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CUANDO LA AGITACIÓN RECORRE EL MUNDO

 Publicado: 10/07/2019

Esperando a Godot


Por Luis C. Turiansky


Hace dos números, aludiendo a un tango famoso en el que se afirma que "al mundo le falta un tornillo", desarrollé la imagen de un mundo enfermo en espera de curación, sin lo cual la catástrofe final se hace inexorable.[1] Con el objeto de animar la discusión, tuve el atrevimiento de presentar una fórmula impositiva destinada a rescatar de las arcas de los grandes capitalistas tan solo una porción mínima de la plusvalía acumulada a partir del trabajo humano y los beneficios de la especulación (entendidos en su conjunto como "valor excedente"), con el fin de financiar los programas sociales, entre ellos la "renta universal"

Está claro que ni la renta universal resolverá todos los problemas de la crisis del capitalismo, ni los potenciales contribuyentes aceptarán de buen grado desprenderse de una parte de su fortuna, por más que se trate de una cantidad irrisoria en relación con lo que poseen. La idea está destinada, no obstante, a movilizar las mentes y entregar a todos los que hoy salen a las calles a protestar sin tener claro adónde ir, un objetivo comprensible y convincente. Porque actualmente es común que la protesta se limite a rechazar lo que hay, sin proponer cambios.

EL RECHAZO AL SISTEMA SE GENERALIZA

Sin siquiera profundizar en el tema ni mucho menos, basta mencionar el incremento de la agitación social en todo el mundo, [2] para comprender la envergadura y diversidad actuales del fenómeno: en Gran Bretaña prosigue la descomposición del sistema político vigente como consecuencia de la opción de los votantes en el plebiscito de 2016 de retirarse de la Unión Europea y el fracaso de las negociaciones con tal fin. En Hong Kong, ex-colonia británica convertida en territorio autónomo de China, millones de personas manifiestan contra el proyecto de ley que autorizaría el traslado de personas acusadas de delito a la jurisdicción de China Popular. En Francia, el complejo movimiento de los "Chalecos Amarillos", pese a la iniciativa de diálogo del presidente Macron, no ceja en sus acciones contra el poder vigente, al que acusa de ser responsable de la carestía y la desocupación. En Rusia, en el último ejercicio constitucional de Vladímir Putin como presidente, crece la separación entre su entorno político y la oposición democrática y la nueva generación de jóvenes, hartos ya de la expansión de la oligarquía post-soviética. En Alemania, particularmente en Berlín, las autoridades han tenido que darle la razón a los que luchan contra la carestía de la vivienda, cedida en bloque a un consorcio privado, y la comuna prepara un proyecto destinado a expropiar los apartamentos vacíos y cederlos a los que no tienen un techo.

En Brasil, el repudio masivo al presidente Bolsonaro hizo de marco indeseado a la Copa América. Al mismo tiempo, en Venezuela el pretendido presidente provisional Juan Guaidó no logra hacerse con el poder y salen a la luz escándalos de corrupción en filas de sus acólitos.

En el mundo árabe resurge la aspiración de renovación política y social que fue bandera de los movimientos "primaverales" de 2010-13. Las protestas populares se vuelven masivas y redundantes en los ex-países socialistas de Europa Central. En Eslovaquia, el asesinato de un joven periodista y su pareja dio lugar a concentraciones sin precedente que obligaron al primer ministro a renunciar. 

En la República Checa, un carismático estudiante de lingüística y teología evangélica ha conseguido convocar a cientos de miles de manifestantes en Praga para reclamar la renuncia del primer ministro, acusado de fraude con fondos de la Unión Europea asignados al desarrollo, junto con el flagrante conflicto de intereses debido a que es propietario de un consorcio agropecuario beneficiado con dichos fondos. En este contexto resalta la desilusión que siente una gran parte de la población (más o menos la mitad, según los índices de prospección, no siempre equivalentes a las cifras electorales) ante los resultados de la reconstrucción capitalista que siguió a la revolución de 1989. 

