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“LOS DE ABAJO” (IV)

 Publicado: 03/02/2021

La guerra como un desandar de la pobreza y la indisciplina


Por Jorge Meléndez Sánchez


(Nota editorial: el estudio que nos propone Meléndez Sánchez fue iniciado en noviembre de 2020 y proseguido en diciembre, teniendo su tercera entrega el pasado enero de 2021).

Para el autor de Los de abajo, los antecedentes históricos no cuentan dentro del relato, sino que los utiliza para la recreación y justificación implícita. Se puede decir que se lanza al tema con los comportamientos que construye, analizando personajes y formas de ver el desarrollo de una sublevación, que pretenden clasificar de revolución. No destacar la historia en ella, no quiere decir que la deje a un lado, sino que no requiere insistir en ella, porque se ofrece en sus personajes y en el paisaje.

La historia pareciera pertenecer solo a Demetrio, con los refuerzos cercanos y con la búsqueda de otros, ya de por sí inscritos en la rebeldía, desde que resolvieron instalarse en escondites. Inicia la novela con la dinámica de un fenómeno violento en su propia vivienda, a donde llegan los federales, eso sí, para eliminarlo, pues tiene el antecedente del señalamiento de don Mónico por su irreverencia de echarle en la cara un escupitajo. Este, con sus conexiones autoritarias, logra orden de captura, o la ejecución según la costumbre. La esposa queda al frente de la situación para la atención a los federales, hasta que el Capitán intenta quebrantar el respeto debido a un hogar constituido, situación que muestra la cobardía del federal, al salir huyendo, a la espera de mejor oportunidad contra Demetrio.

De aquí se anuncia la trama, al recomendar a la esposa la huida y refugio en casa de sus padres, mientras él sale a perderse por los caminos de la sierra, donde ya aparecen sus amigos, dispuestos a acompañarlo. Demetrio asume la conducción de hombres valientes, entrenados en la dura lucha del trabajo, con buena puntería y con la costumbre de dormir al aire libre. La respuesta de los rebeldes está en su condición personal, antes que en el ideal político; de eso se dará cuenta en el relato.

El hilo de la revolución está en la experiencia de un quiebre socioeconómico y político provocado por circunstancias locales y por los ecos de mencionadas noticias que dan cuenta de la osadía de Pancho Villa y de la participación popular que promueven. Villa, en sí, no tiene formación política, y es el compadrazgo cercano a un amigo seguidor como el que más, Francisco Madero -asesinado y llevado al estandarte de la revuelta- que busca restablecer el constitucionalismo. Biografías incluidas en las circunstancias regionales del norte, en las cuales se promueven los hombres por la lucha, es decir, por la lealtad, por el manejo de las armas y por el botín.

De aquí el papel del novelista, que ha encontrado temática apropiada. Los personajes actúan enjuiciados desde un primer momento y se someten a las reglas propias, generadas en la trifulca que los motivó a salir de sus casas, y el autor opina sobre el desenlace del que forman parte preponderante. Son seres humanos, a quienes la “academia” de Pancho Villa extenderá hasta el título de General para Demetrio, y no en forma personal, porque se trata de una unificación en el combate, y allí es donde se encuentran méritos.

Tal como advertimos, se trata de una guerra inducida, con fuerte dosis de pobreza, en la medida en que se trata del envalentonamiento de víctimas a quienes la estructura social tiene condenados de antemano. El gobierno autoritario del General Porfirio Díaz, ha dejado secuela de arbitrariedad en los extremos relatados por los medios de comunicación, en el horror de prácticas bestiales, frente a desajustes de conductas, en todos los rincones del país, donde el orden es más una esclavización o algo cercano. A primera vista, la revolución es un desafío al quiebre institucional, donde los rebeldes se ven obligados a controlarlo y escuchamos, con displicencia, las abstracciones del bachiller Cervantes, quien dice ilustrar al respecto: “La revolución beneficia al pobre, al ignorante, al que toda su vida ha sido esclavo, a los infelices que ni siquiera saben que si lo son es porque el rico convierte en oro las lágrimas, el sudor y la sangre de los pobres…”.

Entonces, la revolución aparece sin compromiso explícito, algo contradictorio, porque si algo tiene una revolución es la necesidad de llevar propuesta. Estos seres humanos reclutados, muestran educación más que deficiente y enlodan las acciones, con tremendos desvaríos en la conducta que, al fin y al cabo, tiene modelo supuesto en los federales, los cuales representan el todo institucional de la nación. ¿Cómo definir la situación? Dejamos en manos de la novela la confesión de uno de sus autores: “La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval.”  

