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LA SEGURIDAD NUESTRA DE TODOS LOS DÍAS

 Publicado: 10/07/2019

Delitos de ayer y de hoy


Por Fernando Rama


Los ladrones usan gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas. Algunos llevan una linterna sorda en el bolsillo. Por otra parte se enamoran de robustas muchachas, coleccionan tarjetas postales y a veces lucen un tatuaje en el brazo izquierdo, una flor, un barco y un nombre: Rosita. Todos los ladrones están enamorados de Rosita y yo también. Los ladrones saben silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el vals. Aman sobre todo a la madre anciana y cuando ésta se les muere cantan un tango, lloran desconsoladamente y de los objetos dejados por la muerta, a repartirse entre los hermanos, eligen una virgen de plata y el canario.

Raúl González Tuñón

 

La poética visión de los ladrones que nos dejó el gran González Tuñón –quien supo como nadie ver los márgenes sociales– es de cuando ”los muchachos de antes no usaban gomina y no se conocía coca ni morfina”.

Hoy las modalidades delictivas han cambiado drásticamente, al menos en una apariencia que llama la atención. Quedan pocos comercios sin rejas protectoras, pocas casas sin alguna forma de disuasión (rejas, alarmas electrónicas). La escalada parece no tener límites: los docentes piden protección, los médicos solicitan guardia policial y se ha llegado al colmo de requerir que en las audiencias judiciales se haga presente el Ministerio del Interior. Las guerras entre bandas de narcotraficantes se hacen notar como nunca y las rapiñas son un elemento más del paisaje cotidiano en cualquier lugar y a cualquier hora. La contracara del poema de González Tuñón bien podría ser la composición sobre la violencia creada por Agarrate Catalina.

Algunas cifras

De acuerdo a los datos registrados en la página web del Comisionado Parlamentario Penitenciario, cargo que actualmente ocupa el Dr. Juan Miguel Petit, la población penitenciaria al 30 de abril de 2019 ascendñia a 10.895 personas. Ese guarismo da como resultado una tasa de reclusión de 309 presos cada 100.000 habitantes. La discriminación por sexo da como resultado 10.271 varones, 540 mujeres y 16 mujeres trans. Hay 44 niños/as en las cárceles. La situación procesal al 31 de marzo de 2019 es de 4.615 (43%) procesados y 6.050 (57%) condenados.

Pero esas cifras no dicen aquello que señala Miguel Millán –a partir de su experiencia directa como docente– en su artículo del número anterior de vadenuevo: el 90% de los reclusos son pobres, una gran proporción son analfabetos reales o funcionales, muchos son parte de tres generaciones de “conflicto con la ley”.

El sistema siempre ha tendido a dejar por el camino a los presos, a los locos y a los discapacitados. Es cosa vieja: los pacientes psiquiátricos no están capacitados para organizarse y reclamar derechos, los discapacitados tampoco pueden por sí solos bregar por derechos; los familiares de unos y otros tienen un débil poder de convocatoria. Los presos cuando se rebelan organizan motines y son, al mismo tiempo, las víctimas de los mismos. Claro está, por otra parte, que en las últimas décadas se ha difundido una nutrida agenda de derechos humanos que estipula su defensa a través de leyes, decretos y otros medios. Son realidades que se han transformado en terreno fértil para la actuación de múltiples Organizaciones No Gubernamentales.

El sistema político

Hace ya mucho tiempo que todos los sectores del sistema político se han visto obligados a pronunciarse sobre el tema. Los precandidatos Larrañaga y Novick se han destacado por adoptar las posiciones más radicales. El primero de ellos lanzó una recolección de firmas bajo el lema “vivir sin miedo”, una postura oportunista destinada a diferenciarse en la interna del Partido Nacional. Es de lamentar que haya recogido más apoyos de los deseables. Novick, por su parte, ha insistido en la necesidad de aplicar la mano dura. Ambos parten de una dicotomía entre ellos (los infractores, los pichis,etc.) y nosotros, los que no ingresamos al terreno del delito. Es una postura típicamente conservadora, típica de los protagonistas poco interesados en solucionar las raíces del problema. El resto de la oposición se ha limitado a utilizar el tema como síntoma del fracaso de las políticas aplicadas por el Frente Amplio, resumidas en el record de llamados a sala del Ministro del Interior. Algunos insisten en volver a “soluciones” ya fracasadas como, por ejemplo, volver a centrar el rol represivo en las comisarías.

