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UNA LECTURA ENRIQUECIDA DEL ARTÍCULO “EL PAÍS DE LAS MUJERES POETAS”, DE JOSÉ LUIS DÍAZ GRANADOS
Desde el mar Caribe, hasta una orilla del Río de la Plata
Por Fernando Chelle
Tuve el gusto de conocer al escritor José Luis Díaz Granados a finales de setiembre del año pasado en el municipio de Chiquinquirá. Allí tuvo lugar el XXXVIII Encuentro Internacional de Escritores, ese gran evento literario que año a año organiza nuestro común amigo el periodista y escritor Raúl Ospina Ospina. La primera ocasión en la que tuvimos oportunidad de intercambiar algunas palabras con José Luis fue en un café que se encuentra justo enfrente del parque principal de Chiquinquirá, donde está esa iglesia tan importante para los católicos colombianos. En esa mesa de Café también nos acompañó el escritor Efraín Vergel Alarcón, presidente actual de la Academia Tolimense de la Lengua. Como era algo de esperarse, nuestra conversación enseguida tomó el rumbo de la literatura. Uno de los temas al que hizo referencia José Luis, al enterarse de que yo era un escritor uruguayo, fue al de la poesía femenina uruguaya. Me comentó que siempre le había llamado la atención la cantidad de mujeres poetas, y de buenas poetas, que había dado un país tan pequeño como el Uruguay. Y me contó que tanto le había llamado la atención ese tema, que en una oportunidad había escrito un artículo titulado “El país de las mujeres poetas”, y que si me interesaba, fácilmente lo podía encontrar en internet.
Por supuesto que una vez que retorné a Cúcuta, luego de que finalizara el evento literario de Chiquinquirá, me puse a buscar, y encontré, el escrito al cual José Luis se había referido en esa charla, aquella tarde fría y gris de setiembre. Y es precisamente de ese artículo literario de José Luis Díaz Granados del cual les voy a hablar hoy. Porque se trata de un escrito que me va a permitir, como conferencista, desarrollar una doble intencionalidad: por un lado, exaltar la figura de José Luis Díaz Granados como un escritor que no solamente ha escrito poesía y ficciones narrativas sino que además ha sido un gran estudioso de la literatura latinoamericana; y por otro, me va a permitir poder compartir con todos ustedes una serie de referencias que el autor hace a lo largo de ese texto, que yo estoy convencido de que son fundamentales, no solo para la literatura uruguaya sino para la gran literatura que se ha escrito desde este continente.
En el artículo, publicado por la revista mexicana Círculo de poesía el 16 de junio de 2012, antes de centrarse en las figuras más representativas de la poesía femenina uruguaya, Díaz Granados hace referencia a tres aspectos destacables de la literatura del país. En primer lugar, menciona a los escritores uruguayos más conocidos internacionalmente, luego, a los que de alguna manera marcaron la historia de la literatura uruguaya y, finalmente, se refiere al extraño aporte que Uruguay hizo a la historia de la literatura francesa. Dentro de los escritores más conocidos internacionalmente nombra, en primer lugar, a Juan Carlos Onetti, el novelista más grande que ha dado Uruguay a lo largo de toda su historia, autor de El pozo, La vida breve, Los adioses, El Astillero, Juntacadáveres, entre tantas otras obras, el creador de Santa María, esa ciudad imaginaria donde habitan tantos magníficos personajes.
Continúa con Felisberto Hernández, el cuentista más original que ha dado el país, esa originalidad, ese no parecerse a nadie, en un principio llevó a que este autor haya sido infravalorado por aquellos que, como dijo Ángel Rama, se creen los dueños de la cultura, los que sin que nadie sepa con qué autoridad o conocimiento decretan lo que es buena o mala literatura. Lo cierto es que luego, para reivindicar a este autor, llegaron voces como la de Italo Calvino, diciendo que Felisberto era un especialista dentro de la cuentística latinoamericana; Julio Cortázar, quien dijo que todo lo maravilloso y oscuro del mundo se encuentra en la obra de Felisberto, y entre otras muchas, voces como la de Gabriel García Márquez, quien expresó que de no haber leído a Felisberto nunca hubiese llegado a ser el escritor que fue.
Luego menciona a Mario Benedetti, un hombre de letras que incursionó en todos los géneros literarios, conocido fundamentalmente por su poesía, en sus dos grandes líneas temáticas, la poesía amorosa y la social, pero que también nos dejó novelas como La tregua, El cumpleaños de Juan Ángel y libros de cuentos como Montevideanos y esa obra de teatro, imprescindible, titulada Pedro y el Capitán.
El último escritor referido, dentro de los escritores uruguayos más conocidos internacionalmente se encuentra Eduardo Galeano, otro gran intelectual latinoamericano, que influyó como pocos en los diferentes movimientos políticos y sociales que se han dado a lo largo de América Latina y el mundo, con obras trascendentales como Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego, entre otras.
