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EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE CHECOSLOVAQUIA

 Publicado: 04/04/2018

La supuesta magia del número ocho


Por Luis C. Turiansky


La frecuencia con que la historia checa registra sucesos de relevancia en años terminados en 8 es sorprendente, hasta el punto que ha hecho nacer la creencia de que esos años son propicios, de por sí, a que se produzcan vuelcos trascendentales en la historia nacional. Veamos algunos ejemplos:

1158 – El príncipe Vladislao II obtiene del emperador Federico Barbarroja, titular del Sacro Imperio Romano, el derecho real hereditario, dando nacimiento al Reino de Bohemia.

1278 – En la batalla de Campo Moravo (Marchfeld, hoy Austria), muere el prestigioso rey checo Premysl Otakar II y la casa Habsburgo se lleva la primera victoria en su lucha secular por el dominio de las tierras de la Corona Checa.

1348 – Fundación de la Universidad de Praga, hoy llamada “Carolina” en honor a su fundador Carlos IV. Ese mismo año, este sabio gobernante, a la vez emperador del Sacro Imperio Romano, amplió la ciudad levantando la Ciudad Nueva y uniendo ambas márgenes con el Puente de Carlos, para hacer de Praga una metrópoli moderna.

1438 – Prosiguiendo la realización de las ambiciones de los Habsburgo, Alberto de Austria se hace coronar rey de Bohemia.

1478 – Vladislao Jagelón y Matías Corvino se reparten el territorio checo, ambos como reyes, el primero en Bohemia, el segundo en Moravia, Silesia y Lusacia.

1618 – En una agitada reunión de los estados checos, los representantes del emperador son lanzados por los ventanales del Castillo de Praga. Es la “2ª defenestración de Praga”, que da inicio a la Guerra de Treinta Años entre católicos y protestantes en Europa.

1648 – La Paz de Vestfalia pone fin al conflicto mencionado en el punto anterior.

1848 – Año revolucionario con levantamientos en París, Viena, Berlín, Praga y otras ciudades.

1918 – Fin de la I Guerra Mundial. Se funda la República Checoslovaca independiente.

1938 – En la Conferencia de Múnich, en la que los representantes de Checoslovaquia tuvieron que esperar los resultados en la antesala, Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña acordaron entregar a Alemania la zona fronteriza checa con población predominantemente alemana, los “Sudetes”.

1948 – Una crisis de gobierno culmina con cambios que afianzan el poder de los comunistas y se implanta un régimen socialista de inspiración estalinista y fuerte tendencia autoritaria.

1968 – Proceso de democratización llamado “Primavera de Praga”, al que pone fin una intervención armada al mando de la Unión Soviética.

En 1989 (una diferencia de un año, que podría ser un error de estadística admisible en cualquier pronóstico), las masas en la calle logran la renuncia del gobierno comunista y el dramaturgo disidente Václav Havel es elegido Presidente.

Como se ve, las coincidencias parecen concentrarse en el siglo XX. El aniversario “redondo” más importante de este año será sin duda el centenario de la fundación de la República Checoslovaca, surgida en 1918 de las ruinas de la Primera Guerra Mundial y de la desintegración del Imperio AustroHúngaro. Sería una buena oportunidad para presentar objetivamente los logros, las victorias y las derrotas del Estado común de checos y eslovacos, disuelto en 1992. Pero, como se verá, la tarea está preñada de dificultades, esencialmente por motivos ideológicos.



SÍNTESIS CRONOLÓGICA


Dejando a un lado el valor místico de los números, lo más natural es empezar presentando una periodización cronológica basada en los hechos más importantes y su contexto, como ser:

• 1914-1918: Primera Guerra Mundial. Ocaso de los viejos imperios (Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Rusia) y auge de las potencias vencedoras (Gran Bretaña, Francia y, sobre todo, Estados Unidos). Las revoluciones sociales, entre ellas, en nuestro continente, la de México. En Rusia triunfa la revolución socialista. En octubre de 1918, al conocerse las negociaciones de paz entre Francia y Alemania, los representantes en el exilio de checos y eslovacos, reunidos en Washington, EE.UU., dan a conocer una declaración en la que reivindican la separación del Imperio AustroHúngaro y su voluntad de crear juntos un Estado independiente.[1]

• 1918-1938: 1ª República. El 28 de octubre de 1918, los diputados checos de la Dieta Imperial proclaman en Praga la República ChecoEslovaca, ratificada seguidamente por la representación eslovaca del Reino de Hungría. El nuevo Estado se caracteriza por su régimen democrático y una economía floreciente. Pero no escapa a los embates de la Gran Crisis de 1929 y lleva en su seno, además, el germen de su ulterior desintegración, debida al militantismo de la minoría alemana, absolutamente ajena a la doctrina checoslovaquista oficial y que se pliega al nazismo.

• 1938-1939: 2ª República. En la Conferencia de Múnich (setiembre de 1938), Hitler y su aliado Mussolini consiguen que Francia y Gran Bretaña, teóricamente aliados de Checoslovaquia, aceptaran la entrega a Alemania de la zona fronteriza con predominancia de población alemana, los “Sudetes”. Emil Hácha sustituye a Edvard Beneš como Presidente, con jurisdicción dentro de las nuevas fronteras del Estado.

• 1939-1945: la ocupación. La nueva entidad estatal disminuida dura poco, puesto que, en marzo de 1939, seis meses antes de estallar de pleno la Segunda Guerra Mundial, Hitler decidió acabar con los restos de Checoslovaquia, creando un Estado Eslovaco fantoche y transformando los despojos de los Países Checos en “Protectorado de Bohemia y Moravia“, dependiente de Alemania. Es en esta configuración que transcurre la guerra en el territorio de lo que fue Checoslovaquia. Alemania se asegura, hasta junio de 1941, el frente oriental mediante el Acuerdo de No Agresión con la Unión Soviética. Pero en los territorios ocupados tiene lugar una heroica resistencia, más tarde acompañada por acciones guerrilleras y finalmente la participación de voluntarios en las unidades de las fuerzas aliadas, tanto en el este como en el oeste.

• 1945-1948: la liberación y la restauración democrática. En mayo de 1945, Alemania se rinde, oficialmente el día 8. Pero en Praga y otros lugares del Protectorado todavía se combate. Las fuerzas del general estadounidense George Patton avanzan hasta la ciudad checa de Pilsen, en Bohemia Occidental. El día 9 el ejército soviético entra en Praga y culmina la Liberación. El Gobierno Checoslovaco en el exilio, con el presidente Edvard Beneš, regresa para ser recibido con gran pompa. Se reconstituye la República Checoslovaca, pero sin la Rutenia Subcarpática, que pasa de hecho a formar parte de Ucrania. El régimen político se basa en un acuerdo de los partidos democráticos, que forman el Frente Nacional. En las elecciones de 1946, los comunistas ganan en las regiones checas y el líder comunista Klement Gottwald es designado Primer Ministro.

• 1948: el viraje de la “Guerra Fría”. En febrero de 1948 se produce una crisis gubernamental con la renuncia de los ministros que eran críticos respecto de ciertas medidas de los comunistas que consideraban contrarias a las prácticas democráticas. Presionado por el bloque de comunistas y la mayoría de la socialdemocracia, los sindicatos y las flamantes milicias armadas creadas con el objeto declarado de proteger las instalaciones de la industria nacionalizada, el presidente Beneš acepta el día 25 las propuestas comunistas de renovación del plantel gubernamental para incluir a otros partidarios de la línea dura.[2] En adelante, el acto será celebrado por los comunistas como “Victoria de Febrero del Pueblo Trabajador” y vilipendiado por la oposición como golpe de Estado con visos constitucionales.

• 1948-1989: las vicisitudes del camino socialista. El país proseguirá su desarrollo siguiendo las pautas del modelo soviético de socialismo. En vida de Stalin, tienen lugar en Checoslovaquia severos procesos contra la oposición política y algunos dirigentes comunistas caídos en desgracia, incluido el secretario general del partido Rudolf Slánský (ejecutado junto con otros diez en 1952). Tras la muerte de Stalin y las denuncias del “culto a la personalidad” en 1956, se produce también en Checoslovaquia cierto alivio de la represión y hay una búsqueda de nuevos caminos, tendencia que se profundiza en los años 60. En 1968 tiene lugar el proceso de democratización conocido como “Primavera de Praga”, que violentamente interrumpirá la intervención armada orquestada por la dirigencia soviética. Sigue un período de endurecimiento conocido con el nombre de “normalización”, que enajena definitivamente al aparato partidario de las masas populares. Los mecanismos económicos fracasan. La “perestroika” gorbachoviana acentúa las contradicciones y en 1989 caen el “muro de Berlín” y, uno tras otro, los sistemas estatales de un solo partido dirigente e ideología oficial, que en cierto momento se definieron como “socialismo real”.

