Compartir

URBANIZACIONES PRIVADAS, CERRADAS Y EXCLUSIVAS

 Publicado: 01/09/2021

El discreto retiro residencial de la burguesía


Por Néstor Casanova Berna


Ponerse a salvo

A nuestros connacionales muy ricos, Montevideo les resulta incómoda por muchas y sólidas razones. En primer lugar, en la ciudad corriente hoy día, el miedo campea a sus anchas y la sensación de inseguridad se difunde por doquier. Por otra parte, ya no es muy interesante y salubre convivir con el desaseo real y simbólico de una estructura urbana desbordada por el tránsito automotor, por la ansiedad generalizada y por la polución ambiental. En última, pero no por ello menos importante instancia, los ricos tienden, como han hecho siempre, a lamentar la mezcolanza social, el roce cotidiano con los subalternos y las dificultades para interactuar a sus anchas con la gente como uno, en ambientes decorosos y a salvo de intromisiones inconvenientes.

Estas y otras causas (un poco más opacas) conducen al discreto retiro residencial de los ricos hacia comunidades cerradas (gated communities), privadas y exclusivas. Como en el departamento de Montevideo están explícitamente prohibidos, estos barrios privados se asientan principalmente en Canelones, e incluso San José. En estos enclaves territoriales, a los cuales se accede en exclusividad por parte de los copropietarios, su servidumbre y sus invitados, convenientemente apartados del escrutinio público, los poseedores consiguen residir a salvo.

¿A salvo de qué, nos preguntaríamos?

A salvo de la ciudad existente y de sus corrientes pobladores, gentes del común. A salvo del miedo, gracias a la cobertura de seguridad privada; a salvo del desaseo ordinario, en barrios jardín con generosas cuotas de predio destinadas a parques y jardines; a salvo de nosotros, los otros.

La proliferación de 90 barrios privados en el Uruguay tiene una expresión espacial elocuente: el área total ocupada por estos (4661.8 há) supera a la correspondiente a los asentamientos irregulares (2912.2 há).[1] Con todo, siguen configurando un fenómeno muy discreto que apenas disimula las impresentables cuantías de la desigualdad social: mucha tierra urbanizada artificiosamente para pocos pudientes y mucho suelo infraurbano para muchos desposeídos. La autosegregación exclusiva y privilegiada se refugia, alejada, del escrutinio público y crítico. La obscenidad de la autoexclusión suntuaria pudiera acaso afectar la sensibilidad del paseante ciudadano; por esta razón, esta urbanización se confina tanto como se disimula pudorosamente tras las cercas y las arboledas.

El sentido de la autoexclusión

La autoexclusión tiene un sentido preciso para los afortunados que deciden habitar los barrios privados. En primer lugar, la opción por un lugar ameno y alejado, para quien cuenta con dos o más vehículos privados veloces y seguros, permite enlazar los vértices de un vasto polígono de usos urbanos que van, desde la residencia al oficinesco reducto de trabajo, al exclusivo colegio privado de los chicos, pasando por los concentrados enclaves del consumo. Los poseedores no precisan esa proximidad penosa del peatón o la accesibilidad precaria, promiscua y hacinada brindada por los medios colectivos de transporte. Todo lo contrario: el distanciamiento mediado por un viario vehicular fluido es lo adecuado, a efectos de tomar, en cada oportunidad ambiental, lo mejor de lo disponible para cada caso.

Cada sujeto social bosqueja, a su modo y según su cuantía de capital material y cultural, un autorretrato de su propia dignidad. Habitar con dignidad supone un hacerse un lugar y una posición en el territorio urbano y social. Hay que darse cuenta, en beneficio de algún ingenuo que pueda quedar, que la propia decencia se establece no ya en un terreno llano y democrático de la polis, sino en un mosaico social y locativo, donde cada quien, según sus posibilidades, accede al lugar en que el orden meritocrático provisto por el mercado inmobiliario le confiere. En este sentido, mientras que a muchos de nuestros compatriotas los excluimos, desplazándolos a los asentamientos de la indignidad, a los enclaves de la postergación material y simbólica, en forma simétrica y recíproca, algunos sujetos especialmente prósperos hacen del vivir aparte su propia y distintiva dignidad.

La adecuación y la dignidad se sintetizan superiormente en el concepto de decoro. El sentido de lo exclusivo se verifica, entonces, en una estética que aúna un estilo de vida, una compostura en el gesto y la delicadeza sutil del buen gusto. El autoconfinamiento en los barrios privados es garantía de que nada sobre y nada falte para que reine una armonización generalizada de la existencia. Después de todo, es para esto que la gente se esfuerza denodadamente por ser rica. Convenientemente alejados de la miseria cotidiana, la digestión sigue su curso plácido y el rumor de los pájaros del parque disipa cualquier murmullo molesto de la conciencia. Los chicos chapotean en las piscinas a sus anchas y la vida es bella cuando se sabe a salvo de cualquier intromisión inconveniente. Ni las nubes del cielo empañan el firmamento: decoran la arcádica escena.

El delicado asunto de las pelotitas

My home, my rules, sentencia el refrán. Esto es que, en mi hogar, mías son las reglas. Los barrios privados son una morada ampliada, en donde es posible autoimponerse hasta reglas de vestimenta (dress code) para salir a pasear con la mascota. Estos barrios son enclaves sociales en donde las cosas suceden de una forma ligera y levemente diferente que en la porción ordinaria del territorio nacional. Así como constituyen cotos de exclusividad social, también son cotos de privilegio (esto es, derecho, ventaja o exención excepcional concedida a una persona o colectividad) Véase si no:

El día 22 de febrero de 2021, Presidencia de la República resolvió exonerar de todo impuesto a la importación de 250 pelotitas de golf por un monto total de U$S 2.625 en beneficio del La Tahona Golf Club S.A.D.. La resolución contó con la aquiescencia de la Secretaría Nacional de Deportes, del Ministerio de Economía y Finanzas y del Ministerio de Industria, Energía y Minería y lleva la firma del Prosecretario de Presidencia, Dr. Rodrigo Ferrés.[2]

Es humanamente imposible no dejar escapar una furtiva lágrima ante tal muestra de delicada sensibilidad social de nuestra Presidencia. Es de admirar la preocupación de nuestro gobierno por el fomento de la mens sana in corpore sano de los dilectos vecinos del barrio. Imagínese el lector si con los precios de las pelotitas de marras (¡U$S 10.5 la unidad!) todavía hubiera que pagar impuestos. Ya lo claman los vecinos de la comunidad privada: ¡bajen el costo del Estado, por favor! Esto es tener sentido de la oportunidad, de la dignidad y del decoro, social y político. Con los valores del barrio, sin ir más lejos.

Un comentario sobre “El discreto retiro residencial de la burguesía”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *