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50 AÑOS DEL FRENTE AMPLIO

 Publicado: 03/02/2021

Orgullosa celebración, con advertencias


Por José Luis Piccardo


El Frente Amplio (FA) fue fundado el 5 de febrero de 1971. Se está conmemorando el medio siglo de una de las experiencias políticas más ricas de la izquierda, no solo de Uruguay, sino de América Latina. Decir que está consolidado y forma parte inalienable del sistema político del país es una obviedad. Pese a haber perdido el gobierno en las últimas elecciones nacionales, tras ejercerlo durante quince años, sigue siendo -y seguramente continuará siendo- la principal fuerza política uruguaya.

El FA fue oposición y gobierno en democracia y reprimido con saña durante la dictadura. Sus integrantes atravesaron las más diversas situaciones, desde el desamparo que sintieron miles de sus militantes, perseguidos, presos, asesinados, desaparecidos, obligados al exilio o a la clandestinidad, hasta ejercer la máxima responsabilidad que supone conducir el gobierno del país.

Durante ese extenso periplo, el FA fue construyendo sus fortalezas y sus peculiaridades, que lo diferencian de las restantes expresiones de izquierda y progresistas latinoamericanas en el último medio siglo.

Partido

El FA, que nació como coalición de partidos y sectores políticos diversos, que unió a comunistas y socialistas con socialcristianos, así como a ex integrantes de los dos partidos históricos (Colorado y Nacional) y a diversas expresiones de la izquierda, de raíz anarquista, nacionalista, socialdemócrata o “tercerista”, entre otras, fue también movimiento de ciudadanos independientes. Con el paso del tiempo, esa doble condición de coalición y movimiento se fue debilitando o mutando, y hoy es un partido. Lo es “abajo”, en la sociedad, para el conjunto de la población. Desde hace años la inmensa mayoría de sus simpatizantes y activistas se sienten frenteamplistas por encima de cualquier identidad sectorial. Votantes de partidos históricos de la izquierda muy estructurados orgánicamente, como el Comunista y el Socialista, hoy cambian su voto dentro del FA de una elección a otra, incluso en los pocos meses que median entre los comicios nacionales y los departamentales, si sienten mayor identificación con un candidato aunque sea postulado por otro sector. En el resto de los sectores, incluyendo los más consolidados, pasa lo mismo.

Se trata de un partido con tendencias internas, aunque con cortes transversales capaces de descolocar al más avezado analista. Ha sufrido un creciente proceso de atomización interna con el surgimiento de pequeños agrupamientos, al tiempo que tienden a debilitarse los sectores grandes, con sus listas históricas. Hace algunos años no podría concebirse que en las elecciones departamentales de Montevideo se presentaran más de 60 listas frenteamplistas y en las de Salto más de 30, como ocurrió en mayo del pasado año.

La transformación del Frente como partido no ha estado exenta de tensiones. Por un lado, el frenteamplismo debe reafirmarse y fortalecerse como unidad partidaria. Pero no puede ser un proceso endógeno, sino abierto hacia la sociedad, y dentro del sistema político, procurando acuerdos que pueden tener mayor o menor amplitud y duración, con propósitos y características diversas. 

De esta tensión ha surgido a lo largo de los años la tendencia a buscar coaliciones que trasciendan al FA, ya sea apuntando a un nunca bien definido “frente grande” o a alguna suerte de “progresismo” supuestamente “superador” del frenteamplismo. La síntesis debería conjugar dialécticamente amplitud y profundidad (manida expresión de otros tiempos, pero vigente para resumir la idea), lo que supondría fortalecer al FA como expresión partidaria -la más sólida y “tradicionalizada” del sistema político uruguayo- y, al mismo tiempo, aplicar una política de amplitud, de diálogo con la sociedad y, en el sistema político, de búsqueda de acuerdos que podrían o no tener expresión orgánica, pero nunca en sustitución del frenteamplismo si se pretende mantener esta valiosa herramienta política. La relativización del frenteamplismo lo debilitaría como expresión partidaria estable, con su extraordinaria historia, sus símbolos, sus emblemáticos dirigentes, sus mártires, su sentido de pertenencia que se trasmite de generación en generación, su mística, su capacidad de irradiación e incidencia en la sociedad. Por lo dicho, también es equivocado caracterizar al FA como un partido catch-all, un “atrapalotodo” electoral.

El frenteamplismo no se construyó de un día para el otro; es una expresión política viva, vigente, con potencialidades aún inexploradas, pero hay que cuidarlo. Es como una persona, por fuerte que sea: debe atender su salud. 

Alas

Es un partido muy complejo. Desde el exterior no se lo termina de comprender. Pero también en Uruguay, tanto desde la cátedra como en el periodismo, se ha incurrido en simplificaciones para tratar de describir al Frente Amplio y su realidad interna. “Moderados” y “radicales” serían las dos grandes alas o tendencias dentro del FA, según una extendida descripción simplificadora. Pero es un esquema que, por ejemplo, deja afuera notorias coincidencias ideológicas entre integrantes de ambas “alas”. Viene a la mente el posicionamiento ideológico y mediático del intendente de Canelones, Yamandú Orsi -integrante de un sector rotulado “radical”, como el Movimiento de Participación Popular-, dirigente que tiene actualmente claras coincidencias con lo que se ha dado en llamar “izquierda moderada”, o “moderna”, o “reciclada” (adjetivaciones a cual más arbitraria). Pero no es el único caso. José Mujica y Danilo Astori, ¿han estado en las antípodas con relación a temas estratégicos? A partir de que ambos consideran injusto y peligroso el orden (más bien dicho desorden) mundial, y más allá de diferencias políticas, estilos y giros comunicacionales, Mujica ha hablado de procurar “un capitalismo bueno” y Astori, queriendo significar básicamente lo mismo con una terminología más precisa, ha sostenido que “los cambios en esta etapa transcurrirán en los marcos del capitalismo”. Lejos de minimizar las diferencias entre Astori y Mujica, o entre otros dirigentes y sectores, habría que examinar mejor los contenidos, sin menoscabo de las formas mediante las que se manifiestan. No estaría mal apartarse de ciertos estereotipos; se entenderían mejor procesos y desenlaces ocurridos en el FA.

Arco

Este partido, surgido en la izquierda, pero que se nutrió con una múltiple herencia, en primer lugar artiguista como gran referencia histórica nacional, pero también de izquierda, batllista, y de otras corrientes progresistas y democráticas, puede ser ubicado hoy entre el centro-izquierda y la izquierda. Algunos hablan de un arco que va desde la socialdemocracia (pero con un contundente deslinde respecto a partidos con esa definición que en otros países se ubican en la derecha) hasta una “izquierda radical”, aunque “a la uruguaya”, compartiendo todos el compromiso frenteamplista -de todas las horas y demostrado con su conducta en la defensa sin claudicaciones de la democracia uruguaya- con la institucionalidad vigente, con sus tres poderes independientes, elecciones libres y amplias libertades públicas. Esto no significa, cabe agregar, que entre sectores del FA la valoración de la democracia no difiera en cuanto a acentos e interpretaciones históricas y acerca de procesos internacionales. Un asunto complejo, problemático, que no se abordará aquí.

Gobierno

A la hora de gobernar, el FA fue un partido de centro-izquierda, aunque con resistencias de algunos sectores internos a esa orientación general que marcó el rumbo del país durante una década y media produciendo significativos cambios en el Uruguay. Lo que algunos denominan el “pueblo frenteamplista”, o sea el círculo más amplio de sus simpatizantes y votantes, se identifica implícita y mayoritariamente con esa centro-izquierda, independientemente del voto sectorial -que responde a múltiples factores- y de cómo se autoperciba cada quien en las escalas politológicas.

Aquí el FA exhibe una complicación: el voto y la ideología no siempre se corresponden. Y la representación en los órganos de conducción del partido no se corresponde con la correlación ideológica en el “pueblo frenteamplista”. Con frecuencia, sondeos de opinión sobre determinados temas dan cuenta que un alto porcentaje de frenteamplistas (adherentes, simpatizantes, votantes) piensa diferente que la dirección partidaria, o que la mayoría de ella.

