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NICOLÁS GRAB. IN MEMORIAM
Por mis tiempos de secretaria de Nicolás Grab
Por Raquel Barreira
RAQUEL LLEGA AL ESTUDIO DEL DR. NICOLÁS GRAB. ESCENARIO.
Creo que entré a trabajar en el estudio de los doctores Nicolás Grab y Gualberto Trelles alrededor de 1970, a través de un amigo común. Era un trabajo parcial: yo era secretaria del Prof. Luis Prego Silva, jefe del Departamento de Psiquiatría Infantil del Hospital Pedro Visca. Durante algunos años compartí ambos mundos, desde recorrer juzgados civiles -Trelles y Grab eran socios asesorando a trabajadores y sus sindicatos- hasta la organización de algunos congresos médicos.
Tenían su estudio en la calle Misiones, una vieja casona cuyo acentuado deterioro no borraba totalmente la magnificencia con la que sin duda nació, como lo pude comprobar personalmente varias décadas después cuando la visité, ya reciclada. Era una casa enorme que alquilaba Antonio Bonfiglio, escribano que tenía a su cargo todos los asuntos del Partido Comunista; él subalquilaba las habitaciones a varios profesionales, todos del Partido Comunista; recuerdo allí solo a una escribana que no lo era.
En aquella casa imponente, todo estaba deteriorado o roto; incluso se mantenían los jirones de un enorme toldo que en algún tiempo protegía de la luz de la gran claraboya que iluminaba el primer piso. Recuerdo todo como un ambiente dantesco. Un ambiente, sin embargo, muy animado siempre por mucha gente que consultaba. Bonfiglio ocupaba toda la planta baja; el estudio de Grab estaba en el primer piso y se accedía a través de una hermosa escalera de mármol, curvada y elegante: una amplia habitación con dos grandes puerta-ventanas y un balcón sobre Misiones. La habitación tenía lo que habría sido un magnífico piso de parquet de roble, con dibujos formados por pequeñas piezas; las maderas se soltaban y despegaban cada día, y yo las fui juntando en bolsas, guardándolas en los placares adosados al lambriz de la pared. Décadas después, cuando vi la magnífica reconstrucción que hicieron de la casa, me sentí muy feliz de ver que habían reciclado ese piso.
RAQUEL SE TRANSFORMA EN SECRETARIA/PROCURADORA.
Recuerdo a Trelles dándome elementales instrucciones para que yo controlara los expedientes en los juzgados de trabajo. Eso, más mi facilidad para relacionarme cordialmente con los empleados judiciales, me transformó en una hábil gestora, capaz de adelantar trámites, sacar adelante los asuntos y destrancar expedientes. Además, yo debía concurrir lunes, miércoles y viernes, a partir de las 17 hs. al estudio para atender durante las consultas. Fundamentalmente, de trabajadores despedidos y muchos dirigentes sindicales.
Grab y Trelles, que además de socios eran muy viejos amigos, decidieron separarse profesionalmente. Trelles se fue, Grab se quedó en el lugar, y yo quedo como su secretaria. Los tiempos empeoraban rápidamente y aumentaba la preocupación por la concentración de comunistas en el lugar; no sé quiénes, pero los que analizaban la situación allí resolvieron que lo mejor era NO CAMBIAR ABSOLUTAMENTE NADA; cualquier cambio LEVANTARÍA SOSPECHAS. Es así que seguimos todos en la concentración comunista, cumpliendo todos juntos los horarios y las rutinas habituales, a pesar de la situación.
Fue en ese contexto que Nicolás decidió incorporar a otro abogado: Anuar Francés, quien aún no se había recibido; al poco tiempo daría su último examen. Era alumno de Grab y lo eligió por su inteligencia (demostrada tiempo después) y porque estaba identificado con el Partido Nacional... ¡Ya éramos dos en ese lugar que no éramos comunistas!
SOBREVIVENCIA DEL ESTUDIO DE NICOLÁS GRAB.
Lo previsible aconteció: se llevaron detenido a Bonfiglio y dejaron su amplio estudio en la planta baja ocupado con militares. Ahora la gran puerta de entrada quedaba cerrada y nuestra rutina cambió un poco: al llegar golpeábamos la puerta, se entreabría, salía un fusil y detrás el soldadito que lo sostenía... “Buenas tardes… yo trabajo arriba”. “Pase”.
Lo que definitivamente cambió fue que ya nadie venía a consultar, por supuesto. Pero nosotros ingresamos en la rutina por aquello de que nada debía cambiar, para evitar sospechas. Esta situación duró un buen tiempo, (¿muchos días, meses?). Nadie me preguntó nada, ningún milico me pidió el carné de identidad, solo: “Buenas tardes… trabajo arriba”; “pase”. Así que nos reuníamos allí con Nicolás y Anuar tres veces por semana, a las 17:00 hs., a comentar -con muchas precauciones- las novedades del día.
