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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 97 (OCTUBRE DE 2016). ACTUALIZACIÓN IDEOLÓGICA DEL FA (4)

 Publicado: 05/05/2021

La relación del Frente Amplio con su gobierno y las enseñanzas de Seregni


Por Gonzalo Pereira Casas


En artículos anteriores de esta serie, se sostuvo que la “actualización ideológica” del FA tendría que identificar los principales cambios que han sucedido desde su fundación y analizar cómo influyen en su accionar político actual. Un cambio fundamental consiste en que el FA, luego de décadas de acumulación de fuerzas, se ha convertido en gobierno. Y no es sencillo de asimilar.

1. Un gran problema

Preocupa a muchos frenteamplistas que sectores del partido del gobierno -a veces gran parte de él- y militantes de base no apoyen a su propio gobierno, o lo hagan a regañadientes, o bajo protesta y de mal humor. Por citar hechos recientes: la oposición inicial a la Rendición de Cuentas presupuestal, a iniciativas de exploración de acuerdos comerciales, a la declaración de servicio esencial de la educación en oportunidad del paro sistemático de los profesores, la exigencia de cambio de ministros, etcétera. La oposición al gobierno del FA de su propio partido suele ser tan problemática como la de los partidos tradicionales. Se trata entonces de un tema que merece el intento de comprenderlo. El análisis del fenómeno debería tomar en cuenta que no es nuevo ya que fue anticipado por el general Liber Seregni:

Y en materias de gobierno y de administración hay que tomar y aplicar decisiones... hay campos en los cuales, para una fuerza que está en el gobierno, no puede haber discrepancias. Por ejemplo, cuando el Frente sea gobierno, que lo va a ser, me imagino que ninguno de ustedes concibe que un sector del Frente en el Parlamento critique el accionar de un ministro del Frente Amplio… Lo que pasa es que como nunca ejercimos el gobierno no tenemos plena conciencia de las exigencias que ello implica. Y si no tenemos la vocación y el deseo de ser gobierno y no adecuamos a ese deseo el instrumento que es el Frente Amplio y su organización, de pronto con espíritu de lucha podríamos alcanzar el gobierno y por ausencia de capacidad de gobierno frustrar históricamente la esperanza y los deseos de nuestro pueblo. Una cosa es resistir y otra cosa es gobernar. Yo quiero participar de una fuerza que sea gobierno, y participar intensamente. Hay gente que tiene espíritu de lucha (y no hay en esto nada peyorativo) y son necesarios, y pueden no tener espíritu, deseos ni capacidad de gobierno.[1]

Tal aviso de Seregni fue premonitorio, pues el problema está planteado hoy, cuando el Frente llegó al gobierno. Pero, ¿acaso el general podía pensar que en un gobierno del FA habría unanimidades? Por supuesto que no, ya que siempre valoró la diversidad de aportes y enfoques que han caracterizado al Frente; en la cita anterior se refería seguramente a la forma de manejar las diferencias y sobre todo a un factor que las exacerba:

[…] a partir de 1984, hemos puesto mucho empeño en cambiar la mentalidad clásica de la izquierda -fundamentalmente crítica, contestataria, testimonial, teórica- y una necesaria mentalidad de gobierno, capaz de llevar a la práctica, en el momento preciso y con las características adecuadas, verdaderas soluciones.[2]

El propio Seregni realizó múltiples esfuerzos para superar el problema, pero este no tenía ni tiene una solución sencilla debido a varias razones. No volveremos a una de ellas, quizás la principal y que podríamos llamar primigenia, la que se liga al paradigma del socialismo y desea que el gobierno del FA avance en tal dirección, pues le hemos dedicado varios artículos en Vadenuevo. Pero lo cierto es que parte del FA y, sobre todo, la mayoría de la militancia de las bases, se oponen a medidas de su gobierno, le exigen inversiones, sueldos y salarios por encima de lo posible, rechazan o son reacios a la búsqueda de acuerdos comerciales y a las políticas de Estado que ha propuesto el presidente Tabaré Vázquez, por mencionar algunas.