Los principales líderes frenteamplistas no han sido “radicales”, en el sentido de mantenerse apegados a concepciones de las izquierdas clásicas (ortodoxas, según algunos) de la era bipolar, y el más carismático de ellos, Tabaré Vázquez, reafirmando su conducta de toda la vida, sostuvo en el último reportaje, poco antes de su muerte, que se identificaba con una orientación “socialdemócrata” (así lo expresó), aunque rechazando las concepciones de derecha en la socialdemocracia internacional.

Principios

Estas categorizaciones requieren ser consideradas históricamente. La izquierda de hoy, a escala universal, tras vivir múltiples y notorias peripecias, algunos asombrosos triunfos no previstos por la interpretación ortodoxa de Marx y una descomunal derrota que nunca figuró entre las previsiones leninistas (ni del Departamento de Estado de los Estados Unidos), debe poner a prueba su capacidad de adaptarse a condiciones muy diferentes a aquellas en las que surgió, sin abandonar principios esenciales.

Claro, muchas de las principales propuestas del Frente de hace cincuenta años, que hasta pudieron ser concebidas como inamovibles cuestiones de principio, hoy no figuran en el programa. Pero esto no debería ser considerado abandono de principios sino adecuación a los tiempos. La cantidad de iniciativas que el Frente incorporó en su gestión de gobierno, que ni esbozadas estaban en 1971, es enorme. Quedará para otra oportunidad fundamentar por qué ya no se incluyen en el programa postulados como la reforma agraria, la nacionalización de la banca y la nacionalización del comercio exterior (que también figuraban, ¡las tres!, en “Nuestro compromiso con usted”, el documento programático presentado el mismo año por el líder nacionalista Wilson Ferreira Aldunate, cosa que a algunos blancos de la actualidad les ha de provocar escozor), o por qué, luego de la cancelación de los compromisos con el Fondo Monetario Internacional durante el primer gobierno frenteamplista, relanzar la vieja consigna “¡Fuera el FMI!” hubiese sido un dislate. No obstante, algunos la repiten.

Gramsci

Al mismo tiempo, es necesario reconocer que los cambios económicos, sociales y políticos que concretó la izquierda y cambiaron para bien la vida de amplias mayorías populares en Uruguay, no fueron acompañados en medida significativa por cambios en los valores predominantes en la sociedad. Y a escala universal, uno de los grandes fracasos del llamado “socialismo real” y otras experiencias izquierdistas fue no haber creado condiciones para el surgimiento del proclamado “hombre nuevo”; aunque, visto con la perspectiva que da el tiempo, tal horizonte nunca tuvo una fundamentación teórica consistente. Marx lo esbozó apenas para la sociedad comunista, sin clases, o sea a muy largo plazo. Y murió antes de avanzar en el asunto. Los intentos de “adelantar” la llegada del “hombre nuevo” por parte del marxismo-leninismo se tradujeron en voluntarismo, burocracia, autoritarismo e imposibilidad de construir una sociedad que cambiara esencialmente la condición humana. Pero la introducción en este tema daría para mucho y no es el propósito de estos comentarios.

Marx

El FA surgió en un mundo en el que predominaba en la izquierda aquella visión “marxista” (vaya a saberse qué hubiera opinado Marx de ella) sobre la trayectoria de las sociedades. Y si bien no todo el FA la compartió, y hubo dentro de él resistencias y escepticismos al respecto, de todos modos la macrovisión emergente del marxismo (con o sin comillas y, de nuevo, independientemente de cuán fiel a Marx hayan sido las interpretaciones que se hicieron de sus ideas en el siglo XX), gravitó enormemente en la izquierda universal y, por consiguiente, en el FA. Es más, lo sigue haciendo hasta el día de hoy.

De todos modos, y al margen de ello, el Frente Amplio asumió varias lecciones que le dio la vida, y en su cincuentenario tiene mucho para valorar y celebrar. Pero esta reflexión no hará hincapié en sus logros, que, por otra parte, fueron motivo de varios artículos de este autor; intenta aportar desde una perspectiva crítica aunque constructiva. Este artículo procura ser, en tal sentido, un acompañamiento al llamado de atención que varios frenteamplistas vienen haciendo sobre diversos asuntos que estarían trabando el desarrollo de la fuerza política.

