Compartir

LOS “CUERPOS DE PAZ” DE PUTIN DESATAN LA GUERRA

 Publicado: 02/03/2022

El camino del infierno


Por Luis C. Turiansky


Ucrania, cuna de mis ancestros, se ha convertido en un extenso campo de batalla. En el número 161 de nuestra revista, me referí a sus diversas facetas e implicaciones en mi artículo A río revuelto…. En él, a mi modo de ver con razón, critiqué la actitud occidental de acosamiento sobre Rusia mediante el acercamiento a sus fronteras de este resabio de la Guerra Fría que es la OTAN. En las últimas semanas, sin embargo, el desenlace bélico ha creado una nueva situación y será necesario reconsiderar las responsabilidades de unos y otros.

Al principio, Rusia había basado sus alegatos en el diferendo con la vecina Ucrania en que la perspectiva de adhesión de dicho país a la OTAN representaba una amenaza mayor para la seguridad de Rusia, aseveración con la cual se puede estar de acuerdo. En su diálogo con otros líderes mundiales, Putin insistió, además, en que sus planes excluían cualquier acción bélica. De buenas a primeras, sin embargo, el 22 de febrero (fecha adelantada por los servicios secretos norteamericanos como posible comienzo de la guerra) declaró que la Federación de Rusia reconocía oficialmente como Estados soberanos a las “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk (Lugansk en ruso), territorios ucranianos proclamados independientes en 2014, pero que ningún miembro de la ONU había reconocido todavía. 

Seguidamente, con el voto del Parlamento ruso y la anuencia de las delegaciones de los territorios mencionados, Rusia envió allí sendas “misiones militares especiales”, evitando así el uso del término “misiones de mantenimiento de la paz”, que requieren aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

De tal suerte, gracias al señor Putin, enriquezco mi saber con la capacidad de maniobra y adaptación de los actuales dirigentes rusos. Ha quedado en evidencia que la eventual expansión de la OTAN hacia el este era solo un pretexto, y que, en el fondo, la intención es la desintegración territorial de Ucrania y la creación de un “tapón” junto a la frontera, que pudiera servir de obstáculo en caso de una amenaza militar desde el suroeste. Un amigo personal de Putin, el expresidente estadounidense Donald Trump, declaró con admiración que la medida en cuestión era “genial”. Sucede que las cualidades humanas de ambos son muy afines.

Para lograr este cometido fue suficiente convocar a Moscú a los “presidentes” nominales de ambas entidades secesionistas, darles a conocer el plan y pedirles un acuerdo formal. Difícil saber qué sintieron en ese momento los huéspedes, al cambiar de pronto de rol, de héroes de la independencia nacional a marionetas del presidente ruso. Tampoco en el Parlamento iba a encontrar dificultades y, finalmente, la propuesta de envío de tropas “fuera de las fronteras de Rusia” se aprobó casi sin debate (solo un voto en contra de un diputado comunista). Consumada esta violación colosal del derecho internacional, solo quedaba registrar las reacciones en el mundo, lógicamente en su mayoría negativas y, al mismo tiempo, solazarse con el éxito de la operación, que no costó ni un solo soldado muerto.

Pero esto fue solo el comienzo. El campo de batalla abarca hoy a toda Ucrania, de este a oeste, hasta las mismas fronteras orientales de la Unión Europea. Los edificios civiles destruidos por misiles enemigos, documentados por valerosos colegas periodistas que cubren los hechos en directo, son los “objetivos exclusivamente militares” de los que habló Putin recientemente, seguramente inspirado por otros discursos similares en ocasión de acciones perpetradas por sus adversarios históricos en Afganistán, Irak, Yugoslavia y tantos otros lugares (en Siria, también intervinieron los rusos).

 

Soldados ucranianos cuidando las ruinas de una casa de habitación destruida. Fuente: Genya Savilov, AFP (tomado de La Nazione, 26.02.2022).

 

Es más: en una reciente alocución, Putin ha instado a las fuerzas armadas ucranianas a que derroquen al presidente Zelensky e instalen un gobierno militar. Vaya, también esto aprendió de sus modelos de implantación global al otro lado del océano. 

No obstante, se registra un considerable debilitamiento del apoyo popular a Rusia en los territorios donde predomina la población de origen ruso, hasta hace poco firme bastión de la política separatista. Es que la independencia está muy bien, pero nadie quiere la guerra. Por otra parte, el costo de la aventura será enorme, tanto en el plano material como humano y en términos de prestigio político.

Quedará en la historia rusa como un grave paso en falso. Traerá enormes sufrimientos a los pueblos involucrados. Rusos y ucranianos, que pelearon codo con codo contra la agresión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que ellos siguen llamando hasta hoy “Gran Guerra Patria”, jamás perdonarán a los responsables de la hecatombe fratricida que hoy se les impone en aras de intereses mezquinos. El objetivo de restauración de la Unión Soviética en el espíritu imperialista, que tanto alaba el actual presidente ruso, solo conduce al infierno.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *