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IN MEMORIAM. LUIS C. TURIANSKY. VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 96 (SETIEMBRE DE 2016). EN TORNO A UN DEBATE EN CURSO

 Publicado: 04/01/2023

¿Necesita el Frente Amplio una ideología?


Por Luis C. Turiansky


La decisión del Frente Amplio de tratar en su Congreso próximo el tema de la “actualización ideológica” es una medida sorprendente, aunque no fuera de lugar. En nuestra revista dio origen, a partir del número 94, a una interesante serie de artículos sobre el tema, a cargo de Gonzalo Pereira Casas. También Rodolfo Demarco se ocupa de la cuestión en "Medias palabras y palabras no dichas". Estos autores procuran contribuir con sus puntos de vista a la renovación de la base ideológica que sustenta la actuación de la primera fuerza política uruguaya o, en general, de la izquierda.

Diríase, sin embargo, que el concepto de ideología[1] se presta más a un partido, como entidad organizada y con vida propia, que a un frente, por definición constituido por componentes diversos que no necesariamente piensan todos igual. Esto tiene que ver, por lo tanto, con un problema conceptual de fondo, esto es, si en última instancia la unificación ideológica no conduce a la transformación del frente en partido único, y si esto es legítimo, oportuno y viable. En todo caso, los actuales Estatutos instan a las organizaciones adherentes “al respeto recíproco de la pluralidad ideológica” (destacado por mí, Artículo 1º, “Definición”).

Es común referirse al Frente Amplio como un partido. Contribuye a esta confusión el propio léxico de la Constitución y de la legislación electoral en vigor,[2] que solo reconoce partidos. A los efectos electorales, todo frente es un “lema”, constituido por diversas corrientes autónomas, representadas por “sublemas”, según el modelo de los partidos tradicionales. A diferencia de ellos, sin embargo, la izquierda nacional había transitado una vía basada en la movilización permanente de las masas populares, hasta que sobrevino el colapso y la globalización, con el consiguiente abandono de la militancia como estilo de vida partidaria.

Paralelamente, perdió relevancia el factor ideológico en las definiciones políticas, en las que pasó a primar el pragmatismo, mientras la ideología se convertía en una herencia del pasado, muchas veces vista como anacronismo. Esta actitud negativa no permitió adaptar las ideologías de los distintos partidos y movimientos a los cambios operados en el mundo, hasta que surgió la aspiración de que el Frente supliera a los partidos en la tarea de renovar el bagaje ideológico en el cual basa su acción.

Dicho sea de paso, ¿tienen los partidos tradicionales ideología propia? Dentro del Partido Colorado, el batllismo pudo haber sido en su origen una corriente ideológica, basada obviamente en el ideario de José Batlle y Ordóñez, pero actualmente representa más bien una tradición en sí misma y no necesita “actualización” alguna. La respuesta es no, no tienen una ideología en el sentido propio del término, sino que son portadores de una tradición histórica, la que les da precisamente el derecho a llamarse “partidos tradicionales”. ¿Tiene algo así el Frente Amplio? A esta altura, pienso desde luego que sí. Pero, al igual que en los demás casos, la tradición del FA que trasluce su pasado histórico no admite actualización, por ser eso justamente, un pasado histórico.

Los Estatutos de la formación podrían ser, desde luego, determinantes, pero carecen de “Preámbulo,” un texto que trace los principios generales de su concepción y objetivos de manera más explícita de como lo hace actualmente el Artículo 1º. Aun así, es en el artículo mencionado donde podrían efectuarse los cambios necesarios. Solo que toda discusión sobre una reforma estatutaria debería quedar para el final, puesto que los Estatutos han de ser, de hecho, la expresión orgánica del pensamiento colectivo, y no al revés.

De los Documentos Fundacionales, si dejamos a un lado la Declaración Constitutiva de 1971, cuyo carácter de documento histórico excluye toda pretensión actualizadora, tal vez las llamadas Bases Programáticas de la Unidad – Líneas fundamentales de acción y medidas de emergencia, de 1984, constituyen lo que más se acerca al género “Declaración de Principios”, pasible de modificación, pero se inscriben en un contexto histórico muy particular como fue la salida de la dictadura. En cuanto al documento programático actual, Bases programáticas para el tercer gobierno nacional del FA, 2015-2020, de 2013, difícilmente encontraremos en él una referencia a los problemas ideológicos.

En consecuencia, quien quiera proceder a una “actualización ideológica” con arreglo al temario previsto para el Congreso del FA, se encontrará ante un escollo de peso: el FA no tiene una ideología definida. Es cierto que existen algunos principios generales que unen a todos, como ser la opción de izquierda entre las grandes vertientes de la política moderna, así como la democracia, el ideario artiguista y la unidad. También se ha incorporado el concepto de “progresismo”, referido principalmente a la superación de las desigualdades. Pero se trata de conceptos muy generales, cuya interpretación tal vez daría lugar a acalorados debates. Solo un partido es capaz de resolverlo a través del debate democrático de sus adherentes. Se deduce que la necesaria adaptación a las nuevas realidades en el plano de las ideas debería comenzar en el seno de las diversas corrientes que integran la coalición. En cuanto a los frenteamplistas “genéricos”, no adheridos a ninguna formación partidaria, en principio se supone que pueden expresarse en los comités de base. En todo caso, individualmente sus opiniones no constituyen expresiones ideológicas propias, sino que son contribuciones a distintos aspectos particulares del pensamiento colectivo.

Como se ve, el debate será complejo y, por consiguiente, sería contraproducente apresurar las cosas. Se han perdido muchos años de encerramiento frente a una realidad cambiante y hoy se trata de poner al día nada menos que el acervo político de una entidad multipartidaria con el fin de elaborar su síntesis a partir de los elementos comunes. De hecho, completar los documentos existentes con un programa a largo plazo. Tal como están las cosas, sin embargo, culminar todo este proceso para la fecha prevista de la discusión en el próximo Congreso (probablemente octubre de este año), parece una meta inalcanzable.

Desde luego, también es posible aprobar un documento a partir de un acuerdo entre los dirigentes, sin recabar la opinión de la masa adherente. Cabe imaginar incluso una votación en el Congreso. ¿Aceptaría la eventual minoría semejante veredicto congresual que estatutariamente deberían acatar? Algunos tal vez lo hagan a regañadientes, por amor a la camiseta, pero no parece que sea una solución sólida y duradera.

Se trata de una cuestión delicada que va más allá de los quehaceres nacionales. En efecto, si hay algo que la izquierda uruguaya habría podido aportar a la búsqueda de nuevos caminos de transformación social en el mundo, ello es precisamente su experiencia inédita de unidad y pluralismo, que pretende aplicar incluso como modalidad propia de avance por el camino del progreso social.

Por el bien del país, es de esperar que el debate en el próximo Congreso de la entidad de referencia se guíe por esta premisa.

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