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DEL DOLOR Y DEVENIR DE LO IRREMEDIABLE
“El padre”: saber quién soy
Por Andrés Vartabedian
“El cine es lo que no se puede contar”, sostenía el gran director y escritor francés René Clair. Y afortunadamente es así.
A quienes pretenden no recibir “revelaciones” (spoilers) que puedan “estropear” (to spoil) el visionado de un filme, habría que recordárselos más a menudo. El buen cine es toda una experiencia, una experiencia de los sentidos que no se resuelve, agota, ni “se estropea”, únicamente por “conocer la trama”, incluso al detalle.
¿Qué podríamos decir de El padre, si esto fuera así? Si solo -¿solo?- “se trata” del deterioro de una mente, si solo “se trata” de la dificultad, de la incapacidad, de la disconformidad de un octogenario y su ser más cercano de asumir una pérdida, la de ciertas capacidades cognitivas y, con ellas, cierto sentido de la existencia… e intentar lidiar con ello como les es posible.
¿Cómo contar la confusión mental, la pérdida de memoria, el deterioro intelectual, la desorientación espacio-temporal? ¿Cómo contar ese conjunto de síntomas de tipo cognitivo y conductual que hacen a este trastorno neurocognitivo mayor? ¿Cómo contar el desasosiego que ello provoca? ¿Cómo asir la perturbación, la confusión?
¿Cómo contar la pérdida de independencia en las acciones y las decisiones? ¿Cómo contar la frustración de ya no ser consultados? ¿Cómo hablar de la necesidad de “colaboradores”, ya sean seres solidarios o simplemente remunerados, para acometer hasta la más nimia actividad? ¿Cómo hablar de lo que ello conlleva en cuanto a pérdida de intimidad? ¿Cómo relatar el dolor, la amargura, la rabia, la impotencia? ¿Cómo contar la incapacidad de separar lo bueno y lo malo? ¿Cómo contar la preocupación por no entender, o el entender -en las ráfagas de lucidez que aún persisten- que ya no se entiende?
¿Cómo relatar que todos pasamos a ser sospechosos, que todos podemos engañar, robar, mentir? ¿Y que también podemos ser cómplices, despiadados, manipuladores? ¿Cómo hablar del extrañamiento del uno -del sí- y del otro? ¿Cómo decir acerca del duelo que ello conlleva?
¿Cómo hablar sobre los cambios en el humor en cuestión de segundos? ¿Cómo hablar sobre su risa, su ternura, su amabilidad, su charme, pero también sobre su parquedad, su enfado, su dureza, su crueldad casi que al unísono? ¿Cómo hablar de deterioro y desvalimiento? ¿Cómo hablar de intentar salvar la dignidad? ¿Cómo contar la incomprensión propia y ajena? ¿Cómo contar el duelo que ello conlleva? ¿Cómo no hablar de desesperanza?
¿Cómo decir de la obsesión por el tiempo? ¿Cómo no hablar de reiteraciones ad infinitum si solo ciertas costumbres, ciertas “manías” parecen anclarnos por un cachito más -y solo por un cachito más- a esta tierra que conocemos?
¿Cómo relatar la lucha desesperada por seguir siendo nosotros si la palabra siempre parece alejarse cada vez más? ¿Cómo seguir siendo presente? ...
Tal vez como lo hizo Florian Zeller adaptando su propia obra teatral. Tal vez así, componiendo para esos actores y no otros. Tal vez así, componiendo una obra de cámara, es decir, una obra pensada para un pequeño grupo de personajes. Una obra íntima, desarrollada en escasos espacios, todos cerrados y similares: un apartamento, una clínica, unos corredores, unas paredes... donde se sale solo de un ascensor. Una obra donde todo es interior, como la mente. El afuera es únicamente un resquicio, una huella… casi una añoranza. La mente da vueltas sobre sí misma como el cuerpo da vueltas por los mismos sitios, las mismas actividades, los mismos ruidos... Recorridas de cámara que se reiteran como se reiteran hechos y palabras, cual loop que no cesa, como no cesa el aria de la misma ópera. Proceso reiterado aun en orden alterado, aun con distorsiones.
Tal vez así, sin saber muy bien de quién es la casa, de quién los objetos, a quiénes representan los actores, por qué hay quienes dicen ser la misma persona… Dispersiones, olvidos, recurrencias...
Tal vez así, hablando mucho, diciendo lo mismo, sumando un detalle aquí, otro detalle allá, aumentando lentamente la tensión dramática con secuencias cada vez más cortas que, a su vez, incrementan la velocidad de las reiteraciones. Tal vez así, preguntando por alguien que no aparece. Tal vez así, como en la música, haciendo que los silencios cuenten, que los silencios pesen, adquieran valor y significado.
Tal vez así, modificando colores levemente, despojando de objetos los lugares, lentamente, en cuentagotas… vaciando los espacios como parece vaciarse nuestra cabeza, nuestra vida, nuestra existencia… Como ciertos árboles se vacían de sus hojas.
Tal vez así, buscando sin cesar un reloj que no aparece…
Tal vez así, inmersos en una psique. Tal vez haya otra manera; solo tal vez.