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EDUCACIÓN

 Publicado: 03/03/2021

Teoría crítica y pedagogía de la resistencia: como abrirle paso en nuestras clases


Por Julio C. Oddone


El mes de marzo es bien significativo para quienes trabajan en la docencia y en la educación. Es el mes en el que comienza el año lectivo y las clases en los diversos órdenes de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), primaria, secundaria, educación técnica y formación docente.

Este año está particularmente signado por la incertidumbre en diversos aspectos, tanto en materia curricular, de contenidos, aprendizajes y formas de evaluación, así como también en otros aspectos que hacen a la infraestructura y los recursos materiales y a las condiciones de trabajo para docentes y estudiantes.

Además, este es un contexto signado por un cambio de gobierno que cumple un año de gestión sostenido por una coalición multipartidaria conservadora, que posibilita el acceso de la derecha política, el componente militar reaccionario y una oposición de baja intensidad condicionada por la pandemia de Covid-19 que marcó la cancha a nivel global.

La recesión económica, la crisis y la desocupación en Uruguay se combinan con un momento en el que predominan los aspectos represivos, limitación de los derechos de reunión y desmovilización del campo popular que nos llevan a preguntarnos por dónde pueden llegar a surgir cuestionamientos y cierta oposición a iniciativas reformistas que ya se han plasmado en la gobernanza de la ANEP -con la creación de las Direcciones Generales en sustitución de los Consejos-, los fundamentos de los planes y programas y las condiciones de trabajo de miles de docentes.

La teoría crítica y la resistencia en educación tiene como gran tarea venir a colmar ese “por dónde” debe venir el cuestionamiento y la oposición lúcidos de los docentes, maestras y profesoras uruguayas.

¿Qué implica asumir una posición y una actitud crítica y de resistencia en educación ante la embestida neoliberal, regresiva y represiva a la que nos vemos enfrentados desde hace tiempo en nuestro país? ¿Qué es ser un docente crítico y cómo traducimos esa postura en una pedagogía de la resistencia en nuestras clases?

Conocimiento, historia y cultura

En ese sentido, el hecho de tomar nuestro lugar desde una postura crítica y una pedagogía de la resistencia debe hacernos reflexionar sobre tres cuestiones singulares, a la vez interconectadas y que tienen profunda implicancia en nuestra pedagogía y nuestra práctica educativa.

En primer lugar, debemos concebir una perspectiva radical del conocimiento en el sentido de que este “instruiría a los oprimidos acerca de su situación de grupo, dentro de relaciones específicas de dominación y subordinación” (Giroux, 2004: 59-60).

Saber, conocer y aprender nos libera -precisamente- porque nos hace conscientes del mundo que nos rodea, nos permite leerlo, comprenderlo desde nuestro lugar y, por supuesto, intentar transformarlo.

Vinculado al aspecto epistémico de conocer, la segunda cuestión que debemos atender, desde una teoría crítica, es la historia -siguiendo a Giroux (2004)- como un fenómeno emergente, incierto, y que debe ser conocida para avanzar y mirar hacia adelante. (p. 60)

Los hombres y mujeres debemos comprender nuestra historia para comprendernos en nuestro tiempo, en nuestra situación concreta y en un contexto específico.

En tercer lugar, unido además al aspecto histórico, la cultura -nuestra cultura- nos permite tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo a través del lenguaje como forma de vehiculizar “un conjunto de relaciones sociales y de un cuerpo de conocimientos que críticamente reconstruyen y dignifican las experiencias culturales que conforman un tejido, textura e historia de nuestras vidas cotidianas” (Giroux, 2004: 62).

La cuestión central

Volviendo a nuestra pregunta central: ¿cómo traducimos estos aspectos y concepciones críticas en una verdadera pedagogía de la resistencia?

Esta es la cuestión fundamental; sin ella nuestra postura crítica sería apenas una conducta de oposición, vacía, sin contenido y posiblemente adoptada con otro sentido por aquellos sectores sociales que en lo que menos tienen interés es en una verdadera pedagogía liberadora.

