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EL TRIUNFO DEL NO Y LOS VOTOS DEL SÍ “QUE NADIE ESPERABA”

 Publicado: 06/04/2022

Referéndum: renovación de interrogantes en el “país dividido en dos”


Por José Luis Piccardo


En el referéndum sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) quedó en evidencia, una vez más, la existencia de dos visiones sobre el rumbo de país. 

El sentido conservador que ganó el 27 de marzo

La visión representada por quienes lograron mantener las disposiciones impugnadas, fue reiteradamente enunciada por el presidente Luis Lacalle Pou: la sociedad avanzará en la medida en que se proteja (privilegie) a los que (mal) llamó “malla oro”. Contra lo que podría interpretarse, ellos no son los que por su iniciativa y capacidad se ponen al frente de la actividad: industrial, agropecuaria, comercial, intelectual, artística. No son los emprendedores, los que más arriesgan, los que descubren e inventan, los creativos, los que someten sus actividades a la prueba y el error para avanzar. Los “malla oro” resultan ser los más fuertes económicamente, los que detentan posiciones de poder, los que por su capacidad financiera independientemente de sus talentos y disposición a arriesgar (capital, patrimonio, trabajo) mantienen e incrementan su situación privilegiada.

Naturalmente que Lacalle ha deseado que ese éxito “derrame” al resto de la sociedad, al pelotón y a los rezagados. Seguramente el presidente es una persona de buenos sentimientos, que no desea que sus compatriotas pasen penurias. También lo debe desear como político con aspiraciones a seguir teniendo éxito en esa actividad. Pero la política del derrame, que ni siquiera llega a ser de goteo, solo cosechó fracasos a lo largo de décadas, y eso se está acrecentando en esta pospandemia, que ha llevado a extremos inauditos la inequidad a escala global. 

Para asegurar el plan, los que vienen detrás de los “malla oro”, o sea, la mayoría, deberán experimentar la caída de sus ingresos reales y otros perjuicios, lo que ya está sucediendo en el país.

Entre sus rasgos más notorios, la concepción conservadora o de derecha que caracteriza al gobierno de Lacalle tiene un conflicto irresoluble con el concepto de solidaridad social, que es lo que da fuerza a los grupos humanos para superar condiciones adversas y alcanzar mejores condiciones de vida. De ahí las resistencias del gobierno al crecimiento de la actividad sindical y reivindicativa en general, de los feminismos, de los movimientos pro derechos de sectores diversos, y de todo cuanto se manifieste mediante la organización popular.

La concepción de la libertad del presidente uruguayo, que manejó como un latiguillo, también es restrictiva con relación a los derechos ciudadanos y a la democracia. Está más que sabido y repetido que la libertad de cada persona tiene los límites que le imponen la economía, los contextos sociales y familiares, la cultura que, a largo de la historia, hace a los pueblos diferentes. Los desiguales, o sea las personas, lo son también por el conjunto de factores naturales, sociales, culturales que los hacen también desiguales respecto a la libertad; libertad de los individuos en sociedad, en la relación con sus pares, en su desarrollo humano en el marco del colectivo social. Pero esa libertad concebida como bien superior necesita ser construida y se fortalece con el avance de la equidad. La libertad puede crecer y enriquecerse, y también puede debilitarse y perderse. La libertad depende de la política. De la orientación que esta tenga.

La otra visión -con todos sus matices y contradicciones- corresponde a ese sentido de sociedad que desde el siglo pasado fue buscado, de una u otra manera, por el primer batllismo, por las corrientes más progresistas de los partidos históricos, por los movimientos sociales y por la izquierda, antes y, sobre todo, después de fundado el Frente Amplio (FA) y de que este pasara por las más diversas experiencias de vinculación con el pueblo, en las condiciones más duras de represión o gobernando la República.

