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“EL HUÉSPED VACÍO” (1971)
Estética del vacío y angustia radical
Por Taiana Carbonari Galván
Sin la intencionalidad abierta de la denuncia y aún sin la mordanza de la censura, El huésped vacío obtiene un raro equilibrio que alude a la violencia social. Vista desde hoy, augura el duro castigo que sufrirá la sociedad uruguaya pocos años después.
Oscar Brando – “Premonición de un castigo” –
El teatro uruguayo contemporáneo
Ricardo Prieto, poeta, narrador y ensayista nacido el 8 de febrero de 1943 en la ciudad de Montevideo, ha sido considerado uno de los máximos exponentes del teatro uruguayo. Tiene a su cargo una gran producción literaria, es autor de cuarenta y dos obras teatrales, las cuales fueron estrenadas en más de diez países.
El huésped vacío, escrita en 1968 y representada por primera vez en 1971, se encuentra enmarcada en el Uruguay de la pre-dictadura, el cual se enfrentaba al derrumbamiento de cierto bienestar económico, con un Estado que se iba perfilando hacia la represión y el autoritaritarismo, contexto que se ve claramente representado en el sistema teatral de la época.
Las temáticas abordadas en las obras de Prieto se encuentran centradas fundamentalmente en la relación opresores-oprimidos y los vínculos de dependencia entre estos.
Los ejes que atraviesan la obra son muchos y muy diversos, dependiendo de la mirada que se le dé a las mismas, algunos de ellos son: la enajenación, el vacío, la angustia, la soledad, la crisis económica, entre muchos otros.
El huésped vacío, obra que se encuentra estructurada en un acto único, dividido en cinco escenas, presenta la historia de una familia de clase media baja que pasa por un mal momento económico y que encuentra como única solución hospedar a un matrimonio extranjero que pagará una suma muy beneficiosa para la familia.
La estética del vacío, las ausencias y la angustia radical en el teatro de Prieto
Ricardo Prieto trabaja la idea del vacío y la angustia como pequeños tópicos direccionados a la lectura que el dramaturgo da sobre los sujetos del siglo XX.
En El huésped vacío, tal como su título lo anticipa, trabaja la idea del “vacío”, que busca reflejar la lucha interior que el hombre del siglo XX entablaba consigo mismo.
El vacío, más precisamente el vacío existencial, puede asociarse a la condición humana que se encuentra alienada, con aburrimiento y apatía, sentimientos que llevan al hombre a encontrarse en soledad y vaciado interiormente.
Prieto trabaja en Dramaturgia y angustia teatral, ensayo publicado en el año 2004, la idea de vacío y de angustia en un mismo momento e íntimamente relacionadas.
Hace muchos años, cuando era alumno de la Escuela de Arte Dramático del Taller de Teatro de Montevideo, mientras varios compañeros realizaban una improvisación, el profesor me pidió que entrara al escenario transportando una caja. La ausencia de pautas previas permitió que los otros alumnos y yo actuáramos con libertad, dejándonos llevar por los impulsos que desencadenaba la acción. Recuerdo que asumí el papel de un padre que regresaba a su hogar después del trabajo. Cuando mi mujer y mis hijos de ficción me preguntaron qué contenía la caja respondí que no sabía. Tampoco les permití que la abrieran. Pocos segundos después se produjo una reyerta por su posesión. De pronto, enfurecidos, me la arrebataron y descubrieron que estaba vacía. (Prieto, 2004: 1)
Ese episodio de sus comienzos en el sistema teatral (no como dramaturgo, sino como actor), que recuerda con claridad, ha generado en él una constante reformulación de aquella acción y lo que la misma le generó, marcándolo para el resto de su vida:
A pesar de que han pasado más de cuarenta años recuerdo con asombrosa nitidez el contenido de mi conciencia en aquel instante. Por primera vez en mi corta experiencia escénica sentí el incomparable poder de la angustia que salía de mí mismo y se acrecentaba a través del diálogo. Pero aquella angustia depositada en el inconsciente era diferente de la que había experimentado hasta ese momento, pues se nutría, más que de la propia y limitada memoria emotiva, de la vasta memoria de la especie. Sin darme cuenta, y gracias al talento de aquel notable profesor de arte escénico que se llamaba Pablo de Béjar, acababa de ponerme en contacto con una de las vertientes de la creación dramática. (Prieto, 2004: 1)
Es de esta forma como Prieto introduce, mediante este ensayo, cómo ha llegado a la noción de vacío y cómo eso se encuentra conectado con el concepto de angustia teatral, sentimiento que le es inevitable definir más adelante en su ensayo como algo imposible de disfrazar porque siempre va a estar ahí “oculta en la maraña de conflictos que son nuestras vidas y poniéndole límites a nuestro ego envanecido” (Prieto, 2004: 1).
