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NECESARIA REVALORIZACIÓN

 Publicado: 03/03/2021

Los quince años de gobierno del FA


Por José Luis Piccardo


El Frente Amplio (FA) gobernó durante quince años y procesó en el país cambios que continuarán teniendo fuerte incidencia en la vida de la población. Incluso actualmente, cuando hay un gobierno con una orientación diferente, que procura eliminar o cambiar varias políticas del FA, muchas de las acciones que se llevan adelante, y otras que se están reclamando, serán posibles por la “herencia” que dejó el Frente Amplio. 

Sin embargo, la reivindicación hecha por el FA de esos años de cambio se ha quedado corta, no ha alcanzado para rebatir entre la opinión pública la falacia oficialista de que Uruguay quedó “en ruinas”. El mismo gobierno lo desmiente al incluir y destacar los logros del FA en el informe dirigido a inversionistas extranjeros.[1] Pero lo expuesto en ese documento ha sido omitido o minimizado en la comunicación del oficialismo a la población. Ello responde a la necesidad de justificar su empecinada política de restricción del gasto en relación a la atención de las urgencias generadas por la pandemia y sostener una orientación que golpeará cada vez más el nivel de vida de los uruguayos, en su perjuicio.

Sobre lo que significaron los gobiernos frenteamplistas, basta con pensar -en el marco de la pandemia- el papel que juega y que tendrá aún más durante la vacunación el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), que aseguró cobertura a la gran mayoría de la población, amplió en cantidad y profesionalización el personal, y promovió el desarrollo de infraestructura sanitaria de alto nivel.

Los cambios fueron muchos, en diversas áreas, y varios de ellos tuvieron carácter estructural; fueron profundos y de largo aliento. Al mismo tiempo, hay que reconocer que, pese a la indiscutible mejoría de las condiciones de vida de la mayoría de los uruguayos, que contrasta con lo sucedido en la región, no se pudo avanzar más en la superación de la fragmentación social -con sus diversas causas y múltiples aspectos-, contra la que no fueron suficientes y/o efectivas muchas medidas implementadas. Es uno de los principales temas que exigen reflexión en la izquierda.

Pero aunque haya objetivos pendientes, al final de las tres administraciones frenteamplistas hubo un mejor país. Ahora posee herramientas que no tenía para seguir avanzando, incluso en las actuales condiciones. 

Se torna cada vez más necesario un balance exhaustivo, documentado y desarrollado de esta enorme experiencia de gobierno. Un gran resumen, una elaboración que, a partir de un fundamentado análisis de “la era frenteamplista”, aporte insumos para la actuación en este difícil presente y para el futuro. No un resumen defensivo, en respuesta a los adversarios políticos -que hay que hacerla- o a las dificultades coyunturales -que es imperioso atender-, sino un trabajo prospectivo, concebido como un puente hacia el Uruguay del porvenir.

Hay frenteamplistas que están pensando en ese futuro. Por suerte. No han tenido posibilidades de volcar sus aportes al FA en la medida deseable. Asimismo, hay elaboraciones que se generaron en sectores y en ámbitos de gobiernos frenteamplistas que deben incorporarse como aportes a los debates que será necesario dar, como por ejemplo el que realizó la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) -Hacia una Estrategia Nacional de Desarrollo Uruguay 2050”-, múltiples informes de los ministerios y otros organismos, e incluso diversos artículos, declaraciones y trabajos de investigación, algunos publicados en la prensa, que abren puertas a la reflexión sobre nuevos temas, con renovados enfoques.

