la poesía ineludible de La suplicante, Poemas de amor, Nocturnos y Poesía.
Rolando Faget, nacido en Montevideo el 10 de octubre de 1941, escritor, periodista, editor, animador cultural, fue un entrañable personaje y poeta montevideano. Decía: “Estoy hecho de cemento / y lo celebro”.
Con más de una decena de libros publicados, Rolando fue un poeta verdadero y un hombre de su tiempo, comprometido “con poemas civiles / de esquinas y banderas”.
En Montevideo, y en plena dictadura, antes de su exilio en Barcelona, fue el promotor y director de Ediciones de la Balanza (años 1975 a 1978), donde editó aproximadamente quince o dieciséis libros de real valía, con poetas de la talla de Rafael Courtoisie, Tatiana Oroño, Juan Carlos Macedo, Hugo Fontana, entre otras voces, incluyendo un tomo del propio Faget.
Fue un amigo y un compañero de inclaudicable solidaridad y afecto; en los momentos más difíciles de represión y espanto, solía recordarnos su verso:
Aunque la luz
parezca demorarse
siempre es puntual sobre el río marrón.
Falleció en Montevideo, el 4 de mayo.
Mario Benedetti cierra una lista de pérdidas (¿pérdidas?) de aquellos que no requieren de la tecnología GPS para orientar su corazón, de los que están más interesados en la luz de los atardeceres que en las fluctuaciones del Índice Down Jones.
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia nació en Santa Isabel de Pasos de los Toros de 14 de setiembre de 1920, fue poeta, narrador y ensayista con una prolífica obra de más de 80 libros traducidos a más de 20 idiomas.
Es el autor uruguayo más conocido en todas las latitudes, cantado, leído y admirado por millones de seres humanos, cuya presión hizo que la muerte del poeta ocupara lugares destacados en todos los noticieros del mundo, generalmente ocupados en las crónicas rojas y las frivolidades.
Duele, y dolerá, su ausencia.
Porque Benedetti nos enseñó, con el hombre y el poeta que lo habitaban, que no hay pecado mayor en esta vida que traicionar o traicionarse.
Asunto que no es lo mismo, pero que es igual.
“Irse dos años después de Luz, es demasiado tiempo”, podría haber dicho Mario con aquel irónico sentido del humor que tenía.
A él lo dejaba muy mal el fallecimiento de amigos y familiares, pasaba días y días entristecido, casi convertido en otra persona, como decía su esposa Luz, ya que le costaba mucho superar esas cosas.
Desde Barcelona, el poeta Héctor Rosales me escribía:
“Cuando murió Luz en el 2006 imaginé con terrible claridad las consecuencias. En abril del año siguiente visité a Mario en Montevideo. El entrañable poeta conservaba intactas su calidez y generosidad, incluso retazos de su buen humor, pero en él ya habitaba, definitivamente, aquella «otra persona» que mencionara Luz, un hombre extenuado de luchar contra las despedidas, muy en particular esta última, insuperable.
-Fueron 62 años de matrimonio bien avenido, me comentó, temblándole un intento de media sonrisa bajo aquel bigote blanco. Estaba todo dicho”.
El 17 de mayo, Mario también se fue y nosotros comenzamos a nostalgiar, porque será difícil que del otro lado nos lleguen cartas, poemas, análisis críticos o un artículo periodístico bienhumorado.
Algún parricida, como el célebre tomador de pichí ante las cámaras de TV, alguna emisora, que se proclama “imprescindible”, con su sardónica y olímpica indiferencia ante la muerte de Benedetti nos hicieron sentir, por un instante, que la ausencia de Mario era irreparable.
Pero bastará que, aquellos que lo sobrevivimos, tomemos algunos versos suyos, para sentir a Benedetti con nosotros todo lo que nos resta del camino.