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LA COBERTURA EDUCATIVA EN EL NIVEL MEDIO

 Publicado: 02/05/2018

Sólo superamos a Guatemala


Por Marcos Panucci


Un estudio reciente sobre la tasa de cobertura educativa en el nivel medio de enseñanza (un 46%) deja mal parado a Uruguay. En América Latina estamos entre los países donde dicho guarismo es más bajo, apenas un poco mejor que Guatemala. El estudio no hace más que confirmar una realidad con la que nos topamos a diario y que ha sido comentada en más de una oportunidad. Junto a los resultados obtenidos por los adolescentes uruguayos en las pruebas PISA es el dato más relevante para la interpelación al sistema educativo del país.

Para los que se aferran a un punto de vista que en última instancia busca mantener la situación incambiada, las pruebas PISA dan resultados distorsionados debido a la estructura de los cuestionarios; pero los datos sobre la cobertura en los niveles de enseñanza no pueden ser disimulados por ninguna retórica conservadora. Se trata de un porcentaje desalentador que debe ser revertido cuanto antes, pues seguir sin hacer nada sólo puede llevar a un empeoramiento de la situación.

El dato mencionado, por otra parte, debiera incitar a la promoción de cambios en más de un sentido, pero la creación de una Universidad de la Educación es sin duda una urgencia. En el fracaso de la implementación de dicha universidad han jugado diversos factores que luego analizaremos.

Antes de entrar en otras consideraciones es bueno releer la realidad, con sus fortalezas y sus debilidades.

Entre los elementos positivos hay que considerar otro guarismo, que se contrapone fuertemente con la deserción en secundaria: la cobertura en materia de educación inicial (3 a 5 años) nos coloca a la cabeza de América Latina e incluso superamos a varios de los países llamados desarrollados. La cobertura a nivel de enseñanza primaria (6 a 12 años) es del 100% y todos los docentes tienen un título habilitante expedido por los institutos de Magisterio o equivalentes. Si bien en sus orígenes la enseñanza secundaria residía en las capitales departamentales, hace tiempo que esa realidad fue superada y hoy la cobertura en materia de oportunidades territoriales es, gracias a un esfuerzo de inversión en infraestructura no despreciable, mucho más amplia que en las primeras décadas del siglo XX.

Son varias las debilidades que presenta la educación en el país y hacer un inventario exhaustivo de las mismas nos obliga a repetir consideraciones ya realizadas en otros artículos dedicados al tema. En todo este tiempo de discusión sobre la enseñanza no ha sido posible encontrar la fórmula que asegure, al mismo tiempo, una adecuada coordinación de los diferentes segmentos del sistema educativo con la autonomía técnica de cada uno de ellos. La estructura cogobernada de los Consejos desconcentrados no es algo que contribuya demasiado a elaborar propuestas interesantes, a poner en marcha los planes que mal que bien terminan por aprobarse e incluso a enriquecer el debate. La constante pugna de intereses corporativos intoxica todos los aspectos de la elaboración y la gestión. La existencia del CODICEN como organismo coordinador de sólo una parte del sistema no hace más que burocratizar toda iniciativa tornándola inviable en la práctica.

El hecho que dispara estas reflexiones –las cifras de cobertura a nivel de enseñanza secundaria que nos colocan casi en último lugar en América Latina– es a mi juicio apenas un síntoma de la disfuncionalidad del sistema. Me encuentro entre quienes consideran que los principales problemas no están concentrados únicamente en la enseñanza secundaria. Hay quienes afirman que los planes de la enseñanza primaria no tienen en cuenta el futuro del mercado laboral, cuya evolución nadie conoce. Pero es de sentido común que el aprendizaje de la lectoescritura y la matemática será siempre imprescindible para afrontar cualquier cambio que sobrevenga. Y en esos rubros la educación primaria presenta notorias carencias. Carencias que la educación secundaria, sea en los liceos o en la UTU, no es capaz de revertir, al menos a nivel público. La progresiva privatización de la enseñanza, tanto en primaria como en secundaria, tampoco ha resuelto esos problemas fundamentales, lo que resulta lógico si se tiene en cuenta que el personal docente es el mismo, independientemente de si la institución es pública o privada. El éxito de las instituciones de nivel secundario instaladas en barrios de contexto crítico y financiadas por empresas privadas demuestra que es posible revertir la tendencia al abandono de los estudios. La crítica a estas instituciones se basa en que llevan a cabo una selección del alumnado. Pues bien, dicha selección nos permite visualizar que quienes son seleccionados son aquellos alumnos que han logrado aprovechar las fortalezas que todavía se mantienen a nivel de primaria. El fracaso de los que no logran ser seleccionado es una medida de las fallas del sistema.