2. ¿El FA es gobierno o es oposición?

Los múltiples episodios de oposición del FA a su gobierno obedecen a razones diversas y muchas de ellas son específicas del Uruguay.

a. Oposición a medidas del gobierno

Hemos vivido una larga historia de exigencias a los gobiernos colorados, blancos y blanquicolorados: salario, empleo, educación, salud, etcétera. Y sin duda que las luchas reivindicativas fueron un componente de la acumulación política de fuerzas que permitió ganar la Elección nacional del año 2004. Pero se instaló (instalamos) y se consolidó por décadas la conducta de exigir y exigir al gobierno, cualquiera fuera; no ocurrió en la militancia un análisis del funcionamiento económico de país que permitiera entender a cabalidad las trabas objetivas que hay que levantar para avanzar hacia el desarrollo y la justicia social; en vastos sectores militantes no se discutieron las razones que llevaron a definir -formalmente y por las vías estatutarias- los tres programas de gobierno que se vienen aplicando, bastante diferentes a las Bases Programáticas de 1971. Dichas razones no han hecho carne en vastos sectores de la militancia y aun en partidos y sectores de la Coalición. Las acciones de gobierno del FA no fueron discutidas ni asimiladas como correspondía por quienes hoy ven a muchas de ellas como retrocesos e incluso como traiciones; ni siquiera por el hecho de que los indudables avances económicos y sociales logrados por los tres gobiernos frenteamplistas recorrieron andariveles bastante diferentes a los que hace más de 40 años se indicaban en las Bases Programáticas.

No ha sido sencillo asimilar la conversión de dichas Bases en los tres programas de gobierno, pues las costumbres, la vida, la experiencia, tienden a arraigarse, de manera que una modificación programática parece ser una renuncia o una deserción. Ese proceso incumplido hubiera ganado mucho con enseñanzas de Seregni:

[…] nuestras bases programáticas no son una serie de formulaciones congeladas, para hoy y para siempre, sino que se deben ir adecuando a los cambios que van ocurriendo en la sociedad uruguaya y en su entorno internacional. Así actualizamos, el 9 de agosto de 1984, nuestras Bases Programáticas de la Unidad. Así vamos definiendo nuestro proyecto -nacional, popular y democrático- que muestra la firmeza de nuestros principios básicos y la flexibilidad de adaptación a los vaivenes y oscilaciones de la coyuntura.[3]

Esa “flexibilidad de adaptación a los vaivenes y oscilaciones de la coyuntura” -como dice Seregni- se aplicó en los programas de gobierno del FA que abrieron camino a las transformaciones que reconoce la población.

Pero si no se comparte la identificación de los caminos (y los límites) del desarrollo, se seguirá creyendo que el nivel de los sueldos, salarios y jubilaciones es el “resultado de la lucha” (que es principalmente contra el gobierno), el fruto de exigir y exigir, como si el gobierno lo pudiera resolver mediante el reparto social. Y desde esa posición hay solamente un paso a la bronca, al malestar, a la amargura y al desánimo que campea en sectores de la militancia.

En otro plano, se ha sostenido que el FA heredó elementos del batllismo y, entre ellos, quizás el fundamental, [4]la convicción de que el desarrollo (sobre todo la construcción de la industria nacional) solo era alcanzable mediante el proteccionismo del Estado. Ciertamente que fue una clave del pasado y dio lugar a la más severa confrontación de orientaciones político-económicas que haya conocido el país, con dos puntos álgidos: el golpe de Estado del presidente Gabriel Terra en el año 1933 y el desplazamiento del batllismo del gobierno en 1958. Pero, como intentamos mostrar en el artículo anterior, la globalización ha sacudido las certezas en la protección. Cuando esto no se tiene en cuenta podemos explicarnos la insatisfacción de sectores del FA con el canciller Rodolfo Nin Novoa por explorar los huecos del libre cambio para nuestra producción exportable, la clave económica del desarrollo nacional.

