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ELECCIONES FEDERALES EN ALEMANIA

 Publicado: 05/05/2021

Por qué importan en la UE y en la órbita internacional


Por Cristina Retta


Para la nación germana, tras el acto electoral de fines de setiembre próximo, surgirá un nuevo Parlamento Federal y un nuevo Canciller; es decir, habrá modificaciones en el tablero de sus fuerzas políticas internas con las consiguientes repercusiones a nivel económico, social y de política exterior. Hasta ahora, y desde hace 16 años, han venido predominando los principios del partido mayoritario CDU (Unión Cristiana Democrática), cuya representante, la actual canciller Ángela Merkel, ha sido reelecta en cuatro mandatos consecutivos de cuatro años cada uno. Desde el 2005 hasta la fecha, la CDU ha gobernado en coalición alternada con los Socialdemócratas (SPD) y con el Partido Liberal (FDP) -con estos, en el período 2009-2017-, y en el período siguiente hasta hoy, nuevamente con los Socialdemócratas.

Desde la perspectiva internacional, en un momento histórico diferente como el actual, donde aparecen actores pujantes como China y Rusia, dispuestos a influir a toda costa en las instancias del juego político global frente a actores tradicionales como EE.UU. y Gran Bretaña, importa analizar qué tipo de programa y políticas aplicará la primera economía del occidente europeo. 

Descripción general del panorama político

La canciller Ángela Merkel está transitando el décimo sexto año de mandato, y ella representa el centro de su partido (CDU). Como fue una constante en el país, al no haber mayorías parlamentarias absolutas, se ha gobernado en coalición con los otros grandes partidos. Así, para los últimos tres lustros, los conservadores (CDU) cogobernaron con la socialdemocracia (SPD) y los liberales (FDP). A través de las coaliciones con los grandes partidos, el sistema parlamentario asegura la gobernabilidad. Esto ha permitido acuerdos y llegar a un relativo consenso mediante inyecciones de medidas de corte socializante: intervenciones acotadas, pero benefactoras en lo socio-económico, votadas en el Parlamento a través de diferentes leyes y decretos.

Conviene aclarar que los principales partidos políticos en Alemania se identifican con colores. En efecto, desde 1961 en el Parlamento alemán se han alternado las siguientes coaliciones ordenadas según la frecuencia en la que actuaron:

Según las encuestas realizadas hasta la fecha, y como era previsible, ninguno de los partidos de la arena política podría alcanzar una mayoría, o sea, el cincuenta por ciento de los votos más uno,[1] de ahí que se hicieran estimaciones acerca del posible panorama político tras las elecciones del próximo otoño. Los partidos tradicionales se manifestaron todos contrarios a realizar alianzas con la ultraderecha AfD (Alternativa para Alemania), ahora en el Parlamento tanto federal como regional, para conseguir la mayoría necesaria para gobernar.

Los principales partidos políticos alemanes se identifican con colores: CDU (Unión Demócrata Cristiana) con negro; SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) con rojo; Die Linke, La Izquierda, con morado; Grüne la Alianza90/Los Verdes; FDP (Partido Democrático Libre), amarillo; AfD (Alternativa para Alemania, surgió en los últimos años y representa posiciones de ultraderecha), azul. El partido CSU es la rama bávara de la CDU y usa el mismo color que esta, el negro.

La carrera hacia la Cancillería

Entre tanto, cada uno de los partidos grandes con posibilidades de competir para el cargo de Canciller, está eligiendo a sus candidatos. Así, la CDU/CSU ha elegido a Armin Laschet, presidente desde enero de 2021 de la CDU. Como este partido tiene su ala bávara (CSU), hubo un intento por parte de esa parte del partido de postular a Canciller al ministro presidente de Baviera, Markus Söder, figura política de gran carisma aunque con posturas más hacia la derecha que Laschet. Sin embargo, la CDU/CSU, llegó finalmente a un acuerdo por el cual las preferencias (o las estrategias), se decantaron por Laschet; también el propio Söder hizo público su apoyo a Laschet. 

A su vez, el Partido Socialdemócrata (SPD) ya había elegido al actual Vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz, como candidato principal a las Elecciones. Scholz había sido alcalde de Hamburgo de 2011 a 2018.

Por otro lado, los Liberales del FDP, eligieron a Christian Lindner, como principal candidato del partido a nivel federal; Lindner es Jefe del Partido FDP (Parteivorsitzender). Sería el cuarto partido en el orden de votaciones según las especulaciones derivadas de las encuestas.

Las novedades llegaron por parte del partido de los Verdes /Alianza90, que el 19 de abril nombró como única candidata a canciller a Annalena Baerbock (que es colíder del partido junto a Robert Habeck). El aspecto “novedoso” viene dado por el hecho de que este partido verde aumentó sensiblemente su número, llegando casi a igualar a los Socialdemócratas en intención de voto. Sobre las particularidades de este grupo y su propuesta, nos detendremos más adelante.