El “país dividido en dos” -dicho sin desconocer la infinita gradación de orientaciones dentro de cada uno de los bloques ideológicos- volvió a manifestarse electoralmente en el resultado del 27 de marzo. Pero la realidad no es en blanco y negro. Por eso, entre otras cosas, son y seguirán siendo frecuentes los acuerdos políticos entre sectores de ambos campos ideológicos, que incluso pueden generar divisiones internas con respecto a asuntos específicos, no necesariamente secundarios. Hay valores que son defendidos por actores de ambos bloques políticos. Por eso, en el gobierno hay partidarios y enemigos de las políticas de género, por ejemplo. Asimismo, dentro del FA hay orientaciones diferentes, que no siempre logran una síntesis a la hora de defender las ideas de izquierda ante la derecha. La diferencia es que el FA es un partido, con todas las fortalezas que eso supone, en tanto la coalición multicolor es un acuerdo entre partidos diferentes, con todas las debilidades que ello implica.

Una “raya” difusa que no es “grieta” ni un muro impenetrable

Aunque existan esos dos grandes espacios, la sociedad no es estática, no ha sido formateada de una vez para siempre: en política, los de un “bando” van a tratar de ganar adeptos en el otro campo. No son como las hinchadas, que no se proponen conquistar adhesiones en el adversario. Aunque, a decir verdad, a veces los políticos se comportan como hinchas. Y como barrabravas también.

La paridad que se viene observando en Uruguay entre ambas visiones no significa quietud, congelamiento. En el sistema político uruguayo hubo grandes cambios, aunque ellos no se hayan dado abruptamente sino mediante lentos pero profundos procesos de acumulación, que también pueden experimentar retrocesos, como el que se materializó con la derrota electoral del FA en 2019.

El resultado del referéndum fue reflejo de esos dos grandes espacios, aunque condicionado por elementos coyunturales o más puntuales, como el manejo de la pandemia por parte del gobierno, o las subas de precios y la caída de salarios y pasividades reales, o la percepción sobre la seguridad ciudadana (que ha variado en los últimos años, y lo sigue haciendo).

El comportamiento ciudadano no responde automáticamente y de una vez para siempre a una u otra visión. Por eso hubo decenas de miles de frenteamplistas -o sea, gente que si hoy hubiera elecciones votaría al FA- que en el referéndum no acompañó al SÍ. Y por eso también hubo votantes de la coalición -que hoy la volverían a apoyar en las urnas- que optaron por respaldar la impugnación de los artículos de la LUC. 

Las razones seguramente son complejas y diversas. No hay una correspondencia lineal entre las ideas acerca de la sociedad y la representación política de esas ideas en cada ciudadano y en cada instancia de la vida política de un país. Siempre hay gente cruzando esa “raya” divisoria, que no es un muro sólido y angosto, sino un espacio humano en movimiento, en el que conviven las dudas, las contradicciones y legítimos temores, que de algún modo se esparcen por toda la sociedad a ambos lados de esa “raya”. Con trazos muy gruesos, podría decirse que hay 40 y 40 por ciento en ambos espacios, pero, cabe reiterarlo, no es algo congelado. Y llegado el día de los votos, ese 20 -más o menos- restante opta hacia un lado u otro. 

Un referéndum complicado

La gran mayoría no sufragó en el referéndum teniendo un conocimiento básico de los 135 artículos. Y tampoco puede negarse que una parte considerable del electorado haya votado por o contra el gobierno. Posiblemente, con mayor o menor conciencia, con mayor o menor reflexión, el grueso de los ciudadanos se inclinó por la opción que, según creyeron o intuyeron, representó a alguno de esos grandes sentidos (derecha e izquierda; conservadorismo y progresismo). No es paradójico que en este país dividido en bloques, la mayoría se sienta de centro. Daría para una ampliación del tema, que aquí no se hará.