En el diario virtual checo Parlamentní Listy, consultado el 1.7.1989, un general de ejército retirado, recientemente electo diputado al Parlamento Europeo por una formación política de fuerte discurso xenófobo (aunque dirigida por un descendiente de japonés, lo cual no deja de ser una contradicción), cuestiona que las protestas de 2019 tengan parecido alguno con las de 1989, como algunos intentan presentar. En su opinión, por entonces (en 1989) las protestas se alineaban en una ola que abarcaba a toda la Europa oriental. “Queríamos cambiar las cosas para mejor... pero al final, terminamos operando maquiladoras, nos convirtieron en esclavos de quienes pretenden hacernos creer que nuestros estómagos son distintos de los que tienen los occidentales,[3] y otras patrañas por el estilo con las que quieren ocultar sus verdaderos designios. Por eso pasó lo que pasó, robos, los bancos en manos del capital extranjero, la agricultura destruida y todo lo demás.” (Traducción de este autor).

En un mundo en el que las fuerzas que dominan el mercado soslayan expresamente la crisis climática porque los distrae de su objetivo principal de acumular riqueza, son las organizaciones no gubernamentales las que toman la iniciativa en la defensa del planeta. Paralelamente, la concentración urbana y la inseguridad, que cobran cada vez más víctimas entre las mujeres, repercuten en el aumento inusitado de la lucha de mujeres y hombres por la igualdad de derechos y la protección de los menos favorecidos, entre los que se cuentan las mujeres. 

En consecuencia, dos grandes temas se destacan hoy en día: el feminismo y el ecologismo. Y un protagonista: la juventud. El personaje que hoy reúne en sí los tres elementos parece ser la adolescente sueca Greta Thunberg, iniciadora de un movimiento estudiantil de alcance mundial en defensa del equilibrio climático de la Tierra, amenazado en gran medida por los grandes depredadores económicos. Estamos asistiendo a una verdadera revuelta de los "mileniales", esa generación surgida con el nuevo siglo y milenio que parecía desinteresarse de la política y sólo se concentraba en los milagros de la revolución tecnológica, como sus antecesores, que en los años 60 pasaron de la noche a la mañana de la revolución sexual a la social.

¿QUÉ MUNDO ESPERA A LOS JÓVENES?

Un síntoma del caos reinante es la noticia difundida por el servicio informativo Cibercuba, de que el multimillonario John McAfee, fundador del primer programa antivirus que lleva su nombre y requerido por la justicia norteamericana por evasión fiscal, ha decidido lanzar su campaña por la presidencia de los Estados Unidos desde Cuba, donde reside, en nombre de un “Partido Libertario” de su creación. [4]

Pero el caos es lo que menos necesitamos, dadas las perspectivas que muchos asignan a los próximos decenios, que no pocos pintan con visiones apocalípticas. 

Es curiosa, por otra parte, la asiduidad con que se elige como plazo de referencia de las predicciones el año 2050, puesto que figura como tal en muchos análisis de organismos internacionales y en los planes a largo plazo de los gobiernos. En todo caso, las perspectivas en cuestión son alarmantes. En Business Inside, 31.3.2015, Christina Sterbenz y Erin Brodwin llaman la atención sobre lo siguiente:

  • "El número de habitantes de las ciudades probablemente se triplique."
  • "El aire que respiramos se saturará de contaminantes, con consecuencias fatales en el estado de los pulmones y la severidad de las enfermedades respiratorias."
  • "Más de la mitad de la población mundial tal vez no acceda al agua en cantidades suficientes."
  • "Las especies de pescado que consumimos quizás se hayan extinguido totalmente."
  • "Millones de personas carecerán de alimentos."
  • "Las selvas pluviales habrán desaparecido."
  • "Los gérmenes resistentes serían capaces de matar a 10 millones de personas todos los años."
  • "La diseminación de las enfermedades se producirá cada vez con mayor facilidad."
  • "Los casos de demencia podrían aumentar al triple."
  • "Los huracanes tropicales quizás lleguen a ser más frecuentes y más devastadores."
  • "Se prevé que el aumento del nivel de los mares inunde grandes metrópolis en el litoral."[5]
  • "Apagones en gran escala podrían convertirse en moneda corriente".
  • "En aras de la comodidad, usted tendrá que renunciar a la intimidad de su vida privada."
  • "Es probable que aumenten los ataques informáticos, con serios daños materiales en el mundo entero."
  • "El precio del petróleo puede llegar a ser impagable."

