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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 76 (ENERO DE 2015). LOS LOGROS Y LOS OBJETIVOS. IN MEMORIAM. JORGE BRUNI (1941-2020)

 Publicado: 06/01/2021

La planificación del futuro de nuestra seguridad social


Por Jorge Bruni


El resultado electoral reciente en Uruguay corresponde a un respaldo de logros positivos, que generaron una firme ratificación de confianza. El próximo gobierno podrá seguir encarando entonces en profundidad el porvenir del país. Proyectar futuro obliga a crear un marco adecuado, máxime si se piensa en un país donde el Estado debe brindar -técnica, política y socialmente- previsibilidad y credibilidad. En el último decenio la institucionalidad se ha aplicado democráticamente para llevar adelante múltiples objetivos estratégicos; y la seguridad social es uno de ellos.

En esta materia se han puesto en práctica líneas sustanciales que la han colocado en destacada posición, nacional y regional. Se encaró el tema partiendo del sustancial concepto de “derecho humano fundamental” que corresponde asignar a la seguridad social. Esto origina consecuencias que muchas veces hemos expresado. En primer lugar, el Estado es garante y responsable de promoverla. En segundo término, su papel rector en las políticas sociales, lo cual no dificulta la existencia de acuerdos entre el sector público y el privado, trazando el Estado -obviamente- las líneas sustanciales. En tercer lugar, un derecho humano -en su visión integral, política, económica, social y cultural- exige enfoques transversales y relacionamiento interinstitucional, como los que se han aplicado.

Este proceso en desarrollo ha permitido notables avances, lo que no impide reconocer que queda aún mucho camino por recorrer. En palabras del actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos José María Insulza: “Nuestra región ha cambiado para bien en su economía en crecimiento, pero el desafío es la inclusión social. Ese es el primer y gran desafío de nuestro hemisferio”. Aplicada a nuestro país, debería decirse: continuar con la inclusión social que se aplica desde 2005.

¿Cómo no desear que ese proceso continúe? Son varios los aspectos sustanciales que es preciso seguir promoviendo y profundizando. Entre ellos, además de los ya mencionados, tenemos la redistribución de la riqueza con justicia social, continuando con la utilización de esa formidable herramienta redistributiva que es la seguridad social.

Debemos seguir aplicando y ahondando el concepto de que se trata de una inversión que promueve el desarrollo y la cohesión social, dejando de lado la visión de que es un gasto, aplicada en nuestro país y en toda la región, neoliberalismo mediante, en la década de los noventa del siglo pasado y los primeros cinco años del presente siglo, originando rebajas de prestaciones, ajustes fiscales, presupuestos cero, flexibilización salarial, etcétera.

Es trascendente ratificar la continuidad del Sistema de Relaciones Laborales que ha permitido la recuperación de los miserables salarios anteriores a 2005, con sus positivas consecuencias en las prestaciones de seguridad social, en función de lo dispuesto por el art. 67 de nuestra Constitución. Convengamos que un Sistema de Relaciones Laborales de calidad, es fundamental para la calidad de la sociedad misma.

Lo segundo no sería posible sin lo primero. Y no se trata de cogobierno ni de corporativismo, de lo cual existen o existieron ejemplos en la región, sino de diálogo, “bipartismo”, “tripartismo”, Consejos de Salarios, negociación colectiva, etcétera.

La continuidad del proceso es indispensable, además, porque el país enfrenta desafíos trascendentes, generales y estratégicos: cambio de su matriz productiva, avances sociales basados en el conocimiento, la innovación tecnológica y la ciencia, que hacen fundamental la excelencia de la educación. Y es patente que el problema del envejecimiento demográfico requiere de sólidas proyecciones estadísticas, de una fuerte y calificada participación del Instituto Nacional de Estadística, una política de natalidad, la combinación de pasividades y trabajo parcial, el Sistema Nacional de Cuidados, etcétera.

Todo esto nos lleva a plantear dos aspectos trascendentes. En primer lugar, el reto que significa para la sustentabilidad económico-financiera del sistema de Seguridad Social, que origina interrogantes acerca de posibles reformas en el futuro, sean estas parciales-paramétricas o de fondo. Y en segundo término, el Uruguay necesita proyectarse hacia el porvenir. No podemos ignorar que el proceso demográfico origina conflictos intergeneracionales.

¿Es posible planificar el futuro de un país a pesar de estas dificultades? Observó al dramaturgo alemán Friedrich Hebbel: “A menudo se echa en cara a la juventud el creer que el mundo comienza con ella. Cierto, pero la vejez cree, aún más a menudo, que el mundo acaba con ella. ¿Qué es peor?” Desterremos estos falsos estereotipos encarándolos a fondo: no unilateralmente sino con visión estratégica de país.

No hay duda de que el futuro exige previsibilidad y credibilidad. Se han logrado ambas cosas desde 2005. Lo tendremos si lo concebimos como un objetivo que debemos conquistar y nos dedicamos a ello sabiendo que no caerá por sí solo en nuestras manos.

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