En las filas del Frente Amplio, en tanto que fuerza gobernante, se cometieron algunos errores y muchos aciertos. A mi juicio el principal error fue ignorar la postura de José Díaz, primer ministro del Interior en los quince años de gobiernos frenteamplistas. Díaz pretendió comenzar por el centro mismo del problema, consistente en humanizar el sistema carcelario y colocar el acento en la rehabilitación. ¿Cuántas nuevas cárceles se podrían haber construído con el dinero dilapidado en las fracasadas inversiones y gastos superfluos de ANCAP?

En el pensamiento del Frente Amplio se ha oscilado entre colocar el centro del problema en las raíces sociales de la delincuencia y en hacer hincapié en la represión. Finalmente se ha logrado una síntesis de ambos extremos y se ha llegado a un equilibrio. Las acciones represivas han sido bien planificadas y focalizadas en el combate a las bandas del narcotráfico. Poco a poco se ha eliminado el hacinamiento en el sistema carcelario heredado de décadas de desidia sobre el tema. La reciente inclusión de una Guardia Republicana para colaborar con el resto del cuerpo policial en los lugares más sensibles ya está dando resultados.

Algunas soluciones

Es necesario insistir en las dificultades que presenta la rehabilitación y la aplicación de las reglas Mandela. En este rubro es importante señalar diferentes aspectos. Por un lado existe un problema de prospección sobre las posibilidades de reinserción social de los infractores. Un pequeño número de reclusos no son aptos para la rehabilitación ya que son portadores de una personalidad sociópata y deberían ser separados del resto de los presos y considerados mediante medidas especiales. La gran mayoría de los infractores son pasibles de una buena rehabilitación basada en el tríptico de una inversión en educación, en cuidados de la salud y creación de oportunidades para un trabajo productivo. Este tríptico requiere instrumentar mecanismos de coordinación entre los organismos del Estado (ASSE, ANEP, Ministerio de Trabajo), lo que aparece en el horizonte como la próxima etapa a cumplir mediante un enfoque integral del problema. Algunas experiencias, todavía escasas, ya han dado resultados medidos como una disminución drástica de la reincidencia.

Por otra parte no es recomendable despreciar el aporte proveniente del sector privado, en especial de las ONGs especializadas en el tema. Al mismo tiempo es necesario tener en cuenta que el trabajo más complejo es el que corresponde al Patronato del Liberado, ya que todo esfuerzo rehabilitatorio se clausura si no hay una batería de medidas destinadas a la reinserción social.

Más allá de estas consideraciones creo pertinente señalar que lo que me choca en los múltiples enfoques realizados sobre el tema es la falsa dicotomía del ellos y el nosotros, como quedó señalado más arriba. A propósito quisiera terminar estas reflexiones citando a Joaquín Sabina, otro gran poeta con sensibilidad para profundizar en los márgenes de la comunidad humana. Dice así: 

El caso es que, cuando me pidieron rescatar del olvido un poema amado, no tuve que pensarlo. Porque le deben todo mis canciones, porque lo leen poco mis cofrades, porque lo ignoran mucho los poetas, porque no saben nada los que saben, porque lo quiero tanto todavía, por su muerte tan viva y tan insomne, porque me hace llorar en pleno día, por los años impíos y fugaces, por la primera piedra en tantos barrios, por mi guerra en España tan perdida, por su Rosa Blindada, porque todos somos

humanos, inhumanos

fatalistas, sentimentales

inocentes como animales

y canallas como cristianos."

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