A propósito de ello y viniendo a este presente: ¿qué mensaje está dando el FA a la sociedad?, en especial a los que dejaron de votarlo o dudaron mucho antes de hacerlo. ¿Qué está comunicando en esta dura época de pandemia, donde tanta falta hace trazar un rumbo, no hacia un lejano e imprevisible año electoral 2024, sino para los próximos meses y años de crisis? Años de un nuevo tipo de crisis, sin precedentes, que dejará un saldo muy negativo en materia de salud -física y mental-, de economía, de equidad, de libertad concebida no solo como derecho jurídico sino como posibilidad efectiva de disfrutarla mediante el acceso a una vida digna, con perspectivas de crecimiento humano, de desarrollo social.

Entonces, evaluemos.

Hubo desde el FA una propuesta fundamentada sobre un subsidio temporal a unas 300 mil personas expuestas por la pandemia a daños extremos en sus condiciones de vida. 

Hubo, dentro de lo que fue posible, dada la premura con que se trató, un rechazo fundamentado a muchos artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), seguido por el acompañamiento a una campaña pro referéndum que parece -también hay que decirlo- bastante más difícil de explicar a la población que cualquiera de las consultas cívicas anteriores; movilización que deberá hacerse en las condiciones adversas que impone la pandemia, con frenteamplistas que no comprenden aún su conveniencia y que temen que haya costos políticos.

Hubo una digna batalla parlamentaria para revertir los aspectos más negativos del Presupuesto y alcanzar algunos acuerdos que mejoraron todo lo que fue posible un muy mal proyecto.

Hubo propuestas valiosas sobre salud, destacándose entre las acciones más recientes la que se llevó a cabo a partir de una carta al presidente Luis Lacalle Pou de cuatro científicos de filiación frenteamplista, que no actuaron a nombre del FA pero sí en conocimiento de su Presidencia. De todos modos, sobre esta gestión se manifestaron discrepancias dentro de la fuerza política, que hablan de una tendencia reacia al diálogo; lo paradójico es que dicha tendencia se manifiesta a veces, también, entre quienes se proclaman seregnistas. 

Hubo propuestas para enfrentar la situación generada por la Covid-19; gestiones del FA como tal y de Tabaré Vázquez encabezando un grupo de especialistas en áreas relacionadas a la salud, que no tuvieron las respuestas que el FA esperaba y merecía. El presidente de la República se manejó en todo este período con un talante personalista, firme en lo que hace al tono del discurso comunicacional pero errático y con falencias en cuanto a la gestión, sin establecer prioridades de acuerdo a las necesidades de la sociedad. 

Hubo una fundamentada crítica a la orientación económica y social del gobierno, que tuvo una baja inversión en la atención a los problemas de la gente y priorizó el déficit fiscal en un país que heredó fortalezas financieras que lo destacan en Latinoamérica.

Hubo esfuerzos sistemáticos del FA para responder a los intentos del gobierno “multicolor” de partidizar la evaluación de gestiones y balances de organismos públicos con el indudable propósito de desconocer logros de los gobiernos frenteamplistas.

Hubo militancia apoyando ollas populares y dando asistencia a los más desprotegidos. 

No

También faltaron muchas cosas que deberían estar incorporadas al rumbo político de una fuerza opositora de izquierda. No terminó de desplegarse el debate interno, que el FA ha rotulado “Propuestas hacia un intercambio profundo, constructivo y unitario en el Frente Amplio” y, tal vez como consecuencia, se reiteraron errores previos a las elecciones y se agregaron otros, propios de su desempeño en la oposición.