Dentro de los escritores que de alguna manera marcaron la historia de la literatura uruguaya, Díaz Granados comienza refiriéndose a Juan Zorrilla de San Martín, conocido como el poeta de la patria, creador, entre otras muchas obras, de esa epopeya nacional llamada Tabaré, obra que cuenta la historia de amor entre un indígena y una mujer blanca y que tiene como telón de fondo la guerra entre charrúas y españoles a finales del siglo XVI. Continúa con José Enrique Rodó, el máximo representante del modernismo en Uruguay, escritor de varias obras entre las que se destacan, fundamentalmente, Ariel y Motivos de Proteo. Se refiere también a Florencio Sánchez, padre del teatro moderno rioplatense, creador de obras como M'hijo el dotor, Barranca abajo, El desalojo, entre otras tantas. Se cierra la referencia a escritores históricos con el más grande de los cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos, el señor Horacio Quiroga. Muchos serían los libros que podría recomendar de él, pero bueno, creo que, haciendo referencia a Cuentos de amor de locura y de muerte, ya sería suficiente.
De los poetas uruguayos que influenciaron la literatura francesa, por cuestiones de tiempo, haré referencia únicamente a Isidore Ducasse, más conocido como El conde de Lautréamont, el creador de los famosos Cantos de Maldoror, que tanta importancia tuvieron dentro del movimiento surrealista. Recordemos aquí el manifiesto de André Bretón de 1942, donde se cita la famosa frase del canto VI de Los cantos de Maldoror, esa que dice: “Bello como el encuentro fortuito, en una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”.
Pero no todo termina aquí, dice José Luis Díaz Granados, y ahora cito textualmente el artículo del escritor colombiano: “Uruguay se destaca por poseer un extraño y hermoso privilegio, es el país que más mujeres poetas ha producido en el planeta con respecto a su tamaño geográfico y demográfico, y teniendo en cuenta la alta calidad de sus obras”.
Se nombran, a lo largo del artículo que me ha servido como base para esta conferencia, más de veinte poetas mujeres de enorme calidad. Con la injusticia que implica cualquier tipo de selección, yo voy a elegir las tres que creo son las voces femeninas más importantes de la literatura uruguaya, y las elegiré no para comentarlas o referenciarlas como he hecho con los demás autores, sino que voy a elegirlas para leerlas y precisamente con la lectura de un poema de cada una de estas tres grandes poetas, culminare mi conferencia.
María Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924)
Invocación
Oh noche embriagadora
hecha de soledad y de desesperanza,
que brindas en tu copa de azabache y de estrellas
sobre la tierra ardiente en quietud derramada.
Noche de las delicias mudas y negativas
de que gozan los muertos vivos como fantasmas,
abrochando en la sombra su carnal vestidura
marchita de enflorar la fiesta meridiana.
Noche, noche infinita, rincón de los olvidos,
perdón de penitentes que nunca hicieron nada
más que cargar a solas el pesado madero
sobre la ligereza cautiva de sus alas...
Te espero día a día
para esconder mis horas en la paz de tu lápida,
cuando las ondas vivas su vibración aquietan
bajo la fuerza ignota de atávicos nirvanas,
y en invisibles soplos
el numen secular su inspiración levanta
del fondo de los tiempos para siempre extinguidos,
aunque la rueda cósmica traiga sus añoranzas.
Yo no sé lo que dice tu boca abierta y muda
al que doró su tienda con oro de esperanza,
pero yo sé que sabes con amorosa ciencia
tenderte suavemente sobre el alma cansada.
Tu voz dice en silencio tu eternidad futura;
la rúbrica del “Fin” está en tu obscura mancha,
aunque a besarte vengan en sus carros sonoros
con sus aureolas rubias las doncellas del alba.
Todavía los mundos
relucen en la bóveda de tu urna sagrada;
un viejo tesorero se ha dormido en los tiempos
y ha olvidado en tu fondo sus últimas alhajas...
Dale a los benditos que todavía sueñan,
tus áureas lentejuelas y tu hostia de plata,
y a mí, que te deseo inextinguible y única,
dame la eternidad de tu silencio, oh Hermana.
Delmira Agustini (1886-1914)
Explosión
Si la vida es amor, ¡bendita sea!
¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.
Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!
Juana de Ibarbourou (1892-1979)
Vida garfio
Amante: no me lleves, si muero al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente.
A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.
A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.
Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.
Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!
Dice José Luis Díaz Granados al final de su artículo “El país de las mujeres poetas”: “Estoy seguro de que en las antologías de la novísima poesía del Uruguay abundan las mujeres con textos maravillosos. En fin, algo muy especial debe tener un territorio tan pequeño para que en él habiten quienes a un mismo tiempo son poetas y poemas”.
Muchas gracias, José Luis, y muchísimas gracias también a todos ustedes.