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A PROPÓSITO DE UNA LECTURA DE MAX WEBER

 Publicado: 07/07/2021

La ética escolar y el neoliberalismo


Por Julio C. Oddone


A la memoria del Maestro Miguel Soler Roca (1922 – 2021)

Max Weber integra el selecto grupo de autores que han mantenido su vigencia a lo largo de más de 100 años, entre dos siglos y en medio de un cambio de milenio.

Paradójicamente, ha sido poco leído, mal interpretado y erróneamente debatido. Se le adjudican ideas que nunca sostuvo y posturas que nunca defendió, incluso libros que nunca escribió.

La ética protestante y el espíritu del capitalismo se origina en dos ensayos publicados en una revista alemana en 1904 y 1905, incluidos en una recopilación sobre sociología de la religión poco después de morir en 1920, en la que se propone “determinar la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica, de un ethos económico” (Weber, 2012, Introducción general a los ensayos sobre una sociología de la religión, párr. 15)

La ética protestante y el espíritu del capitalismo debe su existencia como libro a una traducción al inglés de Talcott Parsons en el año 1930 y que hoy, para quienes estudiamos o enseñamos Sociología, en sucesivas ediciones y traducciones, llegó a nuestras manos. De manera que Max Weber no escribió ni concibió un libro con ese título y mucho menos se imaginó que hoy me apropiaría de sus ensayos para analizar una temática muy preocupante.

Estoy convencido que en las instituciones escolares de enseñanza primaria y secundaria se forja desde hace mucho tiempo una ética escolar condicionada por el neoliberalismo.

La ética (de ethos) es una forma común de vida para los individuos de una sociedad, que conforma un conjunto de principios que justifican nuestros actos y nuestro comportamiento: las cosas que quiero, las cosas que debo o no debo hacer y las que efectivamente puedo hacer.

No es solamente lo que es correcto, lo que es bueno o lo que está bien. No tienen un único sentido, no existe una ética, existen éticas. Hacen referencia al marco dentro del cual vivimos nuestras vidas imponiendo normas de comportamiento a las personas que deben vivir en una sociedad determinada.

El orden económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como un caparazón […] prácticamente irreformable, en el que ha de vivir y al que impone las normas de su comportamiento […] El capitalismo actual, señor absoluto en la vida de la economía educa y crea por la vía de la selección económica los sujetos (empresarios y trabajadores) que necesita. (Weber, 2012, cap. II, El espíritu del capitalismo, párr. 17-18)

La ética escolar se corresponde con un “cosmos” neoliberal. Los sistemas educativos forman a las personas funcionales a cierto sistema económico, social, político y en función de la sociedad en la que se supone que van a vivir. Desde este punto de vista, la escuela forma a las personas, y al estar enmarcada en una sociedad neoliberal, las hace portadoras de una ética funcional al neoliberalismo.

Desde este punto de vista, la ética escolar opera en una doble perspectiva: por un lado, acreditar un determinado saber teórico o científico para quienes puedan culminar sus estudios y, por otro lado, formar en competencias funcionales para el mercado de trabajo a quienes únicamente consigan terminar la educación básica.

En el estado actual de las instituciones educativas y según la conducción de las autoridades, el rol que se espera de la educación es formar individuos dóciles, maleables y con la formación necesaria para insertarse en el mundo del trabajo. 

La función de la escuela es la conformación en sus estudiantes de una personalidad neoliberal.

En países con gobiernos neoliberales, pero a su vez con fuerte influencia de tradiciones conservadoras, se tenderá a instrumentalizar el sistema educativo para conformar personalidades compatibles con ambas posturas. Las características de un ser neoliberal y conservador pasan a complementarse y reforzarse mutuamente. (Torres Santomé, 2017, El ser humano exigido por las políticas curriculares neoliberales, neocolonialistas y conservadoras oficiales, párr. 1)

El neoliberalismo necesita a la escuela educando para una ciudadanía basada en personas formadas en el individualismo, en el emprendimiento y que se vean como “empresarios” de sí mismos, imponiendo una nueva ética para todas las personas. (Ibid., El nuevo currículum neoliberal, párr. 3)