• 1990-1992: el divorcio checo-eslovaco. Al terminar 1989 es la gran euforia. El pueblo celebra la libertad reconquistada y cree en las recetas capitalistas liberales para salvar la economía. El capitalismo renace mediante un proceso engañoso de transformación, por el cual las empresas estatales se privatizan contra la entrega de “cupones” previamente distribuidos a la población y que terminan en manos de compradores e intermediarios. En las elecciones de 1992 triunfan, en la República Checa, la corriente neoliberal de Václav Klaus y, en Eslovaquia, el populista Vladimír Mečiar junto con otras corrientes nacionalistas. El debate sobre los derechos nacionales de los eslovacos se complica y parece no tener salida. Finalmente, ambas formaciones vencedoras en los comicios convienen en dividir el país. Así, cada cual podrá gobernar en su propio terreno sin trabas. Ambos se niegan, no obstante, a presentar la propuesta a ratificación por referéndum popular.

De tal suerte, el 1º de enero de 1993 Checoslovaquia deja de existir y le suceden dos repúblicas nacionales, checa y eslovaca. Vistas las tragedias vividas por los pueblos en otras instancias semejantes, cabe destacar al menos que este divorcio transcurrió en paz. Las mismas potencias que sostuvieron la creación de Checoslovaquia en 1918 ahora asisten sin protestar a su disolución. ¿Tiene algo que ver la desaparición de la Unión Soviética? Algún día tal vez podrá abordarse sin prejuicios este tema “tabú”.

A partir de entonces, la evolución de checos y eslovacos seguirá caminos separados, aunque con ciertos rasgos comunes correspondientes a sus estrategias económicas y políticas similares, la opción del capitalismo, la adhesión a la Unión Europea y el ingreso en el Tratado del Atlántico Norte. Pero esto es ya otra historia.



PARA UNA “HISTORIA OFICIAL”


La síntesis cronológica que precede muestra que el proceso histórico de referencia es muy contradictorio y el programa de celebración oficial difícilmente dejará conformes a todos. Una solución neutral parece ser la programación alusiva en el Castillo de Praga (sede oficial de la Presidencia de la República), que evita los temas polémicos y se concentra en presentar la gran riqueza de documentos históricos y artefactos de museo con que cuenta el país. Es difícil, sin embargo, que tal temática consiga ganar el interés del público no especializado, lo cual es una lástima.

En la televisión nacional, en cambio, se hace hincapié en el tema de los años terminados en 8, quizás con la idea de atraer al público con algo nuevo e interesante. Aunque tiene la ventaja de ser más original, por otro lado embarulla un poco las cosas, ya que al final no se sabe de qué se está hablando. En todo caso, incluso si se pierden algunos aniversarios importantes por el solo hecho de que su año no es un número de ocho unidades, podría ser que el método, perfectamente posmodernista, permitirá eludir los esquemas ideológicos para centrarse en los azares de la historia y tratar los sucesos independientemente de su contexto, lo cual se supone es el mejor antídoto contra las ideas de izquierda.

Pero el método tiene también sus bemoles: el orden cronológico no coincide con el del calendario, donde el primer aniversario del año de la serie debería ser el inicio de la “Primavera de Praga”, marcado por las conclusiones de la reunión del Comité Central del Partido Comunista el 3 de enero de 1968 y la elección del eslovaco Alexander Dubček como Primer Secretario. Sin embargo, este aniversario “ochesco“ se perdió por el camino: es demasiado “bolche”, como diríamos nosotros, puesto que muestra a unos comunistas que no son demonios sino gente bien intencionada, incluso demócratas genuinos algunos.

De ahí que se haya considerado más oportuno pasar de inmediato a la siguiente fecha memorable, la de la remoción ministerial del 25 de febrero de 1948, destacando sobre todo los métodos de imposición de los comunistas y el interés estratégico de Moscú por dominar al conjunto de los países situados en su esfera de influencia, “conquistada” en la reciente guerra mundial. La alusión es clara contra la sancionada Rusia del presidente Putin.

