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ENTRE EL DOCUMENTAL Y LA FICCIÓN

 Publicado: 05/05/2021

“El Agente Topo”: humor y soledad en la tercera edad


Por Andrés Vartabedian


Convengamos que no es habitual encontrar un aviso, en el diario, con este tenor: “SE NECESITA ADULTO MAYOR HOMBRE. Jubilado entre 80 y 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo en tecnología. Para realizar investigación; con disponibilidad para vivir fuera de su casa por tres meses”. Sin embargo, allí está.

Una serie de “adultos mayores hombres” se presentarán, previo llamado o envío de correo electrónico, al lugar de la entrevista. El contratante es una agencia de investigaciones privada. Cierto documento de Rómulo Aitken (cara visible de la agencia) que vemos en pantalla -no sabemos si real o fraudulento-, lo vincula, incluso, a la Interpol chilena. Él realizará el casting correspondiente que determinará quién se transformará en nuestro “Agente Topo”. La presencia, explicitada, del equipo de filmación nos hará pensar que la elección no estará a cargo solo, ni principalmente, de Rómulo.

Sergio (Sergio Chamy) resultará el “afortunado” espía seleccionado. Su trabajo: ingresar e instalarse en el residencial de ancianos “San Francisco” para realizar una investigación acerca de la atención que recibe cierta “adulto mayor mujer”, cuya hija sospecha de un tratamiento que dejaría que desear por parte del personal del hogar, ya sea en lo concerniente a su salud, la seguridad de sus pertenencias o el propio trato cotidiano de la que es objeto.

Sergio recibirá el “entrenamiento” correspondiente antes de constituirse en el residencial; sobre todo en materia de tecnología, algo en lo que ninguno de los postulantes se mostró muy ducho al momento de las pruebas a las que fueron sometidos.

Hasta aquí, lo relatado puede sonar bastante extraño, ¿verdad? Efectivamente, lo es. Y todo este segmento del filme se desarrolla entre nuestra sorpresa y nuestra sonrisa. La información necesaria se nos brinda a través de breves pinceladas, cálidamente, y con un discreto y efectivo sentido del humor.

El primer punto de inflexión hacia otro tono lo encontraremos cuando la hija de Sergio debe despedirse de su padre, enfrentando su alejamiento transitorio y preocupada por las condiciones de trabajo que este debe asumir. Sergio tiene 83 años, una familia presente, y hace pocos meses ha enviudado. No olvidemos que aquí no hay actores profesionales interpretando roles, sino seres comunes, no habituados al medio, asumiendo roles dentro de una producción cinematográfica. En este momento, vemos nuevamente, realmente “en escena”, al equipo del filme intentando otorgar tranquilidad y seguridad al familiar algo atribulado; lo que también habla del tono con el que Maite Alberdi encaró su proyecto, dentro y fuera de la pantalla. Además, nos dice algo sobre el propio proceso cinematográfico, lo que se suele denominar metacine; reflexión que Alberdi parece abandonar, posteriormente.

A partir de ese momento, ingresaremos con Sergio al hogar -también con su tecnología a cuestas-, y nos estableceremos allí durante algunos meses, acompañando las pesquisas y los informes cotidianos que realiza y conociendo, simultáneamente, a todas y todos los “abuelos” que allí se encuentran. Principalmente, “todas”, ya que de acuerdo a uno de sus partes, sabremos, más allá de lo que podemos ver, que allí viven cuarenta mujeres y cuatro hombres. Tal vez para reafirmar la soledad de su masculinidad entre tanta fémina, destacarlo por oposición, y hasta transformarlo en un James Bond de la tercera edad -no solo por su condición de agente secreto, sino también por su capacidad de seducción-, es que tendremos noticia de varias de esas mujeres, pero ninguna acerca de los cuatro hombres en cuestión.

Sergio, quien parece entrometerse en los asuntos ajenos más de la cuenta, en un primer momento, irá moderando las formas de su investigación -de la mano de algunos consejos que le llegan desde el exterior, a través de Rómulo- y conseguirá acercarse a su “blanco” y al resto de las residentes de forma respetuosa y comprensiva. Y lo que asoma impostado, al comienzo, irá adquiriendo la autenticidad de un vínculo afectuoso y sincero, honesto en la manifestación de sus preocupaciones y hasta ocupado en el bienestar de sus compañeras de ocasión. Con algunas de ellas, generará un lazo que apunta a trascender los límites de su estancia en el hogar y los de la propia película.

Es que Sergio pasará de sentirse una especie de intruso con responsabilidades particulares a asumir el residencial como un lugar propio en el que puede incidir favorablemente. Su buen estado de salud física y mental se lo permiten. Atenderá su “blanco”, pero también tendrá tiempo de discurrir por y sobre el lugar, interactuar con aquellas mujeres diversas, de bienestar psico-físico-emocional dispar, de participar de las fiestas ocasionales tanto como de los sinsabores cotidianos… Generará vínculos de distinta índole… Se transformará casi que en “uno más”. Despertará, inclusive, en alguna de estas mujeres, sentimientos amorosos que parecen dormidos. Los pétalos de la margarita quizá vuelvan a tener algo que decir.

Sin embargo, con el paso de las semanas, su permanencia impondrá su contracara: Sergio comenzará a padecer ese encierro. Al mismo tiempo, a la vez que empieza a extrañar su vida fuera de ese recinto -a sus hijos, a sus nietos-, comienza a vislumbrar que los problemas no se encuentran tanto en el interior de ese hogar como en su exterior. Los ancianos no reciben visitas. Alberdi refuerza esa idea con la única a la que asistimos: la de la familia de Sergio el día de su cumpleaños número 84 -que también transcurre allí, efectivamente-. La soledad en la que se mueven esas mujeres y esos hombres respecto a sus familias es notoria. El agente encubierto parece percibirlo, al igual que nosotros. El topo ha descubierto algo y pretende comunicarlo a sus “superiores”. El filme hace lo propio. No existen condiciones materiales suficientes que protejan contra el abandono. El humor ha colaborado, hasta aquí, en disfrazarlo; sin embargo, es imposible ocultarlo.

Entretanto, casi en forma entrañable, compartiremos la mesa, la fe, el amor y la locura con esos ancianos. También el baile y la poesía, los camisones y la peluquería.

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