A su vez, La Izquierda, Die Linke,[2] eligió a sus candidatos en marzo. Los nombres son: Janine Wissler y Susanne Hennig-Wellsow.[3] Estas dos representantes femeninas de Die Linke representan las dos grandes orientaciones del partido: una más reformista y pactista, dispuesta a coaligarse con el SPD y con los Verdes (Die Grünen/Bündnis90), y la más radical y antisistema que mantiene su postura intransigente de mantenerse en la oposición.

¿Nuevos vientos políticos?

Si bien la era Merkel verá su fin el próximo setiembre, la salida de escena de la veterana canciller puede significar un simple cambio de nombres a la luz de una reacomodación de las reglas del juego, sin que ello implique cambios de raíz. De hecho, Armin Laschet, el candidato de este partido para el cargo, representa la línea de Merkel.

Anteriormente, hicimos hincapié, por ejemplo, en el significativo crecimiento del grupo ecologista, el partido Verde/Bündnis90, que en la carrera por las parlamentarias le está pisando los talones al grupo Socialdemócrata (SPD) e incluso, en algunas estimaciones, llega a superarlo. El protagonismo de este sector político de los Verdes, ha estado respaldado por la prensa, a través de diarios, semanarios y programas televisivos que han destacado el perfil de la “newcomer” Annalena Baerbock, de 40 años, con cierta actuación parlamentaria a nivel de las instituciones europeas y en Alemania, que, como se señalara, es, junto al político Robert Habeck, presidenta de su partido. Su ascenso en la escena política ha sido meteórico.

Los titulares y portadas de semanarios como Der Stern: Endlich anders (“Al fin alguien diferente”), al igual que Der Spiegel: Die Frau für alle Fälle (“La mujer indiscutible”), con fotos de Annalena Baerbock a todo color, evidencian un notorio deseo de nuevos vientos. Sin embargo, y más allá de la buena retórica que suele acompañar los momentos oportunos para estas propuestas, conviene examinar las bases reales de esos discursos.

Lo señala por lo claro en un artículo de opinión aparecido en Der Spiegel, el periodista político Martin Knobbe: “La candidata de los verdes a la Cancillería se arropa con una nebulosa retórica, […] que diga por lo claro lo que pretende, que vaya a lo concreto”. Queda claro que lo que busca la mediática A. Baerbock es ganar el medio del electorado, romper con las políticas convencionales de los últimos años, tomando en cuenta el cansancio dominante tras dieciséis años de política conservadora merkeliana, y el agotamiento provocado por la crisis del coronavirus. Pero eso solo no alcanza para lograr el poder. Los Verdes se han puesto objetivos bien altos: un rápido cambio en las políticas climáticas (schnelle Klimawende) y una transformación socio-ecológica, ambos objetivos muy ambiciosos.[4]

Frente al socialdemocráta (SPD) Olaf Scholz, y al democristiano (CDU) Armin Laschet, ambos políticos con experiencia y trayectoria, que a pocos meses de las Elecciones no han presentado por escrito sus propuestas, los Verdes sí presentaron ya 137 páginas escritas, con lo que ellos pretenden hacer diferente. En parte son muy concretos: integrar el Acuerdo Climático de París a la Constitución; a nivel industrial, terminar, neutralizar, las emisiones de CO2; en 2030, reducir en un 70% las emisiones de gases de invernadero (y no en un 55% como está previsto hasta el presente); terminar con los motores de combustión interna en la industria automovilística hacia 2030 -lo que ya está en estudio-; y otras medidas no tan radicales. Pero el principal problema radicaría en que muchas de las propuestas verdes carecen de soluciones en cuanto al financiamiento de las mismas. Los medios para financiar ese programa no aparecen explicitados.

A su vez, el ex canciller Gerhard Schroeder (SPD), se pronunció poco confiado en las propuestas de los Verdes, que en su opinión estarían despegadas de la realidad, y en especial respecto a A. Baerbock, puso énfasis en su total falta de experiencia como gobernante, tomando en cuenta que estaría al frente de un país industrial, que deberá atender varios frentes de importante envergadura; por ejemplo: cómo solventar los altos costes de la crisis pospandemia, los enormes gastos de los cambios ecológicos propuestos, que no se especifican y, en política exterior, definir cómo se actuará frente a China, Rusia, Turquía y Arabia Saudita, actores que generan múltiples situaciones de complicadas implicancias.[5]

¿Dónde están las diferencias de base entre los diferentes partidos?

Esta pregunta daría para un largo desarrollo, atendiendo los postulados de base de cada partido, su orientación filosófica e ideológica y sus transformaciones en los diferentes momentos históricos transcurridos. Ahora, nos quedaremos con lo esencial y lo más notorio en la actualidad.