Asunto terminado y El huésped vacío: dos perspectivas a un mismo tópico
La obra Asunto terminado (1994) presenta un diálogo entre dos personajes, Iván, encargado de la quema de cadáveres (producto de un exterminio que no es identificado) y el inspector que llega a supervisarlo por las constantes quejas que ha manifestado Iván disconforme con su trabajo.
Iván se caracteriza por ser un personaje enajenado que solo cumple con su función (quemar cadáveres), sin saber y sin hacer nada más que eso. El vacío, la falta de contacto con sus familiares, la falta de afecto y cariño lo han hecho dudar de su trabajo y de lo que él implica.
La idea de vacío se plantea desde el comienzo y se va incrementando con el interrogatorio del inspector, quien nota en Iván cierto desequilibrio, el que termina llevándolo a la muerte. Desequilibrio que al igual que en El huésped vacío se manifiesta a través de la angustia, una angustia radical que Prieto atribuye a sus personajes de una manera muy clara. Tanto en Asunto terminado como en El huésped vacío lo económico incide en las manifestaciones de los personajes, lo que los lleva a cometer acciones que no los conforman, provocando ese vacío y la posterior angustia.
Claudia Pérez explica en la obra Dictadura contra las tablas: “Angustia, destrucción, entrega a un mandato superior, comprensión cabal de la trascendencia, son temas que el autor ha transitado como sus mitos escriturales” (Mirza y Remedi, 2009: 303). Afirmación que se puede constatar con una lectura profunda de la obra del autor y fundamentalmente en las obras antes citadas.
Por otro lado, Roger Mirza, en Situación del teatro uruguayo contemporáneo, refiere al teatro de la época como un espacio en donde se podía apreciar “una necesidad de crear instancias de reflexión” (1996: 5), generando así en los espectadores la posterior catarsis.
Prieto, por esta razón, busca trabajar en sus obras temáticas que reflejen el presente, que estén en el aire, con el propósito de construir una red simbólica. Como lo explica Ángel Rama “La literatura genera un discurso sobre el mundo, pero ese discurso no pasa a integrar el mundo, sino la cultura de la sociedad, siendo una parte de la vasta malla simbólica mediante la cual los hombres conocen y operan sobre el mundo” (Rama, 2006: 101).
En El huésped vacío, la angustia está presente en toda la obra desde el momento inicial y se presenta, como explica Marcela Caetano, “como un elemento integrador (es la angustia la experiencia común a los tres integrantes de la familia: padre, madre e hijo) y desintegrador al mismo tiempo” (Mirza y Remedi, 2009: 297). La angustia inicialmente se ve reflejada en el personaje de Gloria, que se encuentra imposibilitada de darle a su hijo lo que le reclama. Esa angustia, con el transcurso de los sucesos, va a ir expandiéndose como consecuencia de los vacíos que la llegada de estos huéspedes le implican a Luis. La decisión de su hijo de abandonar la casa fractura la relación y da pie a que Gloria, dominada por el dolor que le genera la pérdida de la libertad y el enceguecimiento de su marido, termine también dejando su casa.
Luis, por otra parte, también carga ese sentimiento de angustia enfrentando las pérdidas y priorizando en todo momento la situación económica de la familia, aunque esta ya no exista como tal.
