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LOS DESAFÍOS DEL CAMBIO
¿Qué lecciones deja la pandemia?
Por Martín Buxedas
Todavía en plena pandemia, ya está abierto el debate sobre su impacto en la sociedad del futuro, sobre las ideas, las políticas y las conductas personales y colectivas. Este artículo refiere a algunas de las importantes lecciones que han motivado ese debate.
I
La primera lección deriva del indudable éxito de la ciencia y la innovación en desarrollar vacunas eficaces en un breve lapso.
Este resultado refuerza la importancia de las políticas y los fondos asignados a la ciencia y la innovación, entre otras razones para prevenir catástrofes como la originada por el cambio climático, o al menos reducir su impacto sobre las personas.
II
Un segundo hecho relevante es que los Estados han destinado cuantiosos fondos al sostenimiento de la salud, de los ingresos de las familias y los trabajadores desempleados, y a la sobrevivencia de muchas empresas. El aumento del gasto público determinó un crecimiento significativo del déficit fiscal, más aun cuando los tributos mermaron como consecuencia de la caída de la actividad económica.
Incluso los gobiernos, partidos y personas tradicionalmente convencidas de la necesidad de achicar el Estado y de que los subsidios promueven la holgazanería, estuvieron en este caso de acuerdo en que había que abrir la billetera.
Unos más, otros menos, todos lo hicieron. Sin el apremio de una crisis global, algunos países profundizaron sus políticas sociales y las orientaron a atender a todas las personas según sus necesidades. Sus resultados han quedado manifestados en mejores indicadores de calidad de vida. El gobierno uruguayo también ha gastado más, pero, según los datos disponibles, lo ha hecho con cuentagotas.
¿Dejará esto una lección? ¿Los Estados acrecentarán sus esfuerzos y recursos en materia de protección social y de empleo, lo mismo que en el combate a las desigualdades? ¿O se volverá atrás, al “reduzcamos el Estado”?
III
La pandemia también ilustró las características del mercado de las vacunas. El imperativo moral de proteger masivamente a la población mundial se topó con la “realidad real”, en este caso, la apropiación de ingentes cantidades de vacunas por parte de unos pocos países ricos.
Se han levantado muchas voces contra ese impresionante acaparamiento, entre ellas la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), institución que ha tenido serios problemas para reunir los fondos y adquirir suficientes vacunas para distribuirlas en los países de menores ingresos. Lamentablemente, se ha frustrado hasta ahora un mecanismo con el cual la OMS esperaba asegurar la vacunación del 20% de la población de los países pobres y de medianos ingresos. En cambio, es plausible que en cada país las vacunas hayan sido sustraídas al mercado y los gobiernos se hayan encargado de su compra y aplicación gratuita.
La desigualdad en la distribución de vacunas entre los países atenta contra el imperativo moral de que lleguen a las poblaciones prioritarias, extiende en el tiempo la presencia de la pandemia sobre el planeta, y amplía el riesgo de que se generen más y más mutaciones del virus.
Esta situación deja una lección, ampliamente referida internacionalmente: la importancia de organizar algún tipo de gobernanza mundial para prevenir o actuar ante catástrofes sanitarias o de otra naturaleza, como la ya en curso resultante del calentamiento global producido por la actividad humana.
Intentos de avanzar en ese sentido, como el mecanismo ya referido de compra y distribución de vacunas de la OMS (Covax) o el acuerdo de París para contener el calentamiento global, están lejos de haber alcanzado metas mínimas.
IV
La normativa que protege a quienes patentan nuevos productos, marcas, diseños industriales, está firmemente arraigada en los países y reasegurada por los acuerdos internacionales. En ese marco, las farmacéuticas tienen el monopolio de la producción de las vacunas que han desarrollado, derecho que subsiste aun en medio de una pandemia que ya ha provocado más de tres millones de muertos, y en circunstancias en que han sido algunos gobiernos y donantes privados los que financiaron una parte importante de la inversión realizada por esas empresas.
El monopolio sobre cada una de las vacunas habilita a establecer precios altos y consolidar escandalosas valorizaciones de las empresas exitosas. También permite a las farmacéuticas imponer a los gobiernos otras condiciones, entre las que se encuentran la de no divulgar el precio pagado y ser eximidas de cualquier responsabilidad derivada de la aplicación de las vacunas.
La hipótesis neoliberal supone que, sin intervención estatal, los precios más equitativos se fijan en mercados de competencia perfecta en los que muchos compradores y vendedores de un producto homogéneo disponen del mismo conocimiento. Hipótesis que tiene muy poco que ver con el mercado de las vacunas. Y no es una excepción, sino más bien la regla.
Como era de esperar, se ha criticado el derecho al monopolio legal de las vacunas en el marco de una pandemia. Una de las alternativas planteadas consiste en pagar las vacunas a precios que incluyan el costo y el riesgo asumido por las desarrolladoras. Pero es difícil ser optimista en este aspecto.
Cualquier acción tropieza con los intereses de las empresas más tecnológicas y con los gobiernos que los apoyan, los que a partir de los años noventa han logrado que se reconozcan mundialmente los derechos de propiedad de inventos, diseños, marcas, libros, etcétera, durante períodos que incluso tienden a extenderse.
Esta experiencia lleva a considerar que, por lo menos ante situaciones extremas o de bienes tan esenciales como los medicamentos, se creen mecanismos que limiten el poder de mercado de las empresas sin menoscabar los estímulos a la investigación, la inversión y el riesgo en que han debido incurrir.
V
La pandemia también ha dejado en evidencia que sus peores efectos corren a cargo de los sectores más pobres y vulnerables, como lo muestran las consecuencias en el empleo y las limitaciones en el acceso a la salud y la cobertura de la seguridad social.
En el otro extremo, los “superricos” se hicieron más ricos. En Estados Unidos los 657 personas con patrimonios superiores a los 1.000 millones de dólares aumentaron 45% su riqueza en el primer año de pandemia. También esto estaría sucediendo en China. Según la BBC, la prestigiosa emisora pública de Gran Bretaña, ese aumento en la riqueza de los más ricos hubiera permitido financiar con creces todas las vacunas requeridas por la humanidad.
La pandemia no inventó la desigualdad… simplemente la agudizó. Era de esperar.
La lección es que la crisis extrema las desigualdades que ya generaba el sistema y que las políticas sociales no lograban controlar. También permite apreciar la utilidad de algunas políticas que pueden ensayar los países para atenuar los impactos negativos de la pandemia.
VI
El debate internacional sobre las lecciones que deja esta pandemia está abierto.
¿Serán tomadas en cuenta estas lecciones?
¿Se ajustarán los sistemas económicos y se aplicarán mejores políticas que contribuyan a sociedades más equitativas?
¿Será posible desarrollar acuerdos mundiales que acojan y disciplinen a todos los países para enfrentar catástrofes en salud u otros desafíos cruciales como los del cambio climático?
¿O volveremos a lo mismo de antes?
Los mismos intereses y las mismas ideas generarían los mismos resultados.
Sin embargo, dada la magnitud de desafíos como la extrema desigualdad social o el cambio climático, cabría albergar la esperanza. En tal sentido, la pandemia ha incentivado el avance de la ciencia, no solo en materias sanitarias. Habrá que asegurar la democratización de las innovaciones resultantes.
El pesimismo es un lujo que no nos podemos dar cuando debemos enfrentar grandes problemas.