En ese sentido, corresponde decir, por ejemplo, que a la CDU, que es el partido mayoritario (aglutina a la unión de empresarios, a la Iglesia -protestante y católica- y diferentes grupos sociales conservadores),[6] eligió como candidato a Laschet, persona que sigue la línea de Merkel. La política aplicada durante los tres lustros últimos, aportó músculo económico, financiero y productivo, pero también durante ese período, Alemania perdió su ventaja tecnológica por no haber invertido lo suficiente en ese campo, que descuidó.[7] En el aspecto vinculado a nuevas tecnologías, China y EE.UU. la han superado ampliamente. 

También a la CDU/CSU se le hacen críticas acerca de la forma cómo ha liderado la Eurozona. El analista político W. Münchau[8] habla de las desventajas que traería no solo para Alemania sino para la UE y su integración, continuar con el “conservadurismo fiscal” de la CDU, manteniendo con dificultad “la fuerza del medio” que le es tan oportuna, pero atreviéndose a medias a encaminar una modernización necesaria, porque prefiere seguir en el corsé de cuidar el déficit fiscal (Haushaltsdefizite). Por lo visto, para el próximo período, las propuestas de este partido tanto a nivel interno como europeo (UE) serían las mismas: inadecuadas para el momento de concurrencia global que se vive, y por lo tanto insuficientes.

En cuanto al otro partido en la actual coalición de gobierno, el Socialdemócrata (SPD), frente a la pregunta: ¿cuánto “socialismo” cabe en la Socialdemocracia?, las bases programáticas se separaron explícitamente del marxismo en 1959 (Godesberg Programm – Programa de Bad Godesberg). Al terminarse la República Democrática Alemana (RDA), en 1990, fueron los socialdemócratas alemanes del Este quienes no quisieron usar más el término “socialismo”. “Para muchos en el SPD el término “socialismo democrático” es solo una denominación histórica”[9] que, no obstante, sirve de orientación, y por ello se usan los dos términos conjuntamente en las bases programáticas del partido.

Con la candidatura de Olaf Scholz a la cancillería, el partido Socialdemócrata (SPD), parece querer llegar a una amplia franja del electorado, que pueda incluir conservadores, liberales y votos de La Izquierda. O sea, Scholz sería un seguidor de los lineamientos del excanciller Gerhard Schroeder, y por tanto se distancia bastante del ala más izquierdista del partido (fundamentalmente representada hoy por los Juso, la juventud del partido socialdemócrata). A la cuestión de “identidad política” del SPD, o sea, qué ideas los separan de los Verdes y de los cristianodemócratas, la respuesta es que en las últimas décadas, el partido SPD ha estado dominado por un “liberalismo difuso”, que prácticamente borra las fronteras ideológicas entre uno y otro grupo. Este hecho generó bajo la era Schroeder, hacia fines de 1990, una escisión dentro del partido, con figuras como Oskar Lafontaine, entre otros, que se pasaron a filas comunistas de la ex RDA (WAGS Arbeit und Soziale Gerechtigkeit-Die Wahlalternative 2005-2007 y Die Linke). A partir de entonces, los socialdemócratas perdieron el tradicional peso político que antes tenían.

Entonces, las fronteras entre conservadores, verdes y socialdemócratas aparecen desdibujadas, poniendo cada grupo en su programa, plataformas que varían de acuerdo a la posibilidad de ganar electores en la lucha por el poder. Las cuestiones económicas de base y la distribución de la riqueza giran en torno a una economía de mercado con mayor o menor atención a lo social según se trate del SPD, de la CDU o de los Verdes (entre quienes no hay mayores diferencias a excepción del peso puesto en la ecología y en cuestiones de género, específicamente). Frente al Partido Liberal Democrático (FDP) ocurre lo mismo. 

En la orilla opuesta, el grupo Die Linke, La Izquierda, estaría dispuesto a hacer coalición con el SPD, con ciertas condiciones. Las exigencias de base que el grupo plantea ya desde su refundación en 2007, continúan hoy presentes: el no desmantelamiento del Estado de bienestar; terminar con las privatizaciones en aspectos que deberían ser públicos como la energía eléctrica y el agua; el no envío de tropas al extranjero (Afganistán, Chad y otras zonas de África); la introducción de un salario mínimo de 12 euros, que actualmente se sitúa en algo más de 9 euros; aplicar un impuesto a las fortunas; terminar con el gran negocio de la exportación de armas; a su vez que proponen la tan cuestionada salida de la OTAN. Obviamente, la posibilidad de incidir para la aplicación aunque sea parcial de estas medidas, dependerá del porcentaje de votos que obtenga, o sea del número de bancas parlamentarias y de las posibilidades reales de entrar en la coalición. 

En resumen, frente a las próximas elecciones generales de setiembre 2021, muchas opciones políticas quedan abiertas para Alemania dentro de lo ya conocido. Mucho dependerá de cómo puedan armarse las coaliciones. La Unión Europea también estará influida por ese momento político. En especial Francia, que hasta ahora actuó en sintonía más o menos armónica con Berlín, a través del mentado eje franco-alemán de la política europea.

Por lo tanto, las expectativas están planteadas.

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