Se asume como determinado un cierto modelo de sociedad para la cual es necesario formar a las personas. Ese modelo está basado en la sociedad del capitalismo financiero y un modo de producción posindustrial centrado en bienes inmateriales. (Ibid., El nuevo currículum neoliberal, párr. 8)

La educación para el neoliberalismo prioriza las competencias y los saberes más funcionales para sus intereses escondiéndose detrás de pantallas con una impronta positiva para la gente como son los ideales de la inclusión, la justicia y el acceso democrático a la escuela, pero que en realidad esconde su fundamento en las leyes del mercado. (Chauí, 2014, cap. I, La ideología de la competencia, párr. 5)

Los Estados establecen sus políticas educativas mediante una serie de documentos, más o menos sistematizados, que emanan de sus autoridades de la educación. Es el Estado quien genera las políticas públicas sobre la educación y cada vez más, sin dudas, priorizan los lineamientos que provienen de organismos trasnacionales o supranacionales moldeados por discursos globales y neoliberales.

Los discursos que enmarcan los textos políticos ya no se sitúan solamente en el contexto nacional, sino que provienen cada vez con mayor frecuencia de las organizaciones internacionales y supranacionales, tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial […] Los discursos globalizados, así como la elaboración de programas y las presiones políticas ahora emergen más allá de la nación. (Rizvi y Lingard, 2013, cap. I, Cambios en los procesos de política educativa, párr. 2)

El Estado se posiciona respecto a un conjunto de valores que decide llevar adelante para quienes educa, a quienes forma, con qué competencias y contenidos y la interrelación entre ellos.

La política es lo que un gobierno decide hacer o no hacer; es tomar decisiones, y en educación implica una estructuración y una ordenación ética.

[…] bajo las condiciones de la globalización, los valores educativos se han interpretado a través de un imaginario neoliberal y cómo esto, en años recientes, ha reconfigurado el terreno discursivo en el que se desarrolla, articula y promulga la política educativa en todos los países del mundo. […] este imaginario ha redefinido los valores educativos en términos económicos, vinculados a los intereses de una eficiencia social. (Rizvi y Lingard, 2013, cap. IV, Conclusión, párr. 1)

Los valores educativos y la ética escolar priorizan la economía y la eficiencia, son interpretados en función de un espíritu neoliberal en el que se ordenan y jerarquizan, teniendo en cuenta el tipo de sociedad en la que se desarrollan y las personas que van a vivir en ella.

La ética escolar se fusiona con el neoliberalismo a través de un cierto sentido común que “explica y sirve de justificación a los grupos sociales dominantes para la selección e imposición de los contenidos culturales que se consideran que deben ser objeto de atención preferente por parte del sistema escolar”. (Torres Santomé, 2017, Introducción, párr. 17)

La ética escolar y el neoliberalismo en los lineamientos estratégicos de la ANEP

Para visualizar la relación entre la ética escolar y el neoliberalismo voy a detenerme en analizar los lineamientos estratégicos contenidos en la Circular 28/2021 que aprueba el documento elaborado por la Dirección Ejecutiva de Políticas Educativas (DEPE) en el marco del Lineamiento Estratégico N.° 3 del Plan de Desarrollo Educativo 2020-2024 de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).

Ese documento contiene las líneas estratégicas para este período de gobierno, el que esta Administración tiene intenciones de llevar adelante. Me voy a detener en ciertos aspectos que me parecen fundamentales para entender los propósitos de la ANEP para la educación uruguaya.

El documento sostiene que debe ser el sistema educativo quien provea la continuidad de las trayectorias para los estudiantes, las que -afirma- deben acomodarse a lógicas diferentes en cuanto a los saberes valorados, “las estrategias y las propuestas y finalidades de la evaluación” (Lineamiento estratégico 3, p. 191).

En el mismo sentido, el documento da cuenta que las evaluaciones de aprendizajes han puesto de manifiesto un aspecto que reclama acciones urgentes: “los resultados educativos muestran una fuerte correlación con el contexto socioeconómico de los centros educativos, concentrándose los magros resultados en los contextos más vulnerables” (Lineamiento estratégico 3, p. 191).

¿Qué quiere decir “proteger la continuidad de las trayectorias educativas”, particularmente en contextos socioeconómicos vulnerables? ¿Qué se persigue con la “adecuación de la propuesta curricular” en todos los niveles educativos?