En términos actuales, podríamos hablar de lo revolucionario o de lo reaccionario. Esta discusión se dio en vida del autor y cabría dentro de las intenciones mitológicas, con semejanzas de héroes clásicos, en caballos donde las crines se confundieran con alas en pleno vuelo, en nubes cósmicas, y no en el revuelo de hombres de carne y hueso, motivados por la hazaña, sin respetar códigos morales y, más que todo, ultrajando a los propios integrantes de pueblos que dicen representar. La revuelta va a cansar a muchos ciudadanos que ya no ven en los excesos las virtudes, y se sienten, por demás, parte del ultraje.

La edición crítica de la novela presenta bien analizados los diferentes aspectos de los de abajo. Muestra la realidad, mediada por la información para la historia. En su práctica política, desaconseja la ociosidad en que se ha convertido la revuelta.

Al final, después de triunfos notables y de la derrota aplastante que sometió a Pancho Villa, al mando de generales con “claridad política reformista”, la novela nos muestra el retorno y el juicio a los personajes sobrevivientes. No se puede decir que la guerra termina con la derrota de Villa, sino que continúa el fiero desandar, tratando de reconstruir los personajes que se lucieron en el combate, los que sí sabían cuál era el manifiesto de la convocatoria revolucionaria y, desde luego, algo notorio, la traición a las intervenciones populares. La novela se concluye al filo del exilio y se publica por entregas, como crónica, diríamos.

Desde el exilio se adivina el momento final, cuando Demetrio y su gente consideran que su puesto está en la sierra, en el origen. Allá, el reencuentro con su esposa y su hijo son muestra de la desazón de todo el recorrido. La muerte del General Demetrio con sus seguidores, en la emboscada final, donde las metralletas reemplazaron la hombría, y los federales huertistas volvieron a ser poderosos.

Triste final, en el regreso a la cruda realidad cotidiana. En algunos momentos, se dan visos de racismo frente al semblante aborigen y predice el final, en la interminable condición de perdedores a quienes espera el reformismo como tema, y a Emiliano Zapata el rescate del sentido revolucionario. De tanta agitación, envuelta en alegrías y dolores, quedará la frustración y las canciones, por decir lo menos.

Esta novela puede leerse mucho, todavía, cien años después. El secreto está en la afortunada vivencia de los eventos históricos, susceptibles de convertirse en argumento de novela histórica, por la sinceridad de sus personajes y por las intenciones de su autor. El pueblo mexicano ofreció su permanente grandeza con los gritos desusados, con la carabina 30-30, con el valor personal y con la justeza de sus aspiraciones reivindicativas.

Faltaría anotar que el espacio de Jalisco fue protagonista como parte de todas las regiones de la nación. La geografía perfiló dioses aztecas, mostró la sierra esculpida de esperanzas y la convirtió en el hogar conveniente de quienes fueron arrastrados por las circunstancias de la lucha, por la definición de la unidad nacional. El héroe de Jalisco, mantiene el pudor de su orgullo y ha tenido la oportunidad de encontrar, en la novela Los de abajo, la inspiración en el arte y, sobretodo, en la valoración de los símbolos de la cultura nacional.

Desde luego, al recomendar la lectura de la novela no dudamos en pensar que el argumento tiene sus rasgos de temporalidad, concentrados en la tradición de la revuelta Chichimeca. Los desajustes del comportamiento en la lucha y la respuesta imperiosa ante la injusticia, tienen en aquella memoria mucho acicate. A pesar de la subvaloración de los propósitos, en manos de los humildes labriegos, inducidos a una lucha por fuera de sus propios linderos, el rescate está en analizarlos a luz de la evolución política y cultural. Tiempo suficiente ha pasado y mejores días se han logrado, sin tener la violencia de soporte. A pesar del primitivismo en la revuelta, la construcción de un Pancho Villa, hoy en día en franca desmitificación, rehabilitó con el desenfreno el replanteamiento de la servidumbre colonial, que parecía incambiable a pesar del desarrollo socioeconómico que ya se veía en las vecindades de la frontera internacional.

AZUELA, Mariano (1960). Los de abajo. Cuadros y escenas de la Revolución actual. México: FCE, 1960.

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