La teoría crítica y la pedagogía de la resistencia deben completar nuestra praxis educativa, nuestro pensamiento y nuestro accionar, nuestro saber y nuestra actitud orientada hacia los sectores populares, los hombres y las mujeres más desfavorecidos de la sociedad.

Coherencia y humildad

Para que nuestra pedagogía crítica de la resistencia no se transforme en una cáscara vacía o un discurso de buenas intenciones, los docentes, maestras y profesoras debemos asumir una actitud en nuestras clases que nos diferencie como docentes críticos: la coherencia y la humildad. (Freire, 2015: 97)

La primera, la coherencia, nos permitirá generar un discurso, un pensamiento y una práctica inequívoca en torno a nuestras opciones políticas.

La humildad debe ser la forma de presentarnos frente a nuestros estudiantes y alumnas, en tanto personas plenas con sus historias, contextos y vivencias que caracterizan el acto de enseñar, tanto o más que nuestros propios conocimientos y saberes.

Es más, una pedagogía crítica debe considerar a nuestros estudiantes y alumnas como portadores de conocimientos y saberes previos más allá de una mera evaluación diagnóstica, tan valiosos para su liberación como nuestra acción pedagógica.

Nuestras clases deben ser ámbitos democráticos y de libertad, deben ser ámbitos en los que nadie se pretenda dueño absoluto del saber, ni nadie ocupe una posición dominante o de superioridad.

La educación es un diálogo horizontal donde todos y todas aprendemos y enseñamos con la máxima empatía posible.

Dignidad

La coherencia y la humildad con la que afrontamos nuestra tarea no nos debe hacer perder de vista que nuestro rol docente debe ser tomado con absoluta seriedad y reconociendo “la dignidad y la importancia de nuestra tarea […] sin esta convicción estaremos, en la lucha por nuestro salario y contra la falta de respeto con la que nos tratan, casi derrotados”. (Freire, 2015: 122)

Si respetamos nuestro trabajo, si respetamos nuestro rol, al mismo tiempo estaremos respetando la tarea y el rol que les compete a nuestras estudiantes y alumnos.

Ni la manipulación ni el espontaneísmo irresponsable

Uno de los peligros a los que nos vemos enfrentados en la búsqueda de nuestro rol y nuestra pedagogía crítica son aquellas posturas -aún con buenas intenciones, al decir de Freire (2015)- que van desde la manipulación hasta el espontaneísmo irresponsable.

No somos más ni menos críticos por presentar en nuestras clases, por ejemplo, aquellas posturas más contestatarias o más radicales sobre determinado tema; seremos realmente críticos, y nuestra pedagogía será verdaderamente una resistencia, cuando presentemos todas las ideas, las confrontemos, incitemos a nuestros estudiantes a confrontarlas, a tomar postura y propiciar que eso se haga constantemente en nuestras clases. No de manera espontánea, sino como una actitud permanente frente al conocimiento, la realidad y el mundo.

Esa es la verdadera actitud.

Palabras finales

La teoría crítica y la pedagogía de la resistencia en los docentes, maestras y profesoras, corre graves riesgos en estos días y en estos tiempos en los que nos toca vivir.

El neoliberalismo ha emprendido una guerra contra la educación pública que se traduce en acciones que atacan la autonomía técnica y pedagógica de los docentes y la gobernanza de las instituciones, que las somete al poder político de turno. 

La guerra contra la educación pública se refleja, además, en la improvisación y las pésimas condiciones de trabajo y estudio con las que han comenzado las clases en la educación pública uruguaya.

La guerra se refleja en la falta de recursos, en la improvisación de planes, programas y evaluaciones. Se refleja en lo mediático, haciéndonos ver un comienzo “normal” cuando es caótico.

Sí, las condiciones actuales deben abrir paso a nuestra resistencia.

Un comentario sobre “Teoría crítica y pedagogía de la resistencia: como abrirle paso en nuestras clases”

  1. De la importancia de la educación pública en la formación de ciudadanía para la democracia republicana, y en la preparación en adquisción de competencias para el mundo del trabajo, no hay mención.

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