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EL FENÓMENO DE LA MURGA URUGUAYA
Una vuelta con La Mojigata
Por Miguel Millán Sequeira
La noche del 24 de febrero fui invitado a colarme en el “camión” de La Mojigata, para recorrer tres tablados barriales-municipales: Las Duranas (escenario Pablo Estramín), un Rondamomo de ubicación extraordinaria en el Club de Pesca de la Playa Ramírez y, en el Paso de la Arena, el Centro Cultural Julia Arévalo.
“La Moji” surgió del movimiento Murga Joven y está cumpliendo veinte años en el carnaval mayor, ese que compite en el Teatro de Verano de Montevideo. De aquellos fundadores solamente queda uno, el director; el resto se ha ido incorporando desde las nuevas camadas de Murga Joven. Es una de las pocas agrupaciones en las que participan mujeres. En las murgas, como en el Parlamento, el patriarcado tiene su máxima expresión. Este año son cuatro las mujeres que salen en La Mojigata, tres en la cuerda de voces y una en la batería.
Hace pocos días le escuché decir a Julio Pérez, una de las voces privilegiadas del carnaval, un sobreprimo de los de antes que este año integra la murga Un título viejo, que el estilo de murgas por él preferido era el de Queso Magro y La Mojigata. Lo fundamentó en que son murgas que siguen haciendo reír, son descontracturadas, desenfadadas. “Todo tiene que ver con todo”, recordé que solía decir un amigo cuando saltaban las coincidencias.
Ya había visto el espectáculo 2020 de La Mojigata en las dos vueltas del Teatro de Verano, había ido a algún ensayo y a alguno de los tablados donde van los seguidores de aquí y de la vecina orilla. Esos antecedentes y el gusto desde siempre por el coro, las voces, el sonido de redoblante-bombo-platillos de las murgas, desde que mis padres nos llevaban a los tablados en la Mercedes de los años sesenta -viendo a Los Enmascarados, la Nueva Ola de la Chancha Martínez, cuando los libretos se vendían a voluntad entre el público-, son las credenciales para escribir y describir sensaciones, pareceres. O sea, de puro atrevido nada más, y porque creo poder distinguir la murga del parodismo.
La Mojigata se debate, con sus letras y a través de su acción de apoyo al sindicato de carnavaleros SUCAU, en dos frentes: la participación en el concurso oficial organizado por la Intendencia de Montevideo en conjunto con Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay (DAECPU, que viene a ser un sindicato de los dueños de agrupaciones) y su adhesión al movimiento “Más carnaval”.
La escenografía escogida por La Mojigata en el Teatro de Verano para acompañar su espectáculo incluye una tela de fondo donde aparece un tablado de barrio con dos leyendas: Batalla cultural y Más Carnaval.
La discordia principal se refiere al derecho de imagen de la trasmisión televisada, y aquí entra el tercer invitado de piedra en esta discordia: Tenfield VTV, que ya se quedó con los derechos exclusivos del fútbol -de Montevideo y del Interior-, del básquetbol profesional de Montevideo, del ciclismo -Rutas de América y la Vuelta Ciclista del Uruguay- y, desde hace algunos años, con el carnaval oficial de Montevideo en el Teatro de Verano, los desfiles, tanto el inaugural del carnaval, como el de las Llamadas de comparsas de negros y lubolos, más algunos desfiles del interior.
El fragmento final, la Retirada, viene con una payada de contrapunto, décimas muy bien hilvanadas, entre un integrante de la murga que interpela al conjunto: cómo es eso que hablan mucho pero no toman ninguna acción concreta; a lo que la murga le retruca: esto que ellos hacen es un trabajo y como tal tienen derecho a defenderse: “La murga no tiene dueño”; “Hasta ahora fuimos la palabra y la canción, solo nos faltó entrar en acción”; “Que este canto tenga razón de ser”.
Y ahí tenemos a “Más Carnaval”, el movimiento de carnaval alternativo al certamen oficial televisado, realizando tablados a la gorra por todo Montevideo. Por ahora, este año, entre las murgas más conocidas que participan están La Gran 7, Falta y Resto, más un número interesante de murgas jóvenes y otras que no pasaron la prueba de admisión. Supongo que el próximo año se sumará La Mojigata, pero solo es suposición, pues faltan definiciones y la pulseada está en curso.