Gloria, Luis y Jorge: una familia clase media baja, vacía y desarmada
El teatro de Prieto trabaja sus personajes de una forma detallada y sumamente particular, desde el comienzo busca dejar en claro cómo se encuentra conformada la familia que será la encargada de dar hospedaje a la excéntrica pareja: Luis y Gloria con veinte años de matrimonio y una situación económica muy inestable, producto de que su único ingreso es la jubilación de Luis; Jorge, único hijo de la pareja, joven estudiante de Psicología, quien tiene una relación difícil con su padre y una negación a la conjugación estudio-trabajo.
La obra comienza con un diálogo entre Jorge y su madre Gloria. Desde el inicio, el dramaturgo busca dejarnos en claro cuáles son las características más destacadas de cada personaje, las cuales se irán desarrollando mediante sus intervenciones para producir el efecto final de soledad y angustia que construye el clímax de la obra.
El escenario inicial representa el comedor de una vivienda, con muebles viejos y deteriorados. Nos ubica en una casa de una familia de clase media baja, con un pasar económico muy crítico, representando el fin del Uruguay de las “vacas gordas”.
Desde los primeros intercambios entre madre e hijo el tema económico es central. Gloria abre la obra diciendo “¡No, no y no! ¿Cómo le explico a tu padre que me faltan doscientos pesos?” (Prieto,1992: 953). Luego, negándose a darle dinero a Jorge para comprar cigarros, le dice: “tenemos solo mil hasta el martes” (Prieto,1992: 953). Gloria se presenta desde sus primeras intervenciones como la articuladora entre el hijo y el marido, una mujer honrada, que se encargaba, como todas las mujeres de la época, de la economía de la casa.
Jorge, el hijo del matrimonio, se presenta como un personaje rebelde, lleno de sueños e ilusiones de ser diferente, de no seguir el modelo de sus padres, su personaje se construye a través de su discurso, de sus intervenciones.
El personaje de Luis, sin embargo, se construye a través de las intervenciones de Gloria y Jorge, se lo describe desde un comienzo como jubilado y encargado del ingreso económico en la casa. Padre y marido ausente que, según Gloria, se encuentra preocupado por la situación económica que están viviendo.
La situación inicial cambia con la llegada del padre, quien trae la buena noticia, la “salvación” a la crisis económica y la pobreza. Luis, sin estar en escena, con voz en off, llega enunciando con gritos: “¡Vieja! ¡Jorge!”. Inmediatamente, Gloria, alarmada, pregunta qué es lo que le pasa, él responde con un tono eufórico: “¡Ni te imaginas!”, complementando su extraña alegría con besos y abrazos hacia ella, que tornaban más extraña su actitud. La obliga a bailar, maximizando su felicidad y exclama “¡Vamos a tener plata!” (Prieto, 1992: 959).
Gloria es la que más padece los cambios, desde un comienzo deberá abandonar todo aquello que le da una gota de vida, aquello que forma parte de su cotidianidad.
PADRE: (descolgando las jaulas) ¡Se acabaron los pájaros!
MADRE: ¿Qué?
PADRE: Las plantas...
MADRE: ¡No!
PADRE: El gato...
MADRE: ¿Estás loco?
PADRE: Y el mate.
MADRE: ¡Jamás!
PADRE: Odian todo eso. Y hay que eliminarlo antes de que lleguen.
MADRE: ¡Ni por doscientos mil pesos voy a desprenderme de lo que más me importa en el mundo! (Prieto,1992: 969)
Ella reacciona de forma inesperada, considerando las actitudes manifestadas anteriormente. Se muestra negada a aceptar las exigencias de los huéspedes, responde con angustia y responde con resistencia a desprenderse de todo aquello que la ha acompañado durante años: “¡Los tengo desde que me casé!” (Prieto, 1992: 969). Sin embargo, termina cediendo, priorizando, al igual que su marido, el bienestar económico.
El hecho de desprenderse de las cosas que la han marcado durante el transcurso de su vida, de sus pertenencias, es el inicio de un proceso de despersonalización que deberán enfrentar los integrantes de la familia de diferentes formas y en diferentes circunstancias.
Avanzada la escena IV, Gloria enfrenta la pérdida más significativa, Jorge no tolera la situación y decide irse. Ella, dolida, reflexiona ante su marido: “Mi hijo no va a volver” (Prieto, 1992: 995). Hacia el final de la escena IV, Gloria termina en una crisis enfrentando a su marido: “¡Nunca te exigí nada! ¡Viví siempre como una miserable entre estas cuatro paredes!” (Prieto,1992: 1001).
