Compartir
CÓMO RETARDAR EL AVANCE DE CHINA
De la globalización al "America First"
Por Francisco López Martí
Estaba todo claro, nadie lo discutía; la carrera hacia la globalización no tenía retorno. Los negocios mundiales arrasarían las fronteras económicas. Y algo más: la firmas internacionales; las protagonistas de esta historia, condicionarían a los gobiernos nacionales hasta transformarlos en algo así como un exclusivo club en el que se dirimirían los negocios a escala mundial.
Pero vino Trump y mandó parar.
Al grito de “America First” dio un vuelco, transitorio, puede ser, a lo que parecía una marcha triunfal con un destino definido: la globalización de la economía.
Trump demostró con hechos, por si alguien tenía dudas, que estaba al mando de una nación capaz de influir en el curso de los acontecimientos mundiales. Desde su puesto de mando terminó con los intentos de alcanzar acuerdos comerciales con otros países, como el Acuerdo Transpacífico, puso en el congelador a la Organización Mundial de Comercio, renegoció el NAFTA, comenzó una escalada de aranceles contra China y lanzó amenazas comerciales a diestra y siniestra.
El impacto de la sucesión de medidas arancelarias adoptadas por Estados Unidos, además de aumentar la protección a la industria local y reforzar la política electoral de Trump, genera incertidumbre en la economía china, cuando es estabilidad, precisamente, lo que China necesita para alcanzar y capaz que superar a Estados Unidos, que ostenta una notoria supremacía en la economía y sobre todo en la tecnología y en el ámbito militar.
La política de Estados Unidos afecta intereses más amplios que los de China, en particular el de las empresas que acondicionaron sus negocios para impulsar y adaptarse a la competencia internacional y al papel de China en la economía mundial. En ese sentido Nouriel Rubini, el economista que predijo la crisis de las economías desarrolladas de 2009, ha señalado que la continuación de la política de Estados Unidos amenazaría a las cadenas de abastecimiento mundiales y se constituiría en un factor de riesgo para la economía de ese y de otros.[1]
Se explica así que la resistencia al sabotaje a la globalización de Trump incluya a las empresas transnacionales, con lo que se forma un matrimonio por conveniencia con China, cosa muy difícil de imaginar unas décadas atrás.[2]
El posicionamiento de las empresas transnacionales se puso en evidencia en la carta enviada al presidente de Estados Unidos por 141 asociaciones empresariales y 520 empresas en la que advierten que “los aranceles adicionales tendrán un impacto negativo, significativo y a largo plazo para las empresas, los agricultores, las familias y la economía de EE UU”.[3]
Por su parte Nike, Adidas y Under Armour alertaron en mayo que elevar al 25% los aranceles a los productos que importan de China tendrá un efecto “catastrófico” en el consumidor.
No es una sorpresa que los argumentos de las empresas se basen en objetivos altruistas y no en ganancias y en los ingresos de sus ejecutivos.
Si bien la escalada arancelaria de Estados Unidos es importante, los obstáculos a la transferencia de tecnología y a la competencia de empresas tecnológicas chinas (como en el caso de Huawey) pueden tener un impacto mayor en la economía y en el equilibrio de poder mundial, incluyendo el militar. No es extraño entonces que ”en Estados Unidos el plan Made in China 2025 de desarrollo tecnológico es visto como un proyecto de predominio y autosuficiencia en diez sectores, incluyendo las comunicaciones 5G, la robótica, la inteligencia artificial y el equipamiento espacial”[4], tomando en cuentas las consecuencias en el entramado de economía, política y seguridad.
¿Cómo sigue esta imprevista historia?
Puede ser que Trump escriba un capítulo relativamente intrascendente en la historia de la globalización de la economía capitalista: por ejemplo, si el gobierno que lo suceda retoma el rumbo anterior. Pero también puede ocurrir que Estados Unidos continúe implementando restricciones comerciales, al acceso a la tecnología, quizás también en el ámbito financiero, así como conflictos más o menos bélicos en áreas sensibles a China que retrasen el ritmo de desarrollo de China (desde ya con algunos nubarrones, entre ellos en el ámbito financiero).
Se trata de hacer algo que altere la tranquilidad que necesita China para aspirar al momento en que pueda decir, parafraseando la política de Estados Unidos hacia el continente americano, “Asia para los asiáticos”.