b. El rechazo a las políticas de Estado

Hubo generaciones enteras de frenteamplistas esforzadas en la lucha por llegar al gobierno; fueron décadas para cumplir la necesaria acumulación de fuerzas (para colmo interrumpida por la dictadura). Durante largo tiempo los gobiernos colorados y blancos, y blanquicolorados, resultaban para la militancia frenteamplista, no el adversario político, sino el enemigo, el excluyente (y de ellos se recibía similar tratamiento en la descalificación, el odio al FA, incluyendo la agresión física y hasta la justificación de atentados a dirigentes, militantes y locales del FA).

Es muy comprensible que esa experiencia marcara a fuego y sea difícil dejarla atrás. Seregni sostuvo al respecto:

[…] si dedicamos las mayores energías a buscar enemigos -externos o internos- para justificar nuestras fallas, caemos en una forma de escapismo fácil e inconducente.[5]

Tal proceder instala firmemente la “mentalidad clásica de la izquierda” -como dice Seregni-, la conducta de la cultura de la oposición, que resiste a ser sustituida por la cultura de gobierno y ve en los otros partidos políticos del país el enemigo a destruir, aplica intuitivamente la “lógica de la guerra” que analizamos en la primera de estas notas. Una conducta que conspira contra la vida democrática, como sostuvo Seregni: 

[…] el vivir en democracia -que es a lo que aspiramos- exige, en principio, aceptar al otro -esencia del pluralismo- y cultivar la tolerancia, para poder asegurar la convivencia. El pluralismo es la esencia; la polarización de la Sociedad conspira contra la convivencia democrática y afecta seriamente el ejercicio de la cultura democrática.[6]

La conducta excluyente se encuentra en las antípodas del pensamiento de Seregni:

[…] uno de los puntales de nuestra línea política: la concertación, que es buscar acuerdos, que es buscar diálogos, que es buscar alianzas. Nuestra vocación de diálogo, de concertación, siempre estuvo presente en el Frente Amplio; pero se reafirmó y profundizó en 1984 […] y hemos mantenido en este año y medio de gobierno democrático, nuestra vocación de diálogo, nuestro afán de concertación.[7]

La construcción de un nuevo Uruguay, con superación del estancamiento de décadas, fue planteada por Seregni como una tarea a encarar por el Frente Amplio con responsabilidad nítida, pero sin apelar a un papel exclusivo:

El proyecto de país no tiene por qué ser un proyecto exclusivamente frenteamplista. Es sí un proyecto nacional, popular y democrático, en cuya elaboración deberíamos participar todos: las fuerzas sociales y los partidos políticos o los sectores de estos que han comprendido que los cambios son necesarios, que sin cambios no hay futuro, que tal vez no haya patria. Ningún compatriota que crea en la necesidad de los cambios, que rechace el proyecto conservador que procura disimularse bajo el ropaje de una falsa modernización, estará excluido de esa tarea.[8]

Seregni entendía que la envergadura de la empresa de los cambios requería de amplios acuerdos políticos y sociales:

El proyecto artiguista que sustentamos implica una alianza entre el empresariado que exprese intereses nacionales y los sectores populares.[9]

Y con más desarrollo:

Constituirnos en una verdadera opción de gobierno significa también alcanzar salidas nacionales, que atiendan al conjunto de la sociedad, pero en especial, a los que tienen intereses nacionales. Esto obliga a definir los aliados reales y potenciales, para encontrar acciones comunes y fines coincidentes en cada fase. Por ello dialogamos con los empresarios productivos, con los trabajadores, con los cooperativistas, con la Universidad y así sucesivamente. Los diálogos con la Cámara de Industrias, con la Cámara de Comercio, con la Unión de Exportadores, con la Federación Rural, con la Mesa de Entidades Rurales, con la Cámara Mercantil de Productos del País, mostraron la seriedad y responsabilidad de las propuestas del Frente Amplio. El Frente Amplio no busca la confrontación ni la oposición como objetivo en sí mismo. Ahora sabemos que también se puede hacer oposición dialogando, concertando, impulsando nuestras propuestas en el ámbito parlamentario. Hacemos oposición con nuestras ideas y nuestros aportes, que permanentemente adecuan y recrean nuestras bases programáticas.[10]

