Pedro García

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AZAR, MAGIA, CASUALIDADES… ¿O BÚSQUEDAS?

 Publicado: 07/12/2022

“La rueda de la fortuna y la fantasía”: puertas que se cierran, puertas que se abren


Por Andrés Vartabedian


Éric Rohmer sostenía: “Yo no digo cosas en mis películas, muestro gente que habla y se mueve como los paisajes, las caras, los gestos y sus comportamientos”. Esta frase bien podría servir de epígrafe a este artículo sobre La rueda de la fortuna y la fantasía. Sin duda, Ryûsuke Hamaguchi admira el cine de Rohmer, lo conoce muy bien y, de algún modo, lo evoca y homenajea permanentemente.

¿Va esto en detrimento de Hamaguchi? Para nada. Es una simple constatación y, quizá, pueda ser útil como índice de lectura para quienes conozcan el cine del renombrado francés, fallecido en 2010, y piensen en acercarse al del director japonés (Kawasaki, 1978). También puede emplearse como advertencia para aquellos a los que el estilo rohmeriano no seduce, como es el caso de este comentador. De todos modos, es uno de los realizadores más importantes de este tiempo y vale la pena descubrirlo, y descubrir su propia impronta.

En esta ocasión, Hamaguchi nos propone un filme en tres episodios independientes, con mujeres como protagonistas y cierta intimidad puesta a flor de piel, aunque sin estridencias. Hay algo de azaroso, casual o mágico en esas historias, o quizá alguien pueda decir que surgen, simplemente, de cierta búsqueda inconsciente de sus personajes. Tal vez puedan advertirse ambos componentes; somos seres complejos y, muchas veces, las circunstancias que nos rodean también lo son. Lo que sí parece seguro es que ninguno de ellos -de ellas- muestra una intencionalidad manifiesta de que las cosas sucedan como lo hacen.

A medida que avanzan los episodios, avanza la edad de nuestras mujeres protagonistas y el tiempo parece adquirir una nueva dimensión: tanto la propia idea de tiempo, como el efecto causado en ellas. En los tres casos, también, ciertos giros inesperados en su trama son elementos que aparecen como constante narrativa.

“Magia (o algo menos seguro)”, “Puerta abierta de par en par” y “Una vez más” son los respectivos nombres de los tres movimientos de esta sinfonía (como describe su tráiler a este filme). Sin duda, este conjunto de voces suenan acordes a la vez.

En el primero de los casos, una joven descubre, durante una larga conversación con su amiga, que el chico con el que esta ha salido por primera vez y con el que surgió una inesperada conexión mágico-amorosa, resulta ser su expareja. Sin explicitar ese descubrimiento, va inmediatamente en su búsqueda. Ciertos sentimientos hacia él parecen no haber muerto aún y la idea de interferir, o intervenir de algún modo, en ese potencial comienzo de un vínculo entre aquellos se instala en su cabeza.

El segundo movimiento parte del intento de una pareja de amantes, ambos estudiantes universitarios -ella casada y con un hijo-, de poner en un brete a uno de sus profesores, buscando ubicarlo en una situación incómoda desde el punto de vista sexual, a partir de la cual pueda ser defenestrado públicamente. Él acaba de obtener un importante premio por una novela que contiene escenas de fuerte erotismo y esto último quizá pueda colaborar en su empresa. Todo ello como una forma de venganza, pretendida por el joven infantil y caprichoso de la pareja, a quien este profesor ha sancionado duramente dentro de la casa de estudios, lo que aquel considera una afectación terrible para sus aspiraciones profesionales.

Por último, el punto de partida del tercer relato es un cruce en la vía pública entre dos mujeres que dicen conocerse de su etapa de estudios, veinte años atrás. Ambas provocan que el cruce se transforme en plática y buscan extender y ampliar, hacia otra dimensión, ese intercambio de recuerdos. Ambas parecen haberse arrepentido de lo que no dijeron en aquel tiempo a la otra persona y tal vez este sea un buen momento para hacerlo. Sin embargo, durante el transcurso de la tarde, descubrirán que ninguna es quien pareció ser. Todo fue una confusión de identidades. Ello no impedirá que un verdadero encuentro se produzca.

De algún modo, la ciudad le da marco a estos tres relatos a través del empleo de diversos espacios propios de ella, tanto públicos como privados, aun cuando buena parte de esos relatos transcurran en interiores: la parte trasera de un taxi, una oficina universitaria, un hogar… y Hamaguchi logra darles con su cámara, a cada una de las situaciones retratadas, la intimidad que muchas veces el contexto no brinda. Apoyándome en lo que uno de sus personajes manifiesta en determinado momento, muchas veces “es difícil explicar los matices”.

Toda esta construcción está hecha de matices; matices que fluyen casi imperceptiblemente. Y es allí donde reside buena parte de la maestría de Hamaguchi, de su poder de seducción, de la captura de nuestra fe poética, a partir de la cual suspendemos con agrado nuestra incredulidad y nos dejamos transportar por ese universo de azar y fantasía, de angustias y extrañamientos, de ternura y calidez.

Por más duras o dolorosas que sean o aparenten ser las situaciones vividas o las reacciones provocadas, aquí no hay melodrama, ni sensiblería, no hay gritos ni espantos, tampoco alardes de técnica cinematográfica, ni clichés de efecto garantizado; un modus operandi que parece formar parte de una cultura. Una forma de ser; un cine.

Todo ello a pesar de historias en las que aparece, de un modo u otro, el engaño; en las que los seres se desconocen entre sí de distintas maneras; historias que se desarrollan en una sociedad en la que la felicidad parece ser más un imperativo que un deseo; historias que hablan de agujeros en la vida; en las que la soledad parece ganar cada vez más terreno y el autodescubrimiento es una necesidad, ya que la identidad está puesta en tela de juicio...

En ese mundo, en el que lo urgente no se vincula a lo económico, un abrazo puede significar la esperanza. La libertad y la felicidad todavía son posibles. La naturaleza, siempre sabia, parece aguardarlo.

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