El documento sostiene que los estudiantes de primaria y secundaria obtienen -en función de las pruebas ERCE, ARISTA y PISA- magros resultados en Lectura y Matemáticas, persistiendo problemas importantes en cuanto a los aprendizajes de las y los estudiantes, “lo que lleva a prender luces de alarma” (Lineamiento estratégico 3, p. 191).

Para esto, el documento propone “una transformación curricular general para toda la educación pública del país” como forma de “impactar en la mejora de los aprendizajes y en la inclusión de todos los estudiantes” (p. 192). Y más adelante agrega que “los estudiantes deben poder cursar sin tropiezos, sintiéndose desafiados por la propuesta de aprendizaje, adquiriendo saberes y competencias” (p. 192).

Las autoridades de la Educación Pública de nuestro país sostienen que proteger las trayectorias educativas es poder cursar sin tropiezos, y aprender es adquirir saberes y competencias. Esto es solamente una parte del problema y no puede verse solo desde ese punto de vista.

El documento de la ANEP descarta la enseñanza basada en conocimientos, sostiene que “el concepto tradicional de currículum como listado de contenidos a enseñar ha dado paso a una visión sistémica y procesual del mismo” (p. 193), definido en el Marco Curricular de Referencia Nacional (MCRN) y sus Progresiones de Aprendizaje, documentos que responden a un enfoque por competencias; enfoque que se ha transformado en el modelo educativo predominante. 

Las personas deben adaptarse a una sociedad globalizada, un mercado laboral imprevisible, en permanente innovación tecnológica “lo que requiere sistemas de formación a lo largo de toda la vida para ir reproduciendo y adaptando el capital humano necesario en cada momento […] Aquí encuentra su razón de ser el discurso sobre las competencias como modelo educativo” (Fernández Liria et al, 2017, cap. III, El nuevo orden educativo mundial, Comerciar con un servicio llamado educación, párr. 6).

Las competencias responden a una concepción de enseñanza en la que se prioriza la formación de personas adaptables para la competitividad y la individualidad de la sociedad actual en la que se aprecia la cultura del esfuerzo propio y el destaque del talento de cada una y cada uno de los estudiantes. ¿Qué son si no, las competencias basadas en los cuatro pilares de la educación: ser, hacer, aprender y aprender a vivir juntos?

Hay una tendencia global a la construcción de currículos centralizados que introducen como novedad una formación en competencias y habilidades básicas en los cursos obligatorios (matemáticas y lengua, fundamentalmente) o especializada y cada vez más dirigida hacia el mundo del trabajo, en formación profesional y estudios superiores. (Rodríguez Martínez, 2020, cap. 3.1, Políticas curriculares estandarizadas para subir los niveles educativos, párr. 1)

En este sentido, el documento de la ANEP es bien explícito al decir que “las progresiones de aprendizaje describen el desarrollo de una competencia […] definiendo aquello que los alumnos deben saber, saber hacer y comprender en determinados momentos de su trayectoria escolar” (p. 194).

La ANEP adopta en sus Lineamientos Estratégicos el enfoque por competencias, en las que se espera reeducar a la futura ciudadanía en una nueva ética escolar, imponiendo cierta idea en la que se hace ver como anacrónicas o desfasadas las concepciones educativas que priorizan una ciudadanía crítica, culta y que valorice su conocimiento y sus aprendizajes para incidir críticamente en la sociedad en la que va a vivir.

Mas adelante, el documento de la ANEP afirma que “el interés del estudiante como meta curricular solo se alcanza si se comprenden las diferencias individuales y contextuales [en] un modelo de flexibilidad y con orientaciones y apoyos específicos” (p. 196). Esto no es así. En primer lugar, porque confunde el derecho a la educación pública con el interés de las personas, el interés individual. La protección de los derechos de la ciudadanía es el principio básico de todas las sociedades democráticas en su conjunto. Como sostiene Chauí (2018), un derecho siempre es universal y es opuesto al simple interés que es siempre individual.

Aunque acepte el interés de la estudiante o del estudiante, es un derecho solo si su finalidad es trascenderlo (Luri, 2020), porque no existe verdadero interés sin un verdadero proyecto de vida.