En la extensa lista difundida de organizaciones sociales que el FA se ha planteado consultar sobre la reforma constitucional no figuran las cámaras empresariales, la ARU, la FRU, la ACA, es decir, las organizaciones gremiales de los productores de carne y lana, de arroz; tampoco de productores de cereales y oleaginosas, de cítricos, de madera, las exportaciones que sostienen el funcionamiento del país. Ni la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), un sector dinámico donde el país ha avanzado significativamente.

Parecería que estas organizaciones no merecen ser consultadas. Es coherente con el rechazo al planteo de construir políticas de Estado, por considerarlo conciliador o innecesario pues el FA cuenta con mayoría parlamentaria. De allí la vacilación o la condena a las iniciativas del gobierno en pos de acuerdos interpartidarios sobre seguridad ciudadana u otros campos cuya importancia o enfoque trasciende a un período de gobierno o a un solo partido político.

Un claro ejemplo es el protagonismo excluyente que asume el FA en la cuestión educativa, que ha contribuido a trabar la política de Estado que requiere el tema, de acuerdo al pensamiento de Seregni:

Con respecto a la educación, no es posible que cada partido tenga su propio proyecto bajo el brazo […] la educación es un problema nacional que requiere el concurso de los más capaces, sea cual fuera su color político [...] es preciso elaborar una gran política educativa nacional […] El nuevo sistema educativo debe ser producto de un gran esfuerzo colectivo, en el que participen docentes, profesionales, universitarios, estudiantes, padres de alumnos, la Universidad de la República, el Ministerio de Educación y Cultura, la propia Universidad Católica.[11]

c. El seguidismo sindical del FA

En otros artículos nos hemos referido al papel de los sindicatos en la línea política denominada “el gobierno en disputa” y a sus episodios más importantes en los recientes paros generales contra la Rendición de Cuentas presentada por el gobierno. 

¿Cómo ha actuado el Frente Amplio ante la presión gremial a su gobierno? ¿Defendiéndolo y explicando a la población las características de una fase de enlentecimiento de la economía y la necesidad de adecuar la política económica a ella? 

Importantes sectores del Frente se han sumado al reclamo de más inversiones públicas, más sueldos, salarios y jubilaciones. ¿Cómo podemos explicar esa actitud cuando, pese al enlentecimiento de la economía, el ingreso real promedio ha continuado creciendo? Sin lugar a dudas, se explica por las décadas de conjunción de las movilizaciones sindicales y del FA contra la política de los partidos tradicionales, que se mostraba incapaz de superar la crisis instalada desde fines de la década de los años 50 del siglo pasado. En los comités de base participa una fracción mínima de los frenteamplistas, pero allí está establecida, y muy fuertemente, la convicción de que los dirigentes sindicales siempre tienen razón.

Pero, ¿hubo suficiente reflexión sobre las responsabilidades propias y la actitud del FA señalada anteriormente? La realizó Seregni pero creemos que no se la tuvo en cuenta por algunos sectores:

[…] es necesario afirmar un orden de relaciones con el movimiento sindical, de diálogo, de coordinación, para asegurar sus objetivos, pero también nuestros propios fines como movimiento político. Así como el movimiento sindical no debe estar a la cola de ningún partido político, debemos tener bien claro que tampoco ningún partido político debe movilizarse a impulsos del movimiento sindical. El Frente Amplio debe tener opinión e iniciativa propia en la valoración de las acciones sindicales como en las de las otras fuerzas sociales y actuar, respecto a ellas, según las conveniencias de nuestra línea política. Por eso los esfuerzos deben estar dirigidos a que el movimiento sindical y el Frente Amplio puedan apoyarse cada uno en lo suyo, sin afectar el objetivo común trascendental: transformar al Uruguay en un país donde la igualdad, la justicia y la fraternidad sean creadas y disfrutadas por todos.[12]

Pero no es lo que está sucediendo en algunos casos: el sindicato de docentes de Secundaria ha derrotado el intento de las autoridades de la enseñanza de comprometer a cada profesor con un liceo mediante la elección de horas por dos años. ¿Y qué ha dicho y hecho el FA sobre una cuestión cardinal para mejorar la educación? Nada, pese a que hay sectores y personas dentro del Frente que desean sinceramente cambios profundos en la educación. Desde las instancias orgánicas del Frente no se han hecho esfuerzos para explicar a la población lo que han pretendido las autoridades de la enseñanza en este caso.

d. El alineamiento “progresista”

En el Frente Amplio y en sectores mayoritarios de su menguada militancia se critica lo que se interpreta como vacilación del gobierno en apoyar corrientes y gobiernos de otros países latinoamericanos que se denominan o autodenominan “progresistas”. Pruebas al canto: el FA acaba de aprobar una declaración condenatoria a los partidos políticos brasileños que impulsaron el proceso de desplazamiento de la Presidenta de Brasil, en la que solamente hay un breve punto final de apoyo a la declaración del gobierno, que lo califica como “injusto”: ¿es porque parece insuficiente?; ¿se lo considera un exceso de prudencia? Otra vez: ¿cómo puede haber tal distancia entre el partido y su gobierno? La declaración del gobierno es lo cuidadosa que exige la situación, sobre todo porque la integración latinoamericana es una cara aspiración desde la independencia y Liber Seregni -bastante antes de la constitución del MERCOSUR- sostenía:

La unificación de toda Latinoamérica debe seguir siendo nuestro norte, pero un proyecto tan vasto desanima al humilde trabajador que intenta darle comienzo de ejecución. Creemos necesario, aun en el marco de ese proyecto, establecer etapas modestas, posibles de cumplir, etapas que signifiquen asimismo progresos concretos en el desarrollo social de los países.[13]

La complejidad de la construcción de la integración latinoamericana a la que alude Seregni no admite atajos, no debiera creerse que la integración se logra si gobiernan los partidos “progresistas”. No ha sido así, y lo prueba el bloqueo y la inoperancia que ha padecido el MERCOSUR cuando hasta hace muy poco en Argentina y Brasil había gobiernos a los que se reconocía tal orientación.

Es que la integración latinoamericana, que ojalá se llegue a producir, será resultado de una política de Estado y, más aun, de una política de Estado supranacional, cumplida por los países que la procuren. La integración no puede vacilar con cada cambio de gobierno, de manera que ha de lograrse el acuerdo, la convergencia en la integración de los principales partidos políticos de los países que intentan integrarse. Y tal convergencia debe ser cultivada o, al menos, cuidada. Es lo que hace la declaración del gobierno sobre la destitución de Dilma pues no dinamita puentes con quienes serán gobierno del Brasil. Sí lo hace la declaración del FA. ¿Quién tiene razón? Nuevamente nos ayuda Seregni:

[…] cuando uno habla en nombre de otros, no es uno solo el que habla, y eso limita seriamente las posibilidades de expresión propias. Esto debe ser tenido muy en cuenta, la ética de las responsabilidades, muy en cuenta por todos nosotros cuando juzgamos las conductas de gobernantes y de líderes políticos.[14]

Ciertamente que una cosa es el Frente Amplio y otra su gobierno, pero el partido no debe tomar resoluciones guiadas por la bronca y sin meditar el resultado: ¿acaso los partidos políticos del Brasil van a disociar lo que dice el FA de lo que dice su gobierno? Eso no parece ser asumido por el Frente Amplio en su relación con el gobierno.