Los avances logrados en años anteriores se encuadran en el programa aprobado por la ciudadanía cuando le dio su respaldo electoral al FA. El partido elaboró ese programa, o sea, los grandes lineamientos, pero las principales iniciativas de estos años no surgieron del partido. Marcharon en la misma dirección que el programa, pero en los documentos emanados de la fuerza política no hay una sola línea sobre un plan para darle una computadora a cada escolar, ni acerca de crear una agencia para la investigación y la innovación, ni un plan de cuidados, aunque sus fundamentos estuvieron en el programa. Y, en realidad, es lo que corresponde: no se puede pedir que en el programa figuren las medidas concretas. Pero también debe reconocerse que en los últimos años el Frente Amplio como partido no logró constituirse en una usina de ideas. Estas surgieron fundamentalmente de los ámbitos de gobierno. E incluso los avances ideológicos que permitieron asumir cuestiones que la izquierda casi no se había planteado, se debieron a las experiencias de gobierno, nacionales y también departamentales.

Pero aunque el programa ha sido cumplido en gran parte, hubo objetivos que no se concretaron y otros que no se plantearon porque no se vieron como necesidades del país, porque no se asumieron por insuficiencias en el debate ideológico, o porque hubo razones políticas de diverso tipo que llevaron a no incluirlos en las agendas. Razón de más para que la renovación sea también programática. 

Pero, ¿no es a todo esto que apunta el denominado “Intercambio profundo, constructivo y unitario en el Frente Amplio”, resuelto por el Plenario Nacional? Sería lo deseable, pero se está viendo que resulta difícil dinamizar ese intercambio interno sobre la renovación ideológica y estratégica. Por ahora no se encuentra nada al respecto en la web del Frente Amplio ni en internet, exceptuando referencias en algunas declaraciones para la prensa y columnas de opinión.

Según lo manifestado por dirigentes, el intercambio habrá de cerrarse en pocos meses, antes del congreso previsto para la segunda mitad de este año. No parece realista. Se trata de un proceso trabajoso, complejo, imprevisible en su evolución como para acotarlo en el tiempo. Una cosa es fijarse etapas, objetivos parciales en cuanto al tratamiento de los temas, porque no se puede mantener sin pausas -y mucho menos con el FA encerrado en sí mismo- un proceso como el que se plantea, pero no se le puede poner fecha a la autocrítica, que debería ser permanente. Entre otras cosas, porque no solo se cometieron errores en el pasado sino que pueden estar ocurriendo hoy, como piensan muchos. 

Por eso hay frenteamplistas que no están pensando en clausurar ese intercambio sino más bien en abrirlo para generar un proceso profundo que conduzca a la construcción de un nuevo programa, o a la renovación del actual, si se prefiere. Un programa actualizado y proyectado al futuro, pero construido a partir de lo realizado, de esa gran experiencia de gobierno, de las enseñanzas que dejó, de los avances ideológicos que promovió y de las dudas que instaló.

Son muchos los asuntos que no han sido tratados orgánicamente, cosa que debería intentarse. Sin embargo, no está resultando fácil: a nivel de la estructura del FA cuesta intercambiar sobre objetivos estratégicos. No quiere decir que a ciertos niveles, como en las bancadas legislativas o en reuniones de organismos de dirección, no haya debate de ideas más allá de la agenda inmediata. Pero, en general, se percibe algo así como un desacostumbramiento al intercambio ideológico, a estudiar y ahondar en los temas, a pensar en nuevos horizontes estratégicos.

Es cierto que en la comisión creada por el Plenario Nacional para encauzar el llamado proceso de autocrítica y renovación se han incorporado varios documentos. ¿Cuántos los han leído? ¿Cuántos saben de su existencia? ¿Qué trámite de discusión hubo y qué importancia se les ha dado a esos aportes de sectores y organismos de base? Es vasta la lista de temas relevantes para el futuro del país que no aparecen en las actuales agendas de debate frenteamplistas.

Cabe insistir: este desafío incluye, como elemento esencial, la reivindicación del legado de los gobiernos de la izquierda. Lo realizado merece una defensa más efectiva y con mejor llegada a la población; debería reconocerse que en esa tarea hubo falencias y un débil involucramiento del FA. La prédica de la derecha ha calado entre vastos sectores de la población y es una de las causas de la derrota electoral así como de las actuales dificultades para actuar como oposición sintonizando mejor con la gente.

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