Luis enfrenta el proceso de deshumanización de forma diferente, como menciona Modzelewski en su trabajo La dialéctica del amo y el esclavo en el teatro de la resistencia. Luis representa el antihéroe o héroe degradado, definidos por la autora como “personajes sometidos a la violencia, a abusos ante los cuales no reaccionan, sacrificados hasta el final” (Modzelewski, 2007: 29). Mirza explica, por otro lado, que los personajes comparten ciertas características:
La humillación, la derrota ante un poder ilegítimo e irracional, y también el manejo del espacio en escena, que toma un fuerte valor simbólico, alusivo, como el tema de la casa ocupada, invadida, convertida en prisión, cuando la casa como símbolo universal representa un espacio de protección y seguridad, transmitiendo así subliminalmente la sensación de la penetración del peligro hasta en los espacios más íntimos, la contaminación del universo completo. (Mirza, 1995: 256).
Estos héroes degradados no se enfrentan, no se rebelan, acatan su lugar de oprimidos y se mantienen hasta el final de la obra, en donde la degradación va hasta el extremo, a las consecuencias máximas.
Luis será quien represente ese antihéroe antes definido, su objetivo es salir de la miseria económica en la que se encuentran, pretende otro ingreso que les permita comer mejor, tener ropa para cambiarse y satisfacer sus necesidades. Antepone los beneficios de los huéspedes a los reclamos que manifiesta su propia familia, el dinero lo mantiene enceguecido y sin escuchar a su alrededor.
El vaciamiento que los huéspedes pretenden de la casa es tal que incluso mandan todos los muebles a remate diciendo que esas cosas no son necesarias. Luis, en una primera instancia, se niega, diciendo que son cosas que pertenecen al matrimonio, que son de ambos, manifiesta cierto apego a lo poco que le queda de su casa, de su familia.
Fergodlivio y Clara: la represión y el autoritarismo
Fergodlivio aparece presentado indirectamente mediante el discurso de Luis, este narra las primeras sensaciones causadas por el encuentro con el desconocido. La primera forma que Luis utiliza para referirse a Fergodlivio y a su esposa es: “los salvadores”, estableciendo relaciones directas con el beneficio que el encuentro le había propiciado, luego son caracterizados como “especiales, especialísimos” (Prieto, 1992: 961).
La narración que Luis establece para sus oyentes es minuciosa y pausada, va proporcionando la información como en cuentagotas, buscando generar suspenso, un momento de tensión. Fergodlivio es “un tipo con pinta de extranjero” (Prieto, 1992: 961), con traje y piel cuidada, con expresión satisfecha que le hace pensar a Luis que debe ser un hombre que la pasa bien y que no tiene problemas económicos. Más avanzado el relato que Luis realiza para su mujer e hijo, dirá que es un hombre que se dedica a la renta y que está dispuesto a pagar cualquier precio para tener un lugar donde quedarse con su esposa.
La perspectiva que la familia tiene sobre este extraño irá cambiando progresivamente, las primeras dudas comienzan a darse cuando Luis describe en profundidad el matrimonio y cuáles son las condiciones planteadas para pagar la considerable suma de dinero ofrecida. Más tarde la perspectiva cambia y las dudas sobre el estado mental del huésped aumentan, cuando se presenta en la casa con una esposa que no existe y a la cual pretende que traten con los mayores cuidados -manifestando además rasgos represivos y autoritarios-.
Marcela Caetano expresa: “Fergodlivio atormenta a cada integrante de la familia toda y lleva al padre al extremo de la humillación como servidor de ellos mismos, actuando en su nombre y en pro de los intereses objetivos y verdaderos que aquellos no saben o pueden ejecutar” (Mirza y Remedi, 2009: 295).
Fergodlivio maneja el sistema de opresión de una forma particular, las órdenes, mandatos, exigencias e imposiciones en la mayoría de los casos son enunciaciones del propio personaje que solo manifiesta los deseos de Clara, su incorpórea esposa.