3. El FA y la propiedad sobre los medios de producción

Recurriendo a Churchill, que sostuvo que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”, se podría decir que el capitalismo es el menos malo de los sistemas económicos que probó la humanidad. Sus archiconocidos defectos e injusticias no son fundamento suficiente para declarar su agotamiento y la posibilidad de sustituirlo por “formas alternativas de producción”. Es comprensible que algunos lo tengan como su principal dilema, pero debe quedar a un lado cuando el FA en el gobierno es el propietario transitorio de la administración de cientos (o miles, según cómo se contabilicen) de millones de dólares de medios de producción y de la organización del trabajo de cientos de miles de uruguayos empleados en los entes autónomos y demás empresas públicas, en la Enseñanza, en la Salud, en bancos y hasta en la recolección de basura. La eficiencia (incluyendo en ella el costo) de tal masa de trabajo forma parte importantísima del total de la economía y, por ende, de las condiciones de vida de los uruguayos. Sin embargo, este problema no está planteado en la relación del Frente con su gobierno, no está percibida la importancia estratégica que tiene para la competitividad del país. Quizás esté en el discurso, pero muy poco en la comprensión de la batalla por la eficiencia, compuesta por miles de acciones cotidianas que debe tomar un gobierno en todos esos niveles. Si estuviera presente de la forma en que debiera, habría una mayor exigencia del FA sobre la gestión de los responsables nombrados por el gobierno. Pero en este caso, como en los anteriores, el problema radica en la orientación política del propio Frente Amplio.

4. El FA y la cuota de cargos públicos de confianza

La llegada del Frente Amplio al gobierno introdujo otro factor novedoso: la posibilidad de nombrar cargos políticos de confianza en el aparato del Estado. Y se ha resuelto por la vía de la cuota política, es decir, cuanto más votos logra un sector de la coalición, mayor “derecho” cree tener a exigir al gobierno los nombramientos. Ya ha pasado suficiente tiempo como para que tal conducta sea revisada pues se está evidenciando que no debería sustituir el procedimiento de elección de los más capacitados. El tema no carece de antecedentes y también en esto debemos recordar a Liber Seregni:

[…] una parte del déficit fiscal puede reducirse si se realiza una gestión más efectiva del Estado. Más efectiva, más eficiente, estimulando el trabajo eficiente e imaginativo de la administración pública: evitando el clientelismo, evitando la asignación de personas por sus vínculos partidarios y no por su capacidad a funciones importantes, en este plano entendemos que tanto a nivel de las empresas, entes autónomos y empresas estatales, como también del aparato central del Estado, empezando por las direcciones, empezando por las cabezas: no puede ser que no alcanzar un sillón en la Cámara de Diputados o de Senadores se compense con un cargo en el Directorio. Los Directorios tienen que ser llenados con gente que sepa de la materia, con gente idónea y no con un criterio político partidario, y la persona que ingresa a la función pública, cualquiera sea, tiene que ser designada no por políticas de clientela sino por políticas de capacidad. Estamos pagando estas políticas clientelísticas desde el año 30; se van a cumplir 60 años y hemos llegado a este nivel de eficiencia […] Nosotros en este aspecto no solo hacemos el discurso sino que lo llevamos a los hechos, en los Entes Autónomos en que nos tocó participar no designamos a políticos con criterio político, sino que designamos a directores provenientes del mismo ámbito en que se cumplía la gestión […].[15]

Tal orientación se encuentra en las antípodas de la tesis que propugna la necesidad de “control político” sobre las actividades públicas mediante cargos de confianza del gobierno, concepción que además se convierte en “clientelismo”, en cargos para los afiliados de los partidos y grupos de la coalición. Y como además está establecida la cuota que deben pagar para el financiamiento de su sector y del propio FA, más motivos encuentran para presionar por aumentar los cargos de confianza: un círculo vicioso, con partidos que se llenan de funcionarios rentados.