Nosotros traíamos noticias, cada uno las traía de algún lugar, solo se hablaba con gente muy conocida en esos días. Yo seguía atendiendo los juzgados, así que la calle 25 de Mayo era una concentración de conocidos compartiendo novedades. Visitaba al brasilero Fuques en la Fundación Universitaria, ¡gran informado!, y también charlaba con la secretaria de Bonfiglio, que había logrado la maravilla de conseguir algunas visitas especiales a su jefe preso, con el argumento que debía clausurar varios asuntos del estudio. Ella traía muchas noticias de la situación de la cana. Recientemente recordamos con la Dra. María Josefina Pla aquellas caminatas y encuentros por 25 de Mayo.
PRINCIPIO DEL FIN. CLAUSURA DEL ESTUDIO DEL DR. NICOLÁS GRAB.
Cierto día, me preparaba para ir al estudio y me llama por teléfono Nicolás; jamás se hablaba por teléfono. Le noté la voz rara: “¿Estás resfriado?” “No, no… Es para avisarte que es posible que no pueda ir hoy al estudio... Vean un cuaderno negro que dejé sobre el escritorio”. Quedé con los nervios a punto de estallar. Llegué ¡muy inquieta!
No me equivocaba: por PRIMERA VEZ me preguntó el milico, al entrar: “¿Usted es la secretaria del Dr. Grab? ¿Tiene su cédula de identidad?”. Anuar no había llegado, yo compartí mi ansiedad con Julio Lev, que se encontraba en su estudio, al lado… Trató de tranquilizarme… Llegó Anuar. Dentro del cuaderno negro había un cheque por una importante cantidad de dinero: lo cobrado por un juicio laboral ganado por un grupo de trabajadores despedidos de una fábrica. Esa tarde, se sucedieron varias llamadas telefónicas de una voz masculina preguntando por el Dr. Grab… Yo contestaba: “Lo estamos esperando… Viene más tarde”. Sin duda, alguien más que nosotros lo estaba esperando.
Anuar y Julio decidieron que me fuera enseguida; ellos me mirarían desde el balcón, al salir. Pero no pude salir: el soldadito de planta baja me invitó amablemente a entrar al ocupado estudio de Bonfiglio. Grandes espacios. Camino junto a una larga pared ocupada totalmente por aparatos y cables, una gran instalación de comunicaciones que operaba un oficial, cuyas palabras recuerdo ahora: “Hola… hola… acá Zorro Rojo…”. Me invitaron a sentarme en la habitación de al lado. Era la primera del lugar al que irían llegando todos los que estaban en la casa ese día. No recuerdo quiénes estaban, éramos varios, Anuar, Julio Lev, su secretario...
LLegó un oficial y nos hizo preguntas a cada uno: “¿Cuál es su trabajo acá? ¿Recuerda su cédula de identidad”? ¿Para quién trabaja? ¿Viene todos los días?”. Al único a quien preguntaron por su credencial fue al secretario de Lev, era el único a quien tenían identificado como comunista en el interior. Más tarde vino un oficial superior, hizo repreguntas, empezó a invitar a salir a algunos: Lev, el secretario… No supe si fue ese día que quedaron presos, si quedó preso Trelles, no recuerdo… Lo que sí recuerdo perfectamente es que todo este procedimiento demoró varias horas; solo permanecimos allí Anuar y yo, los únicos que no éramos comunistas. Se iniciaba la represión focalizada, en ese momento directamente dirigida al Partido Comunista.
Volvió el oficial superior, nos dijo que nosotros nos podíamos ir, que podíamos trabajar, pero NO EN LOS ASUNTOS DEL DR. GRAB. Anuar reaccionó: “¿Qué quiere decir? Porque ella es secretaria del estudio… ¿Le está diciendo que se queda sin trabajo?”. “No, no; ella puede trabajar… No van a ser molestados…”. Es así como, cerca de la medianoche de un largo y muy tenso día que no registré, Anuar y yo salimos a una desierta Ciudad Vieja. Creo que podemos considerar que ese es el momento en que informal y definitivamente QUEDÓ CLAUSURADO EL ESTUDIO DEL DR. NICOLÁS GRAB.
Caminamos un par de cuadras, y en la Plaza Matriz Anuar me dijo: “Mañana a las cinco de la tarde nos encontramos acá. Nosotros vamos a trabajar como siempre…”. Mucho tiempo después pude comprobar que esa decisión nos protegió y nos salvó.
EMPIEZA EL EXILIO DE NICOLÁS.