La alarmante deserción que se registra a nivel secundario ha sido explicada con un señalamiento al menos discutible. Se ha argumentado que el origen de nuestra enseñanza secundaria estuvo ligado al objetivo exclusivo de ingresar a la Universidad. Es, a mi juicio, una explicación al menos parcial. En las décadas del 50 y 60 quienes cursaban secundaria y no lograban ingresar a la Universidad no estaban necesariamente condenados a ser desocupados o a obtener empleos de menor calidad.

Otra explicación se fundamenta en la pérdida de la sinergia educativa entre la familia y la institución secundaria. Según esta tesis muchas familias han perdido la valoración que merece proporcionarles a sus hijos una educación de calidad. Si bien algo de eso existe, el argumento se parece más a una excusa que a una explicación.

Como ha sido señalado ya en un artículo publicado en vadenuevo, no se puede esperar demasiado de los resultados que pueda arrojar el nuevo Congreso de la Educación. El documento elaborado para iniciar los debates comienza con una pregunta insólita: “¿Somos o no somos?” Recorriendo el texto de marras se percibe que no se trata de una duda hamletiana en plural sino que predomina la idea de dejar todo incambiado. Sin ir más lejos la creación de la Universidad de la Educación se menciona al pasar, sin jerarquizarla como sería de esperar, en especial si se tiene en cuenta que su creación fue expresamente recomendada por el anterior Congreso dedicado a los temas educativos.

Ahora bien, ¿cuáles son las trabas que han impedido la concreción de la radical transformación de la formación docente? Existe una vieja pugna entre la Universidad de la República y los institutos de formación docente, especialmente en relación al Instituto de Profesores Artigas (IPA). Por un lado las sucesivas autoridades del IPA han sido muy cuidadosas a la hora de seleccionar su personal docente a los efectos de evitar que a sus filas ingresen profesionales provenientes de la Universidad de la República. Es tradicional, por otra parte, el déficit de aspirantes a ingresar como profesores en las llamadas materias duras: matemáticas, física y química, lo que constituye un serio problema en la formación de los alumnos. Por su lado la Universidad de la República ha sido renuente a incluir, en la mayoría de las disciplinas, materias relacionadas con las Ciencias Pedagógicas, lo que dificulta su inserción en la enseñanza secundaria. La estructura académica de la carrera en Ciencias de la Educación ha sufrido numerosos avatares, pero en líneas generales carece de la jerarquía académica que podría ayudar a solucionar muchos problemas de formación.

Más allá de estos desencuentros institucionales existen dificultades de muy variada índole. Ingresar a un sistema donde lo regular es tener que dictar 40 horas o más de clases semanales no es muy atractivo. Es, más bien, un ejercicio de masoquismo. Bueno es señalar, de paso, que la agobiante dedicación horaria, ligada al nivel salarial de los docenes, es otro de los cambios fundamentales a procesar.

Lo cierto es que si en la próxima rendición de cuentas se logra acercar el presupuesto disponible para la educación al 6% tantas veces reclamado, gran parte del incremento debería ser invertido en la creación de una nueva estructura educativa que otorgue jerarquía universitaria a sus egresados. Al mismo tiempo se debieran facilitar los mecanismos idóneos para recalificar a los actuales docentes interesados en alcanzar un título universitario, lo que necesariamente debe pasar por su formación en materia de investigación pedagógica. Es posible que en el primer intento no se logre cumplir con todos los objetivos planteados, pero sería al menos el comienzo de algo capaz de ir madurando con el tiempo hasta lograr mejores resultados.

Definir el perfil de un buen docente no parece difícil: es alguien que conozca a fondo la materia que enseña, alguien a quien le guste enseñar y alguien que teniendo ambas cualidades posea los instrumentos adecuados para motivar a sus alumnos.

2 comentarios sobre “Sólo superamos a Guatemala”

  1. atrayente el convite a comentar …..semi analfa en estos temas (primaria completa y u.t.u.nocturna, donde me hicieron tornero mecanico) ya de grande atesoro en la memoria agradeciendo a maestr@s y profes que tuve.¨voto verde¨´con aplausos por la Universidad de la educación.

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