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PANDEMIA Y VACUNA

 Publicado: 03/02/2021

Las tortugas de Maradona


Por Omar Sueiro


El inicio del año 2021 marca los primeros 300 días del gobierno de Luis Lacalle hijo. Luego de un primer remesón, producido por el cese en el cargo de Canciller del economista Ernesto Talvi, decretado por el Presidente, adelantándose a la preanunciada renuncia del aliado líder de la mayoría del Partido Colorado (PC), transcurrió un buen lapso sin mayores sobresaltos, capeando las incidencias de la Covid-19 en lo sanitario y en el plano económico y social.

En este período, se establecieron formas de comunicación positivas que daban una idea de gobierno transparente con fuerte coherencia interior, dada por un sistema de gobernanza con formato radial, de comunicación uno a uno entre cada uno de los ministros y el Presidente, quien se convirtió en el eje de la unidad de mando del Gobierno.

Poco a poco, la supuesta tranquilidad gubernamental se ha ido diluyendo al influjo del inesperado crecimiento de la pandemia y el aumento de reclamaciones económicas de sectores perjudicados por las medidas sanitarias. Se presentaron desencuentros en la coalición de gobierno, de los cuales el más preocupante fue la discrepancia del sector del senador Guido Manini Ríos con el resto de la “Coalición Multicolor”, cuando se acordó con el Frente Amplio (FA) y el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) tratar como grave y urgente el proyecto presentado por Cabildo Abierto (CA) que limita el suelo disponible para la forestación. La votación dividida ya había ocurrido en Diputados, en el proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Aeropuertos Internacionales, que en el Senado se aprobó sin los votos de CA.

Estos hechos no son menores, particularmente para los Lacalle, que vieron caer la coalición bicolor que sostenía al gobierno de Luis Lacalle padre en ocasión del abandono del apoyo del Partido Colorado liderado por Julio María Sanguinetti.

Además, comenzaron a trascender señales de fisuras en los distintos estamentos de gobierno, particularmente de algún colaborador del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que presentó renuncia al mismo, debido -según él- a que aquel había dejado de consultarlos regularmente y ello lo había llevado a tomar decisiones inconvenientes.

Ya se había filtrado que ciertas actitudes arrogantes de altos representantes gubernamentales habían caído mal a integrantes del GACH. La formación de este grupo asesor del Poder Ejecutivo fue un éxito político desde el triple punto de vista de tomar decisiones justas, adecuadas y apartidarias, por la garantía que daba a la comunicación entre el Gobierno y la población y por el “lustre” científico que otorgaba al primero.

Arrogancia e ignorancia de la realidad no son buenas compañeras para un gobernante. La Administración actual cometió un doble y grave error de apreciación: creyó que en Uruguay el virus había sido derrotado definitivamente y que no habría problemas para conseguir las vacunas, porque había unas cuantas en proceso y, fundamentalmente, porque no existía urgencia dado que el nivel de control conseguido al inicio se mantendría.

Utilizando un término “maradoniano”, podríamos afirmar: “se le escaparon dos tortugas”, en lugar de una, y ello ocurría mientras el Presidente y sus colaboradores inmediatos comparecían habitualmente en generosas conferencias de prensa comunicando metas alcanzadas y optimistas proyecciones. Confundieron gestión con comunicación y ahora están procurando coordinar con la oposición -el Frente Amplio- salidas honrosas a estos empantanamientos. Un FA que tuvo una adecuada visión política al aparecer como una oposición colaborativa, para nada cerril, que tiene como base el documento póstumo de Tabaré Vázquez llamando a acciones políticas y sociales conjuntas para sacar el país adelante. 

Obviamente, ese tipo de errores políticos no son únicamente patrimonio de los gobernantes uruguayos. Tal es así que días pasados, el experimentado periodista argentino Washington Uranga, en una nota en la que critica determinadas prácticas políticas argentinas, expone desarrollos teórico-prácticos que quedan como anillo al dedo para calibrar la situación que vive el actual gobierno uruguayo: “En el ejercicio del gobierno y de la política, gestión y comunicación son tan indisociables como dos caras de la misma moneda. No se puede gestionar sin comunicar, no se comunica cuando no se gestiona. En este último caso, se puede hacer marketing pero […] Es falso que el marketing comunicacional todo lo puede, hasta para suplir una mala gestión o disimular los errores […] el llamado ‘relato’ tiene poca vida útil, porque se agota en su propia inoperancia y queda vacío de sustancia. Tampoco es despreciable. [...] en algunos casos, puede ayudar a ganar elecciones y hasta permitirle a un mendigo político vestirse de elegante modelo de época”. [1]

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