María de los Ángeles Martínez

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NICOLÁS GRAB. IN MEMORIAM

 Publicado: 18/03/2020

Alias Miki


Por Mario Handler


Sorpresivamente y sin indicación de Hitler, Mussolini hizo la ley antisemita de 1938, que no formaba parte antes del pensamiento italiano ni fascista. La familia Grab-Meiszter decidió irse de Italia, donde Pácsi, el padre, ejercía su profesión de químico, y al llegar a Montevideo, mi padre se encontró con esa familia; y yo y mis hermanos Pedro y Pablo, conocimos a nuestro más antiguo amigo: Miki, como lo llamamos, de 3 o 4 años. 

Vi una foto de Miki vestido de balilla, el uniforme fascista, obligatorio incluso para niños pre-escolares, los “figli della lupa”, una alusión a Rómulo y Remo; Miki se convertirá en extremo anti-fascista. ¿Existirá esa foto aún?

Alternábamos entre casa Handler y casa Grab, y los tres hermanos: Miki, Eduardo Sarlos, pocas veces Luis Alberto Solé, fundamos el Instituto de Estudios Inferiores, contrapartida de los “superiores”. Todos escribimos, todos jugamos ajedrez en 3D -a ciegas- y también el tradicional. Y todos con nuestras ya mencionadas manías.

Ya en la casa del km 14 de Camino Maldonado, Miki no amaba el piano que le pusieron, pero conseguía hacer acrobacias desde abajo, tocando de manera muy divertida a ciegas. Lo llamamos el “frío, húmedo, salado”, porque mascaba hielo y bebía el agua de los pepinillos.

Demasiado inteligente, tuvo sus manías: memorizar óperas italianas (a veces las cantaba en inglés); estudiar chino con aquel erudito que transportó una enorme biblioteca desde Taiwan, por miedo a Mao; competir con nosotros en recordar palabras largas, como la fórmula del Tetrametildiaminofenilmalonilcarbamida, y luego decirla al revés (adimabraclinolam...); mucho ping pong... Eran tiempos de los cuales tengo el más agradable recuerdo. Miki pertenece a mi vida.

 

El muy popular filósofo Sanmiguel de Preparatorios en el IAVA (1950) invitó a Miki a dar la siguiente clase. Miki tocó fuertemente un pito de referí y expuso en el silencio consiguiente; Sanmiguel le dio la máxima nota. De ahí en adelante, Miki sobrepasó todos los exámenes con sorteo por bolilleros, por su brillante labia, e inventiva -lo que llamábamos “payada”-, pero era un gran lector. Esa misma voz lo llevó a ser locutor en la radio del SODRE, junto con Daniel Viglietti. Cuando lo visité, había convertido esa profesión en un juego: anunciar la obra con perfecta pronunciación en cualquier idioma, dejar caer la púa exactamente, cortar su micrófono y ponerse a hablar conmigo. Daba miedo.

En el primer día de clase de facultad de Derecho, un profesor preguntó la opinión sobre qué es ser abogado. Un ingenuo dijo que era “para luchar por la justicia”, y provocó grandes carcajadas. Así, risueñamente, me lo contó Miki. Sin embargo, fue mi abogado al menos en dos oportunidades: una de ellas, cuando en 1967 un policía destrozó mi cámara revoleándola, mientras filmaba Me gustan los estudiantes. El doctor Grab triunfó; el juez se irritó “por las observaciones políticas del alegato, en un juicio meramente civil contra el Estado”. Nunca se pagó.

La otra: un contrabando sin cárcel. Trabajando yo en Roma, compré la primera mesa de montaje que podía existir en la Cinemateca del Tercer Mundo, en épocas en que Uruguay cobraba 500% de impuestos en importaciones de cine. Fue confiscada, y el doctor Grab me defendió, logrando que, mientras se dilucidaba el costo final, se depositara en el Hospital de Clínicas, por decisión del decano de Medicina Pablo Carlevaro; un depósito muy útil para todos nosotros.

Ya como abogado, este amigo iba comprendiendo a fondo las inconsistencias de sistema.

Decidió escaparse bruscamente en el Rover familiar, sin parar hasta Porto Alegre, cuando ya eran tiempos de dictadura. Luego Ginebra, Nueva York, donde trabajaba para la ONU. Fue cada vez más militante, cada vez más informado. Y haciéndose cada vez más humilde, una vez dijo que lo había hecho y deshecho que sus padres lo consideraran un genio.

 

En los últimos años de su vida, nos reuníamos de vez en cuando para almorzar y hablar sobre política, siempre; la política y la lucha por una mejor sociedad son inherentes a nuestras vidas. Miki fue asesor jurídico de Tabaré Vazquez en la Intendencia y el presidente de la Comisión de Etica que juzgó la conducta de Raúl Sendic en el Frente Amplio.

Cuando Miki asistió a una excelente tesis sobre húngaros judíos, a cargo de dos jóvenes docentes de la Universidad Católica, me dijo que creía que sus últimas palabras serían en húngaro. Nadie pudo probarlo. Se consumió por la muerte de su querida compañera Armida Pérez, anunciando que “él sería el próximo”, augurio en el que no creí o no quería creer. Pero su repentina muerte me sorprendió y me dejó con una profunda tristeza, me dejó huérfano espiritual. No hay día en que no piense en Miki, en nuestra infancia y juventud. Fuimos felices y no lo sabíamos. Solo hoy, en la retrospectiva me doy cuenta  que nuestra infancia y juventud eran un idilio muy protegido, lleno de creatividad, pensamientos, estudios y acciones. Al mismo tiempo, estoy agradecido al destino que me “regaló” a Nicolás Grab, un hombre noble, generoso, luchador y brillante.

Un comentario sobre “Alias Miki”

  1. Gracias Mario, no conocía a este hombre. Tu relato es atrapante y muy emotivo.
    Si no estuviera en cuarentena, seguro no llegaba a este link.
    Saludos, GAbriela

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