En el fondo, los otros aniversarios no interesan tanto, salvo el de la intervención armada de la URSS y sus aliados en 1968. Hasta puede ser que, para destacar aún más la perfidia de este acto, se disminuya el papel del ejército rojo en la liberación de Checoslovaquia en 1945 (un año que, en todo caso, no termina en 8).



LOS DILEMAS ACTUALES


En resumen, parecería que el centenario de la fundación de Checoslovaquia llega en mal momento, cuando todavía no han madurado las condiciones para una visión objetiva y desprejuiciada de la historia contemporánea, inserta en los dramáticos sucesos del siglo XX.

Un ejemplo reciente ha sido la ola de protestas que suscitó la propuesta de la bancada comunista en el Parlamento para que uno de sus miembros presidiera la comisión de control parlamentario de la Inspección General de los Órganos de Seguridad en el marco de una distribución equitativa de cargos. Se descubrió que el candidato era un ex policía que había participado en la represión de los estudiantes el 17 de noviembre de 1989. No viene al caso valorar si la candidatura fue una propuesta inteligente o no, teniendo en cuenta su valor simbólico. Lo que merece comentarse es que nadie puso en duda los méritos profesionales del aludido, sino más bien que se haya negado a repudiar la acción policial de entonces y lamentar su participación personal, afirmando que solo había cumplido sus obligaciones de policía y que a esta no incumbe tomar posición sobre las políticas de los Gobiernos. Una actitud valiente que le costó el cargo.

En 2018 (otro año con 8), los dos estados sucesores de Checoslovaquia atraviesan un período de crisis políticas y conmoción. En la República Checa funciona un Gobierno que no cuenta con el voto de confianza parlamentario y cuyo Primer Ministro, el multimillonario Andrej Babiš, enfrenta una investigación penal por aprovechamiento ilícito de las subvenciones de la Unión Europea. En Eslovaquia, los escándalos de corrupción y colución con organizaciones delictivas culminaron con el asesinato de un periodista y su pareja y provocaron la renuncia del Ministro del Interior y del Primer Ministro, ambos socialdemócratas.

Las protestas ganan las calles de las grandes ciudades de ambas repúblicas y no faltan quienes comparan la situación con el preámbulo de las grandes protestas y revoluciones que acompañaron la crisis de 2011 y años siguientes. La envergadura de las movilizaciones sorprende en momentos en que hay una situación económica favorable, casi no hay desocupación y los sectores vinculados a la exportación, como la industria automotriz, prosperan. En su trasfondo se refleja la desconfianza creciente del electorado hacia los partidos de vieja raigambre, tanto de izquierda como de derecha, así como la búsqueda de nuevas respuestas a los problemas sociales a través del apoyo que ganan los movimientos populistas. Se trata de un fenómeno de alcance europeo, ya comentado en otras ocasiones.

Este desencuentro entre las tradiciones y las necesidades actuales de la sociedad no nos es ajeno. Recordemos nuestro propio Centenario, que abarcó cinco años (de 1925 a 1930), cuando hasta la designación de la Fiesta Nacional fue un tema polémico e incluso el monumento al Prócer solo lleva como única inscripción el apellido “Artigas“, sin título alguno.

Como ya pasamos esa época y no son muchas las fechas de nuestra historia cuyo año termina en 8 (se me ocurren únicamente el Cabildo Abierto de 1808 y la Conferencia de Paz de 1828 – y si alguien quiere agregar, la Victoria de Amsterdam de 1928), puede ser que por ahora nos salvemos.

[1] Había que convencer al presidente norteamericano Woodrow Wilson, ferviente partidario de los Estados nacionales, por lo que surgió la noción, un tanto artificial, de “nación checoslovaca”, que integrarían dos pueblos afines y de idioma muy semejante. Una mirada al mapa bastó para comprender su importancia estratégica como ariete occidental frente a la eclosión del comunismo ruso.

[2] Los ministros renunciantes sumaban 11 en un total de 25, por lo que no alcanzaban la mayoría, que hubiera determinado convocar a nuevas elecciones. Queda para el anecdotario que, en el momento de firmar el presidente Beneš los decretos de remoción del cargo y nombramiento de sucesores, el grupo opositor había logrado que se sumaran otros dos ministros socialdemócratas, pero ya el guión en marcha no podía detenerse.

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