Cuando llegué a mi casa, donde mi madre y mi hermano me esperaban muy nerviosos, sonó el teléfono; era Nicolás. Recuerdo perfectamente ese momento. Yo dije: “¡Oh… NO…!” Click, se oye. Mucho tiempo después me enteré que esa comunicación decidió la salida inmediata de Grab del país; sus padres lo llevaron a la frontera, creo que con Brasil.
MUDANZA DE LA CALLE MISIONES.
Creo recordar que esto sucedió cerca de un fin de año. ¿Octubre, noviembre? Creo que se podría escribir un libro solo con esta historia. Anuar y yo fuimos a Misiones a las cinco de la tarde, al otro día… Como siempre, se asomó el fusil con su soldadito correspondiente… “Buenas tardes… Pasen…”. Nos sentamos a pensar cómo salíamos de allí y llevábamos las cosas, cómo seguíamos trabajando, cómo entregábamos el dinero del cheque del cuaderno negro, que Anuar fue a cobrar a las 13:00 hs. en punto de ese día. Decidimos buscar un lugar para que Anuar instalara su estudio profesional.
Nos repartimos los avisos de alquileres, la plata era muy escasa. Yo encontré un lindo apartamento en un buen edificio en Arenal Grande y Colonia. Un señor mayor me lo mostró, parecía apurado por alquilar. Le expliqué: “Soy la secretaria; vendrá a verlo el Dr. Anuar Francés”. Anuar quedó encantado, así que arregló inmediatamente. El señor mayor era el Dr. Sueiro, médico comunista con urgencia para irse. Allí nos instalamos varios años.
Anuar habló con el soldadito: “¿Vos sabés lo qué es la Feria Judicial?”. Larga explicación: no trabajan los jueces, no trabajan los abogados… “Vos decíle a tu jefe que es POR ESO QUE NOSOTROS NO VENDREMOS A TRABAJAR DURANTE ENERO… ES POR ESO…”. Lo que no me dijo Anuar, me enteré con el hecho consumado, es que el 30 de diciembre él compró un pan dulce y una botella, brindó por el nuevo año con los dos milicos que allí estaban y ellos lo ayudaron a cargar los pocos muebles y objetos en una camioneta de mudanzas. Así empezó una nueva historia.
Anuar Francés en su estudio, siempre especializado en lo laboral aunque abierto ahora a las cooperativas y otros trámites. Yo trabajé allí como secretaria hasta 1980. En ese año, hice un viaje a Europa, visité a muchos amigos exiliados, todos esperanzados en volver. En Suiza me reencontré con Nicolás y Armida -su esposa-; cuando llegué, Nicolás estaba en un hospital, había estado muy grave, pero pronto le dieron el alta. Yo compartí con ellos algunos emocionados días en su hermosa casa de Ginebra, en la frontera francesa.
LA FRUTILLA DE LA TORTA: FINAL FELIZ.
Estábamos en noviembre de 1980. Ya finalizando mi viaje pasé por Madrid, donde visité a Xenia y Mario Jaunarena en su exilio. Posteriormente, me encontraba en Bilbao, donde no conocía a nadie. Me hospedaba en un pequeño hotelito en el centro de la ciudad. Recuerdo que debía concurrir al Consulado uruguayo a registrarme: era el lunes siguiente al referéndum tan esperado, era necesario registrar allí la presencia para justificar el no voto. El Consulado era una casa angosta y alta, con una larga escalera. Me atendió una joven, sin duda española, y después un veterano uruguayo. Me preguntó si sabía el resultado de la votación... me dijo: “Ganó el NO por amplia mayoría”. Suspenso… Yo quedo como pegada al piso… “No sé lo que usted piensa... -me dijo- Yo creo que es un gran triunfo... Un triunfo del pueblo uruguayo...”. “Sí, sí”. Sentí deseos de saltar el mostrador y abrazarlo, pero actuaron los arraigados miedos y cuidados -allí debía identificarme-; solo repetí despacio: “Sí, sí”. Salí a las calles de Bilbao y no sabía qué hacer, caminé sin rumbo cantando bajito el himno nacional.
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DOS ANÉCDOTAS.
Estas anécdotas son un ejemplo de cosas que pasaban por aquellos días: vivíamos en el aislamiento, nos encontrábamos o nos enterábamos de algo pequeño, sin importancia... Pasaba un tiempo y esa pequeñez adquiría una enorme importancia. Servía porque alguien la había guardado o recordado y pasaba a formar parte de las extraordinarias redes de solidaridad que ayudaron a derrotar la dictadura.
Primera.
