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CORRECCIÓN POLÍTICA Y BUEN CINE
“Noticias del gran mundo”: el siglo XXI en un wéstern
Por Andrés Vartabedian
El viejo Sur está cambiando. Al fondo de la sala donde la gente del pueblo comienza a reunirse para escuchar leer las noticias, aparece una tímida cabeza negra. Es una mujer afrodescendiente ocupando el mismo espacio que el resto de los hombres y mujeres blancas, aunque aún no en el mismo plano. Sin embargo, es un comienzo. La Guerra de Secesión (1861-1865) ha terminado hace cinco años. Los yanquis vencieron. Esos “azules” del Norte también se encuentran presentes en la sala; pero más que para escuchar, están para controlar. Siguen sin ser bienvenidos en ese Sur derrotado. De todos modos, la Unión está en ciernes, se encuentra en plena construcción, y allí están ellos para terminar de someter a la belicosa Texas. La hostilidad entre los viejos bandos aún se percibe a flor de piel. Mientras tanto, los pobladores nativos, aquellos que en el viejo wéstern denominábamos malamente “indios”, asisten a la expropiación definitiva de sus tierras y se trasladan lentamente de un lugar a otro durante las tormentas de lluvia o de arena, cual fantasmas, cual espectros, cual almas en pena, intentando resguardar, al menos, sus vidas.
Un veterano de guerra, el viejo Capitán Kidd (el enorme Tom Hanks), se ha reciclado en lector de noticias. Las batallas le han sabido curtir la piel y las ideas; las heridas -de diversa índole- parecen haberlo hecho repensar muchas cosas. Parece entender el nuevo mundo que se origina. Aunque es un tipo firme, se muestra calmo, mediador, respetuoso y, hasta en cierto modo, impulsor del nuevo orden. Recorre los pueblos -juramento de lealtad a la Unión en mano- con historias locales, pero también federales, que recolecta de diversos periódicos. Los relatos son parte esencial de su nuevo equipaje, y él sabe contarlos. Además de pagar, la gente le agradece lo que hace.
Recorriendo uno de los caminos entre parajes, se topa con una carreta volcada. Había resultado atacada. Su conductor, un hombre negro, había sido asesinado; colgaba de las ramas de un árbol cercano. Una niña ha logrado escapar del ataque y también pretende huir de él. La atrapa. Aunque su piel blanquísima y cabello rubio aparenten otra realidad, ella no domina su idioma, habla kiowa. Cuando atacaron la carreta estaba siendo trasladada hacia su familia de origen alemán, a unos 600 km del lugar. Hacia lo que queda de su familia: sus padres biológicos habían sido asesinados por los nativos cuando ella era muy pequeña, y estos la habían adoptado. Ahora, sus padres putativos habían sufrido la misma suerte, por lo que esta niña, Johanna, según los papeles (destacada actuación de Helena Zengel), “Cigarra”, en idioma kiowa, era dos veces huérfana. El viejo Kidd intentará trasladar el caso a los representantes del Ministerio de Asuntos Indígenas en la región. Sin embargo, la ausencia física de funcionarios responsables, la burocracia y la atención de los nuevos problemas cotidianos por parte del ejército federal, se interpondrán en su camino. Nadie pretende hacerse cargo de la niña hasta que el burócrata de ocasión se haga presente. La ausencia de un Estado consolidado es notoria. Con alguna, pero poca vacilación, él asumirá la tarea del traslado de la pequeña, que ronda los ocho o nueve años de edad. Él conoce la dirección en la que debe dirigirse. Su viejo y abandonado hogar, el que construyó junto a su esposa, se encuentra en la misma ruta. Tal vez sea hora de volver.
Recorrerá el camino con y por ella, pero ese camino quizá lo deposite en el suyo. Para ambos significará un reencuentro con cierto origen, si es que ello significa algo. Para él será un viaje de redención -ha visto y hecho demasiado “mal” durante la guerra y parece ser un buen cristiano-; para ambos, uno de descubrimiento. Los dos deberán enfrentar sus temores en ese recorrido -parafraseando palabras del Capitán, aún cuando suenan demasiado obvias y pudieran haberse resuelto a puro cine, simplemente-. Allí el wéstern parecerá transformarse en road movie; será su mezcla. Como luego de todo viaje, ya nadie será el mismo al momento del destino.
En la ocasión, y para sorpresa de muchos -entre quienes este comentador se incluye-, Paul Greengrass dejará de lado el despliegue de violencia y acción física permanente, el nervio de la cámara en mano para el registro… Continuará trabajando sobre la tensión, sí, pero será otra, algo más alejada de la posibilidad inminente del peligro y la acechanza de la muerte, aun cuando ello resulte insoslayable en esos caminos sin autoridad completamente definida. Adquirirá otra calma en el relato, se permitirá la contemplación, cierta intimidad, y privilegiará el crecimiento del vínculo entre esas dos soledades encontradas.
Al igual que el Capitán, Greengrass, entenderá que las pausas y las modulaciones de la voz, son fundamentales a la hora de contar. (Algo de este viraje se había dejado ver, ya, en su anterior 22 de julio). En este sentido, la banda sonora de James Newton Howard, convencionalmente bella y eficaz, colaborará grandemente. De todos modos, sus secuencias “de acción” continúan siendo el sello de calidad del realizador inglés de 65 años. El tempo con el que las maneja -y nos maneja-, logra aparentar siempre lo inmejorable.
Sin embargo, es bueno establecer que, a lo largo de toda su trayectoria, Greengrass se ha dado espacio constantemente para decir algo sobre sus distintas preocupaciones sociales, trascendiendo el mero entretenimiento del nerviosismo, la crispación y la violencia. Violencia que para nada le resulta ajena a lo humano, por otra parte. De allí que, quizá, podamos ser benevolentes a la hora de juzgar sus subrayados y editorializaciones sobre negritud, mujer, pueblos originarios, construcción de ciudadanía, manipulación del relato a través del monopolio de los medios de comunicación, autoritarismo populista… Casi un manual de la corrección política propia de este siglo XXI.
Esta asumida benevolencia en la mirada de este comentador no resulta óbice para establecer que el aspecto mejor logrado de esta historia trasladada al cine por Greengrass, y que asoma como el más verosímil y genuino, es la relación entre el viejo Kidd y Johanna. Relación que crecerá y se fortalecerá a medida que el camino se abra ante ellos, y en la medida en que el entorno los ponga a prueba. Dejar caer ciertos prejuicios propios, combatir los ajenos con acciones concretas en sentido opuesto, e intentar adentrarse en el idioma del otro, serán herramientas fundamentales a considerar. Apostar a otros lenguajes, se tornará aun más importante.