No pudo atender algunas de las preocupaciones de vastos sectores de trabajadores, de la clase media y empresarios que sufrieron también las consecuencias de la pandemia. Tampoco midió adecuadamente la valoración favorable del desempeño del gobierno en materia sanitaria por parte de mucha gente, incluyendo exvotantes del FA; se creyó que ello se debía a la eficiencia en la comunicación, y no se tuvieron en cuenta otros elementos. A veces demoró más de la cuenta el reconocimiento de iniciativas del gobierno que mucha gente vio de manera positiva -básicamente en la salud, ya que se viene evaluando mal (y cada vez peor) la gestión en la mayoría de las restantes áreas-, y sintonizó diferente a buena parte de la ciudadanía al hacer hincapié en otros aspectos, no siempre relevantes u oportunos. Además, no explicó suficientemente que los logros de Uruguay durante el actual gobierno se deben también -¡y en fundamental medida!- a lo que dejaron las gestiones frenteamplistas en muy diversos campos, entre ellos un sistema de salud con cobertura casi total e infraestructura en el área que también destaca a Uruguay en Latinoamérica.

Tal vez no se proyectó la mejor imagen ante la población al no priorizar las propuestas (que las hubo, como ya se subrayó) por encima de las críticas a la gestión del gobierno, aunque fueran justas. Parecería que no se logró la necesaria sintonía con la población, por debilidades en la comunicación y porque los temas promovidos no siempre lograron transformarse en centro de interés para mucha gente. 

Digamos que en diversas oportunidades la tarea opositora se diluyó sin concitar la atención pública. Esta separación respecto a las prioridades del ciudadano, o a lo que este ha vivido como prioridades durante estos largos meses, se expresó, entre otros ámbitos, en las redes sociales, donde con frecuencia se generan “burbujas” de frenteamplistas que parecen más activos compartiendo memes ridiculizando al oficialismo y a sus principales figuras, que argumentando -más allá de esas “burbujas” de personas convencidas- a favor de las iniciativas del FA y sobre sus justificadas críticas a la “coalición multicolor”. 

Conducción

Retomando lo expresado anteriormente respecto al carácter de partido del FA y a las tensiones derivadas de ello, uno de los problemas de esta fuerza cincuentenaria es que una de sus funciones básicas se ha ido debilitando: la conducción política. Parecería que hay cierta confusión entre alianza estratégica (la del FA con clases y capas de la sociedad cuyos intereses se siente obligado a defender e incluso a representar), y cierto seguidismo respecto al movimiento sindical. 

Es así que durante la pandemia, y desde mucho antes, se ha visto al PIT-CNT -la central sindical- más activo que el FA planteando propuestas. Por ejemplo, la iniciativa del referéndum surgió del movimiento social: el FA, no sin dilemas internos, acompaña. 

En la comisión que trata la reforma previsional, tema de relevancia estratégica para la sociedad -si los hay-, las representaciones sociales han tenido el mayor protagonismo hasta ahora. No está mal que el Frente actúe con cautela y perfil bajo en dicho ámbito, pero hasta ahora el tema no ha sido objeto de atención a nivel de la fuerza política. Sí de la calificada delegación que la representa en la comisión, a la que no puede hacerse responsable de la mencionada situación.

Acaso haya que darle la razón al politólogo Óscar Bottinelli cuando sostiene (Caras y Caretas, 22.01.2021) que, a diferencia de lo que fue “histórico en la izquierda” (considerar que “la fuerza política es el centro de la conducción política”), actualmente “la fuerza política es un actor más en una red junto a organizaciones sociales de diferente tipo, representatividad y convocatoria”. Advierte, ni más ni menos, que el FA ha perdido capacidad de cumplir con una de sus responsabilidades esenciales: la conducción política. En esto el FA parece estarse alejando de Seregni.

En fin, por esta y otras razones, parecería que a veces el FA quedara “afuera de la conversación”, lo que es más preocupante aun en estos tiempos donde resulta tan necesaria la voz de la izquierda.

Autocrítica

Otra de las situaciones complejas a superar consiste en que, por defender al FA siendo oposición -lo cual es imprescindible-, parecen haberse bajado las exigencias autocríticas. Acaso haya temor de que el reconocimiento de errores le dé armas al gobierno, algo que se repite bastante entre militantes. Esto, potenciado por ciertos niveles de sectarismo, puede alejar al FA de los uruguayos y, además, dificultar ese imprescindible “intercambio profundo, constructivo y unitario en el Frente Amplio”. Porque no es fácil dinamizar un intercambio interno con una fuerza política en dificultades para pararse afuera, en la sociedad, entre la gente, en los espacios de comunicación que aún permite la pandemia.