El 27 de marzo hubo grandes dificultades para darle claridad a las argumentaciones. Fue complicado abordar, en la campaña, temas que para la mayoría de la población son relevantes. Por ejemplo, política económica, ingresos y empleo. Incluso en asuntos tan importantes como la educación y la convivencia ciudadana (o la seguridad pública) el debate tuvo dificultades para ingresar plenamente en los contenidos, en parte por fallas de las campañas de uno y otro lado, pero fundamentalmente por la complejidad y vastedad de las temáticas, lo cual es responsabilidad del gobierno al presentar esta kilométrica ley “ómnibus” o “ferrocarril”, como se la ha llamado. La discusión sobre los artículos impugnados no siempre hizo referencia clara a los contenidos, sino más bien a aspectos instrumentales o de gobernanza.

Asuntos acuciantes para la población, como los precios de la canasta básica o de los combustibles, entre otros, no tenían una conexión explícita o nítida con la LUC. Sobre los artículos relacionados con los combustibles, por ejemplo, se puede tener una u otra política de precios, y eso no fue sencillo de explicar.

FA: no triunfó, no retrocedió, mantuvo su convocatoria

Estos motivos contribuyeron a que el Frente Amplio, así como sus aliados, tuviera dificultades para despertar un mayor entusiasmo. En la gran remontada previa al balotaje de 2019, la movilización fue en defensa de un gobierno, de un proyecto y de una obra realizada, y hasta de una historia regada de luchas y sacrificios, con sus símbolos y su mística. En el reciente referéndum los estímulos para entusiasmarse fueron menos y hubo que intentar explicar una maraña de disposiciones legales sobre temas muy diversos y complicados. No obstante, en los días previos a la consulta cívica, en consonancia con lo que es una seña de identidad del FA, mucha gente se movilizó procurando el voto de los indecisos y también de quienes se inclinaban por la otra opción.

Volvió a darse un fenómeno que merece reflexión. En el tramo final de la campaña un alto porcentaje de ciudadanos no militantes ni encuadrados en estructuras partidarias o gremiales, volvió a autoconvocarse para hablar con la gente. El Frente Amplio tiene esa gran reserva, que es su arraigo en la sociedad. Se “despierta” de una aparente indiferencia o escepticismo, y logra entablar un vínculo multitudinario con sus compatriotas, en el puerta a puerta, pero también y fundamentalmente adentro de cada casa y en los lugares donde las personas comparten su vida. 

Sería injusto negar el aporte de la militancia de los comités y de los sectores, y de las organizaciones sociales, que fueron fundamentales para crear un clima de movilización y confianza. Pero hubo, una vez más, miles y miles de anónimos formadores de opinión en la sociedad: el que habla en la feria o en el club, el que llama a amigos y familiares, el que es consultado antes de votar porque “sabe de política”, el que ha estado al lado de la gente cuando hubo que gestionar algo para el pueblo o el barrio. Esos contribuyen a aportarle al FA y al campo social y político progresista ese plus que no pueden registrar las encuestas (porque es difícil detectarlo, y porque muchas veces sale a la cancha en los últimos minutos) y que en significativa medida hace posible esa cifra final de sufragios “que nadie esperaba”.

Claro está, estas fortalezas no garantizan por sí solas un futuro triunfo del Frente Amplio. Justamente, tras quince años de grandes transformaciones en el Uruguay, es necesaria una actualización programática, lo que incluye respuestas a grandes temas que no han sido abordados o que requieren nuevas elaboraciones. Será imprescindible, además, porque, tras la pandemia y sus efectos, las consecuencias de la política del “malla oro” y del derrame, con todo lo que conlleva, aparejará más dificultades para la población en los próximos tiempos. 

El politólogo Daniel Buquet evaluó que para el FA el resultado del referéndum “no es un triunfo, pero no retrocedió”, y mantiene “su capacidad de convocatoria de cara al próximo ciclo electoral”. 

Pese a que no logró el objetivo, los números del referéndum son un estímulo para que el Frente Amplio encare sus muy difíciles desafíos. Uruguay necesita una gran propuesta transformadora que dé continuidad a lo realizado, pero que haga efectivas nuevas respuestas a los uruguayos.

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