El peligro de la relación del Frente Amplio con el poder fue objeto del humor de Seregni cuando decía que el olor a queso enloquece a los ratones.

Debería ser asumido que el esfuerzo, militancia, sacrificios de todo orden de los frenteamplistas para llegar al gobierno nacional no ha sido para repetir la historia de distribución de cargos públicos entre correligionarios, actitud que siempre fue criticada por el FA.

Pero, además, el nombramiento de cargos públicos de confianza que forman parte del gobierno se ha convertido en un factor nuevo de confrontación entre los partidos y grupos de la coalición Frente Amplio. El pensamiento y la ética de Seregni vuelven a acudir en ayuda de la recuperación del espíritu frenteamplista, que a veces parece abandonarnos:

Nuestra fuerza está en los distintos grupos políticos que integran el Frente, pero también está en el frenteamplismo. El frenteamplismo es lo que arraigó, es lo que penetró en la sociedad uruguaya. Y es lo original de nuestro Frente Amplio. Tenemos que sentir profundamente el frenteamplismo, porque ello nos dinamiza, nos abre caminos para entrar en nuevos escenarios. Porque además es la mayor garantía de la unidad.[16]

5. El acceso del FA al gobierno, ¿matará la mística del pasado?

Llegar al gobierno fue la larga aspiración -llena de sacrificios- de los frenteamplistas, pero nunca creyeron que podía poner en peligro la mística creada durante décadas de oposición, sobre todo en la lucha contra la dictadura. ¿Es fatal que suceda? ¿A qué se puede apelar para evitarlo? Seregni nos da respuestas en su último discurso, realizado en el Paraninfo de la Universidad, poco antes de su fallecimiento:

[…] la vida es pugna, la vida es lucha […] si yo vivo, existo y soy, puedo pensar, y entonces, mis amigos, dentro del ropero seguiré pensando. Y si en un momento siento la necesidad de pelear, lo haré contra las puertas del ropero […].

No en vida, pero sí en pensamiento, nos dice todavía:

[…] cualquier proyecto de recuperación del país exige el cambio moral en nuestra sociedad, porque la crisis también provocó el encerramiento de la gente en sí misma y el aislamiento [...] afectó los valores societarios que tenemos que recuperar. Y esa es una tarea común a todas las fuerzas políticas y sociales de nuestro país […].[17]

La recuperación de la mística pasa por reconocer los hechos:

Seamos sinceros, mirémonos a los ojos, a la conciencia de cada uno, y reconozcamos que NO ESTAMOS HACIENDO LO SUFICIENTE POR EL FRENTEAMPLISMO. Por eso, CLARIDAD COMPAÑEROS, porque con el Frente Amplio no se puede jugar. No se debe jugar con la más grande herramienta para ejercitar un gobierno popular que haya existido nunca en Uruguay, en toda su historia.

Y ello condiciona la necesidad de flexibilidad, de apertura, de comprensión, de romper con las rigideces y el esquematismo sectario, de entender en profundidad los problemas nacionales, pero también los locales, los del barrio, los del centro de trabajo. Para asegurar la unidad, para ganar nuevos adherentes, nuevos militantes, nuevos cuadros políticos, nuevos votantes […].[18]

6. La vida te da sorpresas

Si fuera acertado al menos una parte de lo aquí sostenido, tal vez el lector (como le sucedió al autor) esté sorprendido al concluir que la modificación del relacionamiento del FA con su gobierno pasa por visitar y recuperar el pensamiento de su presidente fundador. Podríamos comprobar que hay mucho para cambiar. Y hacerlo significa resolver lo que se ha denominado “el vacío de agenda” del Frente Amplio. Sería el mejor homenaje al general Liber Seregni cuando se conmemoran los 100 años de su nacimiento.

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