A veces se busca y rebusca para criticar a la entente “multicolor”, lo cual no tiene porqué ser desacertado si se lo hace bien y tomándole el pulso a la opinión pública: la política avanza cuando se la practica con relación a las grandes mayorías nacionales, como enseñó Liber Seregni. Pero también es cierto que a veces se ha errado, o se contribuyó más allá de intenciones a poner en el centro del debate cosas que al Frente Amplio no le convienen (tampoco al país), y sí a un gobierno que, como es obvio, tiene una orientación de derecha y se ha manejado hasta ahora, y en general, bastante bien en función de esa orientación. 

No sería justo ignorar que la causa de diversos planteos de la oposición fueron respuestas necesarias ante el desconocimiento y la tergiversación que hace el oficialismo respecto a lo aportado por el FA durante sus gobiernos, que entre otras cosas, como ya se dijo, ha contribuido decisivamente a los resultados en el combate a la Covid-19. La “coalición multicolor” ha tenido un comportamiento deplorable en ese sentido, contribuyendo a la desinformación de la ciudadanía. Todo esto hay que señalarlo y tomar las medidas que correspondan por parte del FA, pero no para soslayar la autocrítica.

Algunos opinan que los problemas del Frente se deben a las dificultades para divulgar sus posiciones, a la capacidad de comunicación que, como contrapartida, tiene el oficialismo. Justamente, eso se ha dicho y se ha repetido en el FA para explicar en parte los malos resultados electorales: no supo comunicar. Se lo reconoce, acertadamente, en el documento central de la comisión encargada del debate interno. ¿Y entonces? Si se atribuye a mala comunicación parte del fracaso electoral, ¿qué va a hacer el FA? ¿Se va a lamentar cuando el oficialismo comunica y convence aun sin tener razón, o va a asumir una actitud proactiva para revertir sus debilidades comunicacionales?

Mientras tanto, como si no hubiera nada más importante en qué reflexionar, algunos exigen su imaginación pensando en qué persona debería ocupar la Presidencia del FA. ¿No será mejor pensar en lo que le sucede realmente al FA y cómo superar su crisis? 

Ojalá

El aniversario no puede ser otra cosa que un momento de orgullo, reafirmación frenteamplista y compromiso a redoblar. Eso sí, habrá que prestar atención a los problemas, a los errores (nuevos y viejos) y a las insuficiencias. El 50º cumpleaños del FA debe estimular también, junto a la alegría y la confianza en el futuro de esta extraordinaria fuerza política, un compromiso político con la autocrítica y la renovación. Una reflexión colectiva, en unidad, apelando a las inmensas reservas y a las profundas raíces que tiene el FA en la sociedad, y posicionarse ante los nuevos retos.

Hay fortalezas. Ojalá haya también voluntad política para encarar, en esta etapa y en estas condiciones, las reflexiones y las acciones que el pueblo uruguayo espera de este gran partido.

Un comentario sobre “Orgullosa celebración, con advertencias”

  1. Muy buen artículo en el momento justo.
    Si el F.A. no encara seriamente la unidad de acción política y la empatía interna corre el riesgo de volver a fracasar.
    La multiplicidad de grupos sin diferencias ideológicas ,habla de personalismo y poca capacidad de negociación interna.
    Se perdió la elección por errores propios muy bien detallados y también porque se hizo evidente la fragmentación interna.
    hoy no hemos incorporado lo que se construye sobre lo construido,pero tampoco un relato adecuado de lo que se destruye cotidianamente.
    vivimos un período 2015-2020 de un relato de la oposición consecuente y persecutorio .
    Hoy las críticas de la derecha se han incorporado en la propia izquierda .
    Los medios juegan sin duda un papel muy destacado en lavarnos los cerebros y no encontramos relato coherente que le haga frente .
    Y hasta hay situaciones en que criticamos lo mismo que critica la derecha.
    Ej . La correcta para mi actuación de Carolina y el reparto de los alimentos donados por el FA.

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