Desde que el matrimonio se instala en la casa logra instaurar un particular sistema represivo en donde los dueños de la misma se encuentran presos en ella, en manos de sus inquilinos.
Poder represivo y autoritario que Fergodlivio considera legítimo porque el paga para que lo obedezcan como lo deja ver en su intervención: “Nadie le prohibió hablar. Solo le exigí que hablaran en voz baja. ¡Y si exijo es porque pago!” (Prieto, 1992: 991). Como explica Caetano: “La convicción de Fergodlivio de ser un sujeto esencialmente salvífico por ser esencialmente disciplinador de las conductas de la alteridad que los demás personajes representan, a excepción de su esposa Clara que no es sino la imagen especular de sí mismo”. (Mirza y Remedi, 2009: 295)
Clara, por su parte, es definida siempre por el discurso de los otros personajes, es la esposa incorpórea, invisible de Fergodlivio. Ningún personaje la ve, pero simulan hacerlo por respeto al huésped que proporciona el dinero y a quien deben respeto por ello. Desde que Fergodlivio entra en la casa busca imponer que la familia note la presencia de Clara, aunque por momentos se torne muy difícil para ellos. El discurso de Fergodlivio nos permite conocer a Clara, él es utilizado como médium que transmite las órdenes y los deseos de ella. Clara se describe como una mujer enferma, que no tolera los ruidos y muchas de las costumbres que la familia tenía incorporadas: el mate, la radio, entre muchas otras. Su personalidad se describe como agresiva y susceptible, “caprichosa”, según Gloria.
Conclusiones
El teatro de Prieto presenta una atmósfera cargada de ausencias, más precisamente de vacíos. La intencionalidad del autor es la de presentar al mundo un nuevo sujeto, que padece la soledad y al que la idea de vacío lo lleva a la angustia radical, teniendo como único objetivo la catarsis del espectador.
Fergodlivio y Luis representan ese vacío, desde diferentes perspectivas. Ambos manifiestan de qué forma enfrentan las ausencias. En el caso de Luis, el vacío se irá presentando de forma gradual, con el transcurso del tiempo y los sucesos acontecidos desde la llegada de los huéspedes. El vaciamiento será físico y material dentro de la casa, no habrá personas ni muebles, todo será eliminado por esta extraña pareja de inquilinos. También habrá un vaciamiento interno, en su ser y esencia. La familia, lo que comenzó siendo motivación para aceptar este trato con Fergodlivio, es lo que se termina desintegrando por no aceptar que todo tiene límites.
Luis enfrentará pérdidas que lo llevarán a la angustia extrema, ya no tendrá forma de remediar ese vacío que él generó.
Por otro lado, Fergodlivio se presenta desde que aparece en la casa como un ser cargando una ausencia: Clara, su esposa. Ella no es nada más que un producto de su imaginación. También representa un relleno, una creación de la mente de Fergodlivio para ocupar el lugar que nadie corpóreo podría lograr.
Es posible afirmar que los ejes trabajados por Prieto en El huésped vacío también persisten presentes en Asunto terminado, obra que el autor publica veintitrés años después. Iván representa, a través del trabajo enajenado que realiza, la deshumanización que lo lleva a la pérdida de la cordura; se encuentra solo y eso lo angustia al extremo de tener relaciones sexuales con “asuntos” (cadáveres que esperan su turno para ser quemados por Iván en los hornos de exterminio).
Prieto, como ya mencioné, busca presentar en la dramatización al hombre del siglo XX con sus carencias y debilidades, con la soledad que lo agobia, con la enajenación que lo persigue y con la destrucción de las relaciones humanas a cuestas.
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“¿Por qué escribir obras dramáticas? ¿Cuál es su razón para el teatro como acto literario vivo?” -le consulta Mauricio Estanislao López Castellanos (2012) a Ricardo Prieto en una entrevista para la Revista Sketch de Guatemala-. A lo que el dramaturgo responde:
Se escribe para el teatro por la misma razón que se escribe narrativa o poesía: Para diluirse en los otros y en lo “otro”, para alejarse de manera temporal de esa persona que somos o creemos ser. Escribiendo uno logra asumir las experiencias de los demás, viaja por las mentes de otras persona, encarna sus conflictos, explora la condición humana.