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LOS DERECHOS DE LA SALUD

 Publicado: 05/05/2021

Mucho más que Covid


Por Fernando Rama


No hace mucho el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) convocó a una reunión de todos los sectores vinculados a la salud, incluidos los expertos en la actual pandemia, con el fin de reclamarle al Poder Ejecutivo una acción más afinada y rápida a los efectos de detener la catastrófica profusión de muertes y personas infectadas con coronavirus.

En una intervención muy bien estructurada el actual presidente del SMU, el Dr. Grecco, señaló que la salud es mucho más que el virus que nos tiene estresados a todos. No se trata de una afirmación baladí sino de un concepto a mi juicio fundamental. 

El problema que genera la aparición de la pandemia va mucho más allá del porcentaje de camas destinadas a los cuidados intensivos, en gran medida limitadas por la irrupción de la infección viral que es la noticia permanente desde hace meses. 

Se trata de la supresión -y en algunos casos de la postergación- de muchos otros aspectos del quehacer médico, el que se ha visto resentido por la lógica focalización de todo el sistema en el coronavirus, con todas sus variantes, que aún no han agotado su aparición. 

En primer lugar, la clásica cobertura en el primer nivel de atención -policlínicas y servicios ambulatorios- se ha visto limitada seriamente al ser sustituida por la consulta telefónica o por alguna de las vías digitales disponibles actualmente. La consulta no presencial cercena una de los instrumentos fundamentales del acto médico: el empleo de los sentidos. La enseñanza de la medicina se basa en aprender a utilizarlos, a pesar de los numerosos recursos de otro tipo disponibles, tales como exámenes de laboratorio, todas las variantes de la imagenología, la robótica aplicada al cuidado de la salud, etcétera. El acto médico requiere la palpación, la auscultación, el empleo del olfato en ciertos casos, la visualización precisa de lesiones intercurrentes, entre otras técnicas. 

Existen registros imposibles de llevar a cabo. Pero cabe preguntarse: ¿cuántas apendicitis han pasado sin diagnóstico debido a la consulta telefónica, cuántas depresiones severas, cuántas diabetes tipo I, cuántos focos neumónicos, y así podríamos seguir enumerando afecciones donde el contacto directo con el médico es esencial? Por supuesto que varias de las afecciones señaladas terminan con una concurrencia a las emergencias, pero la no presencialidad médica puede agravar, sin duda, muchos de estos cuadros. 

Los noticieros nos recuerdan las intervenciones quirúrgicas postergadas, un factor ansiógeno que se agrega a las muertes diarias y a los tres mil casos nuevos. 

También forma parte de la “libertad responsable” la preocupación por los exámenes postergados.

¿Cuántas son las situaciones oncológicas que no son debidamente atendidas y que, potencialmente, provocarán muertes evitables? No tenemos esa estadística.

Es entendible que el foco de la información esté puesto, en este momento, en la evolución de la pandemia. Pero cuando todo vuelva a la normalidad -no a la “nueva” sino a la de siempre- llevará mucho tiempo restituir el funcionamiento habitual del sistema de salud. Entre otras tareas que será necesario abordar se encuentra la preparación de más personal -médico y no médico- para la atención en los Centros de Terapia Intensiva. El futuro todavía es incierto en relación al fin del actual drama y debemos prever posibles nuevas epidemias.

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