A modo de consolación, los mismos autores nos entregan quince motivos para esperar con optimismo (los que sobrevivan) la llegada de dicha fecha. Se trata, esencialmente, de avances en el terreno de la tecnología y la salud: descenso de la mortalidad infantil, aumento del número de vacunas y mejor tratamiento de las enfermedades, prótesis de órganos, incluido el cerebro, universalización de internet, inteligencia artificial y otros portentos que nadie pone en tela de juicio, al menos hasta que se pongan a prueba. 

No obstante, la desigualdad económica y social que se acompaña por la dominación política seguirá siendo la característica de nuestra forma de vida (si el mundo entretanto no cambia), decidiendo quiénes serán los favorecidos (los menos) y quiénes los perdedores (los más).

Vale la pena leer al respecto el comentario Apartheid climático que difunde LaRed21 el 27.6.2019, basado en un informe de Philip Alston, especialista de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Dicho sin ambages, "Sobrevivirá al cambio climático el que pueda pagarlo". 

Sobre todo porque, siempre en el supuesto de que no haya cambio alguno en la manera de administrar el mundo y su riqueza, tampoco la economía presenta signos de prosperidad para los próximos decenios. Es natural entonces que la generación en capacidad de ver con sus propios ojos el mundo en ese 2050 mágico tiene a su vez derecho y capacidad de movilizarse y organizar sus protestas con variedad de métodos e imaginación.

Pero estos actos de insumisión son repentinos y puntuales, no tienen seguimiento y carecen de un programa estratégico. Al parecer sus propios actores sienten que el método ya está agotado. En Estados Unidos, los activistas del movimiento "Ocupemos Wall Street", que alcanzara celebridad por sus acciones en 2011, buscan hoy nuevas vías. Uno de los fundadores del movimiento, Micah White, ha proclamado que "el tiempo de las protestas terminó" y que la única solución es trabajar por la revolución mundial. En su libro "El fin de la protesta – nuevo block de notas para la revolución",[6] se inspira en el Che Guevara y Régis Debray pero, a diferencia de ellos, promueve una vía "pacífica, democrática, unida, urbana (¿influencia tupamara?), de masas".

VER RENACER LA ESPERANZA

Se desprende que, si por un lado crece el descontento frente al estado de la sociedad y su creciente desigualdad, por el otro sigue faltando un objetivo claro de cambio. En su célebre obra "Esperando a Godot" (1952), Samuel Beckett pinta el dilema de dos personajes que se han detenido junto a un árbol reseco porque les han dicho que allí deben esperar a un misterioso Godot, el que, sin embargo, nunca llega. Al cabo de cierto tiempo, al iniciarse el segundo acto, el espectador se sorprende de ver que ese árbol, que suponía muerto, de pronto brota y florece. Ello podría interpretarse como un milagro, el símbolo de la vida, la primavera de la juventud, la esperanza. Ya no importa que Godot no venga: hay una nueva esperanza y los protagonistas deciden ponerse en camino nuevamente.

A quienes, por motivos naturales, probablemente no veremos la resolución de las contradicciones actuales, nos servirá de consuelo constatar que, luego de tan prolongado letargo, parecería que la nueva generación “se ha puesto a andar” como se decía de la humanidad, con cierta soberbia, décadas atrás. Podremos considerar entonces que la espera no fue en vano. 

Dejemos entonces a Godot y pensemos en la juventud. Entre otras cosas, para que las "juventudes" de los partidos no sean simples tribunas de elogio a las políticas de los "grandes", eventualmente su gestión gubernamental, sino sobre todo fuentes de conocimiento de los problemas específicos de la juventud, a los que dichas políticas deberán adaptarse. La pérdida de crédito de los partidos históricos entre los jóvenes de muchos países constituye una seria advertencia.

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