Tito Trelles estaba preso y llegaron noticias de que se encontraba muy mal de salud. Él tenía una enfermedad crónica que exigía una alimentación especial que, lógicamente, no recibía. Las noticias llegaron a ser alarmantes en algunos momentos, y las recibió Nicolás Grab, que estaba en Nueva York en ese tiempo. No sé cómo se enteró que cuando Trelles era niño había vivido en Nueva York, debido al trabajo de su padre; entonces, decidió tomar contacto con la escuela a la que había asistido, para pedir apoyo en las gestiones que se estaban haciendo, a fin de hacer conocer la situación de Tito.
En esos días, muchas personas e instituciones de Estados Unidos estaban sensibilizadas y movilizadas por las denuncias de lo que hacían las dictaduras del Río de la Plata. Wilson Ferreira Aldunate estaba denunciando las cosas ante el Congreso de los Estados Unidos; las denuncias se multiplicaban a nivel internacional.
Entonces, me llegó el pedido de Nicolás: tratar de comunicarme con la mamá de Trelles, para tener los datos de la famosa escuela. Yo no conocía a la mamá, nunca la había visto, ni sabía su nombre; exprimí mi imaginación y no encontré a ningún conocido que me acercara a ella. La inquietud me acompañaba a través de los días… No muchos. En cierta ocasión, iba caminando hacia mi trabajo, era un día lluvioso y oscuro, caminaba por una calle casi desierta del Centro, y vi venir en mi dirección a un hombre por la vereda de enfrente. Lo reconocí como alguien a quien había visto varias veces esperando en el estudio para consultar a Trelles. ¿Cliente? ¿Amigo? ¿Familiar? Crucé la calle corriendo: “¿Usted sabe quién soy?”. “Sí, sí”. “Yo necesito hablar con la mamá de Tito. ¿Me puede dar su dirección?”. El señor resultó ser una persona cercana a la familia y me dio allí todos los datos de la señora. (Como diría mi hermano: “Tú porque no crees, pero es el buen Señor de las alturas que te ayuda para las causas justas”).
Así que fui a ver a la mamá, que no me recibió muy amablemente. Era lógico, todos desconfiábamos de los desconocidos en esos días. Fue una visita difícil para mí. Me dijo que lo pensaría; yo le dije que estaba allí para cumplir lo que se me había encomendado, pero que ella podía hacer lo que le pareciera mejor. Efectivamente, ella cumplió con todas las indicaciones que le di al respecto para comunicarse con la persona indicada.
Mucho tiempo después supe que Nicolás localizó la escuela y la escuela se movió para apoyar el caso. Nunca supe si aquellas gestiones tuvieron que ver con algo que no pude confirmar: llegó una delegación médica internacional de alto nivel para inspeccionar denuncias sobre el estado de salud de los presos; ellos tenían en su lista la denuncia de Tito Trelles.
Segunda.
En determinado momento, detuvieron a Álvaro Balbi, y tres días después le entregaron el cuerpo a su esposa. Muchas personas acongojadas asistimos a su velorio, cerca de Melilla. Yo era cercana a Álvaro: pocos días antes le había entregado la recaudación del Comité “Cordón Este” del Frente Amplio. Yo era la secretaria de finanzas del Comité y él de la Coordinadora.
Pasaron algunos años, y por mi trabajo en los juzgados cayó en mis manos el expediente de la sucesión de Balbi. Allí estaba la partida de defunción en la que el Dr. MAUTONE certificaba que Álvaro había muerto en su casa de un paro cardio-respiratorio. Se me ocurrió que la partida podría servir para algo, así que le saqué una fotocopia y la envié a una casilla de correo que Nicolás me había indicado para esas eventualidades.
Otra vez, mucho tiempo después, me enteré que Grab la había recibido en el oportunísimo momento de presentarla ante los estrados internacionales (nuevamente el buen Señor de las alturas habría ayudado), donde se estaban juzgando a los médicos que colaboraron con la dictadura. La partida fue una prueba contundente en aquel juicio; Mautone fue señalado en muchas denuncias.
Muy interesante y cálido testimonio, gracias!
Que recuerdos! Fui compañera de Nicolas desde Preparatorios, Facultad y en el Sodre, ahi también de Tito. Y luego, profesora de Tecnica de Anuar… Dificiles tiempos que por suerte pasaron, pero no se puede olvidar
Me conmueve mucho el testimonio. Yo conocí a Nicolás, pero antes conocí a la hermana de Tito Trelles. Y Alvaro Balbi fue compañero mío de escuela.
Que lindo testimonio. Muchas gracias. Refleja algunos de los seguramente miles de pequeñas acciones que permitieron grandes cosas!!!
Tuve la gran fortuna de conocer a los Grab, ser su amiga, viajar con ellos gracias a amigos en comun.!