Al priorizar el interés del alumno, se aceptan una lógica individualista y las concepciones basadas en los méritos personales, el esfuerzo y la elección en función de las posibilidades de cada una y cada uno; cuando el deber del Estado es garantizar el derecho y el acceso a la mejor educación, justa e igual para todas las ciudadanas y todos los ciudadanos.

En segundo lugar, al “comprender las diferencias contextuales” se están aceptando las desigualdades y el hecho de que las alumnas y los alumnos de ciertos contextos solo podrán acceder a determinados centros educativos y a determinados apoyos específicos.

[…] para hacerse digno de descubrir el mundo, el niño debe romper las amarras con su propio mundo. Esta es la única manera de no perpetuar desigualdades culturales. Si la educación ha de ser emancipadora, ha de promover la comprensión de las estructuras profundas de los problemas […] esto es ampliar contextos y posibilitar transferencias. (Luri, 2020, La experiencia educativa, párr. 24)

En otras palabras, el contexto no debe ser un contrapeso para el conocimiento y los aprendizajes.

Una educación verdaderamente emancipadora y liberadora debe situarnos en nuestro mundo, salir de él y volver con nuevos significados. Esto es precisamente lo contrario al documento de la ANEP cuando propone comprender “las diferencias individuales y contextuales” (p. 196).

Estoy absolutamente en contra de un sistema educativo que priorice la competencia entre las personas, entre los centros educativos o entre las y los docentes, sin asegurar la mejor educación pública para todas las personas. 

Es preocupante lo que sostiene el documento de la ANEP cuando “prevé diseñar una propuesta curricular coherente y robusta, a la vez flexible, habilitando importantes espacios para la toma de decisión curricular en los centros y en las aulas” (p. 196), sin preocuparse antes de las necesidades presupuestales, de los recursos y del equipamiento, independientemente de los resultados educativos. De lo contrario, el contexto en el que se encuentre ubicada la institución o del que provengan las alumnas y los alumnos, incide en las posibilidades y contenidos de la propuesta educativa.

La flexibilidad, la descentralización y la contextualización, con la excusa del protagonismo de los centros, las Direcciones, y las y los estudiantes, son palabras clave de una ética escolar para el neoliberalismo.

La flexibilidad en la pedagogía solo contribuye a educar personas -como establecen Fernández Liria et al (2017)-, según las nuevas normativas de la flexibilidad neoliberal, en lugar de formar una ciudadanía ilustrada y crítica.

El protagonismo al que apunta el documento de la ANEP, resaltando la toma de decisiones en los centros, las aulas, las y los docentes, solo puede significar una futura capacidad de adaptación “a la desregulación del mercado laboral de los egresados del sistema educativo” (Fernández Liria et al, cap. III, El nuevo orden educativo mundial, El lado oscuro de la enseñanza personalizada, párr. 8).

Ese protagonismo, con el énfasis en los aprendizajes basados en competencias y en la forma en que las personas aprenden (p. 196), solo quiere decir que “la educación necesita producir diferentes tipos de personas, mejor capacitadas para trabajar creativamente con el conocimiento, flexibles, adaptables, móviles, con una mentalidad global e intercultural y que aprendan a lo largo de toda su vida” (Rizvi y Lingard, 2013, Economía del conocimiento y construcciones políticas, párr. 6).

Es llamativamente explícito lo que se estampa en el documento de la ANEP cuando dice que “el criterio a primar será el del interés del estudiante y el modelo de ciudadano que el país pretende […] y que todos los estudiantes pueden aprender” (p. 196), poniendo el centro solamente en el estudiante y no en los conocimientos que las instituciones pueden brindar a las personas.

En este artículo queda explicitado el desarrollo de una ética escolar influenciada por el neoliberalismo, basada en la enseñanza de las competencias, formando personas individualistas, competitivas, despolitizadas, enmascaradas en las nuevas cualidades de la autonomía y del “emprendedurismo”. Con estas cualidades, las personas estarán adaptadas a vivir en una sociedad neoliberal en la que se prioriza la calidad, la competencia y los estándares de evaluación.

Sin un debate serio, teóricamente estricto y recogiendo nuestra mejor tradición pedagógica, estaremos postergando para siempre un proyecto más humano y verdaderamente democrático e ilustrado.

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