Hacer tres tablados con La Mojigata y recorrer la noche montevideana arriba de su ómnibus -ya no es más el camión de mi infancia- fue una experiencia enriquecedora para alguien que lee, mira y escucha todo el tiempo las distintas y variadas manifestaciones de la cultura popular. El arraigo barrial está intacto. En Las Duranas el público estaba esperando la llegada de la murga y acompañó su propuesta levantando los brazos en el cuplé de “la bancada evangelista”. Una fotógrafa locataria captó todos los momentos y, al bajar la murga del escenario, accedió al pedido de tres señoras mayores que quisieron retratarse con la platillera Lali. Emocionadas, ellas no se cansaban de repetir: “ya tienen el primer premio, no tengan dudas, serán los ganadores”.
Conocí algunas intimidades de la murga: por ejemplo, que dos de los integrantes del coro son médicos de profesión. Ellos, junto a Lali -economista, profesora universitaria-, son los tres encargados de las finanzas. El director escénico y el redoblante son profesores de música. Son todos muy jóvenes considerando el promedio etario demográfico uruguayo. Y todos deben quitarle horas al sueño para cumplir además con su trabajo diario de ocho horas. Así fue que “el Pela” tuvo un percance, se le rompió la moto y llegó “a tirar los penales” a Las Duranas pagándose un taxi.
Por fin, cuando llegamos al escenario del “Centro Cultual Julia Arévalo” en el Paso de la Arena, mi emoción no tenía límites. Julia Arévalo: la primera senadora comunista del Uruguay, a los 10 años proletaria, como se titulaba el folleto biográfico que escribió Alfredo Gravina. Los muchachos con los que compartí mi emoción no sabían quién había sido ella, pero esto no quita que la murga siga enredándose una y otra vez con los sueños de la gente.
“La batalla cultural”, que así se titula el espectáculo de La Mojigata, fue la que perdimos la(s) izquierda(s), y no solamente la Elección nacional. Esa es la línea argumental. Se perdió en el interior del país porque la dicotomía con Montevideo es una ecuación sin resolver, por falta de comunicación o por la incomunicación entre los diferentes dialectos y los ser y estar de cada una de las comunidades en las que se divide el país. Pero también, además, por la ruptura de los vasos comunicantes entre los dirigentes y el entramado social, risueñamente explicado por una “mecha” de la murga: “el discurso con un furcio por palabra de Daniel Martínez”.
Montevideo sitiada por un interior que está en otra sintonía. Ya había ocurrido cuando el voto verde triunfaba en la capital del país y el voto amarillo ganaba por amplio margen en el interior. Y antes, cuando la Guerra Grande, Montevideo amurallada dependiendo solamente del abastecimiento a través del puerto, gobernada por el Partido Colorado y, por el contrario, toda la campaña en manos del Partido Nacional (Blanco) y de las partidas sueltas de gauchos. Y también la prédica de Benito Nardone, desde la radio Rural, “contra los señores de galera y bastón” y “a favor del hombre de alpargatas y botas cagadas” con la que los blancos triunfaron sobre los colorados en 1958, después de casi cien años.
Hoy, y ya desde hace algunos años, la batalla cultural tiene lugar dentro de las conciencias de los individuos y de las comunidades, a partir de la introducción de la creencia religiosa de las iglesias evangelistas, pentecostales, adventistas, facilitadas por la concepción laica del Estado uruguayo y la ausencia de impuestos a su instalación con múltiples negocios. El cuplé que a esto hace referencia es el que más conecta con el público en todos los tablados; la murga impele a coparticipar y convierte la noche en una fiesta sin prescindentes.
En todos los tablados visitados, niñas y niños quedaron hechizados ante la magia de las caras pintadas y los disfraces ampulosos. Una digresión: esos trajes son una herencia más que nos dejaron los ibéricos, mucha tela debajo de la cual los murguistas se mueren de calor. Trajes abrigados que funcionan bien en el hemisferio norte, cuando en febrero es invierno.
Existen estudios de especialistas que han investigado el fenómeno del carnaval montevideano, sus orígenes, evolución, etapas vividas. Y hay una investigación a partir de una reciente encuesta realizada por dos empresas de opinión pública que arroja algunos datos muy interesantes: cuarenta mil personas trabajan directa o indirectamente durante casi dos meses; se venden más entradas en los escenarios carnavalescos que a lo largo del año en todas las canchas del fútbol profesional uruguayo.
Sin lugar a ninguna duda, el carnaval es un fenómeno cultural muy poderoso, que mantiene su vigencia contradictoria, polémica, sufriendo transformaciones que hacen sentir nostalgia por los carnavales de antaño. Pero ahí está. Hay conjuntos, murgas sobre todo, que trabajan todo el año realizando actuaciones en el país y en el extranjero. A ello se suma la expectativa de ese carnaval alternativo que nació y da sus primeros pasos.
Muy bueno. Lindo haberlo vivido.